Muchos de los que ya peinamos más canas que
pelo, aprendimos a escribir, sumar, restar,
multiplicar, dividir e incluso dibujar, gracias a unos cuadernos que,
mediante sus sencillos ejercicios, nos introdujeron poco a poco, sin ruido, en
el mundo de los números y las letras. Los ejercicios, claro, los hacíamos en
clase y también en casa, acompañados de un bocata de pan y chocolate o con
mantequilla de tres sabores, que entonces se puso de moda. Seguramente, los más
avispados o de mejor memoria adivinaron ya que hablo de los Cuadernos Rubio.
Unos eran verdes, los que ejercitaban la caligrafía, y otros amarillos, los que
afilaban la mente mediante cuentas y problemas matemáticos. Unos y otros se
imprimían en Beniparrell, pueblo cercano a Valencia, y los editaba una empresa
que tenía su sede en el número 16 de la calle Pedro III el Grande de la capital
del Túria.
RAMÓN RUBIO
SILVESTRE, UN APASIONADO DE LA ENSEÑANZA
Detrás de estas direcciones, se escondía la
mente inquieta de Ramón Rubio Silvestre (Tarragona, 1924-Valencia 2001), un
empleado del Banco de Aragón, que simultaneaba su quehacer bancario con la enseñanza
en la Academia Rubio de la calle Taquígrafo Martí también de Valencia. Todo
quedaba en casa. Por supuesto, ninguno imaginaba que el señor Rubio, al que
probablemente muchos creíamos un seudónimo, vivía muy próximo a nosotros, en
nuestra misma ciudad.
«Mi padre era un apasionado de la docencia,
lo llevaba en la sangre y conseguía que a la gente le resultase ameno algo tan
aburrido como la contabilidad. Inventaba problemas y trabalenguas que utilizaba
en clase. En un momento dado y para economizar tiempo, concibió un sistema de
fichas que entregaba a sus alumnos para que adelantasen el trabajo en casa,
mientras él explicaba nuevos conceptos en el aula». Quien así habla es Enrique
Rubio (Valencia, 1959), el mayor de los tres hijos de Ramón, la persona que
actualmente dirige Cuadernos Rubio.
Pero los inicios fueron duros. Además del
banco y de la academia, Ramón Rubio se ocupaba de dar a conocer su propio
producto. «En verano hacíamos viajes para promocionar los cuadernos. Iba toda
la familia. Mi madre y nosotros nos quedábamos en un hotel y mi padre se
marchaba a venderlos. Solo visitaba los colegios religiosos, que eran los
únicos que permanecían abiertos en julio y agosto, ya que los curas vivían allí
todo el año». Viajaba por España entera, pero pronto se dio cuenta de que no
podía llegar a todas partes, así que «contrató a una persona como comercial.
Este hombre consiguió colocar el material en muchos centros, pero de repente
desapareció y le dejó colgado con una deuda de doscientas mil pesetas de
entonces, que era mucho dinero. Sin embargo, como en la contraportada de los
cuadernos figuraba la dirección de la empresa, a mi padre comenzaron a lloverle
los pedidos y las ventas se dispararon. Tanto fue así, que estuvo buscando al
viajante para darle las gracias por su trabajo, pero no consiguió localizarlo».
EL MÉTODO RUBIO
Ahora todo el mundo conoce el Método Rubio de
aprendizaje de escritura y cálculo, pero uno se pregunta si es que antiguamente
estas disciplinas se enseñaban con tiza, pizarra, buena letra y mejor voluntad,
sin más herramientas auxiliares. Enrique lo aclara fácilmente: «No, antes ya
había cuadernos similares de otras editoriales, lo que ocurrió es que mi padre
consiguió popularizar su uso, introducirlos en el sistema educativo español y
convertirlos en los más famosos. En los años ochenta llegamos a vender diez
millones de ejemplares anuales». A lo largo de toda su historia, se han vendido
unos trescientos millones de ejemplares aproximadamente y, a fecha de hoy, la producción anual se
cifra en cuatro millones. «Él éxito de nuestra empresa que, en contra de lo que
muchos puedan pensar, es muy pequeña, radica en que vendemos muy barato.
