Herme Cerezo/SIGLO XXI, 04/07/09
Licenciada en Comunicación por la Universidad de Cali (Colombia), donde nació, Ángela Becerra se desempeñó durante veinte años en la creación publicitaria, un espacio en el que cosechó numerosos premios internacionales, algo que parece haberse convertido en una constante de su vida profesional, pasada, presente y, probablemente, futura. Sin embargo, un buen día abandonó su exitoso periplo publicitario para dedicarse de lleno a la literatura, su pasión oculta y profunda. Comenzó publicando un poemario, ‘Alma abierta’ (2001), donde abordó los conflictos del ser humano en su madurez. Dio el salto a la prosa y los galardones llamaron de nuevo a su puerta: ‘De los amores negados’ (2003) obtuvo el Latin Literary Award. ‘El penúltimo sueño’ (2005) le valió el Azorín de novela, el Premio al Mejor Libro Colombiano de Ficción y también el Latin Literary Award, que repitió otra vez gracias a ‘Lo que le falta al tiempo’ (2007), su siguiente novela. Con su última entrega, la que presenta hoy, ‘Ella, que todo lo tuvo’, una historia sobre la pérdida y la soledad, el encuentro y el desencuentro, la muerte y la vida, Ángela Becerra acaba de alzarse con el Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica 2009. Como decíamos al principio, todo un carrerón jalonado por hitos literarios de relieve. Al punto de encuentro en Valencia, llegó colgada de su celular, del que sólo se desprendió para atender mis preguntas y posar para la cámara.
¿Está de moda mezclar realidad y ficción como hace en su libro?
Si algo diferencia ‘Ella, que todo lo tuvo’ de todos los libros que he escrito hasta ahora es que en sus páginas se cuela una realidad, algo que yo he permitido para crear una "realidad inventada". Al mezclar lo real y lo ficticio, esta amalgama se convierte en algo con mucha fuerza y el lector percibe ese nervio, esa potencia.
¿Cómo surgió el fogonazo inicial para escribir ‘Ella, que todo lo tuvo’?
Estaba escribiendo ‘El penúltimo sueño’ cuando entró en un bar de solitarios una mujer espectacular. Su aspecto, sombrero con pluma y un abrigo, ya constituía todo un personaje y su cara era muy triste. En aquel bar había muchas soledades bebiendo. Le sirvieron un dry martini. Se lo bebió y se marchó. La historia se repitió: cada día un dry martini, sin que ella lo pidiese nunca. Como escritora, todos vamos a la caza de historias y estamos alerta y aquella mujer me sugirió que vivía o había vivido una historia terrible de soledad.
Y colocó su relato en Florencia, un escenario épico, con pasado.
ELLA es una escritora que no puede escribir por el shock emocional que sufrió tras la pérdida de su marido y su hija en un accidente. Por eso marcha a Florencia, para recuperar la escritura, a buscar una historia que le han contado, a buscar sentido a la vida. Y allí encuentra una librería de viejo, regentada por Lívido, un universo de pérdida como el suyo representado por todos los libros perdidos. Cuando ELLA los descubre, decide que ya que no puede recuperar su propia palabra, recuperará la de otros. Y entonces comienza a completar capítulos, a construir finales, a restaurar aquellos libros perdidos. Pero en ese proceso tropezará con un hombre que está tan perdido como ELLA, que ve la soledad de ELLA pero no la suya propia. Y con él establece un curioso sistema para comunicarse, ya que cada uno esconde su timidez a través de las palabras de otro, de un tercero.
Vd. decidió que la protagonista fuese escritora, ¿por qué?
Considero que ésta es la novela más madura que he escrito, pero el mapa psicológico de la protagonista es tan vasto que superó mis previsiones y me sorprendió. ELLA es un personaje que creció mucho, que me chupó y trabó durante la escritura. No me había ocurrido nunca con ninguna otra novela, pero cuando la hice escritora yo sabía que me iba a atrapar.
Escritura y soledad, dos palabras que sin ser sinónimas van estrechamente ligadas.
La soledad no es algo tan horrible, está latente, alguna vez todos la hemos sentido y escribir esta novela ha sido una experiencia liberadora. Nunca me había encontrado tan sola como con este proyecto, ya que siendo obra reflexiva uno de los retos que me tracé fue convertirla en una novela de acción, dentro de ese marco que tenía como ficción psicológica y he tratado de mantener el nervio del principio hasta el final. Pero para conseguirlo, me tocó sufrir mucho. ‘Ella, que todo lo tuvo’ es una novela salida de las entrañas, que me arrastró, lo digo de corazón.
Ante un personaje con semejante intensidad, el proceso de escritura no ha debido resultar sencillo, ¿no?
Sin duda que no y eso que yo sabía que abordar el tema de la soledad me iba a retorcer las entrañas y la iba frenando poco a poco. Era como cuando estás al borde de un abismo y te dices a ti mismo: lánzate. Pero no lo haces durante un tiempo, hasta que al final cedes y te tiras a ver qué ocurre. Durante los últimos tres meses de escritura me tuve que encerrar en un hotel, porque no podía convivir con nadie, yo estaba poseída por ELLA. Y cuando se desdobló en la otra, tuve la impresión de que no le hablaba a ELLA sino a mí. Llegué a ensamblarme con la protagonista, como si fuera yo en carne viva, y entonces me pregunté ¿qué está pasando aquí?
ELLA, la protagonista, ¿por qué no tiene nombre propio?
Porque ELLA reúne a todas las mujeres. Yo quería que fuese la única mujer dentro de la novela, y en ella están comprendidas la amante, la madre, la amiga, la desvalida, la fuerte... Esta novela es como un poliedro, donde voy enseñando varias caras de una misma cosa. Sin embargo, ELLA está rodeada de hombres y cada uno de ellos representa una sola faceta. Es el contraste entre ELLA, que reúne todas las características, y ellos que poseen sólo una cada uno.
Terminamos, en ‘Ella, que todo lo tuvo’, Vd. ha controlado muchos detalles y los ha utilizado en su beneficio, por ejemplo, la tipografía.
La tipografía hay que cuidarla porque nos ofrece posibilidades que debemos explotar para fortalecer la narración: un grito, unas mayúsculas, una sola frase en una página... Incluso el espacio en blanco potencia ciertos efectos, ya que puede servir para que el lector, por sí solo, complete el relato. Si utilizamos la tipografía adecuada no hace falta explicar nada más, porque su sola visión resulta muy esclarecedora. El lector ejerce un acto de voluntad al abrir un libro o al cerrarlo, si no le gusta, y dentro de ese acto sabe mezclar e interpretar su realidad con lo que lee. En este sentido participa de la creación literaria.
Volvió a sonar el celular, "¿Sí, mi amor?", y aunque se quedaron muchas cosas en el tintero hubo que cortar. El tiempo apremiaba. Ángela Becerra tenía que marchar a una emisora de radio y a la Biblioteca Valenciana a dar una charla sobre su novela. Nos despedimos y pactamos volvernos a ver cuando presente su próximo libro, todavía no se sabe cuál, con un poco más de calma, sosiego, extensión ... y profundidad.