«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 31 de marzo de 2023

Gustavo Rodríguez: «En mi literatura pretendo alejarme de la solemnidad con la que se abordan los temas más profundos. Quiero dar una visión pedestre y cotidiana de la vida»

Pasó por València Gustavo Rodríguez, para hablar de su libro ‘Cien cuyes’, galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2023.

Nº 657.- Con la tarde empezando a caer, acudí a la Estación del AVE de Pintor Sorolla. Allí estaba citado con Gustavo Rodríguez (Lima, 1968), antiguo publicista y ahora escritor, ganador del Premio Alfaguara 2023 con su novela ‘Cien cuyes’. Tras una jornada intensa de entrevistas en València, Gustavo llegaba un poco cansado, pero tuvo fuerzas para charlar un buen rato sobre su libro. Dos cortados nos acompañaron en nuestro recorrido por su obra galardonada, en la que nos habla de Eufrasia, una cuidadora de ancianos de la ciudad de Lima, cuya peripecia con doña Carmen, el doctor Harrison y Los Siete Magníficos −poco que ver con los personajes de la película excepto en su número−, la conducirá a una encrucijada existencial insospechada para ella. Los temas de la ancianidad, la muerte y la dignidad humana se dan cita en las páginas de ‘Cien cuyes’, novela tragicómica en definición acertada, creo, del jurado que le otorgó el premio. Sin más preámbulos, el piloto rojo de la grabadora otorgó su placet para comenzar.  

Gustavo, ¿por qué ha sido importante para ti ganar el Premio Alfaguara 2023?

Ganar el Premio Alfaguara ha significado para mí el sello de confirmación de que hice bien al dedicarme a escribir por fin, dejando de lado un oficio que me daba de comer, pero que no me terminaba de llenar.

Esta que viene es una pregunta recurrente en mis entrevistas: ¿qué significa para ti escribir?

Cualquier escritor te responderá a esto de formas muy diversas. La manera poética es decir que me gustaría vivir mi velorio en vida. Así que recoger abrazos y manifestaciones de cariño relacionados con mi escritura sería mi forma de hacerlo. Dicho de una manera quizá más profunda, la escritura para mí significa rendirle tributo al niño que siempre fui. Desde pequeño, yo sentía que me comunicaba mejor con los demás a través de la escritura que con la oralidad. Era muy tímido, no me abría a los demás. Si tenía que pedirle perdón a mi abuela se lo decía a través de una nota escrita y si había que enamorar a una chica, prefería deslizarle una carta por debajo de su puerta. Por lo tanto,  significa seguir por esa misma senda, compartir lo que me sale de las tripas a través de la escritura.

En mis recuerdos de la literatura peruana, Vargas Llosa hablaba de colegios militares y dictadores; Roncagliolo de terrorismo; y ahora tú de ancianos, residencias para mayores y de la dignidad de la vida humana. ¿Que tienen en común vuestras respectivas literaturas?

Bueno, fuera del hecho de que pretendemos retratar nuestras problemáticas particulares en un intento de entender la realidad, no sé si tenemos muchos puntos en común.

Como escritores, ¿representáis tres modelos de Perú diferentes?

Me será más fácil responder esta pregunta pensando en Vargas Llosa. El Perú y, más específicamente, la Lima que se conoce en otros países, descrita por Vargas Llosa es muy distinta de la que me tocó retratar a mí. La sociedad peruana que yo presento ahora es obviamente más contemporánea y contiene los conflictos propios de una megalópolis, que muestran dos visiones de la civilización: la autóctona o mestiza, ligada a lo indígena, y la occidentalizada de las clases pudientes.

¿En qué lugar te cruzaste con la historia que dio pie a escribir ‘Cien cuyes’?

Yo hablaría mejor de una absorción permanente, que nació en tres capas. En primer lugar, pasar la cincuentena implica ver en qué kilómetro de la carretera estás e intuir qué es lo que se viene por delante, después de comprobar que tus padres empiezan a morir y a tus mentores los ves más achacosos y envejecidos. En segundo lugar, hemos pasado una pandemia que fue especialmente atroz con los ancianos en soledad. Y, por último, el gran gatillador de todo fue el fallecimiento de mi suegro, que hace año y medio tuvo una muerte dignísima, a la altura de su también dignísima vida. Regresando a mis tiempos de niño, no quería dejar de compartir la visión privilegiada que fue ese momento. Tanto es así que hay un personaje de la novela, el doctor Jack Harrison, que está parcialmente basado en su persona. Pienso que la mezcla de estos factores fue la que me llevó a escribir esta novela febrilmente, como no había escrito otra antes.

lunes, 27 de marzo de 2023

Pablo Andrés Escapa: «Escribir es un ejercicio de rescate, aunque no sea más que por la deuda que la ficción tiene contraída con la memoria»

