«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 23 de febrero de 2023

Men Marías: «Hay una serie de fuerzas, que intervienen en la vida del ser humano, de las que no podemos escapar»

Fotografía: Vicente Carvajal
Nº 651.- Febrero, jueves, casi en el centro del mes más corto del año. Hace no mucho
recibí ‘Lo que arrastra la lluvia’ (Penguin Random House), la nueva novela de Men Marías, que poco tiene que ver con su anterior publicación. La escritora granadina nos cuenta ahora la historia de Marina, una mujer que ha visto destrozada su vida y que habita la mendicidad. Ha perdido a su marido, su hija, su casa, sus ahorros, malvive en un parque público y vaga por las calles de la ciudad. Un día, Carmen Salvaterria, una mujer de existencia acomodada y preocupada por temas sociales, se apiada de ella y decide incorporarla a su vida familiar. Marina acepta su generosidad, pero luego, paulatinamente, su devenir adquiere otro rumbo que la conducirá hasta los arrabales del alma humana. El agradecimiento ya no es tal, se torna en envidia, agravios comparativos y sospechas. No es necesario revelar más detalles de la trama. Cinco minutos para conectar por zoom con Men Marías. Preliminares, presentación, saludos, grabadora lista, tecla rec pulsada, piloto rojo encendido… Empezamos.  

Men, como escritora ¿necesitas tener clara la primera frase para comenzar a escribir?

Sí, sí, digamos que yo soy eso que llaman una escritora mapa. Yo inventé el término [sonrisa], soy la más friki. Necesito tenerlo todo súper atado antes de sentarme a escribir.

¿Existe alguna imagen, historia o suceso que haya dado pie a la escritura de esta novela?

Es la primera vez en mi vida que escribo algo que parte de un suceso real. Hasta ahora las historias venían a buscarme a mí, incluso tenía que rechazar algunas, pero en esta ocasión conocí a una mujer, cuyo nombre figura en la dedicatoria del libro, que vivía en la calle. Había nacido en una casa tan normal como la tuya o la mía, pero las cosas le habían rodado mal. De una serie de charlas con ella surgió esta novela.

En ‘Lo que arrastra la lluvia’ los capítulos no siguen la numeración tradicional, la has sustituido por cambios de personajes, emails, o páginas web, ¿por qué?

La novela está contada por un narrador en tercera persona al uso, pero es cierto que hay dos personajes, Julia y Leonor, que necesitaban expresarse de otro modo. Julia es una niña de trece años, a la que quería proporcionar una voz real. Sin duda, como mejor se expresan los adolescentes es a través de Internet, por eso, habla desde su blog. Por su parte, Leonor se comunica mediante correos electrónicos con otra mujer, de la que no vemos nunca sus respuestas. Las intuimos por lo que cuenta Leonor. Todo esto surgió a raíz de pensar que el papel es el único que no se ruboriza por nada y que determinadas cuestiones las expresamos mejor por escrito que con lenguaje hablado. Así que decidí que lo que no se atrevían a decir con su boca, lo contarían a través de sus manos.

Mientras leía la novela, tuve la impresión de que se trataba de un collage literario, en el que los fragmentos de texto desempeñarían el mismo papel que las manchas de pintura en un lienzo.

Me encanta oírte decir eso. Te lo agradezco, es muy bonito. Y, efectivamente, es así, porque en la realidad también sucede igual. La vida no es algo lineal sino un constante ir hacia delante y hacia atrás. Surgen distintos frentes y, al final, todo confluye en un camino.

No me digas cuánto te ha costado de escribir la novela, dime cuánto tiempo has invertido en elaborar su estructura.

Construir la escaleta del guion me ha costado un año, desde luego mucho más tiempo que escribir la novela.

Creo que ‘Lo que arrastra la lluvia’ es una mezcla de muchas cosas, pero ¿cuánto tiene de thriller psicológico?

No he creído nunca en la cuestión de los géneros y ahora cada vez menos. Para mí, el género es una caja, que yo puedo pintar de negro, de amarillo o de cualquier color. Lo importante es lo que metes dentro. Esta novela bien podría etiquetarse como un thriller psicológico, pero eso solo quiere decir que es un caldo de cultivo idóneo para que aparezca el mal.


