Herme Cerezo. Publicada en SIGLO XXI el 31 de octubre de 2007Conocer a Antonio Orejudo (Madrid, 1963) es una de las buenas cosas que me ha deparado el tiempo. Con el autor madrileño, que es además profesor de Literatura en la Universidad de Almería, que acostumbra a escribir cuando la ciudad todavía no bosteza, que se debate –eterna incógnita, eterna duda– entre su espíritu letraherido y la vida familiar, charlamos sobre la reedición por Tusquets de su primera novela Fabulosas narraciones por historias (publicada originalmente por Lengua de Trapo), sobre literatura y algunas cosas más.
¿No se dedica a la Literatura a tiempo completo, verdad?No, no, yo no como de esto, soy profesor de Literatura en la Universidad de Almería.
Y ¿eso influye a la hora de escribir?Eso va según el carácter de las personas. Si yo tuviera que comprarles los zapatos y los abrigos a mis hijos con el producto de mis novelas, fracasaría como escritor porque estaría obligado a producir constantemente.
Y ¿eso influye a la hora de escribir?Eso va según el carácter de las personas. Si yo tuviera que comprarles los zapatos y los abrigos a mis hijos con el producto de mis novelas, fracasaría como escritor porque estaría obligado a producir constantemente.
Al leer sus ’Fabulosas narraciones por historias’ es inevitable citar ‘Las máscaras del héroe’ de Juan Manuel de Prada.Sí, claro, es una novela que a mí me hizo mucho daño porque debimos escribirla en la misma época, aunque seguramente yo la empezaría antes que él porque soy más viejo. Pero cuando salió la mía, hacía dos meses que se había publicado la de De Prada y, claro, inevitablemente, la gente pensó que no era sino otra novela sobre el mismo tema. Lo cierto es que había pocas obras escritas sobre la Generación del 27 y la Dictadura de Primo de Rivera y, de repente, dos a la vez. Precisamente, uno de los motivos de volver a publicar ‘Fabulosas narraciones por historias’ es porque en su momento no circuló lo suficiente a causa de todas estas cosas.
Parece muy seguro de su novela, a pesar de que fue su ‘opera prima’.Diez años después, sigo estando muy seguro de ella. Tiene una desfachatez y una desvergüenza que no posee ninguna de mis novelas posteriores. Cuando escribes una segunda y una tercera novela te comportas un poco como el rehén de tu imagen como escritor. Al escribir "Fabulosas historias", yo era libre y eso te da una fuerza que no puedes conseguir en las siguientes. Aquí me puse el mundo por montera y escribí lo que me dio la gana y aunque ahora también diría que lo hago, no estoy tan seguro de ello.
¿Cómo se definiría como escritor?Tengo una idea de la literatura muy parecida a la de los cantantes que van de pueblo en pueblo. Si hay algo que detesto es repetirme. Me brotarían sarpullidos sólo de pensar que yo pudiera escribir como Javier Marías, que siempre hace el mismo libro seccionado en partes arbitrarias. Él es un modelo de escritor con un discurso que va fraccionando en diez, quince o veinte novelas. Yo no voy a escribir ‘Fabulosas narraciones 2’, ni ‘Ventajas de viajar en tren 2’, ni ‘Reconstrucción 2’. No. Yo cambio de registro y de tema cada vez. Para mí el escritor es un elemento más de la industria del entretenimiento, no tengo una idea muy trascendente de la Literatura. Creo que mi principal trabajo consiste en entretener en el sentido más noble del término, porque la palabra entretenimiento no está demasiado bien vista.
De su respuesta anterior, deduzco que la literatura intimista le interesa poco.La literatura intimista no me interesa nada. En primer lugar, porque mis contemporáneos me parecen personas muy poco interesantes y en segundo lugar, porque a mí me gustan novelas en las que a los personajes les suceden cosas. Prefiero, además, que el lector descubra cómo es el personaje, su perfil psicológico, a través de lo que hace en la novela. El Quijote es el arranque de la narrativa moderna y los protagonistas evolucionan a lo largo de ella. Don Quijote y Sancho no son los mismos al principio que al final y todo lo consigue Cervantes mediante el mecanismo acción-palabra.
¿Sus novelas son preconcebidas o espontáneas?Al empezar una novela tengo una idea general de lo que va a pasar y un esquema de por donde, más o menos, irán los tiros. Pero me dejo sorprender por el desarrollo de la creación. Pienso, además, que un escritor no debe ser una persona que escribe sino que borra. Para mí escribir una novela es realmente el proceso posterior a su escritura. Y eso no es fácil, porque tienes quinientas páginas con escenas que te gustan pero que no puedes incluirlas porque no tienen cabida. La tijera de podar es la herramienta básica del escritor.
