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Óscar Rubén Valdez, caricaturizado por Cronos en 1970 |
Jugar como él, driblar como él, chutar como él. Óscar Rubén Valdez Ferrero llegó al Valencia C.F., procedente del Platense argentino, en un momento importante, la temporada 1970-71, legendaria con el paso del tiempo. Fue el año en que Di Stéfano revolucionó la capital del Túria con la ayuda de sus «ches». Se armó un plantel de gente joven, con hambre, apoyado en un puñado de veteranos curtidos, avalados por el pedigree que otorgaba el título de Copa conseguido en 1967 y un subcampeonato en ese mismo torneo de la temporada 1969-70. Fue en el seno de ese grupo donde aterrizó Valdez, la guinda brillante de aquel pastel insospechado. Era la época de los oriundos, donde los clubes de la liga española inscribían en sus plantillas a jugadores sudamericanos con raíces hispánicas. Una puerta abierta, tan válida como cualquier otra, para que los equipos reforzasen sus escuadras para competir en Europa con mayores garantías, pues los resultados obtenidos durante los últimos años habían dejado mucho que desear, ya que sus rivales continentales alineaban extranjeros con absoluta normalidad. Valdez, me desayuno ahora, vivió un par de meses alojado en un hotel de la localidad de Chiva, mientras se ultimaba el papeleo que permitiese su fichaje. La primera vez que le vi jugar fue contra el Málaga en Mestalla. Cuajó una buena actuación, incluso pudo marcar, pero Deusto, el portero visitante, le amargó la tarde. Sólo Forment pudo batirle en una única, y suficiente, ocasión de gol. Pero Valdez había debutado una semana antes. Fue en Gijón, frente al Sporting, en un partido en el que la prensa dijo de él que «despachó un segundo tiempo verdaderamente magnífico. Dribla muy bien, toca la pelota excelentemente, es rápido y ve la jugada». No se podía pedir más.