Carlos Ruiz B.K. copywright |
Nº 638.- María Oruña se
encuentra en uno de los momentos más álgidos de su carrera como
novelista, no
demasiado larga aún, pero sí muy exitosa. La saga protagonizada por la teniente
Valentina Redondo ha producido muy interesantes frutos en forma de cinco
novelas, a las que hay que añadir ‘El bosque de los cuatro vientos’, un libro
distinto, pero que no vive lejos de los thrillers
y del misterio. Recientemente
ha publicado ‘El camino del fuego’ (Ediciones Destino), la nueva entrega de la saga
de la teniente Redondo, una historia en la que ella y su compañero Oliver se
encuentran de vacaciones en Escocia para visitar a la familia. Arthur Gordon,
padre de Oliver, se ha empeñado en recuperar el patrimonio de sus antepasados y
ha comprado el castillo de Huntly, en las Highlands, que en el pasado
perteneció a su clan. Al rehabilitar el edificio, aparece un diminuto despacho,
que llevaba doscientos años olvidado, repleto de documentos antiguos, que inducen
a pensar en la posibilidad de que las codiciadas memorias de Lord Byron reposen
allí. La aparición de un cadáver en el castillo obligará a Oliver y Valentina a
sumergirse en una investigación inesperada. Sin embargo, el lugar de los hechos
es jurisdicción de la policía escocesa y la teniente Redondo tiene las manos
atadas y apenas puede intervenir en las pesquisas, lo que la hace sentirse incómoda.
La historia de Byron se mezcla con otro relato, ubicado en el siglo XIX, una
historia de amor entre Jules Berlioz, el dependiente de una librería
prestigiosa, y Mary MacLeod, la hija de una acomodada familia escocesa. A las
once de la mañana del segundo martes de julio comenzó la entrevista con la
escritora gallega. Fue la primera que yo realizaba vía zoom y alguna impericia
técnica se coló en los inicios. Nada grave en todo caso. La grabadora de voz,
que tantos años me acompaña, permanecía a mí lado, con el piloto rojo
encendido. Por si acaso. Nihil obstabat, pues, a la entrevista.
María, no sé si empezar
la entrevista con las mismas palabras que tú diriges a tus lectores en redes
sociales: «Buenos días, marinera».
La verdad es que
comencé a saludar con ese «Buenos días, marineros» que comentas, sin pensar en
lo que esa frase se iba a convertir. Para moverse por internet hay que navegar,
así que se me conectaron las ideas y de ahí partió todo. El mar es mi modo de
vida desde pequeña, ya que mi familia vivía en Vigo y cada mañana a través del
balcón lo primero que veía era el Atlántico. Y la verdad es que necesito ese
oxígeno marino para vivir.
Siempre apareces
alegre, con una sonrisa amable para tus lectores.
No creas que soy tan alegre.
Con la irrupción de la pandemia se solaparon dos libros, porque uno se retrasó
y hubo que empalmar ambas promociones. Y juntar tanta promoción y viajes quema.
No resulta fácil llevarlo bien. Hay que hacer malabarismos todo el tiempo
porque, por otro lado, he de conciliarlo todo con la vida familiar. Lo que sí
intento es tener una buena actitud y no contar cosas tristes de mi vida
personal en redes. Es mi ámbito privado y no resulta necesario. La buena
actitud, además, transmite una cierta determinación para enfrentar el día a
día.
¿Estás sorprendida por
el éxito alcanzado por tus novelas en un tiempo relativamente corto?
No, a ver… Está bien
soñar y pensar en grande, pero yo no era capaz de imaginar todo lo que iba a
suceder. No sabía nada del mundo editorial, ni del literario, y me sorprendió
mucho. Cuando entregué mi primer libro a la editorial yo continuaba trabajando
como abogada y cuando me dijeron que tenía que hacer prensa y otras cosas más no
lo entendía. Creía que la profesión de escritor era algo más retirado y
tranquilo y que, un año después, me reportarían el «feedback» y eso era todo. Yo no contaba con la marea de
entrevistas y viajes que se avecinaba. Luego comprendí que estaba viviendo el
sueño de muchos autores sin ser consciente de ello y que era una afortunada,
porque eso mismo no les ocurría a todos.
Como
escritora es imposible que pienses en tus lectores, no puedes contentarlos a
todos, ¿qué te aporta el «feedback» que recibes de ellos?
Es
muy importante, porque si un lector o dos te dicen que no les gusta algún
personaje no ocurre nada. Cada uno tiene sus propias vivencias y las vuelca
sobre su lectura. No me preocupa. Pero si descubro que hay ciento cincuenta
mensajes diciéndome que este personaje es horrible, ¡cuidado!, porque eso
significa que un grupo de lectores me advierte de que me he equivocado. Para mí eso es
muy importante y tomo nota.
¿Cómo se cruza Lord Byron
en tu literatura?
