‘El asesino hipocondríaco’, la primera novela
de Juan Jacinto Muñoz Rengel, nos habla de un sujeto muy peculiar, el señor Y, un
asesino profesional que debe cumplir su último encargo: pasaportar al otro mundo a Eduardo Blaisten,
un tipo rico que habita en el Barrio de Salamanca de Madrid. Sin embargo, el
señor Y sabe, o cree saber, que solo le quedan veinticuatro horas de vida. Bajo
estas premisas tratará de cumplir su encargo. Sobre las vicisitudes de este
personaje, contradictorio pero verosímil, y su historia, giró la conversación
mantenida el pasado lunes en el Blue Canalla Bar de Valencia con el escritor
malagueño.
Juan Jacinto, desarrollas
tu trabajo vinculado al mundo radiofónico y literario, cuando te sientas a
escribir ¿eso es una ventaja o un inconveniente?
Tiene ventajas e inconvenientes. Yo estudié
Filosofía pura y desde los dieciocho años ya escribía, es decir, llevo veinte
años haciéndolo. Mi carrera fue una suerte de refuerzo necesario, un respaldo.
Y mi acercamiento a los medios de comunicación, concretamente a Radio Nacional
de España, se produjo a través de la literatura. Podríamos decir que soy un
escritor que está en la radio. Aunque lo que dices es bien cierto, porque tengo
que estar al corriente de lo que se escribe y publica y por ello puedo
contaminarme, en principio, creo que predominan las ventajas porque en mi
trabajo me he tropezado con ideas que, por pura casualidad, conectaban con lo
que estaba escribiendo en ese momento. Es casi obligado que, al leer tantos
materiales, algunos tengan chispa y conectes con ellos. Quizá ‘El asesino
hipocondríaco’, por todas estas lecturas que comento, haya salido con una forma
híbrida y nunca podré saber cómo habría resultado de otro modo, mejor o peor.
Todas esas lecturas habrán contribuido a la creación de tu propio canon literario, ¿no?
Todas esas lecturas habrán contribuido a la creación de tu propio canon literario, ¿no?
Claro. A lo largo de mis años de escritor
también he sido muy lector, he ido formándome y tratando de no dejar grandes
lagunas en mi preparación. He pasado por la literatura norteamericana, por los
clásicos rusos, por los autores sudamericanos… Gracias a estas lecturas me he
dado cuenta de que leo mucha literatura coetánea y sé qué es lo que se escribe
hoy, especialmente en lo referente a literatura española, cosa que antes no me
ocurría. Ahora tengo un conocimiento que me permite ver qué es innovador y qué
no lo es tanto, quién repite cosas ya hechas y quién no. Todo esto, además, me
posibilita ubicarme y saber dónde estoy posicionado.
Acabas de publicar
una novela, ‘El asesino hipocondríaco’, pero también escribes cuentos, ¿en qué
territorio te manejas más a gusto?
Son géneros absolutamente complementarios y,
de hecho, también hago microrrelatos, es decir, toco los tres palos. Creo que
cada uno tiene sus retos y sus dificultades. El relato corto es muy difícil y
presenta problemas relacionados con el encaje de las piezas y las exigencias de
brevedad. Trabajas en un solo tema sobre el que gira todo: escenas, objetos,
personajes… Es una pieza de orfebrería. Con la novela, en cambio, eso no
ocurre, porque puedes añadir páginas que no tienen mucho que ver. Aquí y a mi
entender, la dificultad radica en no perder el pulso narrativo, cosa que resulta
difícil porque cuando escribes tienes que tenerlo todo en la cabeza. Es como un
ordenador con un montón de ficheros abiertos al mismo tiempo. La recompensa del
relato corto es que, en relativamente poco tiempo, has acabado la historia que
concebiste, cosa que no sucede con la novela, que presenta la ventaja de que te
introduces en ella durante dos años o más y eso es muy satisfactorio porque
vives otra vida. Por último y a nivel de mercado, la novela tiene mucha mejor
salida, mientras que los libros de relatos van destinados a un público muy
concreto y más restringido.
