nunca ha oído hablar, uno de esos tipos
que apenas mete ruido y que, sin que tú sepas nada – tampoco tienes por qué
saberlo – ya guarda en su mochila unos cuantos libros de relatos publicados, cuatro
en el caso que nos ocupa. El mercado de la literatura es inabarcable y quizá
por eso reserva estas recompensas para los buscadores de tesoros. En esta
ocasión, la recompensa se llama Kike Parra Veïnat, que no hace mucho ha puesto
en circulación por las librerías de este país su nuevo volumen de cuentos ‘Ninguna
mujer ha pisado la luna’, editado por Relee Red Libre Ediciones. En los ocho relatos,
un prólogo (de Jon Bilbao) y una nota final que lo integran, resuenan los ecos
de John Cheever, Richard Fox, Tobias Wolff, Raymond Carver y del palentino Gonzalo
Calcedo que, además, prologó su anterior entrega (‘Me pillas en mal momento’). Con
Kike Parra compartí una tónica un viernes a primera hora de la tarde, mientras
en una pantalla lejana algún comentarista ponderaba las virtudes y defectos de
uno de los primeros partidos del Mundial de Fútbol Rusia 2018. Como nunca antes
le había entrevistado, la primera pregunta de mi voluble cuestionario era
obligada: Kike, ¿qué significa para ti la escritura?
Tenía diez o doce
años cuando comencé a escribir. Creo que me puse a ello por mi hermana, que era
muy estudiosa, sacaba siempre sobresalientes y leía sin parar. Ella tenía una
gran imaginación y yo deseaba imitarla, por eso contaba cuentos, chistes y
anécdotas. El hecho de vivir rodeado de muchos libros y lápices creo que me
llevó a ello. A fecha de hoy, creo que escribo para saber realmente cómo soy y
cómo me enfrento al día a día. Llevo una vida que es la que los demás piensan
que debe tener Kike Parra, pero hay otra vida, que es la que en realidad me gusta,
y escribir me ayuda a poner un poco de orden en ambas.
He leído que te reconoces a ti mismo como
un mentiroso desde siempre. Onetti decía que la obligación de los escritores
era mentir, ¿la escritura te ha dado patente de corso para hacerlo?
Desde que publico
libros miento menos. En aquella entrevista me preguntaron por qué tenía tanta
imaginación y les expliqué que mis padres eran muy protectores y que, si yo
quería sacar la cabeza del nido para respirar, había de mentirles a menudo. Eso
me indujo a pensar que, si tenía imaginación para mentir, también podía usarla
para escribir.
¿Cómo surgen los cuentos en tu mente? ¿Los escribes
de un tirón o maduras la idea durante un tiempo?
Por regla
general, en mis cuentos tengo una chispa que va dando vueltas por mi cabeza.
Sin embargo, me siento a escribir sólo con la primera frase y algún detalle,
sin mucho más. Tengo claro el protagonista y cuál va a ser el conflicto, pero
no sé si habrá un personaje secundario o dos. También desconozco el final.
Por lo tanto, lo importante es el viaje, ¿no?
Sí, claro. Muchas
veces llego al final y luego lo matizo o le introduzco alguna pequeña
modificación.
¿El cuento requiere de un tipo de lector
específico?
Pienso que no hay
un lector específico de cuentos, pero sí creo en la actitud. Siempre se ha dicho
que en España el cuento está peor visto que la novela, mientras que en Estados
Unidos o en Sudamérica ocurre lo contrario. Aquí los lectores están más
acostumbrados al texto largo y el relato breve requiere enfrentarse con él de
otro modo. Son historias cortas, que empiezan y acaban con rapidez y obligan a tener
puestos todos los sentidos en la lectura. Una novela puedes fragmentarla,
tomártela con mucha calma, pero si haces lo mismo con un cuento, termina
perdiendo la gracia.
Traslademos esta misma pregunta al terreno
de la escritura: ¿un escritor se enfrenta igual a una novela que a un cuento?
En los cuentos se condensa igual
que en una novela, pero sucede que todo ha de estar mucho más controlado, no puedes
patinar, has de tener cada uno de los elementos bien cogidos por las riendas, no
se te puede escapar la intensidad o la tensión, has de avanzar gradualmente,
sin que se produzcan altibajos porque si no al lector la narración se le va a
convertir en agua. Con relación a los personajes, en el cuento caben dos o tres
como mucho y, si no los cuadras bien, la historia puede resultar inverosímil. Esos
detalles son los que diferencian la escritura de un cuento de la de una novela.
Señalas que al empezar a escribir tienes
claro el protagonista, ¿podemos definir tus cuentos como relatos de personaje?
Para mí el
personaje es el elemento principal del cuento, igual que para otros escritores lo
son el fondo o la voz. Me centro mucho en su figura y estoy muy pegado a él. Nos
controlamos mutuamente y si me tiene que ganar dejo que me gane. Pero cuando
acabo la escritura, el protagonista ha llegado hasta donde más o menos yo preveía
que lo haría mientras maduraba la idea.
¿Hay
mucho de ti en tus personajes?
El otro día
presenté un libro en València, cuyo autor dijo que su novela no era
autoficción, pero que en sus páginas había tantas cosas suyas que había tenido
que crear una pantalla que ocultase la evidencia. A veces pienso que no se va a
notar que lo que escribo es mío, pero quien me conoce bien puede rastrearme a
través de mis cuentos.
