profusión su extensa obra – más de treinta libros publicados –, su interés por el tema de la identidad la recorre transversalmente. Así lo demuestra su trilogía formada por ‘L’home que se’n va’ (El hombre que se va), ‘El retorn dels Bassat’ (El regreso de los Bassat) y ‘La casa dels avis’ (La casa de los abuelos). Profundizando si cabe más en esta obsesión, Villatoro acaba de publicar ‘Polonesa’, escrita en catalán y editada por Proa, donde aborda la historia de un espía crepuscular israelí tras la caída del telón de acero. El protagonista de la novela, Saul Shalev/Andrzej Zelig/Klaus Steinberg, que posee tres identidades diferentes, reflexiona sobre el oficio de espía, un oficio del que nunca uno termina de jubilarse, al tiempo que intenta resolver un negocio de compraventa de material «delicado» que sus antiguos colegas acaban de proponerle. Dándole otra vuelta de tuerca al asunto, Saul/Andrzej/Klaus se interroga a lo largo del texto, no podía ser de otro modo, sobre el tema de la identidad, algo que le obsesiona particularmente a causa de su trabajo, porque en su cometido la falsedad, la mentira y las apariencias son definitivas para sobrevivir y tener éxito. Pasado el media día, a dos quarts d’una, Vicenç, desde Matadepera, y yo, desde València, anduvimos conversando acerca de esta ‘Polonesa’ y de algunas particularidades de su trayectoria como escritor. Establecida la comunicación tras los timbrazos preliminares del móvil, el piloto de la grabadora, encendido en rojo, nos avisó de que podíamos comenzar nuestra charla. Y a eso nos aplicamos.
Vicenç, aunque llevas mucho
tiempo dándole a la tecla, cuando entrevisto por primera vez a un escritor casi
siempre comienzo con la misma pregunta: qué significa escribir para ti?
Hace muchos años que escribo. Es
una actividad centrada en mi propia vida. En un momento determinado, decidí que
yo me relacionaría con el mundo de dos maneras a la vez: viviendo y
escribiendo. Pensaba vivir y escribir todo lo que me pudiera deparar mi
existencia. Pero no iba a narrarlo todo, sino a relacionarme con la vida a
través de la escritura que es una cosa distinta. De esta manera, cuando tengo
una preocupación o siento dudas, emoción o esperanza me surge siempre una
escritura que puede ser poética, ensayística, narrativa…
¿Eres un escritor intuitivo, a ver qué sale, o un amante de los esquemas, del plano?
No me considero intuitivo, pero
tampoco soy escritor de plano por completo. Es decir, tengo claro por qué
quiero escribir un libro y entonces, a través de la trama y de las
circunstancias, puedo ir fluctuando en función de la propia narración. Pero el
hilo central, la escaleta del texto, no es intuitiva, es racional.
Durante un tiempo ejerciste
como político. Esta experiencia te ha servido de algo en tu trayectoria
literaria?
Todo lo que he hecho en la vida
me ha servido, pero en realidad, a la política me he dedicado más bien poco, ya
que solo fui dos años diputat al Parlament de Catalunya. Conceptualmente soy
dos cosas: escritor y periodista y estas dos vertientes me han conducido a otros
ámbitos. El hecho de ser escritor, hace que te intereses por la cultura y
puedes acabar como gestor cultural y dirigir el Centre de Cultura de Barcelona
o l’Institut Ramon Llull, como fue mi caso. Y eso me ocurre porque el instinto
periodístico, que llevo dentro, me conduce a relacionarme con la realidad. Tú
dices cosas, escribes, opinas y, en un momento dado, te preguntan: por qué no
lo haces tú? Y entonces te pones y lo haces. Fue así como trabajé para la administración
pública durante un tiempo.
El protagonista de ‘Polonesa’,
Saul Shalev no actúa como espía, es un espía, según dice él mismo. Se puede
vivir como un espía todo el tiempo o, como te sucede a ti, también ellos viven
con dos vertientes?
