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Javier Cercas (Fotografía Daniel Mordzinski) |
Nº 619.- Son las siete de la tarde de un
día de marzo. La primavera ha comenzado a esparcir sus miasmas. Las tardes se
prolongan más de lo acostumbrado en el invierno. Todavía brilla la luz natural mientras
telefoneo a Javier Cercas, que termina de publicar ‘Independencia’, la segunda
novela protagonizada por ese peculiar
mosso d’esquadra que es Melchor
Marín, al que ya conocimos en ‘Terra Alta’, su anterior entrega. En esta
ocasión, Marín regresa a Barcelona para investigar un vidrioso caso: el
chantaje sexual al que alguien está sometiendo a la alcaldesa de la ciudad
condal. Con su inflexible sentido de la justicia y su rocosa integridad moral,
Melchor tratará de desmontar esta extorsión y descubrir a las personas, o
persona, que están detrás de ella. Para conseguirlo no le quedará otra opción
que adentrarse en los círculos de poder, un espacio donde moran el cinismo, la
brutalidad corrupta y la ambición carente de límites y escrúpulos. Cuando todo
esto sucede transcurre el año 2025, y apenas resuenan los ecos del covid-19, ya
diluidos en el olvido humano. Mientras pulso la tecla
rec y el piloto
rojo de la grabadora se ilumina, Cercas me cuenta que en algún tiempo practicó
el balonmano, un deporte del que yo fui entrenador durante casi quince años.
«Jugaba de central – dice – y también de lateral, ya que entonces era
corpulento. Pero luego me fui quedando pequeñito, porque crecí demasiado pronto».
A partir de este momento, su novela y la literatura acapararon nuestro tiempo. Era
de lo que se trataba.
Javier, cuando un escritor
decide dar un giro a su carrera, como hiciste tú con la novela ‘Terra Alta’, y
es capaz de reinventarse, se debe a alguna causa muy justificada, ¿por qué se
produjo ese cambio?
Por obligación moral. El peor peligro
que puede correr un escritor, sobre todo a cierta altura de su trayectoria, es
convertirse en un imitador de sí mismo y, si eso ocurre, desde ese mismo
instante está muerto y yo no quiero morirme como escritor. Ya sé que la inmensa
mayoría de escritores lo hace, pero a mí no me da la gana apoltronarme. Por
otro lado, era un riesgo que yo quería correr, porque un escritor que no corre
riesgos no es un escritor, es un escribano. Borges decía que todas las novelas
eran novelas policiacas y creo que, a su manera, todas las mías lo eran porque
planteaban un enigma que había que resolver. Y en eso consiste básicamente el
género policial, aunque no sé si esto que escribo es policiaco y, además, me da
exactamente igual. Te puedo adelantar que, en la siguiente entrega de esta
serie, Melchor Marín ni siquiera será policía. En el fondo, solo hay dos tipos
de novelas: las buenas y las malas, todo lo demás es palabrería.