Jorge Zepeda Patterson es uno de
esos tipos que tiene una entrevista. Se nota a la legua. Y además guarda
muchas cosas que contar. Seguro. Zepeda ha ganado este año el Premio Planeta,
primer escritor mexicano que lo consigue, con su novela titulada ‘Milena o el
fémur más bello del mundo’, un atractivo relato negro sobre la trata de blancas
y la corrupción que lo envuelve todo. La protagonista principal de la novela es
Milena, una joven croata cuya extraordinaria belleza fue también la causa de su
perdición. Convertida en esclava sexual desde la adolescencia, intentará huir
al morir su protector, un magnate de la comunicación que sufre un fallo
cardíaco mientras hacía el amor con ella. En su angustiosa fuga, se cruza con
los Azules, un trío de justicieros formado por el periodista Tomás Arizmendi,
la política Amelia Navarro y el especialista de alga seguridad Jaime Lemus.
Ellos desean liberarla, pero Milena guarda con recelo un espinoso misterio que
atesora en su libreta negra y que supone su salvación y, sobre todo, su
venganza. El hall que hace de cafetería o la cafetería que hace de hall en el
Hotel Melià de Valencia, nunca lo tengo claro del todo, fue testigo mudo y
paciente de nuestra conversación sobre el Premio Planeta, México y la
corrupción. De Valencia no pudimos hablar porque. Sólo pude verla de pasada y regresamos en tren esta misma noche”, explicó.
Jorge, tienes apellido santo. Santa Teresa de Jesús igualmente se
llamaba Cepeda, pero ella lo escribía con la letra ce y también era escritora.
Tú has pasado del periodismo a la ficción, ¿qué te ha movido a hacerlo?
Este salto tiene mucho que ver
con mi devoción hacia la novela como lector. Antes de reconocerme como periodista
o economista, me defino más bien como lector. Muchos de los mejores ratos de mi
vida los he pasado frente a un libro abierto. Esta circunstancia ha generado en
mí el deseo, que muchos tenemos, de efectuar una incursión en la literatura,
especialmente en la novela, y satisfacer las autoexigencias que me impongo como
lector. Como escritor mi intención no era escribir una obra de denuncia, sino
verosímil, una narración que cumpliese con los códigos literarios básicos y que
versara sobre cosas que conozco.
Dejando a un lado el suculento importe del premio, ¿por qué es
importante para ti haber ganado el Planeta? ¿Te va a cambiar la vida?
En mi país no alcanza tanta difusión,
pero estoy empezando a intuir lo que significa el Premio Planeta.
Evidentemente, ganar este galardón supone una plataforma de proyección para
países que no me conocen y, además, me ofrece la posibilidad de convertir en
realidad el anhelo de todo escritor, que no es otro que conectar a sus
personajes con los lectores. Para esto último, el Planeta es perfecto.
¿Cómo ha sido acogida la concesión de tu premio en México?
Salvo por los cuatro envidiosos
que existen en todas partes, la acogida ha funcionado extraordinariamente bien.
De alguna forma fue una noticia muy celebrada, porque cierra una omisión muy
larga, ya que nunca antes lo había ganado ningún mexicano.
He leído en alguna revista que te has comparado con el fallecido Stieg
Larsson, ¿qué elementos encuentra en común Jorge Zepeda con el fallecido escritor
sueco?
Muchos en el sentido de que ambos
venimos del mismo oficio: los dos somos periodistas. Él habla mediante
personajes extraídos a través de su propia experiencia, mientras que yo trato
de construir una trama trepidante y de acción utilizando tipos que tienen una cierta
profundidad psicológica. Al igual que Larsson, en mi escritura también hay una
preocupación por el entorno social, en su caso el machismo y el fascismo, en el
mío la corrupción y el crimen organizado. La diferencia sustancial entre
nosotros reside en que a mí me interesaba mucho introducir algo más de humor,
ausente en las novelas nórdicas, y en inclusión en el texto de aspectos más
sensitivos, como el gusto por la comida o la bebida. Soy muy fiel a nuestra
tradición latinoamericana, que no admitiría personajes que resistiesen más de
dos o tres semanas alejados de estos últimos elementos.
