Un nutrido grupo de lectores
aguardaba a Sandra Barneda a las puertas de un conocido centro comercial de
Valencia, para departir unos instantes con ella y llevarse cualquiera de sus
libros firmados, especialmente el último de ellos, ‘La tierra de las mujeres’,
editado por Suma de Letras, en el que la escritora barcelonesa nos habla de
Gala Marlborough, una mujer que vive con sus hijas Kate y Adele y que viaja a
un pequeño pueblo del Ampurdán para cobrar la herencia de un familiar
desconocido y regresar después a Nueva York. Sin embargo, esta visita sacará a
la superficie un puñado de mentiras y secretos olvidados que hará cambiar su
actitud.
Sandra,
después de publicar tu primera novela, ¿tenías claros los conceptos que ibas a
manejar en ‘La tierra de las mujeres’?
Sí, desde el principio sabía
que quería escribir una tetralogía basada en los cuatro elementos de la vida:
aire, tierra, agua y fuego. Si ‘Reír al viento’ era una locura, un viaje
tangencial en el que la protagonista se perdía para encontrarse, en ‘La tierra
de las mujeres’ el viaje se dirige a las raíces, a la familia, a esas mochilas
que cargamos y que, quizá, no son nuestras. Esta novela es un homenaje a las
abuelas, que son las grandes valedoras de la tierra en sí mismas.
Estos
viajes son transformadores porque las protagonistas ignoran a dónde les van a
conducir.
En efecto, son viajes en los
que a las protagonistas les sucede algo que les cambia. Para mí la vida es una
continua transformación más o menos consciente y estas cuatro historias son
como pequeñas crisis que te indican que has de modificar algo en tu camino.
Hablabas
antes de las abuelas, por su propia naturaleza las abuelas se insertan siempre
en tiempos modernos, ¿la modernidad es respetuosa con ellas?
Bueno, el intento de la
modernidad por devorar todo lo antiguo siempre ha estado presente, al menos
desde que yo nací en 1975. Entonces no había internet, ni video, ni móviles. En
estos años se ha producido la vorágine de que lo moderno es lo in y que lo demás es caduco. Esta
dicotomía hace que exista gente que puede vivir con ello y gente que desecha lo
antiguo y se queda con lo moderno. Yo creo en la convivencia, no sé porqué hay
que cargárselo todo, en especial aquello que perdura justo porque está bien. Lo
moderno y lo antiguo han de convertirse en un baluarte para nuestras propias
tradiciones y ancestros. No podemos olvidar todo lo que los antiguos hicieron
para que pudiera llegar esta modernidad.
Continuamos
con esta dicotomía, ¿resulta simplista pensar que lo moderno habita
determinados barrios de las grandes ciudades y que lo antiguo se encaja en las
zonas rurales?
Creo que sí, precisamente en
‘La tierra de las mujeres’, las abuelas, la gente mayor, se afirma que son más
abiertas de mente que sus hijos, que están más presos del convencionalismo
mental. De hecho, los jóvenes hablan con sus abuelas porque conectan más y
mejor con ellas que con sus padres. De todos modos es una cuestión que depende
de una misma.
Tras
el éxito alcanzado con la primera novela, ¿publicar la segunda producía una
cierta sensación de vértigo?
Fíjate, mi editor al leer
esta segunda novela me dijo que era el libro que yo siempre había querido
escribir y lo cierto es que no me entró vértigo, ni me bloqueé mientras lo
escribía. Tenía claro que algún día escribiría sobre abuelas y abuelos, que son
seres maltratados por la sociedad y con los que a mí me gusta hablar. Sin
embargo, al acabarla sí que experimenté una cierta sensación de vacío.
En
tu caso, ¿la literatura tiene algo de terapéutico, de huida o de refugio ante el
reconocimiento y la presión que proporciona la televisión?
Escribir es algo totalmente
terapéutico para mí. Me aleja, me permite construir mi mundo ideal y mostrar
cómo me gustaría que nos viéramos todos. Mis personajes son muy humanos, tienen
su lado claro y su lado oscuro, lo que les convierte en seres interesantes, a
pesar de que poseen una mirada de la vida muy inocente y llena de ilusión hacia
el mundo, quizá un poco naíf en el fondo.