¿De dónde parten sus novelas?Depende: de un personaje, de una frase, de un tema, de una idea. ‘Ventajas de viajar en tren’ es la novela que escribí más a ciegas. Al principio, constaba de cuatrocientas páginas y, al final, se quedó en ciento cincuenta. En ‘Fabulosas narraciones’ tenía una idea: quería hablar del final de la amistad masculina: somos amigos a los 18 años y, luego, esas personas que nos parecían tan importantes se distancian y esfuman. Al cabo de los años ni siquiera son ya un rostro. En ‘Resurrección’ yo andaba metido en otra cosa y, entonces, cayó en mis manos un libro de Stephan Zweig, que trataba sobre Calvino y donde aparecía un personaje residual que era Miguel Servet, pero a mí me resultó tan fascinante que empecé a documentarme y salió esa novela.
¿Invirtió diez años en escribir ‘Fabulosas narraciones’?Estuve diez años con ella, pero haciendo además otras cosas. Yo siempre pongo el mismo ejemplo y es que esta novela es lo más parecido a un cocido que conozco. He ido añadiendo de todo en ella, igual que un ama de casa hace con el puchero: mete una col, una gallina, una patata, tocino, etcétera. Y al final sale el cocido. Bueno, pues esta novela es igual. Yo puse el agua a hervir y, en diez años de mi vida, ocurrieron muchas cosas que fui introduciendo en ese puchero.
¿Ortega y Gasset es un personaje importante en su novela?Bueno, mi novela trata de la amistad como ya dije, pero Ortega aparece en ella. En palabras de uno de los personajes, Ortega era un tipo inteligente, malvado, insolente, soberbio, pero que pasó a la Historia sólo por el primer adjetivo: inteligente. A mí me interesaban las aristas, la trastienda de los personajes, lo que contaban otras personas sobre ellos. Y en ‘Fabulosas narraciones’, desde el principio, vemos esa trastienda y Ortega aparece como un donjuán de primer orden, al que le gustaban mucho las condesitas, las marquesitas, las "corcitas" como las llamaba él. En uno de sus tratados escribió que en el amor el hombre caza "corcitas". Y yo creo que se refería a él mismo.
Parece muy seguro de su novela, a pesar de que fue su ‘opera prima’.Diez años después, sigo estando muy seguro de ella. Tiene una desfachatez y una desvergüenza que no posee ninguna de mis novelas posteriores. Cuando escribes una segunda y una tercera novela te comportas un poco como el rehén de tu imagen como escritor. Al escribir "Fabulosas historias", yo era libre y eso te da una fuerza que no puedes conseguir en las siguientes. Aquí me puse el mundo por montera y escribí lo que me dio la gana y aunque ahora también diría que lo hago, no estoy tan seguro de ello.
¿Cómo se definiría como escritor?Tengo una idea de la literatura muy parecida a la de los cantantes que van de pueblo en pueblo. Si hay algo que detesto es repetirme. Me brotarían sarpullidos sólo de pensar que yo pudiera escribir como Javier Marías, que siempre hace el mismo libro seccionado en partes arbitrarias. Él es un modelo de escritor con un discurso que va fraccionando en diez, quince o veinte novelas. Yo no voy a escribir ‘Fabulosas narraciones 2’, ni ‘Ventajas de viajar en tren 2’, ni ‘Reconstrucción 2’. No. Yo cambio de registro y de tema cada vez. Para mí el escritor es un elemento más de la industria del entretenimiento, no tengo una idea muy trascendente de la Literatura. Creo que mi principal trabajo consiste en entretener en el sentido más noble del término, porque la palabra entretenimiento no está demasiado bien vista.
De su respuesta anterior, deduzco que la literatura intimista le interesa poco.La literatura intimista no me interesa nada. En primer lugar, porque mis contemporáneos me parecen personas muy poco interesantes y en segundo lugar, porque a mí me gustan novelas en las que a los personajes les suceden cosas. Prefiero, además, que el lector descubra cómo es el personaje, su perfil psicológico, a través de lo que hace en la novela. El Quijote es el arranque de la narrativa moderna y los protagonistas evolucionan a lo largo de ella. Don Quijote y Sancho no son los mismos al principio que al final y todo lo consigue Cervantes mediante el mecanismo acción-palabra.
