Nº 567.- Aceras
mojadas y gente apresurada. Llueve. Son las 17.15 horas del primer viernes de
abril. Gorra en ristre, camino hacia la cafetería donde he quedado citado con
la escritora Kate Mosse (Sussex, Reino Unido), que acaba de publicar en España
su nueva entrega, ‘La Ciudad del Fuego’, editada por Planeta, una novela de género
histórico con estructura de thriller, en la que la escritora británica nos habla
de Minou Joubert, una mujer obligada por las circunstancias a ponerse al frente
de la librería de su padre en pleno siglo XVI. Cierta mañana recibirá una carta
anónima, sellada con el emblema de una poderosa familia, en la que hay escrita
una sola frase: «Ella sabe que estás viva». Descifrar el significado de la
misiva, en un ambiente de perturbaciones
y tribulaciones sociales, de guerras y aventuras, de luchas entre católicos y hugonotes,
no se antoja una tarea fácil para Minou, a la que el destino pondrá delante la
figura del valiente Piet Reydon, un joven converso en cuyo poder obra una
reliquia de valor incalculable. Kate Mosse se encuentra en València porque ha
venido a participar en la I edición del
festival Torrent Histórica, dedicado al género que ella cultiva con
tanto éxito, que ha sido posible llevar a cabo gracias al inestimable patrocinio del Ayuntamiento de Torrent. Con la ayuda, indispensable sin duda, del traductor Jakob
Gramss, comenzamos nuestra charla.
Kate, le ruego que me disculpe por no
hablar inglés.
No se preocupe, yo tampoco hablo español [risas].
Siempre hago esta misma pregunta en una primera
entrevista con escritores: ¿qué significa para Vd. la escritura?
[Risas] Es una muy buena cuestión. Escribo porque me encanta contar
historias. Cada una de mis novelas es como una carta de amor dirigida a los
lugares que me gustan, como por ejemplo, Carcasona o Toulouse. Cuando estoy en
uno de esos sitios, empiezo a imaginar qué hacen y cómo viven las personas de
allí. Me fascina la Historia con mayúscula, pero me apetece más contar las
vivencias de la gente normal y corriente como nosotros, no me interesa la de
los reyes, ni la de las personas que mandan.
En Inglaterra existe una gran tradición historiográfica
y también por el cultivo del género de la novela histórica, ¿a qué se debe tanto
interés?
Creo que tiene que ver con el hecho de que queremos lidiar con las
grandes emociones, amor, odio, fe, venganza, justicia, fe… Sin embargo, llevar
esto a la práctica en tiempo presente a veces resulta demasiado difícil y lo
trasladamos al pasado, así podemos percibir esas sensaciones desde una cierta
distancia, algo que a los ingleses nos gusta mucho.
¿Es importante estudiar el pasado para
conocer el presente y predecir el futuro?
Debería ser así, pero lamentablemente no aprendemos de la Historia. Al
mismo tiempo, es bueno recordar que las cosas unas veces mejoran y otras
empeoran y que, incluso en los momentos más terribles de la Humanidad, surge la
esperanza y regresa lo bueno que tiene el ser humano.
Mientras escribe, ¿con qué disfruta más:
con el proceso de documentación o con el tiempo de escritura?
Me encanta la investigación porque soy una persona curiosa. Me gusta
desplazarme a un lugar nuevo, mirar sus archivos, encontrar cosas. Cuando
escribí ‘La Ciudad del Fuego’ descubrí que se había producido una masacre en
Toulouse que no había leído por ninguna parte. Ese hallazgo me hizo sentir como
un detective, pero eso no era suficiente porque yo quería contar algo. Así que,
cuando acabé el tiempo de la documentación, cerré los ojos y dije, bueno, ahora
hay que narrar mi historia y ese momento, cuando ya estoy preparada para
escribirla, también me gusta mucho.
¿Qué imagen o qué frase le dio pie para
comenzar la escritura de ‘La Ciudad del Fuego’?
Es otra muy buena pregunta. El detonante para escribir esta novela fue
encontrarme en el cementerio hugonote de Franschhoeck, una ciudad de África del
Sur, con el fondo de las montañas que rodean la ciudad. Había leído textos
sobre las pocas familias hugonotas que habían huido a aquel lugar. Entonces
dirigí la mirada hacia las montañas y pensé que se parecían a las que había
visto en el Languedoc. En ese momento tuve claro cómo sería la historia, supe
que se extendería a lo largo de trescientos años y que trataría de las pugnas
entre hugonotes y católicos en Toulouse y también de las generaciones venideras
de mujeres, que iban de un lado a otro, buscando un lugar en el que asentarse,
y que terminaron en África del Sur, ya que pensaban que aquel era un territorio
apropiado para ellas.
Esta novela forma parte de una
tetralogía, ¿cuándo llegará a España el segundo volumen?
