«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 29 de diciembre de 2024

Martín Llade: «Quise gastarle una broma a Beethoven y, al final, resulta que la broma me la gastó él a mí»

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Nº 691.- Escucharemos sus palabras el próximo 1 de enero de 2025. De nuevo. Después de las uvas, el champán y el cotillón. Aunque a él no le veremos. Una vez más será la voz en off que locute el Concierto del Primero de Año desde la sala del Musikverein de Viena. Valses, galops, polkas, marchas… Les hablo de Martín Llade (San Sebastián, 1976). Pero Llade es mucho más que eso. Él trabaja en Radio Clásica donde, al filo de las ocho a.m., presenta Sinfonía de la Mañana, un programa en el que se dan cita fragmentos de música clásica, entrevistas y entrevistados, noticias musicales y un cuento que el propio Martín escribe cada día. De lunes a viernes. Sin faltar nunca. Desde hace tiempo, su erudición musical y su motivación artística, le llevaron a trasladar sus ímpetus al mundo de la literatura. ‘Oboe’, ‘La orgía eterna’ y ‘Lo que nunca sabré de Teresa’ fueron sus primeros libros editados. Hace un par de años nos despertó con un volumen de relatos delirantes, ‘El horizonte quimérico’, y en este 2024, que da sus últimos pasos por el calendario, ha publicado otra novela, cuyo protagonista – no podía ser menos – es Beethoven, que lleva por título ‘El misterio Razumovski’ (Ediciones B), donde el escritor/locutor, y algunas otras cosas más, convierte al divino Ludwig, un tipo sordo, apasionado, colérico y radical, en una suerte de detective aficionado. Apoyado en la figura de su secretario, Anton Schindler, el compositor bonnense tratará de resolver el asesinato de la anciana criada del conde Razumovski, acaecido en Viena en 1814, ciudad y momento en los que los máximos dignatarios europeos trataban de repartirse la Europa surgida tras las ínfulas imperialistas de Napoleón Bonaparte. En el aula cedida amablemente, por la Llibreria Ramon Llull de València, sentados frente a frente, separados por la grabadora, piloto rojo encendido, al filo del mediodía de un sábado de diciembre, conversamos durante unos minutos sobre su novela, mientras Ignacio Marín tomaba fotos todo el tiempo. Después Martín Llade marcharía hacia el Golem Fest para participar en una de las sesiones de este festival de novela fantástica y ciencia ficción, que en 2025 ya ha alcanzado su sexta edición.

Martín, tu anterior trabajo fue ‘El horizonte quimérico’, un libro de relatos. Ahora te descuelgas con ‘El misterio Razumovski’, una novela. Publicar este texto, del que venías hablando desde hacía tiempo, se había convertido en una obsesión o en una necesidad?

Ha sido de todo. Realmente, trabajé en la novela durante dos años y medio, incluso durante la pandemia, lo que me produjo el extraño fenómeno de dudar sobre si los personajes podían salir a la calle, hasta que me dije que claro que podían hacerlo. Ellos vivían en 1814 y no en 2020. Fíjate la psicosis que me produjo el Covid y el confinamiento. Después afronté una serie de problemas personales importantes, entre ellos que me ocuparan un piso, que terminé malvendiendo y perdiendo mucho dinero. La cosa duró veinte meses, con desprecio absoluto por parte de las autoridades, ya que mis inquilinos eran delincuentes consumados. Cuando logré librarme del problema, gracias a un amigo mío que habló con Ediciones B, surgió la oportunidad de retomar la novela. Me dieron de plazo un verano para terminarla y escribí los últimos treinta capítulos, unas trescientas páginas, en cuarenta días y después de veinte meses de paro. Así que fíjate si tenía ganas de nacer esta novela. 

Cómo surge la idea para escribirla? Acaso procede del cuento ‘Beethovenomicón’, la historia del autómata de Maelzel, que incluiste en ‘El horizonte quimérico’? 

No, no, el cuento del autómata lo escribí durante el confinamiento y entonces ‘El misterio Razumovski’ ya la tenía empezada. Conseguí un libro sobre autómatas, estas peculiares criaturas artificiales. Allí descubrí un turco jugador de ajedrez y me di cuenta de que tenía un elemento muy interesante con el que jugar en la novela. 

