‘El hijo de Brian Jones’, publicada por Alianza Editorial, es la última obra del escritor Jesús Ferrero, con la que acaba de conquistar el premio de Novela Fernando Quiñones en su XIII edición, una historia de personajes y emociones que bebe de la narrativa rusa y norteamericana, que invita a reflexionar sobre la imposibilidad de la inocencia y la necesidad de decidir ante la ambigüedad de la vida y sus contradicciones. La novela gira en torno a dos personajes, Julián y Alexis. Julián nació el mismo año de la muerte de Brian Jones, hijo del jardinero del mítico componente de los Rolling Stones, que murió ahogado en una piscina. Criado en Madrid por su madre y su tía, siente la necesidad de aclarar su identidad, buscar sus orígenes y conocer el mundillo que habitaron sus progenitores. El destino le hace viajar a Nueva York donde traba conocimiento con Alexis, hijo de Brian Jones, un ser de aspecto frágil. La relación con éste y su círculo de amistades le revelará quiénes eran sus padres y qué papel desempeñaron en la muerte del trágico multiinstrumentista de la mítica banda británica.
Sentados a la mesa, Jesús Ferrero responde con voz queda, pausada, sin omitir detalles. El tiempo no existe para él, ni para el que suscribe, durante la conversación. Sus vivencias y sensaciones son muchas. Y las transmite con sencillez. Resulta fácil charlar con él de su novela. “Brian Jones me parecía la figura más emblemática de los Rolling Stones en un determinado momento. Su muerte supuso una especia de frontera en el mundo del pop, en el que hasta aquel momento todo era juventud dorada”. Jones fue el miembro más innovador, el más experimentador de la banda. “A mí la primera época de los Rolling Stones me parece una etapa muy cromática, con la introducción de instrumentos, como el sítar o la flauta, desconocidos en la música popular hasta entonces, lo que imprimía a los temas una alegría especial e incluso un toque de clasicismo, algo muy chocante en este género”. Con su muerte, la carrera de los músicos británicos dio un giro importante. “Brian Jones enriqueció a la banda y tras su desaparición, los Rolling emprendieron un camino diferente, basado en las ideas de Jagger y Richards, que, probablemente, es el que más conoce la gente. Durante los setenta, los Rolling grabaron elepés notables pero menos ricos, porque limitaban los instrumentos. Es lógico, no tenían a Jones para que arreglase los temas y en la música pop los arreglos suponen la mitad de su valor”.
Sin embargo, para que Jesús Ferrero escribiera una novela sobre Brian Jones, el “Stone díscolo”, todo esto no era suficiente. “Yo nunca hubiera escrito una novela sobre Brian Jones si en los años ochenta no hubiera descubierto que había tenido varios hijos ilegítimos a los que no reconocía y a los que arrojaba muy cruelmente de su casa, porque no quería que nadie le amargase la fiesta. De igual manera se comportó con sus madres”. Esta situación llevó al escritor zamorano a traspasar la línea y ponerse en el otro lado, el de los hijos de los famosos. Todo un reto. “Me pregunté lo que podría haber sido la vida de uno de estos hijos de padre famoso y muerto a la vez, convertido en leyenda, una leyenda negrísima por cierto, acusado de todo. Este planteamiento, además, me permitía tocar dos generaciones y hablar de los momentos históricos que yo había conocido muy bien: la década de los sesenta y la de los noventa”. Eran hijos de famoso que crecieron con la ausencia de su padre. “Los hijos de ahora se crían con una figura paterna muy desactivada. A mí, por ser hijo de emigrantes, también me ocurrió eso. Me crié casi sin padres, como les ocurre en la novela a Alexis y Julián”.
‘El hijo de Brian Jones’ ha sido fruto de un largo proceso de maduración. “La idea para escribir la novela era muy antigua. Hace muchos años esbocé un borrador de la historia en fase muy primaria y lo dejé reposar. Por otro lado, quería también ganar tiempo, porque me convenía que cuando la escribiese el hijo de Brian Jones hubiera alcanzado ya una cierta edad”. Como escenario principal para el desarrollo de la acción, Ferrero ha escogido Nueva York. “Pensé en Madrid, en París y en otras ciudades, pero no me convencían. En esto de escoger escenarios soy como los griegos: muy pragmático. Nueva York era un lugar que me creía mucho más, porque es una ciudad cínica, porque es arrogante y egoísta y porque en sus calles se busca desenfrenadamente el éxito. Todas estas cualidades la hacían perfecta para conseguir el contraste que yo buscaba con el alma de Álex [el hijo de Jones], que es pura, transparente, bondadosa y humilde”. Un alma pura y transparente en medio de una jungla de egoísmos. “Sí tú colocas un alma de este tipo en Nueva York, destaca poderosamente, se realza, se ilumina por sí misma”.
Entre los muchos matices que esconde la novela, hay uno que brilla por sí mismo: la prisa. Todos los personajes que transitan sus páginas tienen prisa por vivir, incluso por morir. “La primera vez que estuve en Nueva York, en 1997, me alojé en un hotel donde desayunaba con tranquilidad, leía el periódico, fumaba un cigarrillo en la sala de fumadores y después cogía mi mochila y me iba de paseo. Una empleada del hotel me dijo que se notaba que yo no era de Nueva York, porque “aquí todo el mundo se está moviendo siempre”. Nueva York es la ciudad de la prisa. El estrés vinculado a la prisa nos envejece, nos acelera, la ansiedad conduce a la prisa y nos lleva a hacerlo todo mal”. A Jesús Ferrero le gustan los Rolling, pero también los Beatles. En los años sesenta se afirmaba que un seguidor de los Rolling nunca podría serlo también de los Beatles. Y viceversa. “Si hay personas que son incapaces de sostener en la cabeza dos ideas contrapuestas lo siento por ellas, son deficientes mentales. Los Rolling y los Beatles establecieron un diálogo permanente en el que el disco de un grupo respondía al del otro. En el primer periodo, los Rolling fueron siempre a remolque, absorbían los adelantos de los Beatles. De hecho cuando les faltó la referencia de los de Liverpool se quedaron vacíos, echaban de menos su oponente principal”. Siguiendo con la época, ‘El hijo de Brian Jones’ retrata la curiosa relación que se estableció entre la nobleza británica y las estrellas del pop. “Las nenas de la aristocracia ligando con las estrellas del rock… Se trata de algo que quería destacar en el libro. El pop en realidad fue un movimiento nivelador y las clases sociales se empezaron a mezclar más que antes. Y es algo lógico: lo brillante tiende a juntarse con lo brillante y ¿quién representaba la brillantez para la nobleza en aquel tiempo?: las estrellas del pop. En la novela cuento que fue Anita Pallenberg quien los vinculó, pero en realidad, sin ella se hubieran relacionado igual”.