«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 28 de julio de 2022

María Oruña: «No soy una escritora de novela negra, soy una escritora de misterio»

Carlos Ruiz B.K. copywright

Nº 638.- María Oruña se encuentra en uno de los momentos más álgidos de su carrera como
novelista, no demasiado larga aún, pero sí muy exitosa. La saga protagonizada por la teniente Valentina Redondo ha producido muy interesantes frutos en forma de cinco novelas, a las que hay que añadir ‘El bosque de los cuatro vientos’, un libro distinto, pero que no vive lejos de los
thrillers 

y del misterio. Recientemente ha publicado ‘El camino del fuego’ (Ediciones Destino), la nueva entrega de la saga de la teniente Redondo, una historia en la que ella y su compañero Oliver se encuentran de vacaciones en Escocia para visitar a la familia. Arthur Gordon, padre de Oliver, se ha empeñado en recuperar el patrimonio de sus antepasados y ha comprado el castillo de Huntly, en las Highlands, que en el pasado perteneció a su clan. Al rehabilitar el edificio, aparece un diminuto despacho, que llevaba doscientos años olvidado, repleto de documentos antiguos, que inducen a pensar en la posibilidad de que las codiciadas memorias de Lord Byron reposen allí. La aparición de un cadáver en el castillo obligará a Oliver y Valentina a sumergirse en una investigación inesperada. Sin embargo, el lugar de los hechos es jurisdicción de la policía escocesa y la teniente Redondo tiene las manos atadas y apenas puede intervenir en las pesquisas, lo que la hace sentirse incómoda. La historia de Byron se mezcla con otro relato, ubicado en el siglo XIX, una historia de amor entre Jules Berlioz, el dependiente de una librería prestigiosa, y Mary MacLeod, la hija de una acomodada familia escocesa. A las once de la mañana del segundo martes de julio comenzó la entrevista con la escritora gallega. Fue la primera que yo realizaba vía zoom y alguna impericia técnica se coló en los inicios. Nada grave en todo caso. La grabadora de voz, que tantos años me acompaña, permanecía a mí lado, con el piloto rojo encendido. Por si acaso. Nihil obstabat, pues, a la entrevista.   

María, no sé si empezar la entrevista con las mismas palabras que tú diriges a tus lectores en redes sociales: «Buenos días, marinera».

La verdad es que comencé a saludar con ese «Buenos días, marineros» que comentas, sin pensar en lo que esa frase se iba a convertir. Para moverse por internet hay que navegar, así que se me conectaron las ideas y de ahí partió todo. El mar es mi modo de vida desde pequeña, ya que mi familia vivía en Vigo y cada mañana a través del balcón lo primero que veía era el Atlántico. Y la verdad es que necesito ese oxígeno marino para vivir.   


Siempre apareces alegre, con una sonrisa amable para tus lectores.

No creas que soy tan alegre. Con la irrupción de la pandemia se solaparon dos libros, porque uno se retrasó y hubo que empalmar ambas promociones. Y juntar tanta promoción y viajes quema. No resulta fácil llevarlo bien. Hay que hacer malabarismos todo el tiempo porque, por otro lado, he de conciliarlo todo con la vida familiar. Lo que sí intento es tener una buena actitud y no contar cosas tristes de mi vida personal en redes. Es mi ámbito privado y no resulta necesario. La buena actitud, además, transmite una cierta determinación para enfrentar el día a día.

¿Estás sorprendida por el éxito alcanzado por tus novelas en un tiempo relativamente corto?

No, a ver… Está bien soñar y pensar en grande, pero yo no era capaz de imaginar todo lo que iba a suceder. No sabía nada del mundo editorial, ni del literario, y me sorprendió mucho. Cuando entregué mi primer libro a la editorial yo continuaba trabajando como abogada y cuando me dijeron que tenía que hacer prensa y otras cosas más no lo entendía. Creía que la profesión de escritor era algo más retirado y tranquilo y que, un año después, me reportarían el «feedback» y  eso era todo. Yo no contaba con la marea de entrevistas y viajes que se avecinaba. Luego comprendí que estaba viviendo el sueño de muchos autores sin ser consciente de ello y que era una afortunada, porque eso mismo no les ocurría a todos.  

Como escritora es imposible que pienses en tus lectores, no puedes contentarlos a todos, ¿qué te aporta el «feedback» que recibes de ellos?

Es muy importante, porque si un lector o dos te dicen que no les gusta algún personaje no ocurre nada. Cada uno tiene sus propias vivencias y las vuelca sobre su lectura. No me preocupa. Pero si descubro que hay ciento cincuenta mensajes diciéndome que este personaje es horrible, ¡cuidado!, porque eso significa que un grupo de lectores me advierte de que me he equivocado. Para mí eso es muy importante y tomo nota.  

¿Cómo se cruza Lord Byron en tu literatura?

