Nº 569.- Casi diez años. Este es el tiempo que ha
permanecido inmerso Domingo Villar (Vigo, 1971) en la escritura de ‘El último
barco’, tercera entrega de la serie protagonizada por Leo Caldas, un inspector de
policía, familiar y gallego, que participa sin mucho entusiasmo en ‘Patrulla en
las ondas’, un espacio radiofónico dedicado a la seguridad ciudadana. Una
mañana de otoño, mientras la costa atlántica se recupera de los respingos del
último temporal, Caldas recibirá la visita del Víctor Andrade, un célebre
cirujano, alarmado por la ausencia de su hija, Mónica, que no acudió a una
comida familiar pactada de antemano, ni tampoco a su trabajo en una escuela de
Artes y Oficios. Mónica Andrade habita una casa pintada de azul, enclavada en
un espacio donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de las de
la otra orilla. En la casa todo está en orden, pero es un orden aparente, capaz
de ocultar un fondo mucho más oscuro.
Fue frente a otro mar, el Mediterráneo de
Benicàssim, vestido de un azul más pálido que el Atlántico gallego, desde donde,
teléfono mediante, entrevisté a Domingo Villar. Brillaba el sol a media asta,
cuando tecleé el número de Ediciones Siruela. Dos grabadoras trabajaban a pleno
pulmón. No era cuestión de desperdiciar una oportunidad largamente esperada. Tras
escuchar la melodía de la centralita, que
trasladaba mi llamada al teléfono del escritor vigués, arrancó la conversación.
Despacio, sin prisa, con la calma marina del último viernes de abril.
PREGUNTA.- Casi desde siempre, cada vez que entrevisto a un escritor por primera vez comienzo
con la misma cuestión: por qué escribe Domingo Villar?
RESPUESTA.- Para mí escribir significa vivir un mundo alternativo al corpóreo. Es una
vida tan real como la mía y me afecta del mismo modo que lo hacen las cosas que
me suceden en la realidad. También es una forma de canalizar la fantasía
creadora que se me desbordó desde que era un niño.
P. Cuando te iniciaste en la literatura, ¿por qué te decidiste por el género negro o
fue el género negro quien te escogió a ti?
R. Por un lado, supongo que surgió por emulación. Igual que los niños quieren
jugar al fútbol para ser Gonzalo Guedes o Iago Aspas, yo empecé a escribir
porque quería ser Vázquez Montalbán o Andrea Camilleri; y por otro, porque mis
mayores me enseñaron que se podía hacer buena literatura desde el mundo de los
géneros. Autores como John Banville o Muñoz Molina lo demuestran con sus novelas,
novelas policiacas con las que yo disfruté tanto cuando era pequeño.
P. Tus dos primeros títulos, ‘Ojos de agua’ y ‘La playa de los ahogados’
cosecharon un montón de premios, ¿esperabas una acogida tan grande?
R. No, no y voy más allá de eso, porque lo único que yo esperaba es que
alguien me leyese. Ni siquiera sabía si iba a publicar algún día. La primera
novela en castellano salió con mil doscientos ejemplares y el éxito fue
inesperado para todos. Pero de modo sorprendente, el número de lectores fue
creciendo poco a poco, a la vez que la crítica acogía la novela con cariño y
comenzaban las traducciones a otras lenguas. Desde el año 2006, cuando se
publicó ‘Ojos de agua’, no he dejado de pellizcarme para ver que esto es real.