Herme Cerezo / SIGLO XXI, 07/01/09
Javier Puebla (Madrid, 1958) se asoma a la solapa de su última novela publicada, ‘Tigre Manjatan’ (Manjatan con jota, que no es una pifia dactilográfica, no), con cierto aire de gnomo travieso o de personaje londinense de ‘Miss Endicott’, un cómic del que les hablé no hace mucho. Sin embargo, en vivo y en directo, Puebla rompe ese esquema y se presenta con un vago talante ficticio, el de un tipo que no anda lejos de Marlowe o Spade pero tampoco cerca. Igualmente próximos y lejanos le quedan el Olrik de Edgar P. Jacobs y algún personaje del Tintin de Hergé, a quien el escritor madrileño reverencia. Yo sabía, para eso están las webs, que Javier tenía un antónimo, Federico Traum, y un heterónimo. Así que sentía cierta inquietud por conocer cuál de los tres sería el que respondería a mis preguntas. Pronto salí de dudas, espero que ustedes también lo consigan, mis improbables, al terminar esta entrevista. Traum, presente in situ, asistió al inicio de nuestro encuentro como mero espectador, sentado sobre un sillón estampado en tonos rosas, al otro lado de la salita del Hotel Astoria de Valencia donde charlamos. En seguida lo vi impacientarse. A Traum, digo.
A los cinco años ya escribías, ¿no existe Javier Puebla sin la escritura?
Digamos que escribir es algo connatural en mí, como respirar o como caminar. Siempre escribo – me muestra un cuadernillo con notas y dibujos escritos con su puño y letra –, es mi sosiego, mi equilibrio; lo hago por puro placer, no para publicar, después ni siquiera lo leo.
Tienes un curriculum que asusta: has sido diplomático y trabajado en periódicos y revistas, escrito libros, dirigido películas ... ¿en qué campo te sientes más cómodo?
Me siento igual de a gusto en todos ellos. Lo que más me costaba era ser funcionario, porque al funcionario no se le exige originalidad sino que se mantenga dentro de una norma, aunque también tuve que superar alguna dificultad en el campo literario. Cuando hice la promoción de ‘Sonríe Delgado’, mi novela finalista en el Nadal de 2004, me dijeron que mi único problema radicaba en que era demasiado original en todo. En principio, parece que la originalidad es un valor inherente a la condición de artista, pero hoy no quieren artistas sino naranjas de un tamaño determinado y la que no entra en el tubo, no se lleva a los camiones.
Tocas muchas teclas, eres un poco renacentista en esto del arte, ¿no?
La creatividad es jugar a ser niño. Yo hago cine porque me gusta la imagen, sé manejarla igual que a las masas y la narrativa.. Supongo que, al practicar la fotografía desde los dieciséis años y escribir desde los cuatro, dirigir cine era algo connatural también.
Esa idea tuya de antónimo, sinónimo y heterónimo, da mucho juego para la Literatura, evidentemente.
Ser otro es el deseo que hemos tenido todos, especialmente los lectores. Cuando tú estás leyendo cualquier aventura, te identificas con el protagonista ya sea Batman, Marlowe, o Superman. No te basta con ser tú mismo. Por eso a Javier Puebla lo he convertido en un personaje y llevo un sombrero – me lo enseña y se lo calza, mientras observo como Traum, con aire indignado, se quita el suyo de mala manera, se levanta del sillón y abandona la estancia – para transformarme en invisible si algún día me hago famoso.
Y como sabes ¿qué novela es de cada uno: de Traum, de tu heterónimo, tuya...?