Ha sido una confluencia de factores, Como digo yo, las historias me persiguen hasta que las escribo. O, al menos, eso me imagino. Yo ya tenía Escocia pululando por la cabeza, porque era el lugar de vacaciones de uno de mis personajes, Valentina Redondo. Escocia presentaba un paisaje muy similar al de Cantabria y Galicia. Lord Byron era escocés, de Aberdeen, y yo buscaba un escritor que hubiera perdido algo a lo largo de los siglos, que resultase interesante por su carisma, por el punto de inflexión que supuso su trabajo o que hubiera sufrido censuras por ello. En mayor o menor medida, Byron fue censurado porque le calificaron de libidinoso, algo que, visto con ojos de hoy, es una tontería. Además sus memorias fueron quemadas con el agravante de que lo hicieron sus amigos y su propio editor. Los libros quemados también me atraen mucho, porque se quema lo que te retrata o te da miedo. Sentía curiosidad pensando qué contendrían sus memorias para que sus amigos las censurasen. Así que tenía todo lo que yo pretendía.  

La quema de libros es algo propio de las dictaduras, pero también del Quijote.

Bueno, también he visto libros maltratados, malditos, clavados para verificar que nadie se atreviese a abrirlos. Los libros más denostados son los eróticos, los humorísticos, como se cuenta en ‘El nombre de la rosa’, donde el volumen prohibido es un libro de humor, que cuestiona a los poderosos, sin olvidarnos de las autobiografías por todos los trapos sucios que sacan a la luz. En el caso de Lord Byron se trata de unas memorias. Él mismo aclaró que no eran confesiones,  que no iba a haber nada horrible en ellas y que, a pesar de todo, el que quisiera eliminar algo podía hacerlo. Precisamente por eso, resulta más chocante aún que las hayan quemado.  

¿Byron se ha convertido en eso que llaman un escritor de culto?

Es posible. ¿Por qué se le cita a él, a Virginia Wolf, a Walter Scott o a Óscar Wilde? Con la cantidad de autores extraordinarios que ha habido, ¿por qué a ellos sí y a otros no? Byron, Shelley, Keats, Moore, etcétera, perduraron todos en la memoria y eso me fascina. ¿A qué se debe? El ideal del romanticismo abogaba por vivirlo todo, romper tabúes, experimentar… Lord Byron, por ejemplo, trató de rescatar Grecia, una lucha imposible… Precisamente, así comienza ‘El camino del fuego’, cuando habla de que nuestra vida, si resulta breve, que no sea de escasa consecuencia.

Como has dicho antes, en esta ocasión has abandonado Cantabria y Galicia como escenarios de tus novelas y te has llevado a Valentina y Oliver a Escocia, "un país de castillos de leyenda y de sueños sin tiempo", ¿por qué decidiste sacarlos fuera de su hábitat natural?

Porque era la única manera de continuar con mi idea de que cada novela se mueva dentro de un género detectivesco diferente. En este caso, quería hacer un «domestic noir». Si la llevaba al extranjero, Valentina no podría trabajar como policía, cosa que no ocurriría si se quedaba aquí. Y se llenaría de rabia, porque no podría desplegar sus recursos habituales. Yo ya había escrito historias de habitación cerrada o góticas y me interesa que cada libro sea un desafío nuevo. Intuía también que a muchos lectores, acostumbrados a leer diálogos abundantes, les iba a chocar. Además, en esta novela, a diferencia de la anterior, hay dos voces narrativas distintas. Cada libro supone un viaje diferente y asumo el reto.

Después de leer ‘El camino del fuego’ tengo la impresión de que estoy ante una novela problema: hay un asesinato y hay que descubrir al culpable. Y eso va un poco a contracorriente de la novela negra actual, trufada de corrupción, violaciones, pederastia, malos tratos…

Claro, pero nos da igual quien muera, porque aquí el muerto nos cae mal desde el principio. Realmente, el juego está en averiguar quién ha sido y por qué. En ninguna de mis novelas habrá pederastia. Las empiezo siempre con algo que no podríamos encontrar en ningún diario: un viaje en el tiempo, la existencia de un fantasma, la aparición de una novela quemada… Esa teatralidad diaria tan vulgar que cuentan los periódicos ya la tenemos ahí para leerla. A mí me interesa comenzar con algo completamente imposible para jugar después con el ingenio de los lectores. Por eso siempre digo que mis libros no son novela negra. Los que busquen ese género en mis novelas pueden sentirse engañados. Siempre digo que soy una escritora de misterio.

En tu anterior novela, ‘El bosque de los cuatro vientos’, nos tropezamos con Jon Bécquer, un inusual antropólogo que localiza piezas históricas perdidas. En ‘El camino del fuego’ encontramos a Jules Berlioz, el dependiente de una librería, también decidido a buscar libros desaparecidos, ¿qué te atrae a ti de estos personajes que, por así decirlo, son buscadores del pasado?