¿Podemos afirmar que la novela trata del amor, de la locura y de la maldad?

En gran medida, sí, pero al final ¿qué novela no trata del amor y de la maldad?

La has estructurado en tres partes tituladas La mendiga, La intrusa y La diosa, ¿esa estructura traza la evolución de la novela?

Efectivamente, son las tres fases que atraviesa Marina, la protagonista, a lo largo de la novela. En la primera parte, aparece como una indigente viviendo en la calle. A continuación, otro personaje, Carmen, quiere ayudarla y la lleva a vivir con su familia, con lo que se convierte en intrusa. Por último, como Marina no termina de tener claro si Carmen es tan buena como aparenta o tan solo una fachada, se generan unas dudas que solo pueden afrontarlas con éxito los dioses. En consecuencia, ella se convierte en diosa.

Llama la atención el detalle con el que describes los sentimientos de una persona venida a menos, con la vida destrozada, una mendiga despreciada por todos. ¿Cómo has conseguido introducirte en la piel de un personaje tan específico?

Te voy a decir la verdad. Para escribir esta novela, yo me he sentado a pedir limosna en la calle…

Me dejas sorprendido…

Ha sido una de las experiencias más terribles que he experimentado en mi vida, pero necesitaba hacerlo. Se trataba de una cuestión con un nivel de violencia tan alto sobre una persona que no se podía imaginar. De hecho, lo intenté y no pude. Entonces pensé que esa situación había que vivirla. Estuve una semana sin lavarme el pelo, me vestí con un chándal roto y un día me senté en la calle a pedir. Fue como cuando estás en una playa y te quieres lanzar desde una roca, pero no te atreves y sientes que todo el mundo te está mirando. Era una sensación extrema. Y, en un momento dado, dije: vale, se acabó la broma, me voy… Pero no me decidía a levantarme por tal de no llamar más la atención. Ahí me di cuenta de la diferencia que existe entre caminar por el suelo y estar sentada en él. Esa experiencia es, quizá, lo más grande que me llevo de la escritura de esta novela.  

Ahora entiendo mejor que establezcas un paralelismo entre Meursault, protagonista de ‘El Extranjero’ de Camus, y el personaje de Marina. Ella se degrada tanto que acaba convertida en una extranjera en su propia ciudad e incluso, me atrevería a decir, en el género humano.

Sí, totalmente y también como el personaje de Camus, llega un momento en  que es juzgada por ello. El famoso juicio del que fue víctima Meursault no tuvo nada que ver con el asesinato del árabe, sino con el hecho de no llorar la muerte de su madre. Marina atraviesa una experiencia idéntica, deja de pertenecer a la sociedad por muchas cuestiones y la sociedad la juzga. También es el mismo caso de Gregorio Samsa, el personaje creado por Kafka, que se acuesta una noche como cualquier otra persona y, al día siguiente, se levanta convertido en un insecto. En definitiva, es la no confluencia con los cánones que la sociedad nos exige y cuáles son las consecuencias de no hacerlo. Para esto, los griegos manejaban el término ostracismo y para mí la pobreza es el nuevo ostracismo.

A Marina se le aparece la diosa Fortuna por todas partes. Fortuna interviene en la cantata ‘Carmina Burana’ de Carl Orff, que también suena en la novela. ¿Qué significan para ti estos poemas medievales?

Para mí significan un acto de humildad. Vivimos en una sociedad, y yo he participado en ello durante mucho tiempo, en la que parece que solo importa el mérito y el esfuerzo y, aunque son cuestiones importantísimas, no todo se reduce a algo tan sencillo como eso. Hay una serie de fuerzas que intervienen en la vida del ser humano, de las que no podemos escapar, por mucho que nos llenemos la boca de un determinado discurso, y que nos afectan desde el mismo momento de nuestro nacimiento. El hecho de que nazcamos en una familia u otra, algo que parece azaroso, es lo que marca la diferencia. Hay unas personas que, para llegar a ser lo que son, parten de la situación cero y hay otras que parten de menos quinientos. Por tanto, no todo es tan sencillo como nos quiere hacer creer la meritocracia.