Ah, bueno, los conozco bien, les voy dando parcelas. Esto es como en el antiguo Oeste cuando, a medida que llegaban las carretas, se les asignaba un territorio diferente a cada colono. También hago que el mismo tema sea tratado por cada uno de ellos. La primera versión de ‘Tigre Manjatan’ la ubiqué en Barcelona y la escribí en tercera persona. Al volver de África se la pasé a Traum, que tiene un lenguaje seco, más despiadado que el mío y con muchas frases cortas. Esto del antónimo es muy interesante porque si tu conoces tu negativo, que es él, tienes que averiguar cómo eres tú. Al principio, es un proceso de investigación, un viaje dentro de ti mismo, pero cuando maduras, ya dominas el terreno, y se convierte en un puro juego.
¿Cuándo escribe Javier Puebla?
Soy fundamentalmente un escritor nocturno. Es la única manera de que no suenen los teléfonos. Por la mañana lo he intentado alguna vez, pero siempre hay alguna obra en marcha o los vecinos saben que estás despierto y me llaman para cualquier cosa. Así que ya les he dejado claro que de día duermo.
¿Necesitas mucha documentación para tus obras?
No, apenas si me documento. Lo saco todo de la realidad y lo voy deformando. Lo mío es como la mirada de El Greco que lo veía todo alargado. Soy muy empático, me coloco fácilmente en la cabeza de la gente y sé cómo reaccionará el personaje en cada momento.
‘Tigre Manjatan’ tiene estructura de novela negra y, como tal, circula por ambientes sórdidos: locales de mala nota, prostitución, matones ... ¿qué te atrae de estos lugares?
No creo que sea una novela negra. Siempre digo que si ‘Lolita’ es una novela negra, ‘Tigre Manjatan’ también lo es. Para mí ‘Tigre Manjatan’ es la vida, una vida que conozco bien. Prácticamente todo lo que está en la novela lo he visto. Lo que me atrae de ese mundo es que no hay nada más abajo, no hay por qué disimular, no hay por qué estar maquillado. Yo soy como Arturo Briz [el protagonista], amable en cualquier lugar, un personaje que choca porque no hay amabilidad ni cortesía, hay lo que hay y, desde luego, en ese espacio no hay hipocresía, es todo claro, no se parece en nada al mundo de la política.
¿Has bajado a ambientes sórdidos para escribir tu novela?
He tenido que salir de esos ambientes para escribirla – risas, leve toque de sombrero.
Algunas de tus frases que aparecen en la novela ("nudillos como cuartos de luna", "inerte como una barra de pan" o "archivado entre cadáveres") elevan el nivel literario de la novela negra, ¿cómo se te ocurren?
De jovencito, disfrutaba leyendo el diccionario. Yo me definía como un cómplice de las palabras. Me gustaba jugar con ellas, estirarlas, buscar otras nuevas sin ánimo de epatar. Si haces eso ves palabras que no conoces y las encuentras. Las frases que mencionas se me ocurrieron así. Al escribir, siempre intento decir mi verdad, como soy miope tanto de alma como de vista, por eso llevo lentillas...
Observo un cierto victimismo en ti. Creo que de miope Javier Puebla no tiene nada, excepto las lentillas, pienso que eres muy largo escribiendo.
Sí, pero de alma soy raro – en ese instante, Frederic Traum pasa por el pasillo de hurtadillas. Se detiene y mira el reloj, como si tuviera prisa, pero no se va –. Y ser raro tiene cara y cruz. Cuando estás simpático, te llaman especial y cuando estás antipático, te dicen raro.
Escribir en segunda persona, como haces en ‘Tigre Manjatan’ es complicado o al menos no es muy usual.
Es brutalmente complicado. Cuando tenía veinte o veintiún años escribía unos textos cortos en segunda persona que se llamaban "sopapos". En ellos les preguntaba cosas a los lectores y trataba de buscarles nexos de conexión con esa segunda persona. Intenté localizar libros que estuvieran escritos así y encontré varios: ‘Mr. Cadwell habla con su hijo’, ‘Las amistades peligrosas’ y ‘Luces de neón’. De repente, se me ocurrió que quería que alguien, que no fuera yo, le hablase al protagonista. Y para ello utilicé a Traum. Y eso funciona bien porque un personaje de ficción le habla a otro personaje de ficción. Mucha gente no se da cuenta de eso.
