Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI, 11 de diciembre de 2007.
El que suscribe, mis improbables lectores, que ya conoce la obra de Francisco González Ledesma, no se conforma con leer 'Una novela de barrio' y, si los dioses se muestran propicios, como fue el caso, y se lo ponen a tiro, intenta hablar con el propio autor, que esta misma semana acudió a Valencia para presentar su última entrega. Y en la cafetería de 'La Casa del Libro', minutos antes de comenzar el acto, conversamos de su novela, de su barrio, de Méndez y de otras cosas, algunas conocidas, otras no tanto, que siempre acortan la distancia que separa al escritor del lector.
¿Qué es 'Una novela de barrio'?' Una novela de barrio' es ante todo una novela sincera. Yo nací en el Poble Sec, el barrio de Serrat, al lado del Paralelo, un barrio pobre. Allí conocí la guerra, las bombas, el hambre, todo lo malo pero también todo lo bueno como el valor de la solidaridad. En el Poble Sec todo el mundo ayudaba a todo el mundo. Como niño podía llamar a cualquier puerta, porque sabía que alguien me atendería. Siempre he dicho que los niños de aquel barrio éramos hijos de todas las madres y he sospechado que los hombres también eran maridos de todas ellas. Después de conocer tantos ambientes como he conocido, tenía que escribir sobre mi barrio. Hay tantas historias que contar de aquellas casas, de aquellas vidas, de aquellas mujeres que se hicieron viejas en los balcones, sin hacer realidad los anhelos que llevaban dentro, o de aquellas otras, honradísimas, que, con sus maridos en la cárcel, por las tardes se prostituían para sacar adelante a sus hijos... Alguien tenía que escribir esto.
¿Cómo surgió esta historia? No la tenía planificada. Comenzó como un sentimiento. Surgió la idea por un padre que no admitía la desaparición de su hijo de tres años, muerto en el atraco a un banco, que decidió reconstruir cómo sería su existencia si viviese. Y, paradojas de la vida, este hombre tiene que emplearse durante la Transición como guarda jurado en una entidad bancaria. Un día, uno de los atracadores que mataron a su hijo aparece asesinado. Y el lector entonces piensa, ya está: la venganza del pistolero. Pero no, 'Una novela de barrio' es más, mucho más, se lo aseguro.
Pero antes de 'Una novela de barrio', con la que ha ganado el Premio Internacional de Novela negra RBA, hay un montón de sinsabores y una lucha tenaz por sobrevivir como escritor, como ser humano, como persona. ¿El buen momento que viven sus novelas al día de hoy le compensa todo lo pasado? Sí, lo que ocurre es que las cosas siempre te pasan a destiempo. Siempre encuentras la chica de tu vida cuando ya estás casado, siempre te toca la lotería cuando ya no la puedes disfrutar. Si esto me hubiera ocurrido a los 45 años estaría loco de contento, pensando que tengo toda la vida por delante. Pero las cosas han sucedido ahora y tienen un significado distinto. Encuentro la satisfacción moral de que tantos años de trabajo han servido para algo. La verdad es que si a esta edad no hubiera publicado nada, me sentiría bastante amargado.
La trayectoria de González Ledesma es larga. Comenzó a leer muy pronto, ¿qué libros le engancharon a la Literatura? Yo tenía un tío, Rafael, que era periodista republicano, condenado a muerte y perseguido, que vivía como realquilado en mi casa de la calle Tapiolas. Aquel hombre tenía tal cantidad de libros que los guardaba hasta debajo de la cama. Y yo me metía en su cuarto y leía de todo: desde la 'Historia de Babilonia' hasta novelas con señoritas a las que se les levantaba la falda. Me aficioné sobre todo a la novela francesa: Víctor Hugo, Dumas... Esas lecturas me enseñaron que había un mundo por explicar y que si aquellos escritores lo habían contado, yo también encontraría el modo de hacerlo.