Ganamos dinero por el número de ventas, no porque el beneficio sea elevado».
LA CALIGRAFÍA Y LA
CONTABILIDAD
Con la implantación de las nuevas tecnologías
en las técnicas de estudio, probablemente no apreciamos suficientemente la
importancia que tenía la caligrafía hace unos años. «Hay que situarse en la
década de los cincuenta y sesenta. Los apuntes en los libros contables habían
de quedar perfectos, escritos con letra redondilla y para alcanzar esa calidad
hacía falta seguir el método. Por otro lado, la letra era como la tarjeta de
presentación de una persona cuando escribía una carta solicitando empleo o para
dirigirse a un cliente». A menudo hemos asociado los Cuadernos Rubio al
bolígrafo BIC, naranja o cristal, sin embargo esta conexión no es del todo
correcta. «El bolígrafo BIC vino después. Los cuadernos estaban concebidos para
ser rellenados con una estilográfico o un lápiz, por eso en la contraportada
aparecían unas manos que indicaban las dos formas de escribir: la errónea (mal)
y la correcta (bien)». Otra de las características de los ejercicios de
caligrafía era esa sucesión de puntos que había que unir para facilitar el
trabajo de los alumnos. «El sistema de los puntitos también existía antes, pero
mi padre generalizó su uso, porque era necesario aprender a escribir bien,
aunque ahora haya quien opine que con la informática no es necesario. La grafomotricidad
es un derecho del niño y presenta diversos grados de progresión: el trazo grueso
y el fino. Después ya habrá tiempo para trabajar con el pecé. Al aprender
caligrafía se activan zonas concretas del cerebro, diferentes, por ejemplo, a
las que se ponen en marcha cuando se manejan ordenadores». La progresión en la
técnica de los puntitos era sencilla: primero se escribían las letras con los
puntos y después se eliminaban para escribirlas sin ellos.
Pero en la casa del herrero, cuchillo de palo
y por eso no deja de sorprender el hecho de que Enrique Rubio no llegó a usar
los cuadernos creados por su progenitor. «Mi padre me obligaba a rellenarlos,
pero no lo consiguió del todo y por eso no tengo muy buena caligrafía. A mí lo
que me gustaba y se me daba bien era el cálculo con números. Mi mente trabajaba
muy rápidamente y disfrutaba haciendo ejercicios aritméticos».
LOS CUADERNOS
RUBIO HOY
Con el transcurso del tiempo todo evoluciona
y muy rápido además. Los Cuadernos Rubio también. En su versión actual los
podemos encontrar en formatos muy diversos y en varias lenguas. «Si esta
empresa ha resistido la crisis ha sido gracias a que nos hemos preocupado de desarrollar
muchos otros aspectos. Ahora los niños pueden trabajar los cuadernos a través
de una tablet, gracias a una
aplicación diseñada por Apple. La forma actual de aprendizaje es muy distinta a
la tradicional. Por ejemplo, en los programas de sumas y restas, la propia
aplicación le indica al alumno si lo hace bien o mal. De este modo, el niño
aprende solo». No obstante todo lo anterior, el papel sigue constituyendo el
núcleo fundamental de ventas. Si volvemos un instante al pasado, nos pica la
curiosidad de saber si en alguna ocasión Cuadernos Rubio sufrió censura. La
respuesta es clara: no. «Nunca hubo problemas con este asunto. Las frases,
además, eran cortas y muy concretas, y Rubio nunca hizo apología del franquismo
ni hablaba del régimen, aunque sí de religión, porque entonces el catolicismo dominaba
la sociedad española. Actualmente, los contenidos religiosos han sido suprimidos
de los cuadernos, porque hay muchas creencias y no hay que herir
susceptibilidades».
