Nº 680.- Cuando comienzo a transcribir esta
entrevista, no escucho ningún elementoMiguel Salas Díaz/copyright@hermezo2024
paranormal en la grabación. Tan solo el
ruido de las teclas del teléfono móvil y el trasiego de los coches por la avenida
donde habito. Miguel Salas Díaz, profesor, viajero, escritor y un montón de
cosas más, publicó en 2023 su novela ‘La madre del frío’ (Ed. Alrevés), recientemente
nominada para el Premio Celsius, que habla del asesinato de la famosa actriz
María Castro, cuyo cadáver ha aparecido sin corazón y con un pajarillo vivo
ocupando su lugar. El caso presenta evidentes síntomas de que en el crimen han
intervenido fuerzas sobrenaturales. La inspectora Irene Vázquez se ve obligada
a recurrir a la ayuda de su antiguo compañero Xan Borrasca, un investigador hemipléjico,
de carácter complicado, dotado con ciertos poderes especiales, que abandonó la
policía tiempo atrás. Al incorporarse a la investigación, Xan descubrirá que
este asesinato guarda similitudes con otro que él no fue capaz de resolver en
su momento. ‘La madre del frío’ brinda a los amantes de la literatura
fantástica todos los recursos propios del género, con lo que su disfrute está
asegurado. Sin embargo, dado que se trata de un problema criminal, a los
lectores habituales de este tipo de literatura les ofrece la posibilidad de
acceder a un producto híbrido, en el que una investigación detectivesca al uso
se ve salpicada con algunos procedimientos poco convencionales, pero
enormemente atractivos. Es como si, a una novela policíaca cargada de sal, le
añadiesen una dosis de pimienta. Sobre su publicación y algunos detalles más,
pude conversar con el escritor madrileño una mañana del pasado mes de febrero. Teléfono
mediante. Y grabadora encendida. Evidentemente.
Miguel, tu padre era filólogo y también
regentó una librería en un campus universitario, resultaba difícil pensar que
tú no te dedicarías a la literatura.
Es verdad. Mis abuelos eran muy
lectores y mi padre filólogo, editor y dueño de una librería en el campus de
Ferrol. Así que siempre viví rodeado de libros, que iba leyendo. Mi vocación
escritora también fue muy temprana y ya desde chavalín intenté escribir relatos
y poesía. Con el paso del tiempo, todo eso se fue perfilando.
Es la primera novela que escribo dentro
del género fantástico. Antes había publicado dos libros de poemas, una novela negra
y un ensayo sobre adolescentes. Me animé a ello porque, desde siempre, el
fantástico ha sido uno de mis territorios favoritos. Como soy ferrolano y en
Galicia es muy habitual hablar de meigas o de la Santa Compaña, la idea de
escribir algo que uniese mi tierra con fenómenos paranormales siempre la llevé
en mi cabeza. Fue entonces cuando se me cruzó el personaje de Xan Borrasca, con
su capacidad para ver en el más allá, y me dije que era la ocasión perfecta
para escribir una novela que, en el fondo, pertenece al género negro con el
aditamento de un elemento fantástico.
¿Podríamos etiquetar entonces a ‘La
madre del frío’ como una hibridación, un thriller en el que la magia desempeña
un papel muy importante?
Pues estaría ahí, entre los dos géneros. Tiene una patita en
cada uno de ellos. No sabría decir si es un thriller con toques
fantásticos o viceversa, porque ambos elementos son indispensables en esta
novela. Y eso es algo que me preocupaba, porque el lector de género fantástico
es generoso y acepta que le cambies las reglas y le introduzcas otras cosas.
Sin embargo, el seguidor de género negro, del que soy muy asiduo, prefiere
tener un esquema fijo, una investigación policial en toda regla, y me daba
miedo que se tropezase con meigas y demonios y no le gustase.
Sigamos con los lectores, ¿para leer
género fantástico hay que tener la mente muy abierta, desprejuiciada, dispuesta
a verse sorprendida por fenómenos poco habituales, a veces incluso
incomprensibles?
En España tenemos muy poca tradición
de género fantástico. Somos más del realismo duro, del Lazarillo, de La
Celestina y del Quijote. Sin embargo, en otros países, como Inglaterra sin ir
más lejos, la tradición es muy fuerte y se naturaliza que un lector de libros «más
serios» lea literatura fantástica al mismo tiempo. Un escritor como Conan Doyle
también hizo sus pinitos escribiendo cuentos fantásticos y de terror. Los
españoles establecemos una división demasiado estricta entre lo fantástico y lo
que no lo es. Creemos que un autor de verdad, formal, ha de dedicarse a
escribir novelas realistas o ensayos
sesudos. Nos olvidamos de que anteayer nuestros antepasados vivían en el medio
rural, un mundo rodeado de elementos fantásticos y sobrenaturales, algo que
ellos sobrellevaban con absoluta naturalidad. Un lector acostumbrado a leer
«novela seria» puede adentrarse sin ningún problema en el género fantástico
pero, eso sí, leyendo obras de calidad.