Ha sido una confluencia
de factores, Como digo yo, las historias me persiguen hasta que las escribo. O,
al menos, eso me imagino. Yo ya tenía Escocia pululando por la cabeza, porque
era el lugar de vacaciones de uno de mis personajes, Valentina Redondo. Escocia
presentaba un paisaje muy similar al de Cantabria y Galicia. Lord Byron era
escocés, de Aberdeen, y yo buscaba un escritor que hubiera perdido algo a lo
largo de los siglos, que resultase interesante por su carisma, por el punto de
inflexión que supuso su trabajo o que hubiera sufrido censuras por ello. En
mayor o menor medida, Byron fue censurado porque le calificaron de libidinoso, algo
que, visto con ojos de hoy, es una tontería. Además sus memorias fueron
quemadas con el agravante de que lo hicieron sus amigos y su propio editor. Los
libros quemados también me atraen mucho, porque se quema lo que te retrata o te
da miedo. Sentía curiosidad pensando qué contendrían sus memorias para que sus
amigos las censurasen. Así que tenía todo lo que yo pretendía.
La quema de libros es
algo propio de las dictaduras, pero también del Quijote.
Bueno, también he visto
libros maltratados, malditos, clavados para verificar que nadie se atreviese a
abrirlos. Los libros más denostados son los eróticos, los humorísticos, como se
cuenta en ‘El nombre de la rosa’, donde el volumen prohibido es un libro de
humor, que cuestiona a los poderosos, sin olvidarnos de las autobiografías por
todos los trapos sucios que sacan a la luz. En el caso de Lord Byron se trata
de unas memorias. Él mismo aclaró que no eran confesiones, que no iba a haber nada horrible en ellas y
que, a pesar de todo, el que quisiera eliminar algo podía hacerlo. Precisamente
por eso, resulta más chocante aún que las hayan quemado.
¿Byron se ha convertido en eso que llaman un
escritor de culto?
Es posible. ¿Por qué se
le cita a él, a Virginia Wolf, a Walter Scott o a Óscar Wilde? Con la cantidad
de autores extraordinarios que ha habido, ¿por qué a ellos sí y a otros no? Byron,
Shelley, Keats, Moore, etcétera, perduraron todos en la memoria y eso me
fascina. ¿A qué se debe? El ideal del romanticismo abogaba por vivirlo todo,
romper tabúes, experimentar… Lord Byron, por ejemplo, trató de rescatar Grecia,
una lucha imposible… Precisamente, así comienza ‘El camino del fuego’, cuando
habla de que nuestra vida, si resulta breve, que no sea de escasa consecuencia.
Como has dicho antes,
en esta ocasión has abandonado Cantabria y Galicia como escenarios de tus
novelas y te has llevado a Valentina y Oliver a Escocia, "un país de
castillos de leyenda y de sueños sin tiempo", ¿por qué decidiste sacarlos
fuera de su hábitat natural?
Porque era la única
manera de continuar con mi idea de que cada novela se mueva dentro de un género
detectivesco diferente. En este caso, quería hacer un «domestic noir».
Si la llevaba al extranjero, Valentina no podría trabajar como policía, cosa
que no ocurriría si se quedaba aquí. Y se llenaría de rabia, porque no podría
desplegar sus recursos habituales. Yo ya había escrito historias de habitación
cerrada o góticas y me interesa que cada libro sea un desafío nuevo. Intuía
también que a muchos lectores, acostumbrados a leer diálogos abundantes, les
iba a chocar. Además, en esta novela, a diferencia de la anterior, hay dos
voces narrativas distintas. Cada libro supone un viaje diferente y asumo el
reto.
Después de leer ‘El
camino del fuego’ tengo la impresión de que estoy ante una novela problema: hay
un asesinato y hay que descubrir al culpable. Y eso va un poco a contracorriente
de la novela negra actual, trufada de corrupción, violaciones, pederastia,
malos tratos…
Claro, pero nos da
igual quien muera, porque aquí el muerto nos cae mal desde el principio.
Realmente, el juego está en averiguar quién ha sido y por qué. En ninguna de
mis novelas habrá pederastia. Las empiezo siempre con algo que no podríamos
encontrar en ningún diario: un viaje en el tiempo, la existencia de un
fantasma, la aparición de una novela quemada… Esa teatralidad diaria tan vulgar
que cuentan los periódicos ya la tenemos ahí para leerla. A mí me interesa comenzar
con algo completamente imposible para jugar después con el ingenio de los
lectores. Por eso siempre digo que mis libros no son novela negra. Los que
busquen ese género en mis novelas pueden sentirse engañados. Siempre digo que
soy una escritora de misterio.
En tu anterior novela,
‘El bosque de los cuatro vientos’, nos tropezamos con Jon Bécquer, un inusual
antropólogo que localiza piezas históricas perdidas. En ‘El camino del fuego’ encontramos
a Jules Berlioz, el dependiente de una librería, también decidido a buscar
libros desaparecidos, ¿qué te atrae a ti de estos personajes que, por así
decirlo, son buscadores del pasado?