Alguien ha definido a tus personajes como
seres perplejos, sin embargo, a mí me parecen tipos duros, algo despiadados y
egoístas, que van muy a la suya, en ocasiones incluso un poco gilipollas.
En ‘Me pillas en
mal momento’, mi anterior libro de cuentos, había algunos personajes que eran
seres insensibles, auténticos psicópatas. En ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’
más que duros creo que son tipos que se dan cuenta de que si, en un momento
determinado, no emplean esa dureza no son capaces de revertir la situación en
la que se encuentran inmersos. A veces, yo mismo he sido tan duro o tan
gilipollas como ellos y me pregunto si lo que escribo no es sino un experimento
para comprobar cómo me comportaría o qué decisión tomaría ante esas mismas
situaciones. Creo que no soy como estos tipos, pero me asalta la duda de si, en
caso de necesidad, no sería capaz de actuar igual y cometer sus mismas
barbaridades.
Los cuentos de ‘Ninguna mujer ha pisado la
luna’ no son breves, casi todos superan las veinte páginas, ¿te ha pasado por
la cabeza la idea de convertir alguno de ellos en novela?
Personalmente no
he pensado en eso, pero es verdad que a mi editora, el último de los cuentos
del libro, ‘Tantas veces como amor’, le parecía que ofrecía posibilidades para ser
una novela. Durante algunas semanas estuve reflexionando sobre esta opción, pero
como había escrito todo lo que me apetecía decir sobre esa historia, decidí
desestimar la idea.
Abordas la historia en un momento dado, la
haces avanzar un poco y luego la sueltas, sin que parezca importar mucho el
desenlace.
Es verdad que el
desenlace no está muy claro, pero intento dejar algunas señales para que,
cuando el final se anuncia inminente, sea el lector quien le ponga el lazo al
relato o lo haga explotar.
Los temas son diversos, ¿existe algún hilo conductor entre ellos?
Bueno, creo que
eso que dicen de que hay escritores que siempre repiten las mismas historias es
cierto. En mi caso, los temas que me llevan a escribir son iguales: la
infidelidad, el sexo, las consecuencias de traspasar ciertos límites... Todos
ellos ya aparecían en mi primer libro de microrrelatos, incluso ahora que llevo
una novela entre manos también están presentes.
Parece innegable que tras tus cuentos se
esconde la lectura de mucha literatura norteamericana: Wolff, Carver o Cheever,
¿es así?
Me hizo gracia
que Gonzalo Calcedo, que prologó ‘Me pillas en mal momento’, me dijera que en
mis cuentos se notaba la influencia de Tobias Wolff, porque en realidad aún no
había leído nada suyo por aquel entonces. Lo hice después. Sin embargo, sí conocía
a Carver, Cheever, Richard Fox o Donald Ray Pollock y a muchos otros escritores
contemporáneos, que también los han leído, claro, e imagino que por eso aparecen.
A pesar de todo, he intentado desmarcarme de este tipo de ambientaciones, pero
por lo visto no lo he conseguido.
Los escenarios también se me antojan muy
americanos.
Al tratarse de cuentos
que nacen de noticias periodísticas, que fueron portados en su momento, intento
recoger el ambiente originario del hecho y llevarlo a la página. Algunas historias
sucedieron en las Vegas o en Nueva York, pero no todas son así. Sin ir más lejos,
la noticia que propició la escritura del cuento que da título al volumen
ocurrió en el Prepirineo Aragonés. Lo que está claro es que nunca he escrito
sobre naranjos ni sobre la temperatura de València, incluso mis primeros
cuentos transcurrían en la Meseta, imagino que influenciado por la lectura de
Cela o Delibes, autores cuya lectura frecuentaba entonces.
Creo que por
higiene literaria y también por probar. Necesito conocer cosas nuevas, llevo treinta
y cinco años escribiendo historias cortas, si exceptuamos un par de novelas que
tengo aparcadas, y pienso que ha llegado el momento de trabajar con tramas más
largas y personajes de mayor recorrido. Antes con los cuentos tenía suficiente,
pero ahora se me ocurren historias con más subtramas y eso requiere un trabajo
de mayor distancia.
La última por hoy: antes has citado a Gonzalo
Calcedo como prologuista de tu anterior libro de cuentos, ¿qué piensa Calcedo
de tus historias?
De Calcedo
conservo dos comunicaciones, que recibí cuando le propuse prologar ‘Me pillas en
mal momento’. Sé que los cuentos le gustaron y me dijo que debía seguir
escribiendo, porque pensaba que tenía cosas que decir y que mis libros tendrían
recorrido.
SOBRE KIKE PARRA VEÏNAT
Kike Parra Veïnat tiene 46 años. Nació en Alzira (València), en 1971, una ciudad que se parece muy poco a los lugares a los que viaja. ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ es su cuarto título publicado. Es autor también de los libros de microrrelatos ‘Ningún millón de ángeles cantando’ y ‘Siempre pasan cosas’ y del volumen de cuentos ‘Me pillas en mal momento’. Kike Parra ha ganado los premios “Certamen de Cuento corto del Ayuntamiento de Laguna de Duero”, “Concurso Internacional de Cuentos Elena Soriano” y el “Antonio Villalba 2013”.