Gabriel Pradera, licenciado
en Derecho y guiado por una ambición impaciente, inicia su imparable ascensión
social casándose en 1972 con Nuria Ribazo, perteneciente a una de las familias
de banqueros más poderosas de España. Treinta años más tarde, con Gabriel situado
en la cúpula del poder económico del país, surge la figura inesperada de un
tercer personaje, Gonzalo, portador de un mensaje confidencial que le obligará
a enfrentarse con su pasado de un modo inesperado, porque la responsabilidad
derivada de ciertos actos no prescribe jamás y solo se apaga con la muerte. Con
estos parámetros argumentales, en su nueva novela ‘Diario de una sombra’,
editada por Sargantana, María García-Lliberós traza la historia de la
reparación de un agravio, anclada sobre un fresco sobre la sociedad española de
las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI. En una apacible tarde
de diciembre, sentados alrededor de una mesa del Room Service Lounge Bar del
Hotel Ayre Astoria de Valencia, conversamos durante unos minutos sobre su
novela, que constituye un escalón más de su ya dilatada trayectoria literaria.
María,
esta es tu séptima novela publicada, obra que confirma una sólida carrera como
escritora, ¿si miras hacia atrás, se han cumplido las expectativas que te
trazaste al iniciar esta aventura literaria?
Digamos que colma mis
expectativas, pero no en su totalidad. Cuando empecé a escribir ni de lejos
soñaba con que publicaría una séptima novela, ni que tendría muchos lectores
que siguen mi obra y esperan con ganas nuevas entregas, algo que me satisface
muchísimo. Tampoco pensé que ganaría un premio como el Ateneo de Sevilla, pero
precisamente ese premio hizo que mis expectativas crecieran y a lo mejor no he
alcanzado todo lo que soñaba tras conseguirlo. Pero bueno, tal vez lo logre
algún día.
Te
jubilaste a finales del verano pasado, ¿tu nueva situación te ha permitido
dedicarte a la actividad literaria con mayor intensidad?
Sí, mucho, pero este
incremento ha tenido también que ver con la circunstancia de la publicación de ‘Diario
de una sombra’. El año pasado se reeditó ‘Babas de caracol’ y la promocioné
como si fuera una novela nueva. Tuvo mucho éxito, pero yo llegaba exhausta por
la noche a casa, porque me levantaba muy temprano para ir al trabajo y no
paraba. Ahora, no, ahora me lo puedo tomar con mayor tranquilidad. Asisto a
presentaciones, a clubes de lecturas, a entrevistas como esta, pero lo hago de
otro modo, porque también me queda tiempo para descansar. Gracias a eso estoy
disfrutando mucho más del trabajo realizado y de las emociones y sensaciones
que he provocado.
Además
de escribir ficción, a través de tu blog, ‘Crónica de lecturas’, te asomas a la
crítica literaria, ¿te interesa ese género?
Hacer crítica literaria me
aporta mucho. La vengo practicando desde hace bastantes años, no solo a través
de mi blog sino también, de vez en cuando, en ‘Posdata’, suplemento cultural
del diario ‘Levante’. Ejercer la crítica te obliga a leer con mucha atención, a
detectar rápidamente los errores y los aciertos de una novela. No es lo mismo
leer un libro tumbada al sol, que hacerlo con un bloc al lado para tomar notas.
Yo soy autodidacta y la crítica ha constituido mi taller particular de
literatura. Esta actividad, además, me permite estar muy al tanto de lo que
escriben otros autores.
En
el título de tu nueva entrega, ‘Diario de una sombra’, ¿’sombra’ es sinónimo de
pasado?
No, más bien lo es de
espectro, de fantasma. Se trata del diario de una muerta. Cuando por primera
vez se lee el diario de Elsa, una de las protagonistas, ella ya no está. El
diario se convierte en una amenaza para un personaje muy poderoso. En sus
páginas, Elsa, que ya no es la mujer soñadora e idealista del principio, ha
trazado un plan, que llevará a cabo su hijo, en el que exigirá justicia y
venganza, dos conceptos que tienen importantes franjas de coincidencia.
De
repente, el pasado se le viene encima a Gonzalo Pradera, ¿una persona es
responsable toda su vida de sus actos?
Pradera comete un acto del
que se olvida por completo y treinta años más tarde el pasado llama a su puerta
sin esperarlo. Su pecado es la estrategia de engaños que urdió para olvidarlo y
ocultarlo. De golpe, de repente, se dará cuenta de que se equivocó en su
elección y se sentirá responsable de las consecuencias colaterales que acarreó
su comportamiento.
¿‘Diario
de una sombra’ forma parte del retrato de la España del siglo XX y XXI que has
dibujado a lo largo de toda tu obra?
Puede decirse que sí, porque
‘Babas de caracol’ recorría todo el siglo XX y terminaba en el año 2001 y esta
novela digamos que profundiza en el periodo comprendido entre 1972 y 2005. De
todas formas eso son interpretaciones que se hacen a posteriori, porque mi
objetivo tampoco era ese, aunque sí es verdad que mis libros retratan a la
sociedad española de todo ese periodo.
Has
escrito la novela en primera y tercera personas, ¿era un reto como escritora?
Mientras escribes no te planteas
si escoger una u otra personas para narrar es un reto literario o no,
simplemente piensas que lo que llevas entre manos te lo pide. Elsa es una
soñadora y lleva un diario donde anota sus vivencias. Un diario es un elemento
muy importante porque, si eres sincera con él, y Elsa lo es, sustituye a un
psicólogo. Es como una oreja a la que tú le vas contando todo lo que te
preocupa. Pero la tramoya argumental requería algo más y por eso he utilizado
también una voz omnisciente para narrar.