Me llama la atención la
gente que, a pesar de que la vida ya le ha pasado por dentro todavía siente
curiosidad por las cosas. Aunque ya conocen las normas del juego, no se han
permitido a sí mismo desgastarse y continúan cultivando las ilusiones. Esto me
interesa. Jon Bécquer está basado en un personaje real, que hace cosas mucho
más locas que él, y Jules Berlioz, cuya historia y la de Mary MacLeod procede de
un hecho real que sucedió en Glasgow, es un buscavidas, un cazador. Pero,
¿quién no lo sería si supiera que le esperaba la miseria, ya que cambiar de
rango social era prácticamente imposible en aquella época? Me gusta que el
lector se sitúe con ojos del siglo XIX para verlo. Mi intención ha sido que, a
la hora de analizar al cazador y la presa, seamos conscientes
de que sus parámetros son diferentes a los nuestros.
A
la hora de escribir, ¿eres escritora de plano, sistemática y metódica, o te
dejas llevar por la propia narración?
Soy
escritora de mapa. Nunca he sufrido el problema de la página en blanco, porque
para escribir me paso un año recopilando documentación y entrevistando a
personas que me pueden facilitar información para el proyecto que llevo entre
manos. Y, cuando ya lo tengo todo organizado en mi despacho, me siento a
escribir. Y ahí surge la brújula. Tengo la escaleta hecha y también sé cómo voy
a distribuir la información, pero no es algo rígido y puedo efectuar cambios.
Lo cuentas en la novela
y también lo vemos en la realidad: la policía escocesa y la inglesa no portan
armas, ¿a qué se debe esta circunstancia?
Ellos
parten de la idea del respeto al ciudadano. Entienden que están ahí para su
servicio, para atenderle, no para hostigarle. Este concepto me llamó mucho la atención,
porque me permitía sacar al lector de su zona de confort, ya que está
acostumbrado a otras normas de juego y fíjate que estamos hablando de un país
europeo, que solo está a dos o tres horas de distancia del nuestro y, sin
embargo, hay que ver cómo cambia todo.
Aparece también en la
novela la rivalidad entre dos clanes escoceses. Por lo que veo continúa existiendo
en la actualidad.
Todo lo que cuento en
mi novela sobre datos históricos, científicos y forenses es cierto, salvo que en el apartado final de
curiosidades yo explique que me he sacado algo de la manga en beneficio de la
agilidad de la trama. Cuando me documentaba sobre la rivalidad entre los Forbes
y los Gordon, pensé que el autor de ‘Juego de tronos’ se podía haber inspirado para
su boda de sangre en un hecho real, un suceso completamente cierto y que ocurrió
verdaderamente, porque era tal la rivalidad entre dos clanes que la única forma
de tenerlos a todos reunidos bajo un mismo techo era esa.
Vuelvo a ‘El Bosque de
los cuatro vientos’. Allí hablabas de unos anillos, que pertenecían a los nueve
obispos que se retiraron al monasterio de Santo Estevo. En principio, estos
anillos parecían una leyenda, sin embargo, algunos de ellos han aparecido
después de publicar tu novela. ¿Esperas que ocurra lo mismo con ‘Las memorias’
de Byron?
Bueno, de forma
íntegra, lo dudo. Pero legajos sueltos debe de haber y estoy convencida de que
en algún momento aparecerán. Las memorias de Byron fueron enviadas de forma
epistolar a su amigo Thomas Moore y se rumorea que algunos de estos legajos se
movieron por Londres. Me consta que hubo gente que los leyó. Y me sorprende
mucho que fueran quemadas, porque, sin ir más lejos, Thomas Moore publicó una
biografía de Byron y no creo que la escribiera de memoria. Seguro que manejó
algo de ese material. Sin embargo, se desconoce qué ocurrió con su biblioteca.
Sus cinco hijos fallecieron antes que él y no existe una casa familiar en la
que se pudieran haber guardado.
¿Qué valor tendrían hoy las memorias de Byron
si aparecieran?
¡Buff! Incalculable.
Solo el soporte original sería tremendo y a la hora de editar y publicar…
¿Cuántos libros se venderían? ¡Madre mía!
Aunque estás inmersa en
pleno proceso de promoción, ¿trabajas ya en algo nuevo?
Sí, siempre estoy con
algo, nunca dejo de trabajar. De hecho comencé con un nuevo proyecto antes de
la promo de esta novela, pero era imposible continuar porque con tanto viaje no
podía concentrarme. Para escribir necesito estar tranquila.
Acabamos con un
recordatorio. Como escritora gallega que eres, además, especializada en el
género policiaco o de misterio, ¿qué ha significado para ti la pérdida de un
escritor tan destacado como Domingo Villar, que además era una excelente
persona?
Lo he contado en varias
entrevistas. Conocí a Domingo en una cena en la que estuvimos charlando. Me
pareció muy buena persona y en el gremio no encontrarás a nadie que hable mal
de él. Y esto es algo raro, te lo puedo asegurar. Era un caballero y no solo en
el mundo de las letras. El mejor tributo que le podemos rendir es seguir
leyéndolo. ‘El último barco’, su último trabajo, es una enorme novela.