[Risas] Sí, son dos vertientes diferentes,
pero tienen un hilo común. En el caso de un espía de infiltración, como el protagonista
de la novela, que trabaja en un territorio hostil, debe ser muy difícil lograrlo
haciéndolo de manera convincente. Para ser convincente hay que ser sincero y la
mejor forma de ser sincero es serlo de verdad. En consecuencia, creo que los
espías infiltrados acaban teniendo dos o más identidades, con toda la
dificultad que conlleva acarrear semejante mochila a cuestas. Pero, a pesar de
todo, debe de ser posible conseguirlo, porque ha habido gente que lo ha hecho.
Leemos en el libro: «El nostre
és un ofici d’aquests, de per vida. Com una mena de sacerdoci» (El nuestro es
un oficio de esos de por vida. Como una especie de sacerdocio). Un espía nunca
deja de ser espía, incluso cuando se jubila?
Supongo que sí, pero yo no lo he
sido nunca [risas]. Tengo poca experiencia en esto, no es un libro
autobiográfico, te lo puedo asegurar [más risas]. Sin embargo, percibo la
sensación de que un espía no se jubila, aunque lo pueden jubilar. Es decir,
puede producirse un cambio en las circunstancias que permitan que siga siendo
espía. Por ejemplo, si eres espía en una guerra entre dos países y la lucha
termina, tu presencia ya no es necesaria y es posible que te aparten. Y
entonces el espía puede ejercer su oficio en otra guerra, es decir, tiene la
posibilidad de cambiar de bando y posición para mantener su trabajo y, en
consecuencia, también su duplicidad identitaria.
En la novela hablas de
Varsovia. Estamos en 1992, apenas han transcurrido dos años y medio desde la
caída del muro de Berlín, y describes la capital polaca como una ciudad sin
mucho encanto, apagada, fría, que todavía huele a comunismo… Son momentos
duros, de incertidumbre, en los que se ven envueltos tres personajes, tres
espías: Viktor Pavlov y Saul Shalev (la vieja guardia) y Lía (una espía de
nueva hornada). Son otros tiempos donde hay que sobrevivir. Cuál de los tres se
adapta mejor a la nueva situación?
Aparentemente, quien se adapta
mejor de los tres es Lía, la más joven, porque tiene unos principios
ideológicos firmes: no duda a quien sirve y en qué bando está. Por otro lado
posee la convicción, propia de una generación joven, de que a través de los
nuevos procedimientos tecnológicos puede trabajar con mucha mayor eficiencia que
la generación anterior, que solamente basaba su oficio en el conocimiento y la
experiencia. Lía domina esas tecnologías y sabe manejarlas. Es evidente que son
más eficientes, pero también lo es que ofrecen algunos márgenes de error, pues presentan
fragilidades y ciertos puntos débiles. Por su parte, Viktor y Saul proceden de
un mundo que ha desaparecido, se encuentran profundamente inadaptados y tienen
muchas dudas de cuál es su papel en la nueva situación, en el futuro.
Después de muchos años de ausencia, cuando Saul Shalev regresa a Varsovia, la ciudad donde afirma haber nacido, encuentra que casi todo ha cambiado. Dice la novela: «Volia anar a passejar pel ghetto i no hi ha ghetto. Volia passejar per la memòria i no hi ha memòria» (Quería ir a pasear por el ghetto y no hay ghetto. Quería pasear por la memoria y no hay memoria). Por qué elegiste Varsovia como escenario?
En parte la elección de Varsovia
es funcional. Es un sitio donde yo creo que puede transcurrir la acción de la
novela, porque es difícil encontrar otros lugares donde también pueda
desarrollarse. Varsovia es una ciudad recuperada de dos maneras: una parte
reconstruida tal como era y otra reconstruida contra lo que era. Es decir, tú
visitas el centro histórico y lo ves bonito, pero es un centro histórico nuevo,
porque tras la guerra aquello había quedado como un solar. En el suelo
encuentras marcados los límites del antiguo ghetto, pero su trazado actual no
tiene nada que ver con el primitivo, es completamente diferente. En su momento
se plantearon qué hacer con el pasado: reconstruir las cosas como eran o
levantar algo nuevo sobre todo lo viejo. Y lo hicieron a medias. Por tanto, la
elección de Varsovia me proporcionaba no solo un escenario sino también un
protagonista.
Entonces, Varsovia es un
personaje más de la novela?
Sí, pero seamos precisos: es un
personaje secundario, no es el protagonista del relato. Igual que lo es el
tiempo pasado o la caída de la Unión Soviética, un hecho más importante a mi
juicio que la misma caída del muro, aunque ahora parece que ya no nos acordamos
de eso.
En ’Polonesa’ suena la música
clásica, concretamente Chopin. Parecía inevitable.
Me gusta la música clásica y
Chopin me emociona. Pero aquí también encontramos una faceta utilitaria. Para
no tener que construir un mundo completo, a la novela le conviene trabajar sobre
mundos ya integrados en la imaginación del lector. Yo no he estado nunca en un
pueblo del oeste americano, pero todos sabemos lo que contiene un salón, cómo
es una funeraria, cómo ataban los caballos... Es decir, todos conocemos cómo
son esas cosas sin haberlas visto en persona. Por tanto, si lo introduzco en
una novela todos comprendemos de qué va el asunto. En mi caso, incluir la Polonesa
de Chopin en mi texto me servía para rememorar la película ‘El pianista’ de
Polanski, que presenta unas connotaciones icónicas y políticas que me permitían
hablar de la presencia del pasado en el presente, así como de la dificultad de
entender el presente si no tienes el pasado a la vista.
Por qué has elegido la primera
persona para escribir ‘Polonesa’? Te lo pedía la propia historia?
Escribirla en primera persona
tenía un punto de reto, que lo hacía más difícil y, al mismo tiempo, lo
convertía en algo más interesante. Y estoy convencido de haber acertado en mi
decisión. Es difícil explicar en primera persona la historia de alguien que
sabes que está mintiendo, porque es un espía que vive de mentir. He intentado
que el lector vaya descubriendo cosas, guiado por un sujeto que cambia sus
verdades de un capítulo a otro. Ahí consistía el reto técnico, que espero haber
superado. Además, la primera persona también me ofrecía la posibilidad de
explicar un personaje por dentro sin caer en el monólogo interior. Saul no
habla consigo mismo, sino con el lector, y este recurso me ha permitido incluir
recuerdos y reflexiones, que me parece que le dan una mayor consistencia a la novela.
Junto con las reflexiones de
Saul Shalev, me parece que uno de los grandes valores de ‘Polonesa’ radica en
sus diálogos.
Yo creo mucho en los diálogos,
hasta el punto de que he llegado a pensar que esta novela podría parecer una
obra de teatro. Alguien me comentó que se podría hacer una película de esta
novela y yo no sé si una película, pero desde luego una obra teatral sí, sin
duda, porque buena parte de la novela descansa sobre escenas teatrales.
«És sempre més complicat
mentir que dir la veritat» (Siempre es más complicado mentir que decir la
verdad), leemos en la novela. La herramienta fundamental de trabajo para un
espía es la mentira?
Sí, la paradoja borgesiana consistiría
en decir que los espías son tíos programados para buscar la verdad, para
detectar qué es cierto y qué es falso, pero su herramienta para conseguir sus
propósitos es la mentira. Es una paradoja bonita, porque permite plantear el
tema de la verdad y la mentira en el texto y hablar de ese gran terreno
intermedio que es la interpretación. Hay cosas que son verdad, cosas que son
mentira y cosas intermedias, eso es la interpretación, algo que no es verdad ni
mentira. Como procedo del campo del periodismo, para mí la distinción entre lo
que sería la verdad, que es lo que buscaría un espía, y la interpretación es
básica.
Otro apunte interesante
entresacado de ‘Polonesa’ es este: «He llegit el passaport com si fos una novel·la»
(He leído el pasaporte como si fuera una novela), verdaderamente puede un
pasaporte ser una novela?
Sí, puede ser una novela como
también lo puede ser una declaración de la renta. Y es que un pasaporte no es
solo un nombre, sino que te permite inventar todo un mundo. Entre las muchas
manías raras que tengo, destaca la de mirar las esquelas. Si en una de ellas
lees que unos nietos se llaman Marc, Laia, Paul y Arnau, observas que te está
dibujando una historia familiar concreta, bien diferente de la que te dibuja
otra esquela, en la que los nietos se llaman Borja, Ignacio y José. Y todo
vale, porque te indica una historia, te proporciona una información. Un
pasaporte, con un nombre y una ciudad, de principio ya te sugiere una
biografía. La novela ofrece la autopsia de un pasaporte, ubicado en una ciudad
que fue alemana y ahora es polaca, toda una historia personal que solo falta
escribir.