Y cuándo se dibuja en tu mente la idea de convertir al maestro Ludwig en investigador de crímenes? Le dejaban tiempo sus partituras para dedicarse a esos menesteres?

Fue una broma. Con mi anterior novela pasé por varias editoriales y en una de ellas me preguntaron si no tenía nada policial. Respondí que no y me dijeron que lo policiaco interesaba mucho. Entonces y entre risas, le dije a mi mujer que tendría que convertir a Beethoven en detective. La broma duró un año hasta que pensé que esta misma idea se le podía ocurrir a cualquiera y adelantárseme. Y en ese caso ¡yo me tiraría de los pelos! Me pregunté si podría hacerlo y resultó que sí podía. Incluso daba más de sí de lo previsto. Ahora grandes personajes de la historia universal, desde Kant a Unamuno, pasando por Gonzalo de Berceo, se han puesto a investigar crímenes. Por otro lado, un tipo huraño como Beethoven encaja con los detectives norteamericanos del siglo pasado, los de gabardina y sombrero de ala ancha.


Tu Beethoven detective me recuerda a Poirot. Como el detective belga, aparece por lugares inesperados, donde ocurren cosas, y en momentos inoportunos, como un outsider

Hay un homenaje clarísimo a Agatha Christie y a su escena del sofá en la resolución del crimen de esta novela.  

Te gusta Agatha Christie?

[Risas] A quién no le gusta Agatha Christie? 

El título de ‘El misterio Razumovski’ nos remite a los cuartetos que Ludwig van Beethoven compuso para este noble ruso, que es un personaje más en la novela. Quién era Razumovski?

Procedía de una familia que no era nada. Su tío, Alexei Razumovski, fue amante de la hija de Pedro el Grande al que le habían quitado el trono. Era un campesino que tocaba muy bien el torban y entonces la conquistó con su voz. Luego conspiró para devolverle el trono a la zarina Isabel y ella y su sucesora, Catalina la Grande, ennoblecieron a los Razumovski. De hecho, Kiril, el hermano del Emperador de la Noche, que es como se conocía a Alexei, fue como una especie de virrey de Ucrania y era el padre del Andrei Razumovski que aparece en la novela. Todos estos datos tienen mucha importancia en el desarrollo de la narración. 

El Beethoven músico, el compositor, repartía estopa entre sus colegas: Moscheles, no valía nada; Fuchs, era un miserable; Meyerbeer, un superficial; Seyfried, populachero... Tanta rivalidad había entonces entre compositores o tan superior se creía a los demás?

Yo me preguntaba qué había hecho Beethoven durante los cuatro meses de 1814 que dura la novela. Y para escribir ese capítulo me basé en una carta auténtica. Decidí contar lo que allí se decía, pero dándole una vuelta de tuerca. De este modo, Beethoven recibe al compositor Tomásek y a su discípulo y les habla mal de todo el mundo. Pero de ellos afirma que están bien. Sin embargo, cuando se van, dice menos mal que se han marchado este par de pesados, aunque bueno, este es un buen maestro, porque su discípulo es tan mediocre como él [Sonrisa]. 

También le zurra a Salieri, al que compara con Rusia, un país que no le cae bien a nadie y que despierta temor. Después de ‘Amadeus’, Salieri tiene una mala prensa irrevocable. Nunca levantará cabeza, no crees?

En 2025 se conmemorará el bicentenario del fallecimiento de Salieri. Realmente Salieri no mató a Mozart. Ese rumor se expandió en sus últimos años de vida, cuando él ya estaba en una residencia y vivía espantado de que la gente diera pábulo a esa idea. Yo juego con ese rumor y convierto a Salieri en experto en venenos. Me hace mucha gracia meter el dedo en esa llaga… Pero sucede que Salieri fue el compositor más influyente que hubo en la Viena de su tiempo. Fue maestro de Beethoven, de Schubert, de Franz Xaver, el hijo de Mozart. Estaba en todas partes y tenía un don para la intriga muy interesante. Sin embargo, no parece haber sido una persona de comportamiento vituperable. Él iba a lo suyo y se supo manejar muy bien. Por ejemplo, se asoció a Gluck, y compusieron juntos una ópera que le catapultó a la fama. Fue un personaje complejo y su música no es fácil, porque no estamos ante un clasicista estándar. No es nada predecible, como tampoco lo es la música de Beethoven. Tal vez Ludwig tomó esta característica de Salieri.