Al escribir en segunda persona tienes al protagonista continuamente tiroteado, atacado a preguntas, ¿no?
Sí. Y eso, además, aporta el punto intermedio de que puede decir cosas en la intimidad, en primera persona, cosas objetivas en tercera y pensar en cursiva.
Tu obra literaria forma una cosmovisión en sí misma, un mundo cerrado con sus propias normas.
Sí, esto es lo que yo pretendo, que mi obra tenga una coherencia, que todo sea hilvanable, sé que es una pretensión difícil pero la busco. Si entras a mi web verás que hay otro heterónimo, Walter Flores, que puede vernos a todos y que escribe un diario web. Habla de mí y se mete mucho conmigo. Intento hacer una obra completa y tengo que decirte que eres la primera persona que se da cuenta de ello – a Traum estas últimas palabras de Puebla parecen sentarle mal y se aleja de nuevo.
¿Cómo se te ocurrió el nombre de ‘Tigre Manjatan’?
Ya lo he contado alguna vez: me salió de la cabeza. Fue muy alucinante. Iba un día en un tren camino de Murcia y bajé diciendo que había encontrado un personaje que se llamaba Tigre Manjatan y que sólo sabía de él que me haría rico. Y se lo conté a mi chica, que ahora es mi mujer. Ser rico me importa un pimiento, pero sí me interesa vivir de los derechos de autor. Yo ya vivo de la Literatura, tengo mis talleres y una pequeña editorial. No quiero grandes millones para nada pero, por ejemplo, si me apetece irme a escribir durante unos días a un sitio determinado, desearía poder hacerlo.
Ahora que nombras los talleres, de todos vosotros, Traum, Flores, ¿quién los imparte?
Los talleres los imparto yo. Siempre trato de hacerlos al mismo nivel: la clave consiste en respetar a la gente. Somos el capitán y la tripulación. En el primer trimestre, intento que no se juzguen, me voy fijando en lo que creo que es lo mejor y cuando veo que hay algún fallo lo señalo.
En ‘Tigre Manjatan’ hay varias referencias al mundo del Cómic: citas a Robert Crumb, a Mortadelo y Filemón, ¿te interesa el Cómic?
En la segunda versión de la novela todavía había más. Me encanta el Cómic. Me gustan los americanos, Spiderman o la Patrulla X. Soy tintinófilo total – Javier me muestra su reloj de muñeca, con el periodista belga en la esfera, eternamente acariciado por las agujas –, Tintin me encanta – le enseño mi móvil con una foto de Tintín, se ríe –. Creo que son sincronías generacionales. El otro día, cenando con Fernando Marías, nos dimos cuenta que nos gustan los mismos libros, las mismos tebeos, las mismas películas, los mismos discos.
Es la hora. Se acabó. Javier Puebla saca su cámara y me fotografía con su libro entre mis manos: ‘Tigre Manjatan’ al frente. Es la forma de certificar oficialmente que apadrino a su criatura y, además, como él escritor madrileño dice que le "gusta machacar a los periodistas en las promociones y éste es el pretexto perfecto", permito que me "machaque" (mi turno fue antes). Regresa Traum con la prisa dibujada en el rostro. El dedo índice golpea insistentemente su reloj. ¡Qué tipo más recalcitrante!. En fin nos despedimos, porque lo cierto es que ya sonó la hora. En la calle, automóvil en marcha, Puebla me dedica su libro, mientras Traum sigue dando muestras de impaciencia (ahora tamborilea con sus dedos sobre el salpicadero). Cuando se marchan, cuando el coche no es sino un recuerdo en el dédalo de calles del centro de Valencia, me queda la impresión de no saber con exactitud si la entrevista se la hice yo o me la hizo él. Una duda irresoluble. Un duda, en cualquier caso, muy divertida.