¿De dónde procede el fogonazo
inicial que da pie a la escritura de ‘La madre del frío’?
En primer lugar, como te he dicho, la
idea surge a causa de la aparición de un personaje tan peculiar como Xan
Borrasca. A ello hay que añadir que, en las playas cercanas a mi casa, de vez
en cuando aparecían cuerpos de gente ahogada, al tiempo que escuchábamos el
ruido de los helicópteros y veíamos el revuelo de las búsquedas. El mar gallego
es bonito y terrible a la vez y esa imagen de los ahogados la guardamos en
nuestras cabezas. Por último, yo buscaba un malo, que es el Cazamentiras, un
mito procedente del folclore catalán, que encontré en un libro de Jesús
Callejo. En esos tres elementos, unidos, está el germen de la escritura de ‘La
madre del frío’.
Galicia es el escenario de la trama,
¿este tipo de novela, con unas características tan definidas, funcionaría igual
lejos de allí?
Creo que toda la Península Ibérica
es riquísima en folclore y, con ciertas variaciones, la historia funcionaría
igual en cualquier parte. Si, por ejemplo, transcurriera en Extremadura, que
posee una riqueza etnográfica muy potente, habría que situarla en el interior y
modificar algunos elementos. En el fondo compartimos leyendas procedentes de la
mitología judeocristiana, de la grecolatina y de la nórdica. Pero obviamente, a
mí me parecía lógico desarrollar la historia en Galicia, porque es un
territorio que conozco muy bien.
Cómo escritor, ¿el género fantástico
te facilita el trabajo, porque te permite resolver las novelas con mayor
libertad y, a la vez, te ofrece la posibilidad de plantear casos más
enrevesados, cuya solución sólo es posible con una cierta dosis de magia?
Es verdad que el género fantástico
viene muy bien para resolver determinados problemas. Y en esta novela hay un
par de puntos en los que lo paranormal es determinante. Indudablemente, si un
investigador puede manejar información procedente de un fantasma, eso le va a
ayudar y es una opción que un detective habitual no puede utilizar. Pero hay
que andar con cuidado, pues todo ha de resultar verosímil. No vale cualquier
cosa. No vale todo. Y como dices, trato asuntos que tienen relación con el
después, con el punto de fuga de los personajes. En una novela negra lo
habitual es que el punto de fuga se quede en lo terrenal; en una obra de género
fantástico, en la que se trata de espíritus y ausencias familiares por
fallecimiento, terminas hablando sobre el hecho de si existe o no algo más allá
de la propia materia. Y ahí sí que he querido apostar por la idea de que,
aunque hay que vivir con los pies bien asentados en la tierra, existe una parte
nuestra que sobrevive a la muerte y proporciona un sentido mucho más grande a
nuestra existencia.
¿Qué claro pareces tener ese asunto?
Bueno… Creo que lo tengo más claro
como autor que personalmente. Pero quería apostar por esa posibilidad.
En ‘La madre del frío’ la policía
cuenta con un grupo de apoyo llamado la Santa Orden de la Virgen del Dragón. En
la vida real, ¿los investigadores tropiezan, más a menudo de lo que creemos,
con casos que contienen elementos paranormales?
Sí, eso pasa continuamente. Hay
expedientes, como el famoso Caso Vallecas, en los que los agentes que acudieron
a investigar no pudieron determinar las cosas que allí sucedían. Por otro lado,
en asuntos de secuestros o de crímenes sin resolver, la policía recurre con
frecuencia a la colaboración de médiums o adivinos. A poco que veamos
documentales sobre crímenes recientes, encontramos este tipo de colaboraciones,
que pueden aportar alguna pista extra. Me acuerdo del padre Pilón, que fundó el
grupo Hepta, dedicado a la investigación de fenómenos paranormales, que descubrió
con su péndulo lugares donde había gente enterrada. Tampoco podemos olvidar a
los zahorís, que poseen habilidades para encontrar pozos de agua. Estas
situaciones rozan lo paranormal por que no existe explicación aparente alguna.