Al protagonista y narrador, Antonio Félix Schindler, le pasa de todo: tiene un jefe tiránico en el bufete Bach, la policía le pega y detiene por subversivo, amanece en un burdel sin recordar muy bien por qué… Cómo es este hombre?

Schindler tiene muy mala fama como mentiroso, porque muchas cosas que dice de Beethoven solo las afirma él, nadie más del entorno del compositor. Por ese motivo, sus afirmaciones se ponen en cuarentena. En la novela se juega con el hecho histórico de que se hizo imprimir una tarjeta que decía «Antonio Félix Schindler, amigo de Beethoven». Sin embargo, Beethoven lo tuvo de secretario durante tres años y luego lo echó a la calle. Sin más. Nunca le pagó un sueldo. Yo buscaba un Watson para mi Beethoven/Holmes y cuando descubrí que se conocieron en septiembre de 1814, momento en el que arranca la narración, lo tuve claro. Schindler tenía que ser el narrador, forzosamente, sobre todo por esa fama de mentiroso a la que he aludido antes.  Dos meses después de conocerse, Schindler tocó como violinista en el estreno de la cantata ‘El momento glorioso’, que Beethoven compuso para el Congreso de Viena y cuyo estreno se cuenta en la novela. 

Schindler también trabajó para un abogado llamado Bach, Jean Baptiste. Está bien traído eso de que Bach sea el abogado de Beethoven, un bonito juego de palabras y reminiscencias musicales para la mente del lector. 

[Risas]. Sí, pero es un hecho histórico. Este hombre se llamaba así de verdad. Es un tipo real. En esta novela las cosas que más llaman la atención del lector son verídicas. 

El misterio Razumovski’ transcurre en Viena, una ciudad con la que, de alguna manera, tú te reencuentras cada 1 de enero. Sin duda era el escenario ideal para el libro.

Sí, no había otro posible, porque todo el Beethoven que conocemos es vienés. Hay muy pocas obras suyas que compusiera fuera de allí. Él estudió muy detenidamente lo que hacían los compositores que vivían en Viena, que era como el París de principios del siglo XX. La mayor parte de estos músicos no eran vieneses, pero llegaron a la ciudad, asimilaron la amalgama de novedades que se estaban introduciendo en el mundo de la música y Beethoven las llevó al extremo, al colapso.

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Mezclando el escenario vienés con los acontecimientos que se desarrollan en la novela, por tu parte existe también un intento de esbozar un retrato histórico de aquel momento?

Es el comienzo de la cultura de masas, porque hasta el clasicismo la cultura sólo está al alcance de los ilustrados, de los aristócratas, de los ricos. Con Beethoven la música empieza a trascender y puede ser disfrutada por cualquiera. De hecho, se cuenta que en su funeral se congregaron treinta mil personas en una ciudad que totalizaba cien mil habitantes, señal evidente de que su obra había trascendido. Su música se justifica a través del subjetivismo, de su yo, de las circunstancias personales de Ludwig Van Beethoven. No es intercambiable como la que habían compuesto muchos de los autores clasicistas hasta entonces. Es una época donde Beethoven luce como una estrella primigenia. Goethe recibe a centenares de estudiantes que acuden a conocerle a su casa. Lord Byron es traducido al alemán y Beethoven lo lee e incluso compone algunas canciones sobre sus textos. Es evidente que, aunque no disponían de los medios de comunicación y redes sociales actuales, la gente se enteraba de las cosas que se estaban haciendo en aquel momento. Por primera vez, la cultura llega en vida de los propios artistas a rincones muy remotos. Y bueno, alguien podría decir que ‘El Quijote’ se tradujo en vida de Cervantes y es cierto, pero lo de Beethoven es algo mucho más rápido y espectacular. 

A lo largo de la novela, Beethoven trabaja en la composición de ‘El movimiento glorioso’, que has citado antes. Sin embargo, esta partitura no se publicó hasta 1837 con el maestro de Bonn ya muerto. Por qué ocurrió esto?