Sigamos con la música, porque la banda sonora de ‘Lo que arrastra la lluvia’ casi la monopoliza André Rieu, un director de orquesta y violinista muy sui generis. ¿Qué te llama la atención de él?

André Rieu es una persona que me apasiona. Cuando lo veo, me pregunto qué es lo que me llama la atención de él. Y no es su performance, ese despliegue de medios tan grande que lleva a cabo, ni siquiera cómo adapta las obras clásicas a un modo más actual. Me atrae la intensidad que desprende. Rieu es una persona que se relaciona con el espacio de una manera diferente. Normalmente, las personas ocupamos el espacio que necesita nuestro cuerpo, sin embargo, él, cuando actúa y lo he visto en directo, es capaz de abarcar todo el escenario. Y eso para mí es fascinante, porque lo traslada a la música.

En una entrevista citaste una frase de Billy Wilder que viene a decir que «ninguna buena acción queda sin su castigo». ¿La citaste pensando en el personaje de Carmen Salvaterria, la benefactora de Marina?

Sí, pensaba en Carmen y también en que creemos que el mundo funciona con una coherencia que responde al hecho de que cuando tú das amor, recibes amor; y cuando das maldad, recibes maldad. Pero eso no es así o, al menos, no siempre. En mi opinión, muchas ocasiones funciona al revés y tratar bien a las personas y ser generosa con ellas no obtiene reciprocidad. Entiendo que el fin del bien debería ser el bien exclusivamente. No hay que hacer las cosas para que nos las devuelvan, pero sí es cierto que, al menos, si yo te trato bien, tú no me trates mal. Sin embargo, eso sucede con frecuencia y por este motivo la portada lleva esa frase que dice: «A veces, quien debería agradecértelo todo es tu peor enemigo». Las personas que nos van a tratar mal no siempre son extraños con los que nos hemos portado mal, sino los seres a los que más hemos querido.

Julia, de la que ya hemos hablado antes, es una adolescente, un personaje ingenuo que juega a influencer o, al menos, lo pretende a través de su web. ¿Podemos considerar que su presencia en la novela es el contrapeso a otros personajes con caracteres tan marcados como Marina o Carmen?

La ilusión me interesa muchísimo trabajarla. Hasta ahora siempre lo había hecho desde el punto de vista de que llega después de un episodio de dolor, como resultado de esa catarsis. Sin embargo, en esta ocasión, Julia vive desde esa ingenuidad y candidez que viene de serie con el ser humano. La suya es la ilusión de quien no entiende que la vida duele. La contraposición de este personaje a esos otros completamente destrozados por la vida me resultaba interesante.  

Entre otros títulos, por tu novela desfila la novela de Stevenson ‘Doctor Jekyll y Míster Hyde’. Una primera lectura de esta novela nos puede proporcionar la idea de que tenemos delante un fenómeno paranormal, pero si le damos una segunda vuelta, una relectura, contemplamos que estamos ante la realidad, porque todos tenemos dos caras.

Desde luego que sí. Respecto a Stevenson, siempre me he preguntado en qué momento dejó de hacer ficción y pasó a escribir realidad, porque eso sucedió en su vida. Incluso en ‘La isla del tesoro’ hay mucho de realidad. Esa cara B del Doctor Jekyll existe en todos los seres humanos y, de hecho, creo que es lo que soporta la cara A, esa versión en la que somos lo que llamamos buenas personas, donde nos comportamos de acuerdo con el orden establecido por la civilización. Somos una especie colaborativa, pero todo eso no se sustenta sin la cara B. Es algo que lleva el ser humano en sí mismo y acabará aflorando porque son cualidades evolutivas. Algunas de ellas, como la envidia y la ambición, se han identificado como actitudes de maldad, sin darnos cuenta de que si el ser humano no desea más, se estanca y no evoluciona. El egoísmo y el ponerse delante de los demás están identificados como maldad y son cualidades indispensables para que el ser humano avance. Y, ¡ojo!, no las estoy justificando, ni haciendo apología de ellas, pero creo que no es algo tan sencillo de entender como los postulados religiosos y cartesianos nos quieren vender.

Quizá el secreto de la convivencia radica en controlar esa cara B, porque un cierto egoísmo o una cierta ambición pueden ser buenos, si están controlados por la educación.

Efectivamente. Es así, como decía antes el ser humano está constituido como una especie colaborativa y mientras esas cualidades estén ahí y no interfieran en el libre desarrollo del otro pueden resultar muy útiles.

Una frase tuya que me ha llamado la atención: «El latín es una lengua para hablar las demás».

Amo el latín por encima de todas las cosas y es una herramienta que sirve para hablar las demás lenguas, igual que existen pequeños instrumentos para entender la vida. Para mí es más agresivo que las matemáticas, tiene un nivel de violencia que me fascina e incluso me ayuda a comprender mi propia cabeza.

«Ojos descalzos» leemos en ‘Lo que arrastra la lluvia’, una bella yuxtaposición de vocablos. Pero hay muchas más en el texto. ¿Cómo consigues adjetivar de esa manera?

No sé contestarte a esta pregunta, porque no es algo que yo busque a propósito. Me parece que pienso así y así me sale al escribir.

Citas también a los diminutivos como «manitas de cerdo» o «braguitas». ¿Esos diminutivos enmascaran el deseo de restar gravedad a algunas cosas que nos suceden?

Desde luego, no hay mayor caballo de Troya que un diminutivo. A todo lo que nos resulta incómodo le añadimos uno. Como digo en la novela cuando escribo «manitas de cerdo», te estás comiendo la pezuña de un cerdo y al decir manitas piensas en la mano de un bebé y todo se dulcifica. Sobre la ropa interior femenina volvemos a lo mismo, porque yo nunca he escuchado decir calzoncillitos. Por alguna razón, la ropa interior de mujer incomoda y no decimos bragas sino braguitas. Le otorgamos un tono más infantil y ya no suena tan duro.  

Granada es el escenario en el que transcurre ‘Lo que arrastra la lluvia’. ¿A qué huele esa ciudad que es la tuya?

Con mayor o menor fuerza, Granada siempre huele a incienso. Durante la Semana Santa lo percibimos de una manera más invasiva e intensa, pero durante el resto del año la ciudad huele a incienso. No tengo ninguna duda.



El pico del Veleta preside la vida granadina. ¿El Veleta es el equivalente al ojo vigilante del ‘Gran Hermano’ de Orwell?

Desde luego que sí. En Granada te puedes esconder de cualquier cosa menos del Veleta. El otro día comentaba en twitter que estaba haciendo una cosa que no debía hacer y pensaba que no me veía nadie. De repente, me di cuenta de que el Veleta me estaba mirando. No, no puedes esconderte de él.

Repasemos el desenlace de la novela, un final que sabe a género negro, con sorpresa incluida. Esa sorpresa, como lector y aunque ahora no se estile mucho, yo la agradezco.

No soy partidaria de escribir finales coherentes, ni de la literatura realista al cien por cien. Para eso ya está la vida y yo no la imito. Para mí, la escritura es hacer que suceda lo que yo quiero que pase. Por tanto, el final del libro va un poco por ahí.

Dos últimas preguntas para concluir. Comenzaste, y con éxito, a escribir relatos cortos. ¿Para cuándo un libro de cuentos de Men Marías?
Me lo han preguntado alguna vez, porque tengo muchos cuentos escritos. La gente que no lo conoce bien, tiende a pensar que el género del relato breve es igual que el de la novela. Sin embargo, no tienen absolutamente nada que ver el uno con el otro. Son estructuras distintas por completo. Para armar un libro de relatos debería encontrar un hilo conductor que enlazase todo lo que tengo escrito. Quizá lo busque algún día.

Cerramos con Patria Santiago y Sacha Santos, los protagonistas de tu anterior novela. ¿Todavía mantienes relación con ellos?

Sí, sí, a veces voy a llevarles flores, pero ahora mismo descansan. Se lo han ganado. De momento viven tranquilos, aunque no sé por cuanto tiempo.


Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI/24/Feb/2023