Hoy, Rubio también se ocupa de nuestros
mayores a través de los llamados cuadernos de estimulación cognitiva. «Al
envejecer, perdemos facultades y eso se nota mucho más cuando las personas se
jubilan. Si continuamos entrenando nuestra mente, nos mantendremos bastante
lúcidos. Esto es algo fácil de comprobar en los escritores y periodistas que permanecen
en activo aún después de jubilados. Si no seguimos utilizando el cerebro o no
nos movemos, la demencia senil u otras enfermedades nos invaden. En los casos
de Alzheimer, con la escritura y el cálculo no vamos a curar la enfermedad,
pero sí conseguiremos estar mejor, más activos».
‘MI MAMÁ ME MIMA’, EL LIBRO DE LOS CUADERNOS RUBIO
Precisamente ha sido en 2015 cuando surge la
oportunidad de recordar aquellos momentos, de hacer recuento y regresar al
pasado. Es la hora de hacer memoria porque
«la trayectoria de Cuadernos Rubio es una historia casi mágica, la de una
generación entera de niños que luego
fueron adultos, y que solo tuvieron dos canales de televisión, de esa
televisión en blanco y negro, regordeta, comprada a plazos, con dos antenas que
se recolocaban continuamente para captar la señal. De niños con CineExin, de
niñas con Nancy. También de adultos que compraron después los cuadernos a sus
hijos para que aprendieran lo que ellos no pudieron nunca aprender: una
caligrafía pulcra y armoniosa». Y qué mejor modo de revivir el pasado que
compilarlo en un volumen y publicarlo. Y así fue como la editorial Espasa se
incorporó al proyecto y el libro, con el título de ‘Mi mamá me mima’, ya está
en la calle. «La idea de escribir sobre
Cuadernos Rubio cuajó poco a poco. Hace diez años, al asumir la dirección de la
empresa, descubrí el poder que tenían los cuadernos antiguos. Cuando los
sostenía entre sus manos, a la gente le sobrevenían recuerdos de otros tiempos.
Vivimos un momento en el que ha surgido una especie de culto por lo viejo.
Antes no creíamos en estas cosas, pero hemos recuperado la belleza de aquellos
dibujos y aquellas frases. Con ‘Mi mamá
me mima’ hemos pretendido viajar a la nostalgia. Es cierto que la idea
principal era homenajear a mi padre, ahora que está a punto de cumplirse el
sexagésimo aniversario de la aparición de los cuadernos, pero no por ello
teníamos que renunciar a despertar esos sentimientos de añoranza en las
personas que los utilizaron durante su infancia». El problema principal para
escribir ‘Mi mamá me mima’ ha consistido en la falta de originales. «Hemos realizado
un tremendo esfuerzo para recuperar el material, un material que estaba
perdido, disperso o que, simplemente, no existía, porque en la empresa no
guardábamos ejemplares y, como mi padre sufrió un derrame cerebral, no pude
preguntarle muchas cosas de su vida. Hemos tenido que recurrir a nuestros
jubilados para reconstruir esta historia».
EL AULA MUSEO
RAMÓN RUBIO
Como complemento a la publicación del libro, el
pasado 29 de octubre, en la misma nave donde Cuadernos Rubio tiene el almacén y
el taller de impresión, se inauguró la denominada Aula Museo Ramón Rubio. Este
nuevo espacio recrea el aula de un colegio de mitad del siglo XX, con
mapamundi, pizarra, pupitres y vitrinas con útiles y enseres de aquella época.
Los escolares y personas que estén interesados en ello podrán visitar este
lugar tan preciado, donde se les garantiza, sin ninguna duda, un auténtico
viaje al pasado.
Herme Cerezo
SOBRE ENRIQUE RUBIO
Enrique Rubio (Valencia, 1959) es el actual propietario de la empresa ‘Cuadernos Rubio’. Es licenciado en Económicas por la Universidad de Valencia, padre de dos hijos, amante del cicloturismo, de los barcos y los coches.
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