Herme Cerezo/SIGLO XXI, 05/11/09
Antonio Altarriba y Kim. Kim y Antonio Altarriba. Los tuve hace unos días sentados frente a mí, compartiendo botellas de agua, algún refresco y un chupito en la cafetería de la Universitat Vella de Valencia. Durante ese tiempo, que invertimos en hablar de ‘El arte de volar’, su magistral tebeo editado por Edicions de Ponent, me sentí como un auténtico privilegiado. ‘El arte de volar’, en mi modesta opinión el mejor cómic español publicado en lo que llevamos del año 2009, tiene el valor de la verdad, de la ficción asentada en hechos reales y adornada con los aditamentos indispensables para convertir una historia en una obra de arte. "Mi padre se suicidó el 4 de mayo de 2001. Nadie sabe cómo un hombre de su edad y en su estado pudo burlar los controles de vigilancia, subir hasta la cuarta planta, encaramarse a una ventana y arrojarse al vacío ... Yo sí sé cómo lo hizo... Soy el único que puede saber cómo lo hizo ... porque aunque no estaba allí, estaba en él..." De este modo comienza la voz narrativa a contarnos la existencia de Antonio Altarriba Lope, padre de uno de los dos autores, desde su infancia en el pueblo de Peñaflor hasta el fin de sus días en una residencia para ancianos. Por en medio la República, la Guerra Civil, la Resistencia, los campos de concentración, la Posguerra ... y mucho más. Una vida desgarradora, no les quepa la menor duda, un fresco histórico, un reportaje al siglo XX español, que hay que leer para comprobar la calidad de los textos de Antonio Altarriba Ordóñez y las imágenes, viñeta a viñeta, de Kim, ese dibujante al que todos asociamos con su personaje más famoso, ‘Martínez el facha’.
‘El Arte de volar’ ¿es una catarsis o un homenaje a tu padre?
Antonio Altarriba: En principio surgió más como necesidad para mí que como homenaje a mi padre. Si me puse a escribir este guión fue porque tras sumirse en una depresión muy severa durante mas de quince años, mi padre murió como lo hizo. Posteriormente se produjeron una serie de acontecimiento alrededor de este asunto, que no aparecen en el álbum, y que me empujaron definitivamente a escribirlo.
Supongo que te refieres al feo detalle de los 34 euros, ¿no?
Antonio Altarriba: Sí. Mi padre se suicidó un día 4 y desde la residencia donde se alojaba me enviaron una carta pidiéndome que pagase los 34 euros que había dejado a deber durante esos días. Eso me llevó a entablar un proceso legal con la Comunidad Autónoma de La Rioja, lugar donde se encontraba el centro. La situación era indignante y de ella forzosamente tenía que surgir una reivindicación o, al menos, una reubicación de mi padre. Con la existencia tan llena de fracasos que había llevado, parecía que incluso después de muerto querían seguir jugando con él. Yo sentí la necesidad de salir de aquella circunstancia tan dolorosa y el álbum me está ayudando a cerrar el duelo por su muerte.
La vida trató muy mal a tu padre, ¿quizá la muerte lo está tratando mejor?
Antonio Altarriba: Creo que cuando más sufrió fue durante los últimos años de su vida. Con el paso del tiempo, los años de la Guerra Civil y los de los campos de concentración los contaba como algo estupendo, porque fue el periodo en el que estableció sus grandes amistades y vivió con gran intensidad. A partir de los 75 años, decepcionado por todos los sueños e ideales que no se habían cumplido, entró en una gran depresión. Al final de su vida sólo hablaba de la Guerra y de la camaradería que existía entre sus amigos y él. Creo que tienes razón al decir que la muerte le está tratando mejor que la vida, porque ahora mucha gente habla y se preocupa por él. Es algo que yo veo, que me alegra y que no termino de creerme.
A pesar de todo, tu padre tenía ganas de vivir y se ilusionaba con cualquier cosa: cambiar de lugar de residencia, aprender, estudiar, manejar un coche, repartir el correo durante la Guerra...
Antonio Altarriba: Ahora, en la distancia, cuando repaso su vida, cuando veo que tras la dura jornada agrícola pasaba las noches en blanco estudiando, observo que se iba a agarrando a cosas inverosímiles que representaban cualquier posible salida hacia algo mejor. Él creía que poseer el carnet de conducir era un pasaporte que le abriría muchas puertas. Y no fue así. Era un hombre que seguía manteniendo la ilusión, muy vital, con buen humor, como muchos de sus amigos anarquistas a los que yo conocí de pequeño. Todos ellos eran gente desarrapada, que no tenían nada y estaban dispuestos a sacrificar lo que hiciese falta, incluida su propia vida, por un ideal. Y eso es algo que a nosotros nos cuesta mucho de entender hoy en día.
‘El arte de volar’ arranca de un montón de cuartillas que tu padre dejó escritas antes de morir, ¿has tenido que añadirle mucha ficción para darle consistencia?
Antonio Altarriba: Lógicamente he tenido que añadir cosas. Por ejemplo y como podías suponer, mi padre no tuvo las alpargatas de Durruti, pero sí convivió con todas esas personas que pertenecían a la Centuria Francia. Algunas escenas están construidas no sólo con sus escritos, sino también de acuerdo con lo que yo conocía de su vida. En algunos momentos lo he colocado en escenarios en los que no estuvo, pero que me han ayudado a completar su trayectoria.
‘El arte de volar’ está contado en primera persona.
Antonio Altarriba: Sí, claro, tenía que ser así. A pesar de que mi padre no hablaba mucho conmigo, yo tenía con él una extraña complicidad. Por eso en el álbum hablo de una alianza de sangre entre él y yo. A fin de cuentas la suya todavía corre por mis venas. La historia, por tanto, no podía contarse de un modo distante e impersonal. Había que hacerlo con la primera persona que, además, me legitimaba para introducir esa ficción de la que antes hablaba, y que, en ningún caso, supone una traición a la vida real de mi padre.
¿Por qué te decidiste a narrar con el lenguaje del cómic y por qué escogiste a Kim para que la dibujase?
Antonio Altarriba: La culpa la tuvo Paco Camarasa, el editor de Edicions de Ponent, que me vino a visitar a Vitoria en el momento en que andaba metido en todos los jaleos con la comunidad riojana. Se lo conté y me dijo que lo que tenía que hacer era escribir un guión y plasmarlo en un tebeo. Yo sabía que quería hacer algo con aquellas cuartillas, quizá una novela, pero no un cómic. Sin embargo, empecé a darle vueltas y entonces lo vi claro. Además, se concatenaron una serie de circunstancias - Kim acudió a un festival que organizábamos en Vitoria un grupo de amigos, donde nos conocimos y conectamos bien -, que favorecieron esta decisión.
Kim: Más tarde yo tuve que presentar un libro en Barcelona - no me preguntes cómo salió [risas], porque era la primera vez que presentaba un libro -, y a esa presentación asistió Antonio. Fue entonces cuando me propuso dibujar el álbum. Yo le dije que estaba muy liado con lo de ‘El jueves’ pero, a pesar de todo, me envió unas cuantas páginas. Al final acepté pero diciéndole que "sin prisas". Él aceptó y me dijo que lo hiciera a mi aire. Más adelante le fui enseñando algunos dibujos para que me diera su opinión y así fuimos avanzando.
Cuando alguien dibuja o escribe algo, siempre hay una imagen que dispara la imaginación, ¿cuál fue esa imagen en tu caso, Kim?
Kim: Después de leer algunas páginas del guión, la primera imagen que me vino a la mente fue la de dos hombres que estaban segando en el campo y los dibujé. El segundo dibujo fue el del protagonista cargado con una cama por las calles de Zaragoza. Luego hice otras pruebas con pincel, porque hacía mucho tiempo que no dibujaba y quería que quedase moderno, cosa que no he conseguido en absoluto [más risas].
Acostumbrado a la extensión de las historietas de ‘Martínez el Facha’, ¿se te hizo pesado dibujar una obra tan extensa?
