Lola Beccaria (El Ferrol, 1963) ha ganado el Premio Azorín 2009 con su novela ‘El arte de perder’, una historia en clave actual, que profundiza y descifra el amor en todas sus fases, reflexiona sobre las relaciones entre hombres y mujeres, los roles de la pareja y los valores que mueven esta sociedad, en la que cada vez vivimos más desorientados y sin visos de mejora. ¿Qué está bien, qué está mal, qué es políticamente correcto o qué no lo es? Son preguntas de respuesta compleja y difusa que la escritora ferrolana trata de desmenuzar en su novela.
Lola, ¿qué sentiste cuando el secretario del jurado del Premio Azorín, anunció tu nombre como ganadora?
Sentí mucha emoción, no sé, fue como el reconocimiento a un trabajo bien hecho y sobre todo planteado desde el punto de vista de la honestidad. Creo en cada uno de mis libros, intento elevar su calidad y escribo lo que quiero sin ceder nunca en favor de intereses comerciales. Siempre antepongo mis ideales vocacionales y literarios a todo lo demás.
‘El arte de perder’, saquémosle punta a este título, cuando decidiste concursar ¿no tenías miedo a no ganar?
Claro que sí y de hecho lo pasé muy mal. La ceremonia del fallo del premio discurre a través de unas votaciones y tus votos oscilan de un punto a otro después de cada nueva ronda. Cuando al final pronunciaron mi nombre como ganadora, di un grito enorme. Fue como una explosión, algo natural por la tensión que viví.
El Premio Azorín significa un importante premio económico, ¿escribes para ganar dinero?
No escribo para ganar dinero. Escribir es un oficio como otro cualquiera, pero no es otro oficio cualquiera. Yo he decidido ejercer este trabajo desde unos parámetros determinados, para narrar algo que no haya sido contado antes y para intentar cambiar el mundo. Sé que esto último suena pretencioso e imposible, pero cuantas más personas defiendan esta idea más dificultad tendrá el mal para realizar su trabajo.
Si no es el dinero, ¿qué busca Lola Beccaria en un concurso?
Busco llegar a más lectores. Analizándolo fríamente, yo necesitaría no presentarme a ningún premio, pero cuando decido hacerlo es porque necesito visibilidad. Yo quiero llegar al público y la mejor forma de hacerlo son los premios. Los libros, como se publica tanto, duran poco en las librerías y un premio te da esa visibilidad, promoción, espacio en los medios de comunicación... Aunque no te compren, saben quién eres.
¿‘El arte de perder’ es una novela para aprender a perder?
No, no, yo no hablo para nada de perder como un aprendizaje, hablo de perder para poder ganar. Mi novela no es de derrotados, no va de eso. Hay dos tipos de perdedores: uno, el perdedor cínico que, como no se puede hacer nada para cambiar el mundo, se instala en ese rol y lo habita; y otro tipo, que es el que lucha contracorriente, contra el mundo. Ese es el que a mí me interesa.
O sea que para ganar hay que sufrir, ¿no?
La tesis de ‘El arte de perder’ es que las cosas que son realmente importantes no nos llegan a la primera, sino a la segunda o a la tercera o a la cuarta ... Lo que realmente queremos cuesta alcanzarlo y si decidimos que es muy penoso pasar por la derrota, porque duele y deja huella, nos instalamos en la resignación e instalarse en la resignación significa renunciar a convertir nuestros sueños en realidad. Yo predico eso que llamo la "filosofía del batacazo", que consiste en convertir las caídas en un arte, una especie de ensayos para el éxito final, porque si no tratamos de hacer realidad nuestros sueños, ¿para que vivimos?
‘El arte de perder’ es la historia de la relación entre Sara y Enzo, con un toque, digamos, misterioso.
Mi novela está contada en clave de misterio, pero sin crimen ni detective profesional. La que oficia como tal es Sara, una mujer acostumbrada a que cuando a un hombre le interesa él vaya a por ella. Sin embargo, con Enzo, no ocurre así. Ella sabe que le interesa a Enzo pero, por alguna causa que ignora, él no se lanza. Así que comienza a investigar las causas por las que no lo hace.
Las relaciones de pareja actuales ¿son como ésta?
Ésta es una novela que está muy pegada al forro de realidad. Es una reflexión sobre cómo son estas relaciones actualmente, sobre cómo vivimos el amor, qué representa en nuestras vidas, qué espacio le reservamos, qué siente nuestro corazón ...
¿Existe un modelo establecido de relación de pareja?
Tenemos que conocer cuáles son las consignas sociales y psicológicas políticamente correctas sobre el amor y cuáles no, porque influyen. Hoy ya no es suficiente con ser un buen ciudadano, sino que hay que ser el marido perfecto, el mejor amante ... Se ha pergeñado un modelo único de lo que se espera de una persona y la exigencia social es de tal calibre que lo raro es que hoy en día alguien todavía pueda amar. Hay cien mil consejos de cómo debes amar o ser amado y si no funcionas así, es que estás enfermo y debes dejar a tu pareja o acudir a terapia. Queda poco espacio para la creatividad en el amor.
Vivimos una sociedad neurótica que te da lecciones de comportamiento y que ha olvidado lo que significa el amor. El amor implica un cierto modo de sumisión y, como estamos enfatizando la idea de libertad hasta límites insospechados, eso nos impide someternos al sentimiento amoroso y disfrutar de él. Amar a otro obliga a salirse del yo, entregarse a un tú y fusionarse en un nosotros. La sociedad intenta impedir todo esto.
Un detalle final: en ‘El arte de perder’ añades una nueva barrera para la relación entre Enzo y Sara: Internet.
Sí, Internet es una barrera y Sara lucha contracorriente para romperla. Si he escogido precisamente la red es porque creo que dificulta la posibilidad del encuentro, o sea, que tal y como está montada esta historia de la comunicación virtual, no favorece en absoluto la reunión de los dos protagonistas.