¿Sus novelas son preconcebidas o espontáneas?Al empezar una novela tengo una idea general de lo que va a pasar y un esquema de por donde, más o menos, irán los tiros. Pero me dejo sorprender por el desarrollo de la creación. Pienso, además, que un escritor no debe ser una persona que escribe sino que borra. Para mí escribir una novela es realmente el proceso posterior a su escritura. Y eso no es fácil, porque tienes quinientas páginas con escenas que te gustan pero que no puedes incluirlas porque no tienen cabida. La tijera de podar es la herramienta básica del escritor.
¿De dónde parten sus novelas?Depende: de un personaje, de una frase, de un tema, de una idea. ‘Ventajas de viajar en tren’ es la novela que escribí más a ciegas. Al principio, constaba de cuatrocientas páginas y, al final, se quedó en ciento cincuenta. En ‘Fabulosas narraciones’ tenía una idea: quería hablar del final de la amistad masculina: somos amigos a los 18 años y, luego, esas personas que nos parecían tan importantes se distancian y esfuman. Al cabo de los años ni siquiera son ya un rostro. En ‘Resurrección’ yo andaba metido en otra cosa y, entonces, cayó en mis manos un libro de Stephan Zweig, que trataba sobre Calvino y donde aparecía un personaje residual que era Miguel Servet, pero a mí me resultó tan fascinante que empecé a documentarme y salió esa novela.
¿Invirtió diez años en escribir ‘Fabulosas narraciones’?Estuve diez años con ella, pero haciendo además otras cosas. Yo siempre pongo el mismo ejemplo y es que esta novela es lo más parecido a un cocido que conozco. He ido añadiendo de todo en ella, igual que un ama de casa hace con el puchero: mete una col, una gallina, una patata, tocino, etcétera. Y al final sale el cocido. Bueno, pues esta novela es igual. Yo puse el agua a hervir y, en diez años de mi vida, ocurrieron muchas cosas que fui introduciendo en ese puchero.
¿Ortega y Gasset es un personaje importante en su novela?Bueno, mi novela trata de la amistad como ya dije, pero Ortega aparece en ella. En palabras de uno de los personajes, Ortega era un tipo inteligente, malvado, insolente, soberbio, pero que pasó a la Historia sólo por el primer adjetivo: inteligente. A mí me interesaban las aristas, la trastienda de los personajes, lo que contaban otras personas sobre ellos. Y en ‘Fabulosas narraciones’, desde el principio, vemos esa trastienda y Ortega aparece como un donjuán de primer orden, al que le gustaban mucho las condesitas, las marquesitas, las "corcitas" como las llamaba él. En uno de sus tratados escribió que en el amor el hombre caza "corcitas". Y yo creo que se refería a él mismo.
¿Es mejor para escribir sobre España vivir fuera de ella?En este tipo de novela castiza pienso que sí. Si hubiera permanecido aquí no la hubiera escrito igual. Mientras la escribía, vivía en Nueva York y pude leer muchas cosas que si hubiera estado en España probablemente no las hubiera leído. Además en aquella época asistí a un curso sobre Ortega y Gasset, impartido por un profesor que conoció al propio filósofo. Para mí aquel curso fue un tesoro.
¿Ha molestado a alguien tu novela?
¡Que más hubiera querido yo! Si hubiera molestado a alguien, sin duda ‘Fabulosas narraciones por historias’ habría sido un éxito de ventas. En la primera edición, mi editor me obligó a poner algo así como que todo lo que contenía el libro era pura ficción. En la reedición lo he suprimido. Pero si alguien se hubiera molestado y nos hubiera puesto entonces una denuncia, otro gallo nos hubiera cantado.
En ‘Fabulosas narraciones’ hay mucho humor, un humor fino, engrasado, que se desliza como el aceite, muy del estilo de Zweig.Sí, ahí debe haber algo de Zweig porque él es un maestro en eso de borrar. Cuanto más borro más me parece que escribo.
¿Esto del humor es una apuesta personal en su vida?A mí me gustaría escribir algo serio pero soy incapaz porque me sale el humor. Supongo que eso forma parte de la persona. Cada vez estoy más convencido de que el humor es una de las manifestaciones más abiertas de la inteligencia. Lo que ocurre es que en España tiene muy mala prensa. Cosa paradójica en un país cuyas novelas emblemáticas son ‘El Quijote’ y ‘El Lazarillo de Tormes’, claramente humorísticas.