Y Vicenç Villatoro dónde está
dentro de la novela?
Cuando daba clases de literatura,
les decía a mis alumnos: tú no has de salir en tus novelas, pero no debe haber
un personaje que no sea un poco tú. Es una regla. Si tú sales en una novela
tuya, acabas haciéndola servir para vivir la vida que no vives. Por tanto, yo proyecto
reflexiones, dudas e ideas mías, sobre los personajes, pero no con la misma
proporción en todos ellos. Por otro lado, en esta novela existe un elemento que
lo complica todo: la primera persona, ya que el lector puede identificarte con
el protagonista y atribuirte aspectos que no son tuyos. En ‘Polonesa’ yo he
incorporado más cosas mías en Saul que en los demás personajes, salvando
siempre las distancias.
En el año 2005 publicaste 'Los
judíos y Cataluña', un libro de no ficción. Saul Shalev es judío y al final del
texto hablas de una novela del escritor israelí Amos Oz, titulada ‘Conocer a
una mujer’. Te interesa la cultura judía?
Sí, la cultura judía siempre me
ha interesado mucho por sí misma. Mi primera novela, que ganó el Premio Sant
Jordi cuando yo tenía veintitrés años, era la historia de un judío que quería
dejar de serlo en la Catalunya del siglo XIV. A Amos Oz lo he conocido y
entrevistado, igual que a David Grossman, Yehuda Amijai y otros escritores
judíos contemporáneos. Como uno de mis temas preferidos es la identidad, me
interesa mucho, porque el mundo hebreo ofrece enormes posibilidades narrativas
para tratarlo. El tema de lo que es, lo que no eres, las consecuencias de dejar
de serlo… Tal vez hubiera podido plantear todo esto relacionado con otras
culturas, pero el mundo judío me proporciona ejemplos más extremos y dramáticos
entre los hechos del Holocausto y la misma Biblia, que es una mina de historias
posibles sobre la identidad. Por tanto, podría decir que ‘Polonesa’ es un libro
sobre la identidad judía en parte, que toma el mundo hebreo como circunstancia y
me permite hablar de cuestiones no estrictamente judías, unas cuestiones que
espero que sean universales.
Te has adelantado. Precisamente
ahora iba a preguntarte acerca de tu interés por el tema identitario.
Sí, sí, para mí las preguntas son
qué somos, qué queremos ser y si lo que somos viene de fábrica y no hay más
remedio que aceptarlo o si existe posibilidad de elección en un porcentaje u
otro. Yo no lo sé, no tengo respuesta para esto, por eso ‘Polonesa’ es una
novela y no un ensayo. Y me parece que plantearlo así te permite participar en
lo que eres y quieres ser, sin olvidar tus antecedentes, de donde procedes y
tus propias elecciones personales.
La última por ahora: al final
de la novela datas tu novela entre Varsovia (2011) y Matadepera (2024).
Matadepera cuenta con dos magníficos
escritores, tú mismo y Jaume Cabré. Todo un lujo para un lugar pequeño.
Sí, Jaume y yo somos muy amigos y
estuvimos a punto de vivir juntos en Terrassa, cada uno en su casa y con su
propia familia [risas]. Pero al final no se dio.
Hoy añado una coda a esta
entrevista. Me apetece hacerlo. Un fragmento extraído de la ‘Polonesa’ de
Vicenç Villatoro. Lo traduzco directamente del catalán: «Y que me dejen vivir
en paz, a Rehavia, entre libros, mirando hacia la luz del atardecer sobre la Cúpula
Dorada, con esta Polonesa como música de fondo» (I que em deixin viure en pau,
a Rehavia, entre llibres, mirant cap al tard la llum sobre la Cúpula Daurada,
amb aquesta Polonesa de música de fons).
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI
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