Nº 514.- A las cinco y media de la tarde había quedado citado con Philip Kerr, el escritor escocés de novelas negras, autor de una extensa obra, que ha hecho famoso al detective Bernie Gunter, sumergido en el marasmo de la Alemania nazi y de la II Guerra Mundial, y ahora pretende hacer lo propio con Scott Manson, un entrenador de fútbol, con el que trata de alumbrar la cara be de este deporte de masas tan celebrado por todo el planeta, especialmente en el Reino Unido donde comenzó a practicarse a finales del siglo XIX. La cafetería del Hotel Reina Victoria era el lugar del encuentro. Mientras esperaba, siempre llego demasiado pronto a mis citas, un vicio incorregible, desfiló por allí un tipo vestido de negro, botas altas, andar marcial, guerrera ceñida, correaje cruzado por un hombro y pantalones abombados. Remataba su atuendo con gorra de plato, que se ajustó repetidas veces, y una considerable trenza gris, que le otorgaba aspecto de otro tiempo, de jerarca nazi. Por un momento pensé que el Reina Victoria se había trasladado, sin moverse, al Berlín del III Reich, pero pronto la ventana del hotel a la que me asomé disipó mis dudas. El de la gorra de plato y trenza gris no era sino el chófer de un reluciente Rolls Royce, aparcado en el primer
carril de la calle de las Barcas, ante la entrada principal del hotel,
evidentemente dispuesto para conducir a alguien a algún lugar señalado.
Enseguida quedó claro que ese alguien era una joven vestida de blanco nupcial, ramo
de flores incluido, a la que acompañaban otras tres mujeres no menos elegantes.
No pude mirar más, porque en aquel momento llegó el entrevistando.
Kerr, traje gris y camisa blanca, un diario sobresalía
de un bolsillo lateral de la chaqueta, surgió de improviso procedente de la
escalera. Lo hizo a la hora acordada. Puntualidad británica. A través de gestos
y palabras sueltas – no hablo inglés y lo
entiendo menos todavía, otro vicio incorregible – nos presentamos. Poco después
llegaron María Jesús Plasencia, la intérprete, acompañada por Jordi Llobregat y
Bernardo Carrión, director y responsable de prensa, respectivamente, de
Valencia Negra, el festival de novela policiaca gracias al cual pude concertar
la entrevista. Ocupamos una mesa próxima al ventanal por el que yo había mirado
antes y comenzamos nuestra charla.
Philip, un buen
día usted decidió dar el paso y ponerse a escribir, ¿recuerda ese momento?
Sí, lo recuerdo bien, era un niño, quizá de
ocho o nueve años, y comencé a escribir prácticamente al mismo tiempo que a
leer de modo independiente, apartado de los adultos. Los libros me resultaban
objetos asombrosos y ser una persona capaz de construir una de aquellas
maravillas me pareció algo excepcional.
Aunque también
escribe artículos y otros textos, sus preferencias se inclinan por la ficción.
Sí, de todas las cosas que puedes escribir la
ficción es la que te proporciona mayor libertad. Si eres historiador has de
limitarte a los hechos concretos y aquí
los únicos hechos a los que debo ceñirme son los que yo mismo establezco.
Para escribir un
libro hace falta una idea, una frase o una chispa que prenda la mecha de la
escritura, ¿las ideas las busca Vd. o le asaltan en cualquier lugar?
Es una excelente pregunta. A mí me suceden
ambas cosas. Algunas veces las ideas vienen a mí y en otras ocasiones soy yo
quien las busca. Pero, por decirlo así, la búsqueda no me resulta demasiado
difícil. Afortunadamente tengo un tipo de cabeza al que las ideas acuden con
rapidez.
Mientras escribe,
¿establece un guión al que atenerse o se deja llevar por la propia dinámica de
la escritura?
Preparo un plano, con un esquema bastante
detallado, en realidad muy minucioso, pero
me gusta no tener que ceñirme al plan trazado. Espero siempre que me
surja algo más interesante, es decir, esbozo el mapa del viaje que quiero emprender
y después me gusta encontrar otra ruta más divertida y más cínica para
conseguir mis objetivos.
O sea, le gusta
que los personajes se le rebelen.
Sí, me encanta que los personajes tomen sus
propias decisiones y que me sorprendan. Las novelas únicamente funcionan bien
cuando ocurre eso, sino se convierten en algo muy automatizado y la narración
no fluye.
Su esposa también
es escritora, ¿ella es su primera lectora, su primera crítica?
No, nosotros vivimos separados y no somos del
tipo de gente que fisgonea en las cosas de los demás. Creo que vivir con un
escritor es bastante difícil. Yo escribo muchas cosas y no espero que ella se
lo lea todo.
Uno de los
protagonistas de sus historias es Bernie Gunther, un detective que trabaja en los
tiempos del nazismo, ¿qué le interesa tanto de la Alemania de este periodo?
Si se refiere al periodo comprendido entre
los años 1933 y 1945, me interesa y me fascina cómo ocurrió todo y por qué
sucedió. Esas dos son las cuestiones fenomenológicas más importantes.
En la rueda de
prensa de Valencia Negra de ayer, dijo Vd. que si Bernie se lo tropezara por la
calle le pegaría un tiro y que eso sería una especie de liberación para los
dos. Mi pregunta es ¿por qué no lo hace?
No dije exactamente eso, me refería a que a
él le hubiera gustado matarme a mí.
Veo que no piensa
eliminarlo, le cambio la pregunta: ¿aún le quedan muchas novelas a Bernie?
No, no demasiadas. Ya lleva doce, muchas más
de las que yo pensé nunca que escribiría y en cada una de ellas me pregunto si
habrá una próxima entrega. Y la verdad es que no encuentro nunca una respuesta
sencilla.
Volvemos a la
rueda de prensa de ayer, donde dijo que Alemania domina hoy Europa, ¿es esta la
revancha de los alemanes tras su derrota en la II Guerra Mundial, algo que ya intentaron
conseguir en 1939?
No, creo que después de la II Guerra Mundial Alemania
intentaba recuperar el estatus de sus grandes fortunas. Adenauer vendió el Tratado
de Roma como una especie de atajo hacia la responsabilidad política y
eventualmente hacia la dominación económica. En mil novecientos cincuenta y
siete, la economía alemana vivió un boom. La gente habla del milagro alemán,
pero si hubo un milagro fue porque los Estados Unidos permitieron que se produjese. La Unión Europea fue una
especie de billete de regreso de Alemania a Europa. No sé si pensaron realmente
que era la manera de dominar el continente, pero sí vieron que era la forma
válida para que Alemania fuese igual que el resto de países europeos. Hubo
mucha gente que creyó que no iba a transcurrir mucho tiempo hasta que Alemania
recuperase su dominio económico de nuevo, porque Gran Bretaña tenía intereses
en sus colonias y en su imperio, que necesitaban dinero en aquel momento y
mientras tanto los alemanes se dedicaron a reconstruir su industria. Para mí el
misterio más grande es cómo Alemania perdió la guerra y la única explicación
que encuentro es que estuvo luchando en dos frentes a la vez. La locura alemana
fue declarar la guerra a los americanos y también a Rusia, claro, al mismo
tiempo.
A través de sus
novelas ‘Mercado de invierno’ y ‘La mano de Dios’, su literatura ha cambiado de
escenario para acercarse al mundo del fútbol, ¿es éste un buen territorio para
el género negro?
Sí y es muy sorprendente que lo haya hecho yo
[sonrisa irónica]. El mundo del fútbol parece que está lleno de crímenes,
delitos y corrupción. Ya no es un juego, ni un deporte, el fútbol es el gran
negocio.
¿Sus novelas nos
van a contar la cara oculta del fútbol?
Sí, pero eso es bastante fácil de revelar por
otro lado. Creo que todo el mundo lo puede ver, basta con fijarse en que más de
la mitad de los dirigentes de la FIFA están detenidos, cuando se suponía que
eran los embajadores del fútbol en todo el mundo. El lado oscuro de este juego
se puede observar fácilmente: agentes con tarifas desbocadas, fichas muy altas…
Pero a pesar de
todo, a Vd. le sigue gustando, ¿no?
Sí, pero se está produciendo una desconexión
entre los aficionados y los equipos. La mentalidad de los forofos todavía se
encuentra en los años setenta del siglo pasado y quienes realmente controlan el
fútbol ahora sólo se preocupan de lo que se llama la gobernanza cooperativa. La
ira y la falta de satisfacción de los seguidores se deben a que ellos ven el
juego como un deporte y los propietarios que rigen el cotarro ven los equipos
como empresas, como multinacionales. Y cada vez será peor, lo comprobamos en el
precio de las entradas, más alto cada día, en las fichas enormes que se les
pagan a los jugadores, los derechos de televisión… El dinero que procede de la
televisión no se emplea para abaratar las entradas, sino para pagar a agentes y
jugadores que cada vez cobran más.
Actualmente es más caro ir el fútbol que a la ópera.
El protagonista de
su serie futbolística es un entrenador, Scott Manson, ¿para un escritor resulta
importante disponer de un refugio seguro al que acudir cuando no fluyen las
ideas, como es una serie, que se maneja siempre bajo los mismos parámetros?