A los 21 años, con 'Sombras viejas', ganó el Premio Internacional de Novela promovido por Josep Janés. Y ahí llegó el primer palo: no le publican su obra por "rojo y pornógrafo", ¿qué pasó por su cabeza en aquel momento? Sentí una profunda decepción e indefensión. Me di cuenta que estaba ante un poder contra el que no podía hacer nada, un poder que marcaría mi existencia porque Franco era joven y no había recambio. En aquella novela yo había puesto parte de mi vida y, de repente, vi que en lugar de publicarse se abría ante mí el silencio absoluto. Eso me afectó de un modo muy profundo, pero tengo que pensar que no hay mal que por bien no venga. Con el éxito, quizá me hubiera convertido en un jovencito engreído. El fracaso me hizo más modesto y comprendí lo que significaba vivir. Además, así nació Silver Kane, a quien le estoy muy agradecido porque con él aprendí el oficio, me hizo sentirme escritor y me ayudó a pagar mis estudios de Derecho.
Escribir con seudónimo, ¿qué se siente cuando uno no puede escribir con su auténtico nombre?También un absoluto desaliento. Pensé que no podría explicar nunca, bajo mi verdadero nombre, bajo mi verdadera forma de escribir, todo lo que había conocido: una guerra y una posguerra nada menos.
¿Se aprovechaba su editor de su condición de escritor "sin rostro"? Sí, sí, claro. Los contratos eran leoninos. El editor hacía lo que le daba la gana a cambio de una miseria. En 1952, por el primer Silver Kane que escribí me pagó 750 pesetas. Además, se quedaba con todos los derechos de mis novelas que, cuando el Instituto del Libro Español fijó un tope de quince años, pude recuperar.
Usted escribía una novela a la semana... A veces dos.
Con semejante ritmo, el miedo a la página en blanco suena ridículo. A mí me decían el lunes: haz una novela y entrégala el sábado. No me daban una segunda oportunidad. En consecuencia, el miedo a la página en blanco no existía. Me hubiera muerto de hambre.
Pero Silver Kane, alias González Ledesma, también tocó otros palos. Sí, el cómic. Así fue como empecé en realidad. Mi tío Rafael, el de los libros, al que habían conmutado su pena de muerte por otra de treinta años y que vivía clandestinamente, me pidió que le ayudase en los guiones que escribía para Bruguera. Me dio la oportunidad y creo que no la desaproveché. Fui el guionista, además con éxito, de 'El Inspector Dan' y de 'Doctor Niebla'. Y cuando ya no pude seguir con los guiones, porque estaba con mis novelas, continuaron la serie otros escritores, entre ellos gente tan ilustre como Víctor Mora, el del Capitán Trueno.
Usted, que llegó a ser un abogado prestigioso, sin embargo, dejó el Derecho por la Literatura, ¿tan fuerte era el tirón que sentía? Sí, la profesión de abogado, moralmente es durísima. La verdad no es blanca ni negra, es gris. En cambio, el cliente te vende un color que tú tienes que defender y muchas veces eso va contra tu conciencia. He puesto en la calle a algunos elementos que me hacían pensar. "Vaya, la que acabas de hacer", me decía a mí mismo. Y eso me acarreaba un dolor moral tremendo. A pesar de que ganaba dinero, me di cuenta de que con tanto trabajo no veía a mis hijos, iba a perder a mi mujer y a mis amigos. Así que empecé Periodismo por libre y encontré trabajo enseguida.
