«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 19 de febrero de 2016

Recuperando El Kiosco de Dolan: 'Spaghetti Bros' de Trillo y Mandrafina.

La reseña sobre Spaghetti Bros fue publicada también en el Diario SIGLO XXI el día 25 de abril del año 2008.

'Spaghetti Bros' de Trillo y Mandrafina: cómic negro con voz argentina, ¿viste?

Cayó en mis manos por casualidad. Andaba buscando yo como reengancharme al cómic y, mira por donde, me tropecé con un tomo, ahora les dicen novelas gráficas, que llevaba el curioso título de ‘Spaghetti Bros’. Son sus autores, Carlos Trillo, guionista, y Domingo Mandrafina, dibujante. Estamos pues ante un trabajo dual: uno pone las ideas y el otro las dibuja.


‘Spaghetti Bros’ ofrece una visión de los Estados Unidos de los años veinte y treinta, la de los gángsters, la de la Ley Seca, la de la lucha entre bandas rivales de irlandeses e italianos, salpimentada por algún judío oneroso, a través de un grupo humano de lo más peculiar: la familia Centobucchi, integrada por cinco hermanos Américo, il capo; Caterina, alias Gipsy Boone; Francesco o el padre Frank; Toni, el policía y Carmela, discreta asesina a suelo.

Los episodios de los ‘Spaghetti’ son historias de ocho páginas, completamente independientes, pero que enlazan con el siguiente a través de algún cabo que el hábil Trillo deja suelto. De ahí lo de novela gráfica. Todo gira en torno a las pasiones de los cinco personajes citados antes: Amérigo, hombre de pistola fácil y bragueta floja, obsesionado por la muerte de su madre, a la que nunca pudo olvidar y cuya fotografía venera constantemente; Caterina, que arrastra las neuras derivadas de su triunfo en el cine mudo y su fracaso en el sonoro y que calentará todos los tálamos precisos para triunfar en Hollywood; el padre Frank, que debate su vida entre las pasiones de sus hermanos y su misión sacerdotal y que no duda en recurrir a la oración o a la violencia, crucifijo en mano, con tal de solucionar las disputas fraternales; Toni, policía que patrulla las calles por donde deambulan los sicarios de su ‘fratello’ Amérigo y que, además, está liado con Filomena, la esposa de su éste; y, por último, Carmela, que lleva la doble existencia de viuda amantísima de sus hijos y de asesina a sueldo: mata después de tirarse a sus víctimas, servicio completo, exequias fúnebres no incluidas. Ella misma se define como "una mujer hastiada en busca de alguna pequeña emoción".

En un claro guiño hacia la literatura y el cine, la mayoría de los capítulos que componen estos tres volúmenes (parece ser que el cuarto no tardará en publicarse) lleva el título de una novela o de una película. Y sobre ellos, Trillo y Mandrafina efectúan sus variaciones argumentales. Resulta muy curioso vivir el primer tercio del siglo XX en los Estados Unidos con voz argentina, ¿viste?, con sus peculiares giros y tiempos verbales.

La serie fue dibujada en blanco y negro, en otro claro homenaje al cine policial clásico, el de Bogart, Mitchum, Widmark, Lorre y compañía. Y cada página, mayoritariamente, se compone de seis viñetas cuadradas, todas de igual tamaño, por las que discurre la historia. En ocasiones se presenta una séptima u octava para acelerar la acción o para enfocar una misma escena desde distintos planos. En un claro intento de indicar el final del episodio sin recurrir al manido Fin o The end de las películas, muchos capítulos acaban con alguien de espaldas, alejándose, hablando suave o en silencio, provocando una sensación de quietud, de pausa o distanciamiento del lector.

El dibujo es un recital del manejo de la mancha negra sobre el papel blanco, donde destaca el gesto fiero y airado de los protagonistas, especialmente sobresaliente en los primeros planos. En esto se llevan la palma Amérigo y, sobre todo, el padre Frank. Toni presenta, incluso en los momentos más dolorosos para él, un rictus más sereno, mientras que Caterina y Carmela exhiben un abanico gestual más amplio, que va desde el llanto a la sensualidad más insinuante.

Trillo y Mandrafina son argentinos, dos supervivientes de la dictadura militar, con un dilatado historial vinculado al cómic. Trillo, según nos cuenta el propio álbum, procede de lecturas muy vinculadas con el ambiente que respiran estos ‘Spaghetti Bros’: Chandler, Hammet o Borges y ha colaborado con numerosos dibujantes de primer nivel: Horacio Altuna, Jordi Bernet (el de ‘Torpedo’), Enrique Breccia o Carlos Meglia. Mandrafina, por su parte, trabajó en la Editorial Columa y en las revistas ‘Patoruzito’ y ‘Biliken’. Junto con Guillermo Saccomanno publicó desde 1978 la serie titulada ‘El Condenado’, que superó las mil páginas de extensión.

En ‘Spaghetti Bros’, los dos pibes, Trillo y Mandrafina, han encontrado la horma de su zapato, mostrándonos su idea de los suburbios de los Estados Unidos, mezclando con sabiduría innegable mafia, iglesia, policía, corrupción y negocios sucios, prostitución y asesinato vil. Y dándole una pincelada de humor negro (estupendo el recurso del confesionario como mentidero privado). Sin esto último, la serie no sería lo mismo.

‘Spaghetti Bros’, Trillo y Mandrafina, género negro, buenos dibujos, buenos guiños y guiones, buena encuadernación y presentación, fácil lectura. Lo tienen todo para disfrutar. Depende sólo de ustedes, mis improbables lectores.

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‘Spaghetti Bros’, de Carlos Trillo y Domingo Mandrafina. Editorial PlanetadeAgostini, 2007. Volúmenes I, II y III. 208 páginas, 11,95 euros.