Bueno, está bien escribir cosas modernas, yo
quería hacerlo. Buscaba algo que me interesara para trabajar sobre ello y por
eso hice esta serie. Siempre es bueno escribir sobre algo distinto de lo
habitual.
Por cierto, Manson
y Gunther, protagonistas de las dos series, narran en primera persona, ¿por qué?
Porque es como encontrarse con alguien.
Cuando escribes en primera persona parece que estás dialogando con otra persona
en la vida real y mi teoría es que, si lo hago así, el lector se implica más y
conoce mejor al personaje.
Al día de hoy Vd.
se encuentra en Valencia Negra un festival que le posibilita contactar con sus
lectores. ¿Le interesa el feedback
escritor-lector? ¿Tiene en cuenta las opiniones de sus lectores?
No, realmente, no [sonrisa y silencio]. Lo
que de verdad importa es lo que yo piense sobre mi propio trabajo. Hay
demasiada gente que presta atención a lo que piensa otra gente y lo mismo
ocurre con los políticos, que tratan de averiguar lo que quiere el electorado
antes de formarse su propia opinión. Pienso que los mejores políticos son los
que tienen un criterio propio, independientemente de que le guste a la gente o
no. Es la diferencia entre la señora Thatcher y la señora May. La Thatcher era alguien
que sabía muy bien lo que hacía y estaba segura de ello. Si alguien estaba de
acuerdo con ella, estupendo, y si no mala suerte. Los políticos actuales
carecen de principios, proceden de acuerdo con la última encuesta de intención
de voto. El ejemplo más claro es el presidente Trump, que no tiene principios y
todo el mundo lo percibe. Otro problema es que la gente no lee periódicos y se
deja informar por Facebook y las redes sociales, con lo que no sabe a ciencia
cierta si una noticia es verdadera o falsa. Y la ironía más grande de todas es
que la persona que más noticias falsas difunde es el propio Trump.
Y las consecuencias de esa actitud las
pagaremos los demás, ¿no cree?
Desde
luego que sí.
Se me antoja muy
corta la entrevista. Pasó rápido, pero hay que terminar. Vamos con la última por
hoy. ¿Actualmente qué proyecto literario lleva entre manos, si se puede saber?
Sí, sí, no me importa. Ahora mismo trabajo en
una nueva novela de Bernie, que llevará por título ‘Azul de Prusia’ y, además,
acabo de terminar otra, que se publicará el próximo año, centrada en Grecia.
Un apretón de manos y una fotografía cerraron
nuestra conversación. Philip Kerr partiría poco después hacia el Centre
Cultural Bancaixa, donde le aguardaban sus lectores y otros colegas. Allí
repetiría lo mismo que dijo en la rueda de prensa del día anterior sobre el
oficio de escribir: «Para ser escritor has de ser dos personas a la vez: el
escritor que se queda en casa, que es un poco esquizofrénico, que no le gusta
hablar, ni tampoco la gente, mientras que el autor es el egomaníaco, un poco
borrachuzo, que va por ahí firmando libros. Aunque es mucho mejor estar siempre
bien sobrio cuando vas de gira». Tras la marcha de Kerr, me asomé a la ventana
del Reina Victoria. El Rolls Royce, la novia, y sus damas de compañía ya no
estaban.
El chófer de la trenza gris, tampoco.
SOBRE PHILIP KERR
Philip Kerr (Edimburgo, Escocia, 1956) estudió derecho en la Universidad de Birmingham entre 1974 y 1980. Durante varios años trabajó para agencias de publicidad, hasta que en 1989 escribió su primera novela. Actualmente vive en Londres, con su mujer, la escritora Jane Thynne y sus tres hijos. Es también autor de obras infantiles, que firma bajo el nombre de P.B. Kerr. Como escritor de novelas negras, es el padre literario de dos personajes célebres: Bernie Gunther, un detective que trabaja en Alemania durante la dominación nazi, y Scott Manson, en la que se ocupa del fútbol visto desde el prisma policiaco. Entre su extensa lista de títulos, podemos entresacar la ‘Trilogía Berlín Noir’, también llamada ‘Trilogía berlinesa’, compuesta por ‘Violetas de marzo’, ‘Pálido críminal’ y ‘Réquiem alemán’; ‘Si los muertos no resucitan’ (Premio Internacional de Novela Negra RBA de 2009), ‘Una investigación filosófica’ y, dentro de la serie de Manson las novelas ‘Mercado de invierno’ y ‘La mano de Dios’. Su obra ha sido traducida a múltiples idiomas.