1975: Franco muere. La situación cambia. Silver Kane recupera a Francisco González Ledesma y en 1984 gana el Planeta y con una novela policiaca: 'Crónica sentimental en rojo'. Efectivamente, antes sólo habían ganado el Planeta otros dos escritores policiacos: Juan José Mira y Vázquez Montalbán. Yo era muy amigo de Vázquez Montalbán. Tenía muchas cosas en común con él: los dos éramos rojos, periodistas y escribíamos novelas policiacas. Presenté 'Crónica sentimental en rojo' el último día y la secretaria de Lara me entregó un recibo diciéndome: "Tome, para cuando se la devuelvan" – risas -. Te juro que no pensé que podía ganar, ni siquiera me habían invitado a la cena. Me enteré porque a La Vanguardia, donde yo trabajaba entonces, comenzaron a telefonear algunos colegas diciendo: "Oye, nos han dicho que tú ganas". Compré los tiques para la cena, entonces se compraban, y asistí con mi mujer y mis hijos aunque en mesas separadas. Ésta es la historia de mi premio Planeta.
En 'Crónica sentimental en rojo' el protagonista es Ricardo Méndez, que ya había aparecido como personaje secundario en 'Expediente Barcelona', ¿de dónde procede Méndez? He explicado varias veces que Méndez es el la fusión de cuatro policías que yo conocí en mis tiempos de abogado. Entonces había muchos policías malos, pero había otros que merecía la pena tratar y conocer. De ahí surgió Méndez, que no es un personaje real, pero tampoco imaginario.
Méndez, ¿no liga nunca? Bueno, una vez, en 'Las calles de nuestros padres', ligó en un avión, pero le salió mal. Lo que ocurre es que Méndez ya es mayor y, además, él presume de impotente, aunque no se sabe bien si lo es o si lo utiliza para inspirar confianza. En su tiempo, en los barrios bajos, había una prostitución abundante y él conocía muchas prostitutas que le inspiraban compasión o cariño. Y esas mujeres se han hecho viejas, pero él las sigue queriendo. Porque Méndez siente un afecto especial hacia esa gente que vive mal o que hace lo que no desea hacer.
¿Lo va a jubilar pronto, porque en 'Una novela de barrio' el propio Méndez dice que ya "tiene los papeles"? Méndez ya está en situación de retirarse, porque los policías tienen una edad obligatoria de jubilación. Para los investigadores son los 60, aunque puede prorrogarse, y Méndez se encuentra entre los 60 y los 65 años. Yo pienso que no puedo escribir muchas más novelas suyas porque, además, yo también soy mayor. Creo que en la próxima se jubilará.
Usted sigue escribiendo a máquina, ¿rompe mucho? Sigo escribiendo a máquina porque soy un anticuado y sí, rompo mucho. Muchas veces releo lo que he escrito, tengo la impresión de que no he sabido explicar lo que quería decir y lo destruyo. En este sentido, mi actividad comercial es nefasta porque si estoy medio año trabajando y después lo rompo, ya me dirás qué negocio he hecho.
¿Vive la novela negra un buen momento en España? Sí, sin duda, vive un buen momento. La gente se ha ido dando cuenta que este género permite contar las cosas como ocurren, utilizando caminos muy variados: desde una encuesta hasta una investigación policial. La novela negra es un reportaje de la realidad que vivimos. De todos modos, a mí me gusta más llamarla novela social. El término novela negra es una denominación acuñada por los periodistas y que suena muy bien.
Finalizamos, ¿qué lleva entre manos González Ledesma en estos momentos? Estoy trabajando en una novela casi terminada, de la que no quiero dar detalles. No ocurre en Barcelona, no es de Méndez y he trabajado en ella como una bestia. No es una novela histórica y la quiero terminar este año porque no sé si voy a vivir el próximo.
Y Francisco González Ledesma, o Silver Kane, últimamente también Enrique Moriel, se enfundó la chaqueta, posó para nuestras fotografías, bebió un trago de agua mineral y, escoltado por la sombra transparente del inspector Ricardo Méndez, bajó las escaleras hacia el sótano de 'La Casa del Libro' donde le aguardaban sus seguidores. "Seguidores, no, una secta", apuntó alguien, a lo que él, con una sonrisa en el gesto, alegó: "Secta, no, que no quiero que me procese Garzón".