Tu
anterior novela la narraste en primera persona, ¿por qué has escogido la
tercera para ‘La tierra de las mujeres’?
Soy una persona de retos.
Para ‘Reír al viento’, la primera persona me resultaba más cómoda, porque la
tercera requiere una complejidad y una riqueza mayores y precisamente ahora me
apetecía afrontar este reto. También en esta novela hay muchos más personajes
que en la anterior. En la próxima, la que se refiere al elemento agua, el desafío
será trasladarme a otra época.
‘La
tierra de las mujeres’ habla de un viaje físico, ¿es también un viaje interior?
Sí, me gusta que los
lectores viajen también hacia el juego que les propongo en el libro. De
adolescente me atrapaban mucho aquellas novelas que ofrecían varios finales
para que tú eligieras uno, algo que me parecía un trabajo literario enorme.
Esas lecturas te permitían participar en ellas y te convertían en el protagonista
del viaje que planteaba el libro.
El
escritor Jordi Llobregat decía el otro día que nunca había sentido atracción
por Barcelona hasta que, una vez muerta su madre, la visitó de nuevo y entonces
la ciudad se la devolvió a través de los olores y las palabras, ¿le ocurre algo
parecido a Gala en La Muga?
Gala se reconcilia sobre
todo con una parte que desconoce, que es la tierra de su padre, que murió
cuando ella tenía cinco años y no recuerda. Ella se reencuentra, se reconoce un
poco más a través de esa tierra, porque procede de una familia privilegiada,
anclada en la tradición, en el clasismo y en la importancia de aparentar. Como
mujer se ha criado así y cría a sus hijas de igual manera, con esos barrotes,
ignorando si son barrotes aprendidos o desconocidos para ella. En su interior
se libra una lucha complicada para cualquier persona.
¿El
concepto de familia se ha diluido mucho actualmente?
Nos digan lo que nos digan,
creo que la familia no se ha perdido. Hay cosas que llevamos muy dentro de nosotros
y el cordón umbilical, aunque lo cortemos, continúa ahí. La familia que tú
tienes, como la que adoptas a lo largo de la vida, que son tus grandes amigos, pesan
mucho y son muy importantes. Por muy modernos que seamos, somos tribu también.
La
última por esta vez: ¿con el amor nos ocurre todo lo contrario que con la
familia, que nos viene impuesta al nacer? ¿Lo elegimos nosotros?
Quiero creer que elegimos a
las personas no en beneficio inmediato, que enseguida lo obtenemos, sino para
un beneficio más longevo. A lo largo del tiempo encuentras personas, vives
historias de amor y descubres por qué surge cada una de ellas en un momento
determinado, hasta que tropiezas con alguien para recorrer el camino
definitivo. Hay quienes solo necesitan una persona, gente afortunada, y otras
que precisan caminar junto a varias. Si te quieres poco en tu deambular
tropiezas con muchos cazurros y cazurras, pero si te quieres mucho el
estereotipo que buscas cambia. Cuanto más te quieres más estimulas el amor hacia
el otro. Si no te quieres, amas a cualquiera y a cualquier precio.
Herme Cerezo
SOBRE SANDRA BARNEDA
Sandra Barneda (Barcelona, 1975) es periodista, presentadora de televisión y escritora. Licenciada en periodismo, ha trabajado en Catalunya Ràdio, COM Ràdio, RNE4 Catalunya, TVE Catalunya, Antena 3, Telemadrid, 8TV, La 2 y Telecinco; es también productora ejecutiva de Desalmados Producciones, S.L. y ha colaborado con artículos en Smoda de El País, El Periódico de Catalunya, Elle y Zero. Viajera incondicional, ha vivido en Los Ángeles y Nueva York. Actualmente es la presentadora del programa ‘Un tiempo nuevo’. Como escritora ha publicado dos novelas: ‘Reír al viento’ y ‘La tierra de las mujeres’, así como el libro ‘Cómo construir una superheroína’.
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