El escritor salmantino acaba de publicar ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’, donde, con mirada femenina, narra la retirada del ejército inglés durante la Guerra de la Independencia.
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emprende la retirada. Había acudido a la Península Ibérica para combatir en la llamada Guerra de la Independencia. Las cosas no han funcionado como se esperaba y el repliegue hacia la ciudad de A Coruña es la única opción posible. Pero la marcha inglesa, a través de las tierras de Salamanca, Zamora, León y Galicia, se convierte en tragedia. La esposa de un soldado de infantería, Catherine Gallagher, que viaja con las tropas de la Union Jack, asiste a la trágica marcha y deja constancia de sus vivencias y de las de otras mujeres que la acompañan en un relato escrito. Sobre este lamentable episodio bélico, Luis García Jambrina acaba de publicar ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’, editada por Espasa, su nueva novela. Un sábado por la mañana del mes de abril, en la cafetería del Hotel Silken Puerta de València de la capital del Túria, pude conversar un buen rato con el escritor salmantino, enamorado del género histórico, a propósito de su trabajo. Con la grabadora encendida, a buen ritmo pero sin prisas, comenzamos nuestra charla. Como fondo, algún ruido de platillos y cucharas. Por los altavoces de ambiente, la voz de un saxofón versionea tradicionales temas de jazz.
Luis, observo que tu
devoción por el género de la historia novelada es grande. Incluso tus relatos
policiales protagonizados por Fernando de Rojas tienen un trasfondo histórico.
Llegué a la novela
histórica casi por casualidad. Iba a escribir sobre Fernando de Rojas y, en su
caso, tanto el componente histórico como su época eran importantes. Pero es
verdad que parece que no puedo salir de ahí, excepto para cambiar de coordenadas
temporales. El motor de mis novelas siempre es una historia concreta o un
personaje. A partir de ahí viene todo lo demás. En ‘Así en la GUERRA como en la
PAZ’ hablo de un acontecimiento muy interesante y que no es suficientemente
conocido.
A propósito de lo que
dices, ¿no tienes la sensación de que los escritores reveláis hechos históricos
que frecuentemente han pasado desapercibidos para el personal?
Sí, la Historia no
interesa demasiado. Es verdad que hay un boom de la novela histórica,
pero es que en este género se mete todo tipo de cosas, algunas de las cuales no
tienen nada que ver con él. Después, a causa de los prejuicios existentes,
debido a que asociamos épocas de gloria y esplendor con el franquismo, que las
explotó y publicitó, sentimos un rechazo hacia ellas. No nos interesa
profundizar demasiado en los hechos históricos, nos quedamos en la superficie.
Sin embargo, la Historia enseña muchas cosas, entre ellas que todo se repite
una y otra vez. Para entender el presente hay que conocer el pasado. Después,
si te interesas un poco sobre un acontecimiento determinado, aprendes sobre el
presente, sobre el pasado y también sobre la condición humana.
Sí, no tenía noticia de
este hecho. Me estaba documentando para escribir ‘El manuscrito de barro’ y,
por casualidad, descubrí que existía una ruta alternativa al Camino Francés
hacia Santiago, justo a la entrada de Galicia. Entonces, me encontré también
con que, a finales del siglo XV, un monje alemán había escrito una especie de
guía de viajes, que sería el primer libro de este tipo que aparecía en
Occidente. Durante la búsqueda del monje, tropecé con un historiador que trabajaba para unos concellos
gallegos, interesados en recuperar ese otro camino. Trabamos una cierta amistad
y en un viaje para inspeccionar el terreno, me contó dónde había tenido lugar
la retirada de John Moore y sus tropas. Me proporcionó detalles, documentación
y testimonios de oficiales y soldados que habían participado en esa marcha, en
los que se hablaba de las penalidades que sufrían las mujeres que les
acompañaban. Me interesé por esta peculiaridad del ejército británico y me di
cuenta de que debía focalizar la narración de la novela sobre estas mujeres.
Una de ellas es
Catherine Gallagher, la narradora. ¿Es la primera vez que te introduces en la
mente de una mujer para escribir?
No, no es la primera
vez. Ya lo hice en ‘La corte de los engaños’, mi primera novela, en la que tres
mujeres, Beatriz Galindo «La Latina», Catalina de Dalt, una dama perteneciente
a la nobleza díscola catalana, y Sara Dertosa, una joven judía, van entrelazando
una misma historia, centrada en los acontecimientos acaecidos en 1492, incluido
el atentado, bastante desconocido, que sufrió Fernando el Católico y en el que
estuvo a punto de morir. En ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ las emociones
están mucho más presentes, ya que he volcado muchas de mis experiencias
personales en ella. Precisamente creo que la clave del libro radica en esa voz
femenina.
Ya conocemos que las
guerras sacan a la superficie lo mejor y lo peor de cada ser humano. La
retirada inglesa no fue una excepción: robos, rapiña, violaciones, ejecuciones…
Pero aún queda espacio para el amor. ¿’Así en la GUERRA como en la PAZ’ también
es una historia de amor?
