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Entrevistar a Aramburu en la Fira del Llibre
de València casi adquirió tintes de peripecia literaria. Tras la presentación de
la novela en el Plató televisivo, no quedaban resquicios para declaraciones. No
había tiempo. Los minutos, no demasiados, estaban rigurosamente reservados para
ese vis a vis literario que es la dedicatoria de ejemplares. El escritor
donostiarra, sin embargo, con enorme amabilidad, aceptó mi presencia a su lado
en la mesa de firmas, aupados sobre una tarima, y al tiempo que respondía mis
preguntas atendía a sus lectores, muchos de ellos sacudidos, de uno u otro
modo, por la violencia etarra. A medida que desgranamos nuestra conversación, me
fui dando cuenta de que Fernando Aramburu se ha convertido en el catalizador de
la angustia de una gran parte de su público, que desea compartir con él, aunque
solo sea durante unos segundos, sus vivencias en el dolor. ‘Patria’, la novela,
parece además haberse convertido en una suerte de libro de cabecera, tal vez
balsámico, tal vez catártico, tal vez ambas cosas a la vez, para muchos de
ellos.
Fernando, ‘Patria’
fue ayer el libro más vendido en Barcelona durante la celebración del Día de
Sant Jordi, ¿cómo sienta eso?
Mi paso por Barcelona ha sido impresionante.
Nada más poner el pie en la ciudad me anunciaron la concesión del Premio
Nacional de la Crítica y al terminar la jornada fue el libro más vendido en
lengua castellana, todo resultó estupendo. Solo puedo tener agradecimiento y
gratitud hacia todo el mundo, pero quiero dejar bien claro que este éxito no es
sólo mío, sino que es el fruto de un grupo editorial que ha trabajado fantásticamente,
que ha editado, cuidado y difundido muy bien mi obra y la ha llevado hasta los
libreros para la venta.
¿La aceptación de ‘Patria’
en Euskadi ha sido igualmente buena?
En el País Vasco, excepto algunas críticas
esperables, ha tenido una aceptación muy grande. Sin ir más lejos, ayer mismo también
fue la novela más vendida en San Sebastián.
Dicen muchos autores
que escriben sus novelas a partir de una pregunta que tratan de responderse,
aunque no siempre lo consiguen, ¿qué pregunta te formulaste tú para escribirla?
No comparto esa afirmación porque yo no me
planteo ninguna pregunta a la hora de escribir. Una novela es un trabajo
dilatado y tal vez la pregunta que me podría formular sería ¿qué quiero contar
a los presuntos lectores? Yo escribo para gente que gasta un dinero en adquirir
el libro y que le va a dedicar un tiempo a su lectura, lo que me obliga a
trabajar con mucha seriedad, ya que todos los lectores se merecen un gran
respecto.
¿Eres consciente
de que has escrito no solo un gran libro, sino también una novela difícil de
olvidar?
No, no lo soy. Para nada me planteo mi
posteridad. Si realmente he conseguido dejar un rasguño en cierto número de
personas ya me doy por satisfecho y consideraría que realmente ha valido la
pena llevar a cabo este trabajo.
A la hora de plantearte
la escritura de ‘Patria’, ¿te resultaba indispensable vivir en el extranjero?
Lo que ocurre es que no he podido hacerlo de
otro modo, no he tenido otra perspectiva más que la de un hombre que vive lejos.
En todo caso he intentado contrarrestar la distancia geográfica con la cercanía
emocional, encaminada hacia las personas que han sufrido. Ésa es mi principal
motivación para escribir textos centrados en personas vascas.
Has utilizado la
tercera persona, mezclada con comentarios e incluso con voces en primera, ¿cómo
surge esa estructura, esa idea, en tu mente?
Al plantearme la novela decidí que habría un
narrador externo y que, por otro lado, los nueve protagonistas tuvieran también
potestad narrativa, es decir, que en el momento en que hubieran de intervenir
podrían interrumpir al narrador y hablarían en primera persona, en presente y
de forma directa cada vez que les viniera un pensamiento. Además de todo esto,
incluí un recurso, que ya utilicé en mi anterior novela ‘Ávidas pretensiones’,
y que consiste en que el texto es consciente de que está siendo usado para
contar y, de vez en cuando, participa para formular algunas preguntas al
narrador externo.
Eso convierte a
‘Patria’ en una obra coral.
Efectivamente, así es. En esta novela hay
todo un caleidoscopio de narradores.
Además de este
juego de voces, en el lenguaje de la novela nos encontramos con muchos otros matices.
En una novela la parte literaria no solo es
necesaria sino fundamental. Yo quiero que los lectores reciban las percepciones
de los olores, del sabor del pescado rebozado, de la humedad, de los ruidos, de
la lluvia, del suelo húmero, del cielo gris…
Varias veces en el
texto, algunos personajes atribuyen acciones difícilmente justificables a
errores cometidos por los etarras, es decir, como si se hubieran equivocado de objetivo,
¿realmente mataron a alguien por error alguna vez?
Los etarras no acertaron nunca, nunca. Mira,
como te he dicho antes los dos últimos días los he pasado en Barcelona y allí,
hace años, ETA puso una bomba en los sótanos de unos grandes almacenes de
Hipercor, donde murieron muchas mujeres y varios niños pequeños. Si esas víctimas
estaban dentro del plan previsto o no, lo ignoro, pero sí parece claro que los
jefes de ETA querían muertos sobre la mesa, y a veces mataban a bulto.
No pretendo hacer
ningún «spoiler», pero se me ocurre que ¿el final de ‘Patria’ es un canto a la
esperanza?
En el final de ‘Patria’ algo se recompone o,
mejor dicho, empieza a recomponerse. ¿Qué es lo que se recompone? No lo puedo
decir, se lo dejo a cada lector para que lo piense, pero es cierto que hay algo
positivo. De hecho, no pienso escribir ‘Patria 2’ jamás, porque sería una
traición al desenlace de este libro.
Terminamos con
esta pregunta: ¿seguirá Fernando Aramburu escribiendo novelas relacionadas con
este mismo trasfondo?
Yo no escribo siempre sobre lo mismo, pero
tampoco puedo asegurar que no vuelva a retomar este tema. No puedo predecir
nada, pero es posible que en el futuro vuelva a escribir sobre gentes vascas.
No lo descarto.
SOBRE FERNANDO ARAMBURU