Pocas veces se entrevista a una persona tan entrañable como
Peridis. Es un auténtico gozo conversar con él, oír sus historias sobre la Edad
Media, ese tiempo, brumoso y frío, que para él significa todo lo contrario, una
época luminosa como las vidrieras prolongadas y brillantes de las catedrales,
cuyas alturas intentaban acariciar el cielo. El Medievo es un territorio que Peridis
domina en todas sus vertientes: arquitectura, música, vida cotidiana, reyes,
reinas, súbditos, vasallos, cristianos o moros y del que habla con propiedad
porque “he trabajado con canteros,
carpinteros y artesanos, he reconstruido templos y claustros y todo eso me ha
proporcionado una enorme experiencia”. Este polifacético artista acaba de
publicar ‘Esperando al rey’, obra con la que ha obtenido el Premio de Novela
Histórica Alfonso X El Sabio, una trama que arranca en Valladolid en el año
1155, cuando Alfonso VII, el emperador, reúne a su corte para comunicar una
decisión trascendental. A su muerte, el reino quedará dividido: Sancho, su
primogénito, reflexivo y débil, heredará Castilla, mientras que Fernando, su
impulsivo hijo menor, ceñirá la corona de León. Sobre la novela y otros
pormenores medievales, anduve de conversación con Peridis en la sobremesa del
último jueves de octubre, un mes ciertamente nada otoñal este año.
Para mí es interesante por todo. Primero, porque significa
una buena promoción del libro y segundo, porque es el reconocimiento a la labor
desarrollada. El hecho de que en mi primera novela me hayan concedido el Premio
de Novela Histórica Alfonso X ha sido como una carambola y he tenido la misma
sensación que cuando ingresé en la Escuela de Arquitectura, cuando percibí que
había superado una criba para acceder a la carrera. A mi edad, además, estas
cosas se agradecen mucho.
¿Cómo surge la idea de
escribir esta novela?
La verdad es que me lo han pedido los propios personajes, que
me hablaban para recordarme que había reconstruido sus catedrales, sus
vidrieras rotas y sus claustros arruinados, y me pedían que les diera un poco
de vidilla. Peridis, resucítanos, me
decían. Así que eso he hecho utilizando ahora la palabra escrita. Esta es la
novela histórica que me gusta escribir, la que está pegada a la Historia, llena
de sentimientos, de pasiones y de luz.
¿Es bueno conocer nuestra
Historia a través de la literatura?
La Historia es muy pesada y, además, en esta época medieval
todos los reyes se llamaban Fernando, Alfonso o Sancho y las reinas, Urraca,
Teresa o Sancha y al final eso es un lío, porque no sabes si estás con Alfonso
VI, el del Cid Campeador, o con Alfonso VIII, que es el de la batalla de las
Navas de Tolosa. Una novela histórica sirve para entender esta época, que
muchos consideran oscura, aunque para mí es luminosa porque no podemos decir
que sea oscuro un tiempo en el que se construyeron catedrales góticas llenas de
luz. Es cierto que se mataban por poco, que no vivían muchos años y que
carecían de Seguridad Social, pero también es verdad que tenían el canto
gregoriano y las catedrales y no podemos olvidar que gracias a ellos hoy
estamos nosotros aquí.
Eres dibujante de tiras
cómico-políticas, arquitecto y escritor, ¿lo tuyo es crear?
Soy un culo inquieto, lo mío es la inquietud. Mi padre decía
aquello de “hombre de muchos oficios,
pobre seguro”. Y en mi vida he trabajado de muchas cosas de modo
escalonado. Empecé en la Editorial Magisterio Español, figúrate, que tenía la
oficina en la esquina de la calle Quevedo con la de Cervantes y frente a la
casa donde vivió Lope de Vega. Por fuerza algo se me tenía que pegar de todo
esto. Algunas personas nacen para genios y yo he tenido la suerte de no nacer
genio, sino polivalente. Soy como los ratones que salen por distintos agujeros
para ver las distintas habitaciones de la vida.
El arquitecto, a través
de los capiteles, narraba historias, bíblicas y profanas, ¿a su manera el
arquitecto era un escritor?
Absolutamente, sí, lo eran los arquitectos y también los
obispos, porque dicen que una catedral es la Biblia de piedra. Pero en realidad
es más que la Biblia porque en ella se narraban igualmente fragmentos
fantásticos y de la vida cotidiana y nos podemos encontrar con dragones y
arpías. Era una época en la que se juntaba lo sagrado con lo profano, lo
geométrico con lo vegetal… En San Isidoro de León, junto a la Natividad de
Cristo, observamos todas las faenas agrícolas que se desarrollaban a lo largo
del año. El mismo arte románico es un gran documento gráfico, porque reflejaba
qué preocupaba a la gente de entonces y cómo vivía.
Pocos escritores
escriben un libro y, además, dibujan las ilustraciones, ¿has experimentado
alguna sensación especial al ser el autor de todo?
Siento que era mi obligación hacerlo. Si estuviera tan bien
escrito como dibujado sería ya un gozo tremendo y, a lo mejor y de paso, le
mojo la oreja a más de uno que escribe y escribe y escribe y vende mucho, pero
no dibuja. Yo lo he hecho todo y creo que es un buen regalo para el lector.