Sí, yo la veo así.
Siempre digo que es una historia de amor en primer plano y en tiempos de
guerra. Aquí no es la paz la que se opone a la guerra. Lo dice Catherine
Gallagher cuando afirma que “en la paz también está la guerra” para algunas
clases sociales, siempre inmersas en una continua lucha por su supervivencia.
En esto me he inspirado un poco en la novela de Unamuno ‘Paz en la guerra’. En
el texto se contrapone todo lo que de destrucción e ira tiene la guerra con el
amor en un sentido, si quieres, amplio, como motor que guía a la protagonista a
acompañar a su marido y lo que le anima a escribir esta obra.
Catherine Gallagher es
una mujer irlandesa, que sabe leer y escribir, algo poco frecuente en aquella
época y que, además, no sentaba demasiado bien entre los hombres.
Sí,
sentaba mal a los hombres y, en general, al mundo en el que ella vivió. Existía
recelo hacia alguien que supiera leer y escribir, algo inconcebible para una
mujer. Cuando elegí su procedencia irlandesa, me hizo gracia descubrir que
había un castillo donde se guarda un objeto llamado la Piedra de la Elocuencia.
Me divertía porque yo quería construir el personaje de una mujer que no solo
supiera leer y escribir, sino que tomase mayor conciencia y curiosidad por las
cosas a través de la lectura. Esos rasgos son fundamentales en su personalidad.
Ella lleva un libro
consigo, ‘El monje’ de Matthew G. Lewis, que al final intercambiará por otro,
bien distinto del suyo, con una monja del convento donde pernocta durante un
tiempo.
Sí, resultaba
interesante que ella leyera una novela, considerada iniciática dentro del
género gótico y claramente contrapuesta con el libro sobre Santa Teresa que le
regala la religiosa. Una monja, un monje, el mundo gótico de la perversión y la
maldad y el de Santa Teresa, todo mística, entrega y búsqueda de Dios... Me
gustó jugar con el simbolismo que tienen ambas obras, al que he añadido un
cierto toque de romanticismo, en esos momentos de pasiones desatadas que hay
entre sus páginas.
El ejército británico precisaba de una gran infraestructura: soldados, oficiales, médicos,
escribanos, abogados, carreteros, pastores… Algunas de las mujeres que les acompañaban volvían a casarse si sus maridos morían en la batalla.
Algunas no, todas. Eso
produjo un cierto escándalo al principio, pero sucedió así. Si no había
párroco, las casaban los coroneles. Si no se casaban, las expulsaban del
campamento y, si tenían hijos, se iban con ellas. Algunas llegaron a casarse varias
veces. El personaje famoso de Madre Coraje también es una acompañante de
campamento, que llegó a hacerlo en siete ocasiones. Era una situación tan
aceptada que, incluso los propios maridos, en algún momento sacaban el tema y
aconsejaban a sus esposas con quién deberían casarse si ellos fallecían.
A pesar de que los
ingleses llegaron para expulsar a Napoleón de España y Portugal, sin embargo,
la población no los acogió con agrado y se produjeron frecuentes
enfrentamientos. ¿A qué se debía esta inquina?
Bueno, hay que tener en
cuenta que, hasta casi dos días antes, el Reino Unido y España habían sido
rivales tradicionales y, sin embargo, parcialmente aliados de Francia, lo que
constituye una paradoja tremenda. Sin embargo, serán los británicos quienes les
saquen las castañas del fuego a los españoles, cuando estos les pidan ayuda. Este
ambiente propició una situación de mucho recelo por parte de la población,
donde hubo conflictos y prejuicios derivados de la religión. Esto se agravó
cuando los británicos emprendieron la retirada. La gente se preguntaba para qué
habían venido. Si a todo ello le añadimos que los ingleses cometieron todo tipo
de tropelías en su huida, sembrando destrucción a su paso, por su frustración
por no combatir, comprobamos que la situación era bien complicada. En su fuga
atravesaron un territorio difícil, sin posibilidad de avituallamiento, porque
los campesinos ni siquiera disponían de alimentos para su propia subsistencia.
Es de destacar que, cuando los franceses llegaban a esos mismos territorios,
eran recibidos como libertadores.
Por eso que señalas, no
sé qué es más duro de asimilar en una guerra: si la propia lucha o la táctica
de arrasamiento y de tierra quemada.
Sí, y fíjate que estamos
hablando de John Moore, un militar que tenía fama de ser piadoso, tanto con sus
hombres como con los vecinos. Pero fue así, tremendo, y está muy presente
porque ocurrió en numerosas ocasiones. Además, como la destrucción se hacía a
destiempo, ocurría que a medida que iban llegando tropas rezagadas,
hambrientas, sin calzado y sin municiones, se encontraban con que lo que
necesitaban para su propio suministro había sido incendiado. Pero con todo, lo más
bestia es lo de los puentes, esa obsesión que tenían de volarlos, algo que al
final no impedía la persecución, sino que simplemente la dilataba. Imagínate lo
que era para una población que le dinamitasen los puentes de acceso a sus
ciudades, que les cortasen el camino que facilitaba el comercio. Afortunadamente,
los ingenieros a menudo fallaban en sus voladuras y el daño causado no fue tan grande.