Literatura de humor no hay mucha ¿no?en efecto, hay muy poca. Una persona como Mihura en otro país sería una figura, aquí es un facha. Su obra ‘Tres sombreros de copa’ es una comedia desternillante, surrealista, pero está desprestigiada. Igual que el humor.
¿El humor es algo peligroso?En ‘El nombre de la rosa’ de Humberto Eco, cuando Guillermo de Baskerville pregunta al fraile ciego por qué ha destruido el libro de Aristóteles, le responde que lo ha hecho porque este libro trataba de la risa y la risa es mala porque combate al miedo y el miedo es el principal sustento del poder. Eso ya es un motivo para reivindicar el humor, que es lo más subversivo que existe. El poder teme al humor que se convierte en un arma para combatir el poder, más efectiva que la crítica política. Y combatir el poder es saludable, un ejercicio de higiene individual. Cada ciudadano, desde su parcela, debería combatir el poder cada día.
¿No le tientan los relatos cortos, los cuentos?He hecho cuentos, pero esto es como el atletismo: unos trabajan distancias largas y otros, cortas. Es un problema de concepto. Cada vez que tengo una idea, siempre pienso en distancias largas, en novelas y si una idea sola no me alcanza para una novela, trato de reunir varias para conformar una. Creo que el temperamento también influye: las personas nerviosas tienden a lo corto, a lo inmediato, al cuento.
Y para terminar ¿en qué anda metido Antonio Orejudo ahora?Pues no lo sé muy bien, aunque hago cosas desde luego porque no paro de escribir. Llevo una narración entre manos bastante avanzada. De momento, amontono páginas escritas hasta que ponga el punto final.
¡Que más hubiera querido yo! Si hubiera molestado a alguien, sin duda ‘Fabulosas narraciones por historias’ habría sido un éxito de ventas. En la primera edición, mi editor me obligó a poner algo así como que todo lo que contenía el libro era pura ficción. En la reedición lo he suprimido. Pero si alguien se hubiera molestado y nos hubiera puesto entonces una denuncia, otro gallo nos hubiera cantado.
En ‘Fabulosas narraciones’ hay mucho humor, un humor fino, engrasado, que se desliza como el aceite, muy del estilo de Zweig.Sí, ahí debe haber algo de Zweig porque él es un maestro en eso de borrar. Cuanto más borro más me parece que escribo.
¿Esto del humor es una apuesta personal en su vida?A mí me gustaría escribir algo serio pero soy incapaz porque me sale el humor. Supongo que eso forma parte de la persona. Cada vez estoy más convencido de que el humor es una de las manifestaciones más abiertas de la inteligencia. Lo que ocurre es que en España tiene muy mala prensa. Cosa paradójica en un país cuyas novelas emblemáticas son ‘El Quijote’ y ‘El Lazarillo de Tormes’, claramente humorísticas.
Literatura de humor no hay mucha ¿no?en efecto, hay muy poca. Una persona como Mihura en otro país sería una figura, aquí es un facha. Su obra ‘Tres sombreros de copa’ es una comedia desternillante, surrealista, pero está desprestigiada. Igual que el humor.
¿El humor es algo peligroso?En ‘El nombre de la rosa’ de Humberto Eco, cuando Guillermo de Baskerville pregunta al fraile ciego por qué ha destruido el libro de Aristóteles, le responde que lo ha hecho porque este libro trataba de la risa y la risa es mala porque combate al miedo y el miedo es el principal sustento del poder. Eso ya es un motivo para reivindicar el humor, que es lo más subversivo que existe. El poder teme al humor que se convierte en un arma para combatir el poder, más efectiva que la crítica política. Y combatir el poder es saludable, un ejercicio de higiene individual. Cada ciudadano, desde su parcela, debería combatir el poder cada día.
¿No le tientan los relatos cortos, los cuentos?He hecho cuentos, pero esto es como el atletismo: unos trabajan distancias largas y otros, cortas. Es un problema de concepto. Cada vez que tengo una idea, siempre pienso en distancias largas, en novelas y si una idea sola no me alcanza para una novela, trato de reunir varias para conformar una. Creo que el temperamento también influye: las personas nerviosas tienden a lo corto, a lo inmediato, al cuento.
Y para terminar ¿en qué anda metido Antonio Orejudo ahora?Pues no lo sé muy bien, aunque hago cosas desde luego porque no paro de escribir. Llevo una narración entre manos bastante avanzada. De momento, amontono páginas escritas hasta que ponga el punto final.