Hablemos
un poco de tu proceso creativo.
Escribo rápido y corrijo
despacio. La primera fase es parir el argumento, la historia. Después de una
etapa preparatoria siempre surge una chispa, un runrún que te acompaña todo el
día hasta que un día milagroso abres la tapa del ordenador y empiezas a
escribir. Entonces compruebas que ese runrún toma cuerpo y se convierte en una
fiebre que te embarga. Primero lo escribo todo, para que no se me escape
ninguna idea. Eso me ocupa un año. Después paso otro año o más de trabajo
artesanal de pulido y corrección. Corrijo mucho y también introduzco elementos
nuevos. Finalmente, lo dejo reposar durante unos meses y acometo, sin prisa, la
tercera fase, la de la última corrección.
Algo
que siempre llama la atención en las novelas de María García-Lliberós es el
esmero que pones en los personajes y la facilidad que tienes para
caracterizarlos y dotarlos de vida.
Es cierto, los personajes me
interesan mucho, sobre todo su profundidad psicológica, escarbar en ellos, en
su vida, ver por qué actúan de una forma determinada y no de otra… Para
construirlos utilizo todo lo que tengo a mi alcance en el sentido más amplio del
término: mi experiencia vital, amorosa y también laboral, porque mi trabajo me
ha permitido conocer a mucha gente. Además soy muy observadora y no me creo las
apariencias. Muchas veces pongo en duda aquello que la gente dice ser y me
pregunto qué es lo que se esconde detrás de cada persona. Algunos de mis
personajes son inventados, pero otros surgen porque algún ser real me los
evoca.
¿Quizá
de todos los elementos de la novela, quienes más te preocupan son precisamente los
personajes?
No, no, de la novela me
preocupa todo. Pretendo que cuando el lector comience a leer se interese por lo
que yo le voy a contar. Aunque pueda narrar algo que parezca completamente
irreal, quiero lograr que el lector no lo ponga en duda. Los personajes han de
resultar creíbles y su comportamiento ha de ser completamente coherente con el
perfil y el carácter que les he imprimido al crearlos. Por eso resulta tan
importante incluir datos ciertos en una historia inventada, porque aportan
realismo y verosimilitud. Tampoco puedo olvidar los diálogos que dan agilidad
al relato. Me gusta que el texto se lea con fluidez y que el lector se imagine las
escenas en su cabeza con facilidad, que la lectura le resulte muy visual, muy cinematográfica
por usar un término actual. En resumen, para que una novela sea redonda todos
sus elementos han de funcionar bien.
En
‘Diario de una sombra’ aparecen varias ciudades: Madrid, Lucerna, Valladolid… y
también Londres e Inglaterra. ¿Inglaterra llega a convertirse en un personaje
más de la novela?
Inglaterra desempeña un
papel importante y probablemente sí pueda considerarse como un personaje más. Elsa
vive su temporada inglesa como en una nube de romanticismo, de irrealidad, un
tiempo hermoso. Pero eso termina en 1972 e Inglaterra desaparece y se convierte
en un recuerdo. Ese año yo estuve en Londres y los lugares que aparecen en la
novela los he extraído de mi propia realidad. Algunas cosas que cuento son
absolutamente verídicas, transformadas con un baño de ficción.
¿Qué
significaba para un joven de tu generación Londres en 1972?
Londres era entonces un
lugar mítico que estaba a la vanguardia de todo: la música de los Beatles, la
filosofía que envolvía la ciudad, era una urbe multirracial en la que tropezabas
con todo tipo de individuos y donde se respiraba una libertad que aquí no
había. En España vivimos los últimos años del dictador, el TOP todavía estaba
en pleno funcionamiento, se produjeron los últimos fusilamientos y el asesinato
de Carrero Blanco. Pero al mismo tiempo nos dimos cuenta de que en el
extranjero ocurrían escándalos como el Watergate, o sea que la corrupción
existía también en sistemas que añorábamos y envidiábamos. La verdad es que
resulta una época muy novelesca. Los personajes de Gabriel y Elsa son
prototipos de aquella generación, que luego se traicionó un poco, porque
abandonó sus ideales ante los deseos de lograr el éxito a toda costa.
Citabas
antes a la verosimilitud, que parece la palabra clave en toda obra de ficción,
¿no?
Cuando en la primera página
de un libro escribes la palabra novela, ya le estás diciendo al lector que lo
que hay allí es una gran mentira. Pero lo importante, como dijo Vargas Llosa,
es que una novela es una gran mentira que contiene muchas verdades. Pero eso no
quiere decir que no aproveches cosas reales para incluirlas. Al hacerlo,
transformas una realidad en otra que es imaginaria y que le vendes al lector.
Una novela es una mentira que podría haber sido una verdad.
Acabamos
por hoy, ¿llevas ya algún nuevo proyecto entre manos?
[Risas] Sí y, además, lo
tengo muy avanzado, en la última fase de corrección. Se trata de una novela
diferente a las anteriores y creo que bastante divertida.
María García-Lliberós (València, 1950) es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad de València y en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es autora de las novelas ‘La encuestadora’ (Premio Gabriel Sijé, 1992), ‘El juego de los espejos’, ‘Equívocos’ (Premio de la Crítica Valenciana 1999, llevada a la televisión bajo el título de ‘Mentiras’, dirigida por Miguel Perelló), ‘Como ángeles en un burdel’ (Premio Ateneo de Sevilla 2002), ‘Babas de caracol’ y ‘Lucía o la fragilidad de los fuertes’, así como de los relatos cortos ‘El miedo’, ‘El último desfile de las hormigas’ y ‘Josefina, niña mala’. También fue co-guionista del documental para la televisión ‘La Bori, diva universal’, realizado por Lluís Miquel Campos.
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