‘Esperando al rey’ es
una novela con sentido del humor, muy didáctica, de la que se aprenden cosas,
¿la has escrito animado por la máxima de Horacio de “instruir deleitando”?
Mi objetivo era deleitar aprovechando. Para escribirla me lo
he tenido que pasar muy bien y creo que eso se nota en la novela. Tiene sentido
del humor, pero no es descarado, y subyace una visión distanciada, no
rencorosa, con cierta ternura sin caer en la blandura. Seguro que si alguna
persona la dedica un tiempo a su lectura aprenderá alguna cosa nueva.
Has narrado en tercera
persona, la voz que permite un mayor distanciamiento al escritor, la pregunta
es: ¿dónde se esconde Peridis en este llibro?
Bueno, entre otros personajes creo que estoy en el Maestro
Mateo y, probablemente, también en el cardenal Jacinto Bobone y en el texto a
través de los sentimientos y de las palabras. Algunas personas me dicen que, al
leerla, tenían la sensación de que mi voz se la estaba contando al oído. He
utilizado un castellano bastante correcto y también sencillo, no olvides que vengo
de Palencia y allí se habla un buen castellano.
A la hora de escribir
una novela histórica, siempre hay que elegir entre lenguaje antiguo y moderno o
una mezcla. ¿Qué has hecho tú?
Es difícil escribir una novela así porque hay que encontrar
el tono adecuado, con el agravante de que ‘Esperando al rey’ tiene humor. Es
necesario introducirse en la mentalidad de los personajes, conocer el
tratamiento que se empleaba entonces y luego ponerte en su pellejo. He manejado
muchos lenguajes porque un religioso no habla igual si es un clérigo que si es
un cardenal, ni un rey hace lo propio en público o en la intimidad. Para
escribir la novela me han ayudado mucho la tira diaria de El País y la
arquitectura. No habría podido hacerlo sin dibujar la tira durante tantos años,
a base de diálogos pequeños e ingeniosos sobre el trasfondo de la lucha por el
poder. Cada capítulo de la novela es como una superviñeta, con planteamiento,
nudo y desenlace. La arquitectura me ha servido para construir el armazón de la
obra. He procurado ser funcional en el sentido arquitectónico del término,
suprimiendo más de ciento cincuenta páginas para ver que todo encajaba y
conseguir que el lector circulase fácilmente por el texto, sin perderse.
Uno de los objetivos de
‘Esperando al rey’ es hablar de la vida de la gente sencilla en la Edad Media,
¿te ha resultado fácil documentarte para ello?
Hay suficientes libros para conocer la vida cotidiana
medieval, que está muy estudiada. Se han impartido muchos cursos y seminarios y
dispongo de la documentación que se utiliza en ellos. Yo puse en marcha la
Fundación de Santa María la Mayor, desde la que estamos escribiendo una
Historia del Románico en sesenta y cuatro volúmenes. Cada vez que el rey
viajaba, efectuaba donaciones a los monasterios que visitaba y gracias a eso
sabemos sus itinerarios y dónde se encontraba en cada momento. Afortunadamente,
conozco muy bien todos esos sitios porque son mi tierra y los he podido
frecuentar a menudo. Además he reconstruido templos y en su momento tuve que
buscar las piedras y los materiales necesarios para ello. Todo ese bagaje me ha
proporcionado muchas vivencias que me han permitido escribir ‘Esperando al rey’.
La importancia de la
mujer en la Edad Media también se trata en la novela, pero ¿esa importancia se
le reconoce desde siempre o sólo desde nuestros días?
En la Edad Media existía un reconocimiento muy importante de
las reinas. Ellas acompañaban al monarca a todos los sitios y constaban en los
documentos oficiales. Tanto reinas como canteros son los grandes olvidados en
la mayor parte de series y novelas históricas y eso no debe ser así. El rey
llevaba consigo su corte itinerante y se marchaba de guerra o de caza, pero en
la retaguardia permanecía la reina, que era la consejera y la paridora de
hijos, la que manejaba el patrimonio, los hilos de la trastienda y tenía un
gran poder.
El gran emperador, Federico Barbarroja, estaba entonces en
Alemania. A Alfonso VII se le daba este título, emperador de Hispania tota, porque los reinos de
España eran súbditos suyos. Él era rey de Galicia y de Castilla y León y el
resto de territorios, Navarra, Aragón e incluso algunos reinos moros que le
pagaban tributos para que no les hiciese la guerra, eran sus vasallos. Se
afirma que, cuando le coronaron, todos los reyes de España, incluido Ramón
Belenguer, eran sus servidores. Hay un pasaje de la novela, en el que los
nobles firman un documento en el que consta que Alfonso VII era considerado
como el Rex hispaniorum.
Acabamos por hoy:
¿escribirá Peridis más novelas?
Sí, de hecho ya estoy trabajando en otra nueva, también
histórica.
SOBRE JOSÉ MARÍA PÉREZ, PERIDIS
José María Pérez González (Cabezón de Liébana, Cantabria, 1941), más conocido como Peridis, es arquitecto y dibujante. Ha publicado diversos libros sobre humor y sátira política. En TVE ha presentado y dirigido ‘Las claves del románico’. Colabora habitualmente con sus viñetas en el diario ‘El País’ y es presidente de la Fundación Santa María la Real. En 2012 publicó su anterior título, ‘La luz y el misterio de las catedrales’.