Me llama la atención la gente que, a pesar de que la vida ya le ha pasado por dentro todavía siente curiosidad por las cosas. Aunque ya conocen las normas del juego, no se han permitido a sí mismo desgastarse y continúan cultivando las ilusiones. Esto me interesa. Jon Bécquer está basado en un personaje real, que hace cosas mucho más locas que él, y Jules Berlioz, cuya historia y la de Mary MacLeod procede de un hecho real que sucedió en Glasgow, es un buscavidas, un cazador. Pero, ¿quién no lo sería si supiera que le esperaba la miseria, ya que cambiar de rango social era prácticamente imposible en aquella época? Me gusta que el lector se sitúe con ojos del siglo XIX para verlo. Mi intención ha sido que, a la hora de analizar al cazador y la presa, seamos conscientes de que sus parámetros son diferentes a los nuestros.

A la hora de escribir, ¿eres escritora de plano, sistemática y metódica, o te dejas llevar por la propia narración?

Soy escritora de mapa. Nunca he sufrido el problema de la página en blanco, porque para escribir me paso un año recopilando documentación y entrevistando a personas que me pueden facilitar información para el proyecto que llevo entre manos. Y, cuando ya lo tengo todo organizado en mi despacho, me siento a escribir. Y ahí surge la brújula. Tengo la escaleta hecha y también sé cómo voy a distribuir la información, pero no es algo rígido y puedo efectuar cambios.  

Lo cuentas en la novela y también lo vemos en la realidad: la policía escocesa y la inglesa no portan armas, ¿a qué se debe esta circunstancia?

Ellos parten de la idea del respeto al ciudadano. Entienden que están ahí para su servicio, para atenderle, no para hostigarle. Este concepto me llamó mucho la atención, porque me permitía sacar al lector de su zona de confort, ya que está acostumbrado a otras normas de juego y fíjate que estamos hablando de un país europeo, que solo está a dos o tres horas de distancia del nuestro y, sin embargo, hay que ver cómo cambia todo.  

Aparece también en la novela la rivalidad entre dos clanes escoceses. Por lo que veo continúa existiendo en la actualidad.

Todo lo que cuento en mi novela sobre datos históricos, científicos y forenses  es cierto, salvo que en el apartado final de curiosidades yo explique que me he sacado algo de la manga en beneficio de la agilidad de la trama. Cuando me documentaba sobre la rivalidad entre los Forbes y los Gordon, pensé que el autor de ‘Juego de tronos’ se podía haber inspirado para su boda de sangre en un hecho real, un suceso completamente cierto y que ocurrió verdaderamente, porque era tal la rivalidad entre dos clanes que la única forma de tenerlos a todos reunidos bajo un mismo techo era esa.   

Vuelvo a ‘El Bosque de los cuatro vientos’. Allí hablabas de unos anillos, que pertenecían a los nueve obispos que se retiraron al monasterio de Santo Estevo. En principio, estos anillos parecían una leyenda, sin embargo, algunos de ellos han aparecido después de publicar tu novela. ¿Esperas que ocurra lo mismo con ‘Las memorias’ de Byron?

Bueno, de forma íntegra, lo dudo. Pero legajos sueltos debe de haber y estoy convencida de que en algún momento aparecerán. Las memorias de Byron fueron enviadas de forma epistolar a su amigo Thomas Moore y se rumorea que algunos de estos legajos se movieron por Londres. Me consta que hubo gente que los leyó. Y me sorprende mucho que fueran quemadas, porque, sin ir más lejos, Thomas Moore publicó una biografía de Byron y no creo que la escribiera de memoria. Seguro que manejó algo de ese material. Sin embargo, se desconoce qué ocurrió con su biblioteca. Sus cinco hijos fallecieron antes que él y no existe una casa familiar en la que se pudieran haber guardado.  

¿Qué valor tendrían hoy las memorias de Byron si aparecieran?

¡Buff! Incalculable. Solo el soporte original sería tremendo y a la hora de editar y publicar… ¿Cuántos libros se venderían? ¡Madre mía!

Aunque estás inmersa en pleno proceso de promoción, ¿trabajas ya en algo nuevo? 

Sí, siempre estoy con algo, nunca dejo de trabajar. De hecho comencé con un nuevo proyecto antes de la promo de esta novela, pero era imposible continuar porque con tanto viaje no podía concentrarme. Para escribir necesito estar tranquila.  

Acabamos con un recordatorio. Como escritora gallega que eres, además, especializada en el género policiaco o de misterio, ¿qué ha significado para ti la pérdida de un escritor tan destacado como Domingo Villar, que además era una excelente persona?

Lo he contado en varias entrevistas. Conocí a Domingo en una cena en la que estuvimos charlando. Me pareció muy buena persona y en el gremio no encontrarás a nadie que hable mal de él. Y esto es algo raro, te lo puedo asegurar. Era un caballero y no solo en el mundo de las letras. El mejor tributo que le podemos rendir es seguir leyéndolo. ‘El último barco’, su último trabajo, es una enorme novela.

Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 30/07/2022