El perfil de Jaime I
Desde el primer momento, Jaime
I no tuvo una existencia fácil. El momento de su concepción resultó bastante
rocambolesco y, ya en vida, algunos nobles pretendieron eliminarlo en beneficio
de sus intereses. Para proteger a su real persona, su educación fue encargada a
los caballeros templarios. «Los templarios eran austeros, herméticos y poco
amigos de las bromas. Ellos le inculcaron ese mismo carácter y le imprimieron
un hondo sentido de la honradez, la honestidad y el amor por la justicia,
valores que le acompañaron a lo largo de toda su vida. Sin embargo, el monarca
fue una persona de grandes contrastes, enérgico, vividor, dinámico y muy
enamoradizo. Depositaba mucha energía en sus lances de alcoba, un ardor amoroso
heredado de su padre, el rey Pedro». Por su fama en este terreno, surge la duda
de si su apelativo de «El Conquistador» procede de sus proezas guerreras o de
las amatorias. «Él rey no podía resistirse a los encantos de cualquier mujer.
Se sentía atraído por la belleza y conquistaba damas de alta alcurnia, criadas
o campesinas. No hacía distingos de clase. En eso, su adusto carácter templario
lo mantuvo siempre bien escondido».
Los cátaros
El primer tercio de la novela discurre entre
las luchas, o cruzadas, promovidas por el papa Inocencio III contra los
cátaros, una corriente religiosa que abogaba por el retorno a los orígenes del
cristianismo. «Los cátaros, llamados albigenses por su relación con la ciudad
de Albí, habitaban especialmente en la zona del Languedoc. Eran cristianos que
comenzaron a dudar del papa de Roma y de su forma de vida. Podríamos decir que
fueron algo así como los protestantes de Lutero, pero trescientos años antes.
La Iglesia se había convertido en todo menos en lo que predicaba Jesucristo:
vivía en la opulencia y el lujo más desatado, mucho mas preocupada por los
problemas mundanos, políticos y económicos, que por los asuntos del alma. La
palabra cátaro procede del griego y significa puro. Ellos postulaban el regreso
a los orígenes, a existir en la pobreza y en el desprendimiento absoluto.
Jesucristo vivió de las limosnas y ellos querían ser como él. Su postura
chocaba frontalmente contra los intereses de Roma e Inocencio III promulgó una
bula para exterminarlos. Este hecho representó un grave problema para Jaime I, ya
que los cátaros eran vasallos suyos. Al final, sus territorios fueron a parar a
los francos y la Corona de Aragón se vio obligada a dirigir sus conquistas
hacia el sur de la Península Ibérica y el Mediterráneo».
La Reconquista
Con
frecuencia, al hablar de la Reconquista tenemos una imagen tejida con los
asedios y la destrucción de ciudades ocupadas por la vía de la violencia. Lo
cual es cierto solo en parte, ya que muchos lugares y castillos fueron
conquistados sin apenas derramamiento de sangre. «Menorca se consiguió sin
lucha, al igual que ocurrió en muchas otras ciudades. Si Jaime I podía, siempre
respetaba la vida del adversario y evitaba la lucha. El sitio de València
comenzó el 23 de abril de 1238, pero la entrada en la ciudad de las tropas
cristianas ocurrió el 9 de octubre de ese mismo año. Por tanto, se pasó seis
meses asediándola hasta que capituló, a pesar de que los nobles le animaban a
pasar a sus habitantes por las armas y el fuego». Para llevar a cabo todas
estas empresas guerreras, las Cortes Aragonesas aprobaban los empréstitos necesarios.
Algunos arzobispos, como el de Tarragona, además de bendiciones y dinero,
aportaban sus propias tropas. «Los arzobispos, los obispos y el Papa disponían
de ejércitos y colaboraban en la lucha. Resulta fácil de entender que, si
conquistaban territorios a los moros, eso significaba nuevas posesiones de
tierras, la construcción de iglesias, conventos y catedrales y sumar nuevos
súbditos y vasallos, lo que se traducía en mayor cantidad de dinero y riquezas. La
economía ha movido siempre el mundo y los religiosos bendecían las cruzadas. En
una mano, la cruz de Cristo; en la otra, la espada».
La conquista de València
Cuando llegó el momento de
plantearse la ocupación de València, el rey Jaime I se encontró con que la nobleza
aragonesa no estaba demasiado animada a participar en la empresa. «Durante la
conquista de Mallorca, el monarca solo estuvo acompañado por catalanes. Los
aragoneses, más vinculados a la tierra que al mar, no se atrevieron. Sin
embargo, los catalanes, vecinos del Mediterráneo y dotados de un espíritu más
comercial y viajero, sí apostaron por la invasión de esos territorios
marítimos. Por eso, luego las islas fueron repobladas con catalanes y allí se
habla esta lengua. Cuando le llegó la hora a València, los nobles aragoneses se
dieron cuenta de su error y, aunque al principio se mostraron reticentes a
participar en la conquista, porque temían que el poder real se incrementase en
detrimento de sus propios beneficios, finalmente optaron por apoyar al monarca,
aunque poniéndole muchas trabas». Uno de los momentos trascendentales de la conquista
del Reino de València fue la ocupación de Xàtiva, una ciudad que Juan Ramón
Barat ya visitó literariamente en su novela ‘1707’. «La Xàtiva de 1707 era una
ciudad completamente desarrollada, con mucha industria de seda y papel,
mientras que la medieval bien podría pertenecer a Túnez o Marruecos. Era una
urbe islamizada que disponía de una huerta preciosa. Si hablamos de acequias,
la ciudad setabense podría ser considerada como un modelo perfecto de este
sistema de regadío musulmán».
Violant de Hungría
Violant de Hungría era la
segunda esposa de Jaime I, casado en primeras nupcias con Leonor de Castilla.
La princesa húngara fue una mujer muy dinámica, que participó activamente en
momentos trascendentales para el futuro de la Corona de Aragón. «Violant era
una mujer política, muy inteligente. Pronto se dio cuenta del papel que podía
desempeñar en la vida del rey. Detectó con habilidad que Jaime I tenía muchos
enemigos en su propio entorno y supo manejarse con diplomacia en los entresijos
del poder. Era más tranquila que su esposo y estuvo presente en muchas
negociaciones, como las de la conquista de València. Fue una reina en la sombra
y, además, veló porque el interés de sus hijos quedase reflejado en el
testamento real, algo que le ocasionó muchos problemas a Jaime I frente a la
nobleza aragonesa».
El segundo volumen
‘La extraordinaria historia de
Jaime I el Conquistador’ termina con la muerte de la reina Violant y con el
surgimiento de un caudillo musulmán, Al Azraq, un auténtico azote para la
cristiandad, que puso en jaque a los territorios conquistados por el monarca aragonés. La continuación
de la historia está servida. «Lo que vendrá después se contará en el segundo
volumen, que se publicará antes de la próxima Navidad. En él, asistiremos al
matrimonio del rey con Teresa Gil de Vidaure, la lucha contra Al Azraq y la
conquista del Reino de Murcia. También aparecerá la figura del rey castellano
Alfonso X el Sabio, que contraerá nupcias con una de las hijas de Jaime I y Violant.
Por último, descubriremos las luchas intestinas de los hijos del monarca
aragonés por el testamento de su padre».
Herme Cerezo, Diario SIGLO XXI/18/04/2023