Los personajes que forman parte de esta
Santa Orden presentan peculiaridades muy singulares: Xan es hemipléjico y puede
ver en el pasado; Suso es un jorobado; Mamá Carallo apenas habla, pero posee
poderes especiales…
Existe la tradición fantástica de
que las habilidades o potencias mágicas suelen ir acompañadas de alguna discapacidad
física aparente, como la famosa cojera del diablo. Y yo quería jugar con esa
idea, muy rica para construir personajes. Todas estas personas con
discapacidades afrontan situaciones complejas con mucha solvencia y valor y yo
pretendía que Xan, el protagonista, pudiera desempeñar el mismo rol que
cualquiera de tantos otros superhéroes que acostumbramos a ver por ahí. Al
final se nos vende un estereotipo que muy pocas veces se corresponde con la
verdad. Si uno rasca un poco, observa que los héroes y heroínas fueron personas
que hubieron de superar dificultades para convertirse en tales. Y yo quería
reivindicar que el héroe de la novela fuera un personaje marginado en cierto
sentido, que no respondiera a los parámetros de éxito que manejamos en la
actualidad.
Si extracto su contenido y miro la
novela con perspectiva, en el fondo veo que trata de un asunto de corrupción en
el que intervienen elementos mágicos que forman parte de la trama corrupta.
Efectivamente, hay un caso de
corrupción política, que conduce a una muerte y esa muerte dispara un montón de
hechos acaecidos años atrás. Es como un arquetipo de la novela negra, en el que
al detective le persigue su pasado durante la investigación. Pero en ‘La madre
del frío’ el mal humano se ve apoyado por un toque sobrenatural, las flores del
mal, o sea, los demonios, que quieren que la gente sea mala y opte por el
egoísmo, la violencia y el desprecio hacia los demás.
Fijémonos en el diseño del libro:
¿una portada, atractiva y sugerente, como la de tu novela es una invitación
para que cualquier lector se sumerja en su lectura?
Me alegra que me digas que te ha
gustado la portada, porque yo estoy muy feliz con ella. Es un puntazo. Lo
cierto es que no sabíamos cuál poner y manejamos varias posibilidades. Al
final, la editorial buscó a la ilustradora Sara Morante, que se leyó la novela
y creo que el resultado ha sido maravilloso. Es una portada inteligentísima,
con una buena dosificación del tema del misterio, unos colores muy bonitos y
una plasticidad que encaja muy bien con el texto. Sara entendió perfectamente
el espíritu del libro y, como tú dices, creo que sí que invita a internarse en
su lectura y que resulta seductora para el comprador.
De Atobar at gl.wikipedia - Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10206962
Hablas sobre esa cruz de piedra, que solía rematar los hórreos o las barracas. Yo creía que servían para bendecir a los habitantes de la casa. Sin embargo, la novela explica que se trata de un elemento mágico, que protege contra los malos espíritus, un matiz muy interesante.
Sí, en los hórreos gallegos, en uno
de sus extremos hay una cruz y en el otro una especie de monolito, que no es
otra cosa que la estilización de un falo. Son los dos grandes símbolos de
protección: la cruz, procedente de la tradición judeocristiana; y el falo, propio
de la mitología romana, que protege y, a la vez, propicia la fertilidad. Como
los propietarios quieren que el grano se conserve bien, pues colocan esos
amuletos sobre sus hórreos. Y es una costumbre que sigue funcionando en la
actualidad, no sólo en Galicia, sino en toda Europa.
‘La madre del frío’ se mueve entre
dos realidades. Creo recordar que Paul Eluard decía que «hay otros mundos, pero
están en este». ¿Dónde se esconde esa segunda realidad que el común de los
mortales no detectamos?
El tema del materialismo me preocupa
mucho, en el sentido de que efectivamente nosotros vemos una realidad que está
delimitada por unas dimensiones, espacio y tiempo, y lo más fácil es dar por
hecho que más allá de eso no existe nada. Sin embargo, resulta que ahora, no
solo las tradiciones espirituales, sino también la física más moderna, nos
hablan de que hay otras realidades, que incluso han sido formuladas matemáticamente.
Y uno empieza a pensar que quizá el cerebro sea un órgano de recepción, pero
que como cualquier otro receptor, una radio sin ir más lejos, tiene sus
limitaciones. Entonces, ¿qué sucedería si hubiera personas con capacidades para
detectar más dimensiones? Pues que todo pasaría a través de las profetisas, los
médiums y otros personajes que pueblan este mundo. Lovecraft abundó en la
existencia de seres de otras dimensiones, mucho más complejos que nosotros y
que, en cualquier momento, pueden interferir en nuestra realidad y destruirnos.
Y la novela juega un poco con todo eso.