Se publicará en 2021. Siempre dejo un espacio de tiempo de dos años
entre cada libro. Se titulará ‘La Ciudad de las Lágrimas’ y se desarrollará
sobre todo en Amsterdam y, en menor medida, en París.
No es la primera vez que Vd. sitúa una
novela suya en Carcasona, ¿de dónde procede su interés por esta ciudad?
Visitamos Carcasona hace treinta años y tenemos una pequeña casa junto
a su muralla medieval. Cuando puse el pie por primera vez allí, pensé que yo
pertenecía a aquel lugar y supe que en aquella ciudad podría ser escritora. Por
sus calles se escuchan por doquier los susurros del pasado, algo parecido a lo
que me ha ocurrido hoy en València, y sin darme cuenta me vi contándome
historias a mí misma. Carcasona me convirtió en escritora, no tengo ninguna
duda.
‘La Ciudad del Fuego’ tiene un comienzo
potente, que capta pronto la atención del lector. Conseguido esto, ¿cómo logra
mantenerlo atento a la lectura durante las más de seiscientas páginas que tiene
la novela?
Yo escribo novelas que empiezan violentamente, subiendo el ritmo cada
vez más y convirtiéndose casi en una carrera. ‘La Ciudad del Fuego’ es como una
ficción de aventuras en la que también hay algo de thriller para averiguar
quién escribe la carta que recibe Minou. Voy dejando pistas y, al final, revelo
el secreto, el misterio. Es una manera de narrar a la antigua, donde poco a
poco se prepara el clímax de la historia, que significa mi compromiso con el
lector: si se mantiene en la lectura hasta el final, será recompensado con la
revelación del secreto. He de añadir que no planifico nada, simplemente me
siento y escribo. De esta manera mantengo el impulso de la escritura en todo
momento, porque pienso que, si planifico demasiado, pierdo la energía que
preciso para escribir.
Preferentemente, los capítulos son más
bien de corta extensión, que facilitan una lectura dinámica, ¿es algo premeditado?
Absolutamente. Algunas veces, en verano, te tomas un vino y puedes leer
un libro reposadamente, pero durante el resto del año la mayoría de la gente
lee por la noche y dispone de poco tiempo. Por otro lado, a mí no me gusta
parar la lectura a la mitad de un capítulo y, para el tipo de vida que lleva el
lector moderno, resulta muy adecuado el capítulo corto.
En lugar de su hermano Aimeric, que
según la época sería el heredero tradicional del negocio, es su hermana Minou
quien está al frente de la librería de su padre, ¿esta situación era muy
frecuente en el siglo XVI?
Aunque pensemos que no, sí que era una situación bastante normal. En
las familias de entonces, los hijos varones y las hijas echaban una mano en el
negocio familiar. Cuando una mujer se casaba, normalmente era el marido quien
se hacía cargo del negocio, pero en gran parte del siglo XVI los hombres permanecían
bastante tiempo fuera de casa, en la guerra, y ellas se encargaban de abrir las
tiendas y mantener operativos los mercados. Tenemos la impresión de que las
mujeres no salían de casa, pero eso no se corresponde con la realidad. Hijas y
viudas «tiraban del carro» para sacar las castañas del fuego.
Las herramientas de la entrevista de Kate Mosse |
Sí, eso fue algo que me fascinó y por eso decidí que el negocio de los
Joubert fuera una librería y no una tienda de comestibles. En mi investigación
para la novela, descubrí que gracias a la Reforma y al final del catolicismo en
Inglaterra, miles de libros de los monasterios fueron trasladados al continente
europeo y eso significó una novedad. También hay que tener presente que la fe
protestante permitía a la mujer escribir y publicar obras siempre que
estuvieran relacionados con la fe. Por ello, hubo muchas mujeres que escribían,
lo que resulta muy interesante.
Detrás de sus murallas, Carcasona conserva
mucha historia. En el siglo XIII fue objeto de la cruzada albigense contra los
cátaros y en ‘La Ciudad del Fuego’ acoge refugiados de las Guerras de Religión.
Si comparamos esta situación con la que vivimos en pleno siglo XXI, donde los
conflictos religiosos y el problema de los refugiados están a la orden del día,
parece que no hemos cambiado mucho, ¿no cree?
Sí, lo sé. Carcasona era una ciudad francesa que me interesaba mucho
utilizar en la novela, porque allí funcionaba la Inquisición Española y había
judíos y conversos que se escondían o se refugiaban tras sus muros. En el
inicio de las Guerras de Religión fue una ciudad católica y durante la II
Guerra Mundial la encontramos repleta de combatientes huidos de la Guerra Civil
Española. También los cátaros la habitaron en el siglo XIII. Para mí siempre ha
sido una ciudad que acogía a todos los que aceptaban y respetaban sus leyes, y
ese espíritu suyo de bienvenida es lo que me gustó de ella desde el primer
momento.
¿Las Guerras de Religión en Francia, en
el fondo, fueron sólo guerras de origen religioso o esconden un auténtico
conflicto político, un enfrentamiento entre dos facciones y dos maneras
distintas de entender el poder?
Sí, sí, es exactamente eso, en realidad se trata de una lucha por el
poder y de influencia, no es una cuestión de fe. En Inglaterra, Enrique e
Isabel querían crear su propio imperio; en Francia reinaba un monarca muy débil
y existía una lucha entre el liderazgo católico y el protestante para ver quién
obtenía el control. Es en verdad una guerra civil en la que Francia se destruye
a sí misma. Los efectos de este conflicto durarán cien años y no se refieren
sólo a una destrucción física, sino también al hecho de que los hugonotes, que
constituían lo que podríamos denominar clase media de entonces, compuesta por
doctores, abogados e ingenieros, al abandonar el país, se llevaron consigo sus
riquezas a Inglaterra, Holanda, Alemania y a África del Sur. Lógicamente, no
vinieron a España donde el catolicismo era el amo.
La novela está mayoritariamente escrita
en tercera persona, ¿por qué? ¿No le tentó a Vd. la posibilidad de narrar bajo
la voz de Minou?
[Risas] ¡No, no, mis personajes no son yo! Soy como la directora que
está fuera de escena y dirige lo que ocurre en el escenario. Si utilizo la
primera persona siempre has de quedarte con ese personaje y a mí me gusta
meterme en la cabeza de todos ellos. Sólo he escrito una novela en primera
persona, la única en la que el protagonista es un hombre. Como lo conocía bien,
pensaba que podía ser él.
En ‘La Ciudad del Fuego’ encontramos una
metáfora muy interesante que habla de un reloj de arena, pero no lo hace desde
el punto de vista de medidor del tiempo, sino como el aparato que controla el lapso
de vida que le queda a uno de los personajes, Michel Cazès. ¿Cómo se le ocurrió
esa imagen?
«Oh, I don’t know!» Me encanta que me hayas hecho una pregunta sobre el
personaje de Michel. Me gusta mucho la dialéctica que se establece entre la
historia personal y la Historia con mayúsculas. Es muy importante recordar que
en tiempos de guerra la gente se pone enferma, igual que en tiempos de paz, y también
se enamora, ríe y llora. Algunas veces encontramos libros cuya acción se
desarrolla a lo largo de una guerra y pensamos que no hay nada más que guerra
en todo ese tiempo. Y eso no es así. Por otro lado, la imagen del reloj no sólo
se refiere a Michel, sino también al hecho de que a Francia se le termina el
tiempo. Sin embargo, Michel no conocerá el desenlace, no lo verá.
¿Detrás de sus novelas históricas, se
esconde una Kate Mosse a la que le hubiera gustado ser historiadora?
Me encanta leer Historia y algunas veces se me ha pedido que escriba
libros históricos, pero no me interesa reflejar la historia entera, no quiero
contar todo lo que ocurre. Lo que me importa es averiguar cómo la gente siente
o experimenta la Historia. Hay ocho Guerras de Religión, que se extienden entre
los años 1562 y 1598. Son una sucesión de edictos, guerra, edictos, guerra…
Claro, no son iguales todas estas guerras, pero lo que me atrae es escribir
sobre su inicio y narrar lo que les ocurre a mis personajes.
La última: Kate Mosse ha venido a
participar en la I edición del festival Torrent Histórica, ¿por qué son
importantes estos encuentros para Vd.? ¿Le importa el «feedback» que le llega
de los lectores? ¿Piensa en ellos mientras escribe?
Sí,
me interesa mucho el «feedback» de los lectores, pero a estos eventos acudo a
encontrarme con ellos y también a verme con otros escritores, cuyas obras
desconozco. Es algo maravilloso. Cuando escribo no levanto la vista del papel,
no pienso en los lectores, sólo me centro en saber si este personaje funciona,
o no, si esta frase está bien, o no, y en decidir qué quiero contar en cada
capítulo. Escribir es un proceso bastante técnico y me limito a la novela, pero
cuando la termino, levanto la vista y ya estoy lista para verme con los
lectores.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 07/04/2018
SOBRE KATE MOSSE
SOBRE KATE MOSSE
KATE MOSSE (Sussex, Reino Unido,
1961) es autora de obras de teatro y ensayos, además de haber escrito seis
novelas y libros de relatos. Galardonada con varios premios, es la autora de la
aclamada Trilogía del Languedoc, que incluye las novelas El laberinto, Sepulcro
y Citadel. Sus obras han sido traducidas a treinta y seis lenguas y publicadas
en más de cuarenta países. Es la fundadora del premio Women’s Prize for
Fiction, que premia la mejor obra escrita por una mujer en Reino Unido, y es
también la vicepresidenta del National Theatre de Londres. Divide su tiempo
entre Chichester, en West Sussex (Reino Unido), y Carcasona, donde escribe La
ciudad de las lágrimas, la continuación de La ciudad del fuego, que se
desarrollará entre París, La Rochelle, Londres y Ámsterdam.