Kim: No, porque lo bueno fue que lo pude hacer a ratos y nadie me llamó para meterme prisa. Antonio me preguntaba cómo iba, pero nada más. Si, de repente me surgía un trabajo, lo tenía que aparcar a pesar de que me costaba un gran esfuerzo dejarlo, porque me lo pasaba muy bien dibujándolo. Además, no me leí el guión de un tirón sino a medida que me llegaban las páginas de Antonio. Y como disfrutaba mucho con la lectura, tenía ganas de recibir nuevas entregas para ver cómo continuaba.
Eso es como escribir un libro sin saber a dónde te va a llevar, ¿no?
Kim: Sí, pero eso no es muy profesional porque había personajes que más adelante cobraban importancia y que yo había dibujado sin mayor trascendencia. Pero bueno, no pasó nada.
¿Por qué en blanco y negro, Kim?
Kim: El gris a mí me gusta aunque también me gusta el color porque yo, al principio de mi carrera, iba de pintor. Había pensado darle un tono sepia o marrón, pero si en blanco y negro he invertido cuatro años para terminarlo, con el color no te quiero ni contar lo que me hubiese costado.
Antonio Altarriba: Primero vi los dibujos sin los grises. Con ellos observé luego cómo adquirían volumen las viñetas. Ahora no me las puedo imaginar a todo color.
Kim: Me ha costado tanto tiempo porque en ‘El arte de volar’ no hay nada hecho con ordenador. Todo está dibujado a mano, incluidos también los textos. El ordenador me lo compré después.
¿Te habrás tenido que documentar mucho para las escenas?
Kim: Tengo muchos libros de Capa y de otros fotógrafos sobre la Guerra Civil y cuando necesitaba alguna imagen se la pedía a alguien de ‘El Jueves’ que se manejaba bien con el ordenador. En un minuto me daba una copia impresa de lo que quería y yo alucinaba. Por eso me lo compré y ahora, poco a poco, me he ido metiendo en ese mundo y ya me defiendo más o menos.
El álbum está lleno de escenas de multitudes, eso es complicado de dibujar, ¿no?
Kim: Yo siempre he dibujado multitudes, me interesan mucho. Soy muy detallista y quiero que los coches, los aviones y los fusiles sean los que corresponden. No me gusta "tocar de oído".
Antonio, cuando hice la reseña para SIGLO XXI de ‘El arte de volar’, algo me llamó la atención: tu padre lo tuvo fácil para pasarse al otro lado. Ni siquiera le interrogaron o le pusieron en cuarentena, ¿esto no es un poco ingenuo?
Antonio Altarriba: En cuanto mi padre les contó que quería pasarse y luchar con ellos le creyeron. Puede resultar ingenuo, pero era así. En sus cuartillas, cuenta que incluso llegaron a pedirle disculpas porque al verlo llegar le habían disparado y casi le matan.
Kim: Hasta que no llegaron los comunistas e impusieron su disciplina, los anarquistas se comportaban de ese modo.
Antonio Altarriba: Ni siquiera cuando fue al cuartel de Caspe le interrogaron con insistencia. Quizá por eso había tanto quintacolumnismo en la zona republicana.
Kim, tú siempre has trabajado sólo, es decir, te has encargado del dibujo y del guión, ¿qué tal la experiencia? ¿Pensáis repetirla?
Kim: He trabajado supercómodo y le he dicho a Antonio que si tiene otra idea que me lo diga porque echo a faltar este trabajo. Ha sido fácil de hacer porque el guión estaba muy bien construido. Me indicaba hasta cómo veía él la escena, aunque también me decía que la hiciera como yo quisiera. Alguna viñeta la tuve que doblar porque los bocadillos no cabían enteros, ya que el texto en el álbum es muy abundante.
Aunque es un álbum muy duro, ‘El arte de volar’ es ya una obra imprescindible en el mundo del tebeo.
Kim: Es verdad que es un relato duro, pero cuando acabas su lectura te das cuenta de que hubo una generación que vivió aquello. No es una historia más de la Guerra Civil, es una historia mucho más larga y en la que todavía podríamos habernos extendido un poco más, sobre todo en algunos temas como los del servicio militar y el estraperlo.
Antonio Altarriba: Que esté recibiendo tan buenas críticas es algo que no me esperaba y que me alegra, sobre todo porque Kim, un clásico de la historieta, le ha metido muchas horas a un álbum que, además, es la vida de mi padre.