Me ha parecido muy interesante
también comprobar el papel que desempeñan los espejos dentro del género
fantástico: reflejan imágenes y actúan como ventanas o puertas de acceso a un
mundo distinto.
El espejo es un elemento muy
ambivalente. Por una parte, refleja objetivamente lo que ve, pero de manera
invertida, lo que proporciona un juego muy interesante; y, por otra, es una
puerta hacia una dimensión distinta. Existe mucha literatura fantástica que
trata sobre personas que aparecen por el espejo, de seres que no están o, como
ese cuadro de Magritte, donde una persona está mirándose frontalmente en un
espejo que, sin embargo, refleja su nuca, de tal manera que nosotros la vemos
dos veces. Ese tipo de juegos de fantasía, casi surrealista, son muy
interesantes para la literatura fantástica. También las superficies acuáticas
son puertas hacia el otro lado. Lo vemos en el ejemplo de la Dama del Lago, que
saca la espada Excalibur para Arturo a través del agua.
Cuentas la leyenda de El Cuco, un
ser mágico que roba el corazón a los niños mentirosos. Y un niño asustado es un
niño obediente, controlable. ¿Esa leyenda sería extrapolable a los adultos?
Pues no estoy muy seguro. Evidentemente
tiene una función limitadora para los pequeños. Mi abuela me contaba que,
detrás de las zarzas de los caminos, había un hombre con las uñas muy largas,
que secuestraba a los niños. Y yo no me alejaba mucho de mi casa, ¡claro! [Risa
leve]. Son leyendas o cuentos que, por un lado, incitan a la prudencia, y por
otro, causan traumas que podían haberse evitado. Sin embargo, también nos
proporcionan una pista relacionada con aspectos morales. Si leemos cuentos de
Perrault o Andersen encontramos siempre un elemento de aprendizaje moral.
Cuando no había escuelas se enseñaba a base de historias, que es la forma más
rudimentaria de enseñanza. Hay que estar atento a esos textos, que son antiguos
y valiosísimos, y que presentan muchos niveles de lectura.
En este caso concreto, la leyenda
castiga la mentira.
Es que la mentira, que es la gran
protagonista de esta novela, tiene sus consecuencias. Por ello, el personaje
del Cazamentiras, el Cuco, me venía genial. Esa idea de que, a través de las
bocas de los niños mentirosos, salen pájaros volando y dejan una mancha, la mancha moral de la mentira, con la que
el Cazamentiras detecta a los
mentirosos, los mete en un saco y se los lleva, era suficientemente siniestra
como para aprovecharla y utilizarla en la novela.
De pequeños todos conocíamos esas
leyendas, pero ya de mayores es cuando las analizamos con detenimiento y
percibimos que en verdad eran muy crueles y terroríficas.
[Risas] Efectivamente son terroríficas,
poseen un elemento siniestro que, mientras eres pequeño te asusta, pero ya de
mayor es cuando realmente captas la complejidad de la oscuridad que las rodea y
las valoras en su justa medida. Pero bueno, tampoco soy muy favorable a la
dulcificación de estas historias, que se han adaptado a la forma de ver el
mundo actual, porque en esa adaptación se pierde determinado mensaje. Pienso en
el caso concreto de Roald Dahl, en quien el elemento de la aceptación de la
crueldad de la vida está presente. Todavía recuerdo cómo me traumatizó el final
de ‘Las brujas’.
Durante el Golem Fest, noviembre 2023 copyright@hermezo2024 |
Después de sumergirte en ese mundo, en esa lucha entre seres terrenales y seres del mal que describes, ¿duermes bien o aún echas un vistazo debajo de la cama antes de acostarte?
Las cosas paranormales no me producen
demasiado miedo. No me asustan ni los demonios, ni los fantasmas. Quizá porque
nunca me he encontrado con ninguno [risas]. Sin embargo, mientras escribía el
capítulo donde narro el asesinato del cadáver que aparece al principio de la
novela, lo pasé mal. En ese relato, hay una visión de la naturaleza humana muy
oscura, que me costaba asimilar. Eso me obligó a dilatar su escritura a lo
largo de varios días.
Terminamos por hoy: ¿Xan Borrasca y
sus compañeros de la Santa Orden de la Virgen del Dragón han nacido con
vocación de serie?
Sí, han nacido con vocación de
serie. De hecho, tengo varios caminos por los que seguir, pero todavía no sé
por cuál hacerlo. Me voy a poner con la documentación ahora, con la intención
de sentarme a escribir en verano. Y quiero que estos personajes regresen,
porque algunos tienen una historia muy bonita detrás y deseo que los lectores
la conozcan.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI