El escritor y periodista Paco
Cerdá relata en ’14 de abril’ los acontecimientos sucedidos el día de la proclamación de
la II República.
Nº 641.- Hay veces que los dioses te favorecen. Se ponen de acuerdo y
te echan un cable. No siempre. Claro. De un tiempo a esta parte, por motivos
que no vienen al caso, ando interesado en el género histórico. Ficción y no
ficción. Documentación y especulación. Por eso me ha venido al pelo la
publicación de ’14 de abril’ por la editorial Libros del Asteroide. Su autor es
Paco Cerdá y por su libro acaba de ser galardonado con el Premio de No Ficción otorgado
por esta misma editorial. Para una parte de mi generación, para la otra no, el
14 de abril, el día de la proclamación de la II República fue siempre una fecha
señalada, no una fiesta de guardar. Ese día se inició una aventura, con aciertos
y desaciertos, en todo caso zancadilleada siempre, que pudo haber significado
un cambio de rumbo en nuestro país. Un nuevo modelo de vida en común. Sin
embargo, el golpe de estado de 1936, cinco años más tarde, dio al traste con aquel
proyecto. Paco Cerdá ha construido un texto, que se lee con premura involuntaria,
con el relato de aquella jornada de 1931. Un día completo. Veinticuatro horas.
Nada más. ¡Y nada menos! El 20 de octubre, a media tarde,
tuve la oportunidad de conversar con él sobre
los pormenores de su magnífico trabajo. Tras establecer la conexión telefónica,
el piloto rojo de la grabadora, ya encendido, me indicó que podía comenzar
nuestra charla. Y eso hicimos.
En primer lugar enhorabuena por el libro y por el galardón. Paco,
¿qué significa para ti haber ganado el II Premio de No
Ficción Libros del Asteroide?
Muchas gracias. Es un honor ganar un premio y, además,
engrosar un catálogo como el de la editorial Asteroide, donde figuran nombres
con tanta tradición literaria como Manuel Chaves Nogales o Ramón J. Sender, que
han sido referentes fértiles en ese punto de intersección que existe entre la
literatura y el periodismo.
Periodista y escritor. Algunos periodistas huyen de la
realidad de la información a través de la literatura. Sin embargo, en tu caso,
cuando escribes continúas inmerso en la realidad, en la no ficción.
Es verdad. Lo hago porque me parece que no hay nada más
apasionante que la realidad. A poco que escarbes descubres historias increíbles
que nos explican a nosotros mismos. Somos lo que hemos sido, lo que vivieron y
sintieron nuestros predecesores, y ese binomio entre el periodismo, que aporta
el rigor en la información y la investigación, y la literatura, que aporta la
exploración de sentimientos y la reflexión, permite generar un paisaje
emocional, la trastienda sentimental de la proclamación de la II República
Española, que, seguramente, no estábamos acostumbrados a conocer partiendo de los
olvidados de la gran Historia que, en definitiva, somos todos. Es otra forma de
épica, o «contraépica», muy poco frecuente a la hora de abordar una narración.
¿Debajo de este libro, y también de ‘El peón’, tu anterior título,
subyace una vocación de historiador?
[Risas] ¡Esa es buena! No me lo habían preguntado nunca, pero
no es una mala pregunta. De hecho, en tu caso yo también la habría formulado. Con
toda la humildad posible, creo que lo que se esconde en mi interior es una
enorme vocación por contar los carriles más secundarios de la realidad/historia
hasta las últimas consecuencias. Así lo hice en ‘Los últimos’ y también en ‘El
peón’, donde retraté a todos esos peones que fueron sacrificados en el altar de
alguna ideología durante la Guerra Fría y el antifranquismo. Es cierto que me
apasiona la Historia y que el libro puede parecer el trabajo de un historiador,
pero lo que late y predomina en él, según creo, es la voluntad de contar las
vidas, los rostros, los nombres y los apellidos de otras personas, y no tanto
la de narrar los grandes movimientos e ideologías. Eso está más pegado al
periodismo, que es la historia del día siguiente, todavía sin reposar, que a la
literatura. La no ficción es un género que seguramente permite conciliar esas
dos pasiones que tú has detectado.
Entiendo entonces que a ti te interesa no la Historia
Oficial, la de los grandes nombres, sino el efecto que la actuación de esos
grandes nombres ejerce sobre la gente y también los efectos que la respuesta de
la gente produce en esos grandes nombres.
Exactamente. Todos estamos al albur de los movimientos de
unos y otros. Somos como piezas de dominó. Y aquel 14 de abril se veía
perfectamente cómo una masa echada a la calle resultaba imparable. Igualmente
se observaba que la Guardia Civil había optado por no intervenir y pasarse al lado
de los dirigentes republicanos a mitad de jornada. Y así mismo se detectaba que
en el bando monárquico predominaba el abandonismo. El rey se encontraba solo,
sin que ello concatenase ese «milagro» de cómo un país se levanta monárquico y
se acuesta republicano. Por otro lado, frente al tópico de que la República
había llegado sin sangre, este libro trata de poner sobre la mesa los nombres y
apellidos de esas gotas de sangre, que el tajo del 14 de abril dejó sobre la
sociedad española. Unas personas perdieron la vida y otras no, pero todas sufrieron
sus consecuencias, sin olvidar la fortuna que algunos tuvieron de salir de
prisión, donde estaban encarcelados como presos políticos de la monarquía.
Fijarme en esos peones, en esos olvidados que no tienen quien hable de ellos,
es lo que me apasiona. Son como un sismógrafo emocional, que despierta algo que
todos llevamos dentro, porque tenemos mucho más en común con un telegrafista,
un asistente de cámara o un reportero que con el rey o el presidente del
gobierno.