Como Larsson y diciéndolo de un modo suave, ¿en tu país también eres
reconocido como un periodista “incómodo”?
En México yo soy un sujeto
sumamente incómodo. Dirijo un periódico digital que se llama ,mx>, líder en noticias sobre delincuencia en mi país. Recientemente
estamos recibiendo acometidas en nuestras oficinas, sin ir más lejos la semana
pasada un ataque digital nos dejó fuera de combate durante varios días.
La acción de ‘Milena o el fémur más bello del mundo’ arranca el 6 de
noviembre de 2014, es decir, ahora mismo, una fecha posterior a la de la
entrega del Premio Planeta. Los que la leemos ahora tenemos la sensación de
vivir dos momentos contemporáneos iguales, pero distintos.
Cuando la escribí no tenía ni la
menor idea de los tiempos, sólo sabía que el Planeta se fallaba el quince de
octubre. Participar en un premio como este, en el que toman parte medio millar
de novelas, es como tirar al mar un mensaje dentro de una botella y olvidarse o
como comprar un billete de lotería. En ambos casos lo más probable es que no te
toque. Me interesaba mucho escribirla en tiempo real, ya me pasó en ‘Los
corruptores’, y quise hacerlo igual porque la novela tiene un correlato con el
gobierno priísta de México, que lleva dos años en el poder, como le ocurre a mi
presidente de ficción. Con todo ello busco que el lector lea el libro
percibiendo que lo hace en tiempo real: en la novela, territorio de ficción, se
habla de corrupción y en los periódicos, territorio real, también.
Generalmente en las novelas policiales hay algo que se convierte en el
centro del conflicto. En ‘Milena o el fémur más bello del mundo’, es una
libreta negra, ¿qué hay en esa libreta?
La libreta guarda secretos
explosivos de los hombres de poder por los que Milena es forzada a mantener
sexo. Ella se da cuenta de que ahí puede estar la clave no sólo para escapar,
sino también para tomar venganza de sus enemigos.
No te lo he preguntado hasta ahora, ¿el relato está basado en un hecho
real?
La novela es una mezcla de varias
cosas. En una casa de acogida, conocí a una mujer venezolana bellísima, que
había sido golpeada de manera brutal. Tenía una hermosura que quitaba el
aliento y me hice la reflexión de que recibir este don de la belleza justamente
había sido la causa de su tragedia, de su condena. Si hubiera sido menos
bonita, no tendría esos problemas y hubiera vivido feliz. Todo esto constituía
una imagen muy poderosa sobre la que fui construyendo el libro. Aquella mujer
se encarnó en Milena, un personaje que termina convirtiéndose en una especie de
Nikita para vengarse de los tipos que la maltrataron y secuestraron.
Lo has dicho antes: el humor está presente en la novela. En la página
180 leemos lo siguiente: “Senador
corrupto que se ufanaba en lograr una erección plena y poder correrse mientras
citaba de memoria artículos de la constitución”, ¿para eso han quedado nuestras
cartas magnas?
[Risas]. No sé si literalmente
ocurre esto, pero es evidente que para muchos hombres y mujeres adscritos al
poder político, las leyes sólo sirven para pasárselas por el arco del triunfo
[nuevas risas].
Los azules, Tomás, Amelia y Jaime, son un grupo de cuatro amigos que ya
aparecían en ‘Los corruptores’, ¿se van a convertir en serie?
Las cosas han ido así. Pensé que ‘Los
corruptores’ sería una novela única, pero tuvo muy buena acogida de ventas y
críticas. Me gustó la experiencia y decidí escribir una segunda entrega. No
podía renunciar a los Azules, porque viven una dinámica grupal muy interesante.
Tomás y Jaime están enamorados de Amelia y eso genera una tensión latente entre ellos. Ahora que he terminado la
segunda parte, he pensado que probablemente habrá una tercera.
‘Milena…’ trata también de la corrupción. En 1992 visité su país. Nos acompañó
un guía que nos explicó que en México, durante el primer año, el presidente
toma posesión; en el segundo y tercero, gobierna; en el cuarto se enriquece; en
el quinto prepara su fuga y en el sexto, huye. ¿Este análisis tan somero es
cierto? ¿Sigue todo igual?