Escribió la obra en dos meses. Y no creo que fuera para él nada especialmente importante, aunque es cierto que significó el mayor éxito de su carrera, puesto que acudieron seis mil personas al estreno y ganó mucho dinero con ella. En favor del compositor hay que decir que el proyecto no le motivaba y que le dieron un tiempo muy limitado para componerla. La obra rompe el mito republicano del compositor, porque por dinero se vendió a los intereses del Congreso y del absolutismo, al tiempo que ensalzaba al emperador Francisco. No es que sea para nada mala música, pero es una partitura menor, con poco interés. El texto es muy flojo y lo único interesante es que anticipa ciertos aspectos de la Novena.  ‘La Batalla de Vitoria’, también citada en el libro, es otra partitura que Beethoven compuso por dinero y que alcanzó una mayor repercusión. Beethoven tenía un lado comercial. Sabía que podía gustar al público sin demasiado esfuerzo.    

Has dividido ‘El misterio Razumovski’ en cuatro partes y cada una de ellas se corresponde con los movimientos de la Novena Sinfonía de Beethoven, por qué?

Bueno, pues, me hacía mucha ilusión que fuera así. Al final de la novela hay una serie de subtramas que todas se cierran en un arco. Y eso nos conduce a la Novena, donde ocurre lo mismo: se desarrollan varios temas que al final se enhebran entre sí en el último movimiento. Además, la génesis de la Novena Sinfonía es muy importante en esta novela, porque el Congreso de Viena es un primer intento de fraguar una Unión Europea, aunque de carácter absolutista, que fracasó. Y Beethoven es el autor del himno de la actual Unión Europea. Es la visión utópica e idílica de una Europa unida. Sin embargo, como podemos ver hoy, en diciembre de 2024, la humanidad sigue tan separada como siempre. 

Vayamos al ritmo de lectura y de escritura. En la novela menudea la ironía y el humor, algo muy frecuente en ti. Si tuviéramos que definirla musicalmente, estaríamos ante un allegro assai, un andante o un allegro ma non troppo?

Esto es un scherzo, es una broma… A Prokofiev, en su primera etapa como compositor, cuando escribía muy a la manera de Stravinski – le llamaban l’enfant terrible –, le dijeron que no sabía componer y que no sería capaz de hacer una sinfonía como Haydn. Y él contestó: cómo que no? Y escribió la ‘Sinfonía Clásica’, que era una broma, una parodia. Sin embargo, tuvo tanto éxito que eso anticipó lo que sería su periodo soviético. De hecho, incluyó una gavota que, veinte años más tarde, introduciría en ‘Romeo y Julieta’. En consecuencia, sucede que de una broma, de un juego, surge algo que le obligó a tomarse en serio esa nueva vía de expresión para su estética. Yo he querido gastarle una broma a Beethoven y, al final, resulta que la broma me la ha gastado él a mí. 

Como acabo de señalar, el humor habita la vida de Martín Llade. Lo comprobamos cada día en su programa Sinfonía de la Mañana de Radio Clásica. Qué significa el humor para ti? 

Mira, hagamos lo que hagamos en esta vida, un día nos tendremos que marchar. Entonces tenemos dos opciones: vivir apesadumbrados con esa idea o pensar que hemos de disfrutar de todo lo que podemos hacer. Y sin volver nunca la vista atrás. Creo que el humor es necesario, no para engañarnos o enmascarar la crudeza de las cosas, sino para sobrellevarlas y pensar que podremos salir indemnes de todo trance si somos capaces de creer que, tras el sufrimiento, siempre habrá un momento de receso, de retorno a la serenidad. Para mí el humor es serenidad, templanza, pensar que no importa que perdamos todas las batallas menos la última. 

La última pregunta por hoy: dónde se esconde Martín Llade en esta novela? 

[Risas] No sé… Hay gente que dice que Schindler le recuerda a mí… Bueno, espero no ser tan mentiroso como él. 

No podemos despedir la entrevista sin incluir un ¡Viva Mozart!, la frase que el escritor donostiarra ha popularizado a través de las ondas desde hace varios años. «Y ¡Viva Beethoven! también», apostilla el propio Martín Llade, mientras me dedica un ejemplar de su novela.

Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI.