Dominique Lapierre (La Rochelle, Francia, 1931) anduvo por Valencia hace unos días. Vino invitado por la Universidad CEU Cardenal Herrera y, además de atender a los medios informativos y presentar la reedición de toda su obra, que actualmente está llevando a cabo Editorial Planeta, tuvo tiempo de acudir a la Fira del Llibre a estampar su firma en cuantos ejemplares pusieron al alcance de su rotulador, negro y de punta fina, sus devotos lectores. No hace falta presentar a este escritor, galo como Astérix y Obélix, coautor junto con Larry Collins de ‘¿Arde París?, ‘... O llevarás luto por mí’, ‘Oh, Jerusalén’, ‘Esta noche, la libertad’, ‘El quinto jinete’ y ‘¿Arde Nueva York?’; y con Javier Moro de ‘Era medianoche en Bhopal’. Ya en solitario ha escrito ‘Más grandes que el amor’, ‘Mil soles’, ‘Érase una vez la URSS’ y ‘La Ciudad de la Alegría’. Precisamente, desde que publicó esta última obra y se enamoró de la India, Dominique Lapierre destina la mitad de sus derechos de autor y los donativos de sus lectores a acciones humanitarias en los barrios de chabolas de Calcuta y otras zonas pobres de Bengala, África y Sudamérica. Con estos ingresos ha contribuido a salvar a más de diez mil niños enfermos de lepra o afectados por otros problemas físicos y mentales. En todo el mundo son más de cien millones de personas los que han leído sus obras. Casi nada para como está el planeta en 2011. Por su labor humanitaria y por sus libros sobre la historia del subcontinente indio, el 5 de mayo de 2008 Dominique Lapierre recibió de manos de la presidenta de la India la más alta condecoración civil de aquel país: el Padma Bhushan. La entrevista que sigue tuvo lugar en la cafetería del Hospes Palau de la Mar Hotel a las cinco en punto de la tarde, hora muy taurina en otros tiempos. Sentados en torno a una mesa cuadrada de tonos oscuros, dimos comienzo a nuestra charla.
¿Por qué comenzó a escribir Dominique Lapierre?
¡Buff! [Cejas enarcadas, ojos muy abiertos], yo era periodista y un día me encontré a un americano, Larry Collins, que también lo era. De común acuerdo nos pusimos a escribir un libro: ‘¿Arde París?’. Después decidimos continuar escribiendo juntos unos cuantos más.
Esos cuantos libros más, al final fueron seis, ¿cómo trabajaban juntas dos personas, un francés y un norteamericano, con bagajes culturales diferentes?
Era muy interesante. Al proceder de dos culturas distintas aportábamos puntos de vista diferentes sobre un mismo tema. Así conseguíamos construir libros mucho más ricos.
¿Qué criterio ha seguido a la hora de escoger los temas para sus libros?
Siempre escribo sobre temas universales, que se puedan leer en cualquier parte. También han de ser contemporáneos, no me interesan asuntos que requieran la búsqueda de datos en archivos con un montón de siglos de antigüedad, porque la metodología de trabajo siempre se basó, y se basa, en las entrevistas y en el conocimiento directo de los protagonistas de cada título.
Todas sus obras son bestsellers, como escritor ¿hay un puntito de vanidad en Dominique Lapierre después de tantos éxitos alcanzados?
No soy vanidoso, me esfuerzo mucho para escribir el mejor libro que se puede escribir, pero no escribo un bestseller sino un libro y son los lectores quienes lo convierten en bestseller. Escojo el tema que me interesa y me paso cuatro años con él. Nunca escribiré un libro sobre los esquimales, porque no me gusta el frío [sonrisa], soy un escritor tropical y no puedo escribir en una atmósfera de heladas porque no está en mi temperamento. El primer amante de mi libro soy yo y si no me gusta el tema no lo trabajo.
Usted fue un innovador al introducir las impresiones personales de los protagonistas en sus obras.
En cierto sentido sí. Hay otros autores que también lo han hecho, pero esa simultaneidad de acciones, ese mosaico de puntos de vista fue una técnica que Larry Collins y yo perfeccionamos.
¿Cuál es el aspecto de sus libros más valorado por los lectores?
Sin duda el gusto por la Historia. La mía es una forma de escribir la Historia. Recuerdo que en mi juventud, en la escuela, la Historia estaba escrita de un modo muy aburrido que a mí no me interesaba. Creo que hoy se puede leer ‘Oh, Jerusalén’ para entender las raíces del conflicto judio-palestino de un modo entretenido y ameno, con anécdotas y testimonios de los protagonistas.
¿Hay ficción en sus títulos?
En mis libros no hay imaginación, no son novelas, están escritos de una manera muy vital para el lector, pero todo lo que cuento es cierto, real. Cuando afirmo que Ben Gurión llevaba una corbata verde el día de la proclamación del Estado de Israel, es porque mi informador me aseguró que así fue. Imaginación o invención son términos que no son propios de los historiadores.
¿Recuerda cuál fue la obra que más le costó escribir?
Cada libro es una batalla diferente, una experiencia nueva. Cuando yo visité por primera vez el barrio de las chabolas en Calcuta, me dije que quería contar el día a día de aquel lugar. En mi editorial francesa me advirtieron que la vida en esas chabolas no le interesaría a nadie. Pero entonces pensé que yo podía ser la voz de aquella gente y que aunque sólo se vendiera un ejemplar quería escribir el libro. Y al día de hoy, se han vendido diez millones de volúmenes de ‘La Ciudad de la Alegría’, de hecho continúan vendiéndose y, además, he recibido más de doscientas cincuenta mil cartas de lectores, que me agradecen este testimonio sobre el alma de la humanidad.