En la novela enfrentas
a dos militares que tuvieron trayectorias personales bastante parecidas. De un
lado, John Moore, y de otro, el francés Jean de Dieu Soult.
Sí, ambos fueron
militares muy controvertidos, con gran experiencia y formación, que gozaron igualmente
de una notable dimensión política en sus respectivos países. Por eso quise
sacarlos en la novela y procuré que la protagonista, en circunstancias muy
diferentes, pudiera conocerlos a los dos.
Salamanca es tu ciudad.
Siempre regresas a ella en la vida real y en tus novelas. Catherine Gallagher la
describe en su diario, ¿cómo era la Salamanca de principios del siglo XIX según
la narradora irlandesa?
En la voz de Catherine
hay una mirada extranjera y católica que me interesaba. Todos los datos sobre
la ciudad proceden de cartas que enviaban británicos y franceses y hablan, por
un lado, de sus grandes monumentos y, por otro, de un lugar sucio, con muchas
calles sin empedrar, sin saneamientos, sin vida pública de relumbre, sin
teatros, etcétera. Esta descripción no es un ajuste de cuentas por mi parte.
Curiosamente, un siglo después todavía se hablaba igual de la ciudad y en este
caso no por parte de extranjeros, sino de nacionales, a los que les llamaba
mucho la atención lo sucia que estaba Salamanca y lo mal que olía. Era belleza
rodeada de basura. Un viajero dijo que era
como una «señora noble a la que le olían los pies». A los británicos les
llamaba la atención la apatía de los salmantinos. Parecía que no estuvieran en
guerra. Alucinaban porque cuando llegaban los franceses los dejaban pasar sin
más y se planteaban preguntas tales como qué hago yo aquí, contra quién he de
luchar y con qué ayuda.
De la lectura de ‘Así
en la GUERRA como en la PAZ’ me queda la impresión de que, durante la contienda,
cada uno iba por su cuenta. No parecía que hubiera acciones militares coordinadas
por un organismo central. ¿En realidad fue así?
Absolutamente. Eso es
lo que le llamaba la atención a Moore. Se pasaba todo el día enviando cartas y
esperando respuestas. Desde las juntas o desde el mismo representante de Gran
Bretaña en España le urgían a combatir, incluso le insinuaron qué marchara hacia
Madrid. Entonces, él preguntaba con qué ejército, porque las tropas españolas,
que esperaba, no habían llegado y no se las veía venir. Sobre este asunto ya se
han pronunciado los historiadores, pero los datos que manejo en la novela
proceden de esas cartas de Moore que he citado. Fue otro detalle que consideré
muy relevante para incluirlo en la novela, ya que producen una cierta
incredulidad y asombro.
Es decir, que esa leyenda
de triunfo obtenido por la capacidad de lucha, sacrificio y patriotismo de los
españoles, se cae por su propio peso.
Sí, por eso necesitaba
que fuera una mirada extranjera la que lo dijera. No soy yo quien habla, ni
tampoco es el relato de un enemigo, es lo que pensaban los propios británicos
sobre lo que estaba ocurriendo. Y efectivamente, el Ejército Español estaba
desarbolado. Había conseguido algún triunfo, pero sin continuidad. Como tal
solo existía el Ejército del Norte. Curiosamente, después de que los franceses
entren en A Coruña en pos de los británicos, es cuando se produce una respuesta
y comienzan a expulsar a los franceses de Galicia. Regresan los británicos y
los acontecimientos adquieren otro rumbo. Pero hasta ese momento todo era un
puro caos.
copywright: hermezo23 |
La escritura es muchas
cosas y quizá esta novela fue sanadora para mí. La empecé a escribir cuando mi
pareja era una mujer gallega. Tenía varias opciones para elegir y opté por esta.
Quizá lo hice como homenaje a estas tierras y a esa mujer. Galicia posee algo
de mágico para vivir experiencias, buenas o malas. Como te he dicho al
principio, mi primer contacto con ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ ocurrió in
situ, en las mismas tierras gallegas.
La última por hoy: ¿Qué
es de Fernando de Rojas? ¿Volveremos pronto a tener noticias suyas?
Tengo pensado un nuevo
manuscrito, su punto de partida y ubicación. Incluso dispongo ya de la
documentación necesaria. Sin embargo, entre manos, llevo otro proyecto y no sé
cuál de los dos saldrá adelante. De vez en cuando viene bien saltar de época,
airearse un poco y cambiar registros.
Herme Cerezo, Diario SIGLO XXI/03/05/2023