¿Cómo surge esta
idea de escribir ‘El asesino hipocondríaco’ que, a la vez es tragedia y
comedia, y también género negro, todo un texto mestizo?
Lo primero que tuve claro fue el protagonista,
el señor Y, que fue quien hizo que todo arrancase, algo que es contrario a mi
habitual forma de trabajar porque suelo partir de una idea. Sin embargo, aquí
antes que nada fue el personaje y luego construí la novela sobre él. Nació a
partir de una apetencia de escribir en primera persona, una primera persona en
la que fuese importante quién narra la historia. También necesitaba un
personaje que resultase interesante y del que no se hubiera escrito mucho para
que me diese pie a contar la acción a través de él. Como actualmente ya se ha
escrito casi todo, se me ocurrió buscar un tipo como este, tan contradictorio.
Por eso es un asesino despiadado a la vez que melindroso, que se derrumba a la
más mínima y que, además, presume de tener una moral kantiana. Trabajando con
este personaje imposible fue como salió la novela.
¿A priori tenías
interés por escribir una novela de humor o querías hacer algo relacionado con el
género negro?
A mí no me importa que haya salido una novela
de humor, al revés, me encanta. Me parece un prejuicio muy grande que en la
tierra de ‘El Quijote’ el humor esté mal visto. Yo tenía claro el personaje y
sus contradicciones, pero estas contradicciones me llevaban a situaciones
paródicas que me conducían siempre a tesituras
divertidas, a pesar de que el humor que yo he construido nace por el hecho de
que el protagonista se toma en serio momentos que no lo son en absoluto. Inicié
un homenaje al género negro que ha desembocado en una parodia, en la que cabían
esos elementos metaliterarios como son los amigos del protagonista, grandes
personajes del mundo del pensamiento y la literatura.
Por su propio
oficio de asesino, el señor Y es un solitario que, como dices, se relaciona con
esos grandes personajes a los que aludías, ¿por qué lo hace?
Este hombre se relaciona con los que cree que
son sus iguales. Tal y como me lo imagino en mi mente, se trata de un tipo
solitario, que pierde a su familia temprano, que no tiene habilidades sociales
y que termina por convertirse en un asesino. Lo cierto es que en su soledad,
como le sobra mucho tiempo, empieza a buscar. Y en esa búsqueda encuentra las
enfermedades y después se tropieza con tipos que cree que son como él. Pero
claro, no se compara con cualquiera sino con primeras figuras: Descartes,
Proust, Swift, Tolstoi, Molière, etcétera. El señor Y estable un paralelismo
con ellos y hace coincidir sus vidas, lo cual es una forma de estar menos solo
y de quedarse más a gusto.
Leyendo ‘El
asesino hipocondríaco’ nos damos cuenta de que los escritores, al menos los que
aparecen en la novela, tienen alguna tecla que desafina, ¿no?
Todas las anécdotas que cuenta la novela son
ciertas, reales. Lo primero que tenemos que pensar es hasta qué punto los
escritores no estamos un poco tocados del ala. Es cierto que hay que tener una
visión especial, un espíritu sensible para ver la realidad con todos sus
matices. Pero también es verdad, que los grandes autores han pasado mucho tiempo solos, sin tomarse copas con los
amigos. Esa soledad, esa falta de vida social, probablemente fue lo que
permitió que estos hombres dejasen su legado a la Humanidad. Si miramos a los
escritores de hoy, también encontramos personalidades muy excéntricas por lo
que se sigue cumpliendo este estereotipo de tipos “especiales”. Lo que ocurre
es que no se sabe hasta mucho tiempo después, cuando empiezan a aflorar los
trapos sucios.
“No me queda más que un día de vida”. Esta es la frase que el señor Y dice al principio de la novela. El
hecho de que un asesino profesional piense continuamente que se va a morir en veinticuatro
horas como máximo debe producir mucho estrés.
[Risas] Sí, lo que ocurre es que todo el
estrés es suyo [más risas]. El cronómetro está puesto en marcha desde la
primera página. El señor Y cree saber que se va a morir pero como no lo
consigue eso le hace sentirse mal en muchos momentos. Mi intención era que ese
estrés contribuyera a crear tensión en la novela.