[Risas]. Aunque el planteamiento
es telegráfico, no está nada mal. En México, el periodo de mandato presidencial
son seis años, pero lo cierto es que a partir del cuarto el poder del
presidente decrece muchísimo, porque, como no hay reelección, el presidente
sabe que no va a seguir y el ambiente político, a partir de este momento,
empieza a respirar la sucesión y la “corte” se desplaza hacia otro lugar puesto
que ya hay nuevos candidatos a la vista. Por otro lado, la oposición deja de
hacerle el caldo gordo al presidente y no le consiente ni una. Ciertamente, ese
análisis es muy acertado.
Parecía que la corrupción era un fenómeno instalado en la América
Latina, la famosa mordida. Ahora la vivimos acá, a este lado del Atlántico. ¿La
importamos nosotros con el Descubrimiento y ahora nos la están devolviendo o
estamos ante un fenómeno universal?
Cabalmente, creo que ni la llevaron, ni la estamos devolviendo. En ese
asunto cada uno hace su aporte estructural. Ni siquiera pienso que tenga relación
con un gen de nuestro adn del que carezcan los nórdicos. A mí me parece que la
condición humana es falible y se corrompe donde puede hacerlo impunemente. Tiene
que ver con un tejido social vinculado a un estado de derecho subsumido o no. Está
documentado que empresas alemanas o suizas llegan a América Latina y entran a
la corrupción, porque allí hacen lo que en su país no pueden. Creo que este
fenómeno se debe más a una insuficiencia en la fortaleza del estado de derecho
que a una cuestión cultural.
¿La corrupción está generando una elite interconectada a nivel mundial?
Creo que están sucediendo dos
cosas no necesariamente concatenadas. Una, que el crimen organizado opera a
nivel planetario y trasciende los alcances de los estados nacionales. Eso lo
vemos claramente en el lavado de dinero y el tráfico de drogas: mafias
colombianas y mexicanas, que cooperan con mafias italianas para introducir
droga en Europa, o mafias rusas, que operan con mafias rumanas en el tráfico de
mujeres. Y dos, yo diría que la globalización también ha instalado una especie
de cultura muy mercantil, que tiene que ver con el éxito rápido, con el
desmonte de los códigos éticos tradicionales del servicio público, vinculados
al respeto, a la austeridad y al decoro, que hoy casi son considerados como un
fracaso. Rasgos como el cinismo, el enriquecimiento veloz o el oportunismo se
consideran como virtudes y esta idea se está imponiendo entre todas las elites
del mundo. El caso más preclaro lo tenemos en Italia, donde se eligió
presidente a un tipo ilegal, pero al que la gente aceptaba porque era el
italiano más rico del país, lo cual, a pesar de la contradicción, representaba
un valor.
Soy periodista hasta que me
muera, forma parte de mi piel, y voy a alternar periodismo con ficción. La escritura de estas dos novelas me ha
modificado. No es posible tocar estos temas y salir indemne. Nada se parece a
escribir ficción y mientras pueda hacerlo, de modo más o menos digno, lo
seguiré haciendo.
SOBRE JORGE ZEPEDA
Jorge Zepeda Patterson (Mazatlán, Sinaloa (México), 1952), economista y sociólogo, hizo maestría en la Flacso (Facultad Latinoamericana de CienciasSociales) y estudios de doctorado en Ciencia Política en la Sorbona de París. Fundó y dirigió la revista ‘Día Siete’ y es analista en radio, televisión y prensa escrita. Su columna dominical aparece en veinte diarios de México, y todos los jueves ‘El País’ publica en la edición para América su columna ‘Pensándolo bien’. Fue director fundador de los diarios ‘Siglo 21’ y ‘Público’ en Guadalajara y director de ‘El Universal’. En 1999 obtuvo el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia. Dirige el diario digital . Autor y coautor de media docena de libros de análisis, entre otros: ‘Los amos de México’ (Planeta, 2007) y ‘Los suspirantes’ (Planeta, 2012). Su última novela publicada fue ‘Los corruptores’ (Destino, 2013), con la que alcanzó el éxito en nuestro país y resultó finalista del Premio Dashiell Hammet.
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