Conocer a la madre Teresa de Calcuta mientras documentaba ‘La Ciudad de la Alegría’ fue un momento crucial en su vida, ¿no?
Sí, claro. Conocerla significó el encuentro más importante de toda mi existencia. La madre Teresa de Calcuta fue quien me inoculó el virus de ayudar a los demás. El mensaje de su trabajo en ese barrio de chabolas fue determinante. Ella constituye un ejemplo de lo que se puede hacer para cambiar las condiciones de vida de mucha gente. La pobreza no es una fatalidad.
¿Existe mucha diferencia entre la India que usted conoció y la actual?
No, porque hoy hay dos Indias. Una es de la que se habla en los periódicos, la que triunfa, la de los millonarios, la que existe y está bien. Pero hay otra, la que conozco a fondo, en la que cada noche trescientos millones de personas se acuestan con el estómago medio vacío. Esta otra India todavía existe y ahí radica el problema, el miedo, ya que algún día esas personas, guiadas por un líder honesto como Gandhi pero violento, pueden provocar una revolución.
Si hablamos de temas actuales, ¿las revueltas del Norte de África le parecen suficientemente atractivas como materia literaria? ¿Va a escribir sobre ellas?
Espero que aparezca algún historiador que escriba sobre estas revueltas, pero yo no puedo, no dispongo de tiempo. Tengo otros proyectos y además me ocupo de toda la acción humanitaria de la India. Pero la conquista de la libertad en el mundo árabe es muy interesante. Cuando nosotros escribimos ‘El quinto jinete’, que trata de Gadafi, el líder libio, lo hicimos para advertir que este hombre era un sujeto muy peligroso.
Su oficio de escritor y las ventas de sus libros le han permitido ejercer de filántropo, ¿concibe su vida sin alguna de esas dos facetas?
No, no la concibo de otro modo, aunque es un problema porque significa mucho trabajo. Pero junto con mi esposa, que se llama Dominique, igual que yo, hacemos las cosas de tal manera que podemos manejarlo todo. Es una acción muy pequeña, pero muy activa. Me siento muy orgulloso de decir que hemos cambiado la vida de diez millones de personas.
Desde hace unos meses, Editorial Planeta está reeditando su obra íntegra, ¿de dónde nació ese proyecto?
Fue una idea de la propia Editorial Planeta y resulta muy interesante, porque mis libros permiten repasar los grandes temas de nuestro siglo, de nuestra Historia Contemporánea: la II Guerra Mundial, la independencia de la India y su conflicto con Pakistán, las relaciones judío palestinas, la gran amenaza del terrorismo nuclear...
A propósito de esta reedición, supongo que habrá repasado los títulos, ¿cambiaría algo en alguno de ellos?
Muchas veces cojo uno de mis libros, releo algún episodio y me pregunto si cambiaría algo de cómo lo escribí entonces. Y, realmente, cambiaría muy pocas cosas. Mis obras son textos que están escritos en piedra [sonríe, primero; ríe, después].
Sus obras, sin duda, pasarán a formar parte de la historia del siglo XX, ¿son más conocidas que su autor?
A mí no me importa si la gente conoce más ‘¿Arde París?’ o ‘El quinto jinete’ que a Dominique Lapierre. Con los derechos de la venta de un solo ejemplar de ‘... O llevarás luto por mí’, puedo salvar la vida de un niño leproso en Calcuta. Y eso es lo importante.
¿Piensa que la lectura de sus libros puede servir para sacudir y despertar las mentes occidentales?
Me gustaría mucho que así fuera. Si el señor Obama o el señor Sarkozy leen ahora ‘El quinto jinete’ pueden aprender bastantes cosas de su adversario. En ese libro hay un retrato completo de Gadafi, que explica todo su proyecto y su modo de obrar.
‘...O llevarás luto por mí’ habla de un torero: Manuel Benítez, El Cordobés: ¿es su título más conocido en España’?
No, yo creo que ‘La Ciudad de la Alegría’ es la más conocida. Los españoles no conocen verdaderamente ‘... O llevarás luto por mí’ porque cuando se publicó, el señor Fraga, que era ministro, lo censuró. Espero que ahora que ha sido editada sin censura, los españoles, especialmente la gente joven, pueda leerla como corresponde.
Por cierto, ¿qué le atrajo de El Cordobés para escribir sobre su figura?
Cuando El Cordobés toreó en Madrid aquella tarde de la que habla mi libro, el país se paralizó por completo. ¿Cuántos españoles vieron torear a Manolete a lo largo de su vida? ¿Trescientas mil personas? ¿Medio millón? La gente pagaba en los bares por verle aquella tarde. Fueron treinta millones de espectadores en una sola corrida. Ese día El Cordobés fue más importante que Franco.
¿Lleva algo entre manos actualmente?
Sí, claro que sí, estoy preparando cosas. Un escritor siempre tiene cartuchos guardados en su recámara. Dentro de dos años, si regreso a Valencia, hablaremos de ello. Me gusta trabajar discretamente para evitar que me roben las ideas, para escribir en mejores condiciones.
Es la última, Dominique, al menos, dígame ¿sobre qué tema quisiera escribir?
Como de costumbre, me gustaría escribir sobre un tema de interés universal, de una dimensión total, que cualquier persona de cualquier país pueda interesarse por él. Fukushima es un asunto que reúne todas estas características y, además, nos afecta a todos.