El señor Y es tan
meticuloso y cumplidor, que lleva un año y dos meses persiguiendo a su víctima
sin matarla. La pregunta surge sola: ¿de qué vive?
Bueno, le pagaron por adelantado [Risas]. Se
supone que no tiene mucho poder adquisitivo, pero vive en un apartamento muy
pequeño, cuya ubicación exacta desconocemos, aunque sospechamos que se trata de
un barrio popular de Madrid. El que vive en el Barrio de Salamanca es Blaisten,
el rico. El señor Y tiene unos gastos mínimos y es muy frugal en sus comidas.
Por todo lo que
hablabas antes acerca de los “amigos” del señor Y, ‘El asesino hipocondríaco’
tiene también un carácter didáctico, ¿fue algo premeditado?
Nunca me lo planteé. Vi que ahí había
material literario porque era consciente de que muchos genios de la Humanidad
presentaban personalidades excéntricas y que era algo que no se había trabajado
desde el punto de vista de la ficción. Busqué pistas sobre todos ellos y las
utilicé, pero no me planteé, como digo, esa parte más didáctica que, además,
puede atraer a un determinado tipo de lectores. En principio se trataba solo de
una ilustración lúdica sin más.
La última: la
portada del libro, obra del dibujante argentino Santiago Caruso, es espléndida,
¿cómo la localizaste?
La historia de la portada es curiosa. La
encontró un portadista de la editorial que se llama Ferran López que buscaba
imágenes por Internet. Yo ya le había suministrado varios dibujos para que se
hiciese una idea de lo que a mí me gustaba
y él, por su cuenta, se leyó el libro para ambientarse mejor. Después
contactó con Santiago Caruso y cuando la portada estuvo lista la modificó ligeramente
para adecuarla con el contenido de la novela.
Sobre Juan Jacinto Muñoz Rengel
Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974), doctor en Filosofía, ha colaborado en publicaciones tales como ‘Anthropos,’ ‘Ínsula’, ‘Clarín’ o el diario ‘El País’. Su trayectoria como escritor de relato corto viene avalada por más de cincuenta premios nacionales e internacionales. Su obra ha sido transcrita al braille, al inglés y al ruso. Actualmente dirige el programa ’Literatura en breve’ (Radio 5), conduce la sección de relato de ‘El ojo crítico’ (Radio Nacional de España) y es profesor de la escuela de escritura Fuentetaja de Madrid.
Es autor de los libros ‘De mecánica y alquimia’ (2009), Premio Ignotus al mejor libro de cuentos del año y finalista del Premio Setenil, y ’88 Mill Lane’ (2006). Ha coordinado y prologado las antologías de narrativa breve ‘Perturbaciones’ y ‘Ficción Sur’. También ha sido incluido en dos antologías de referencia de su generación: ‘Pequeñas resistencias’ y ‘Siglo XXI’. Acaba de publicar ‘El asesino hipocondríaco’,editado por Plaza&Janés.
Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974), doctor en Filosofía, ha colaborado en publicaciones tales como ‘Anthropos,’ ‘Ínsula’, ‘Clarín’ o el diario ‘El País’. Su trayectoria como escritor de relato corto viene avalada por más de cincuenta premios nacionales e internacionales. Su obra ha sido transcrita al braille, al inglés y al ruso. Actualmente dirige el programa ’Literatura en breve’ (Radio 5), conduce la sección de relato de ‘El ojo crítico’ (Radio Nacional de España) y es profesor de la escuela de escritura Fuentetaja de Madrid.
Es autor de los libros ‘De mecánica y alquimia’ (2009), Premio Ignotus al mejor libro de cuentos del año y finalista del Premio Setenil, y ’88 Mill Lane’ (2006). Ha coordinado y prologado las antologías de narrativa breve ‘Perturbaciones’ y ‘Ficción Sur’. También ha sido incluido en dos antologías de referencia de su generación: ‘Pequeñas resistencias’ y ‘Siglo XXI’. Acaba de publicar ‘El asesino hipocondríaco’,editado por Plaza&Janés.