Fotografía: ©Isabel Wagemann
Nº 656.- En primer lugar, me prendé de la portada de ‘Herencias de invierno. Cuentos
de Navidad’ (Páginas de Espuma); después, de los relatos y la prosa de su autor, Pablo Andrés Escapa (Villaseca de Laciana, León, 1964). Más tarde comprendí que tenía entre mis manos un singular libro de cuentos. De la orden navideña o no. No importa, o importa poco. Son relatos excelentes en esencia, bellos, aptos para ser leídos a lo largo de los doce meses del año, sazonados con una justa dosis de inocencia. La nieve y sus huellas, silencios suspendidos, ángeles de paso, noches estrelladas, farolas de halo amarillo, trenes de vapor, el rey Baltasar en una cuenca minera, cenizas que iluminan la oscuridad, personajes de capa y chistera y pálidas sirenas… Todas estas criaturas y creaciones, y aún otras, pululan por las fábulas del escritor leonés, iluminadas por los dibujos, blanco y azul, negro y dorado de Lucie Duboeuf, que las ilustran con trazo sencillo, pero sugerente, efectivo, verosímil. Evocador. Pablo Andrés Escapa tuvo la amabilidad de responder a mis preguntas, con esmero y paciencia, igual que intuyo que compone sus cuentos. No hay más preámbulos. Dejo paso a esta conversación escrita en el último tercio del mes de marzo, cuando ya el sol y las flores han espantado a los copos más pertinaces y al frío. O, al menos, están en ello.

Pablo, si me permite jugar con su apellido, mi primera cuestión es  esta: ¿hacia dónde se escapa Pablo Andrés con la escritura, con la literatura?

Pues valiéndome solo de Escapa huiría dejando atrás a Andrés, que también es apellido, aunque pasa por nombre en casi todas las listas y estanterías donde me veo alfabetizado. La verdad es que nunca he sentido que escribir -voy a decir mejor fabular- sea una vía de escape. Sujetarse a un texto, aceptar sus exigencias de verosimilitud y de ritmo narrativo, encontrar el sentido de la fábula, administrar la invención, seguir las intuiciones que la redacción sugiere cuando son significativas y renunciar a caminos tentadores pero que se sospechan artificiales, son ejercicios que afianzan el pensamiento lógico, no los intentos de fuga. Por otra parte, siempre me ha parecido que el compromiso con la escritura es también un deber con la vida, al menos para los que creemos que la fábula y la existencia van de la mano y que imaginar es también una condición de vivir.

jueves, 23 de marzo de 2023

Luis Zueco: «En la Edad Media ya sabían que el conocimiento de la Historia era una herramienta política poderosa»

Nº 655.- Luis Zueco (Borja, Zaragoza, 1979) ha hecho de la novela histórica su medio
natural de escritura. Tras el éxito internacional alcanzado con su Trilogía Medieval (‘El castillo’, ‘La ciudad’ y ‘El monasterio’), el escritor aragonés se ha convertido en un especialista en un tiempo tan tenebroso, mágico y atractivo como es el Medievo. Ahora nos presenta ‘El tablero de la reina’, publicado por Penguin Random House, un volumen de más de seiscientas páginas, con
  guardas ajedrezadas, donde nos relata el momento crucial que vive el Reino de Castilla tras la muerte de Alfonso de Trastámara y en el reinado de Enrique IV. Al fondo, pero no lejos, se anuncia la decisiva llegada al trono de Isabel la Católica. Precisamente en la corte castellana se ha producido el misterioso asesinato de un noble, que mantiene a todo el mundo en vilo. Gadea, una joven apasionada por el juego del ajedrez, y Ruy, un declarado amante de la Historia y los libros, intentarán descubrir al autor del crimen. La aparición de la imprenta, conspiraciones, guerras y movimientos orquestados en torno al ajedrez, un juego importado por los árabes desde la India, que ya gozaba de una gran difusión entonces y que, justo en aquel momento, experimentó un cambio decisivo en sus reglas, se dan cita en este libro. En el Hotel Zenit de la calle Bailén de València conversé durante un buen rato con Luis Zueco. Lo que registró la grabadora fue lo que ahora sigue.

Luis, como escritor has puesto el foco especialmente en el medievo, ¿qué te atrae de este periodo histórico?

Bueno, son mil años, un periodo muy extenso. Lo que ocurre en la Edad Media significa para los europeos lo mismo que el western para los norteamericanos: es nuestro hito fundacional. Aunque conservamos vestigios del mundo romano, nuestra historia y nuestras lenguas vienen de entonces. Por tanto, los europeos somos medievales sin ninguna duda.  

martes, 14 de marzo de 2023

Ignacio Martínez de Pisón: «Los que vivimos el final del franquismo sabíamos que era una dictadura cruel y sin libertades, pero nada comparado con lo que fueron sus primeros seis años»

Nº 654.- Ignacio Martínez de Pisón escribió su nueva novela, ‘Castillos de fuego’ (Seix Barral), durante la pandemia, encerrado como todos en su casa. El libro, un fresco de casi setecientas páginas sobre la posguerra española, abarca desde 1939 hasta 1945 y coincide también con el desarrollo de la II Guerra Mundial. Es novela coral, en cuyo interior palpita una galería de personajes que sufrieron ese tiempo, esa época que les tocó vivir. Gracias a ellos, el lector asiste a la corrupción del régimen, al estraperlo, a la lucha clandestina, a la doble vida de los luchadores comunistas, a las miserias morales, a la religión omnipresente, al enchufismo y a las disputas intestinas entre los propios gobernantes. Y casi todo sucede en Madrid, una ciudad con cicatrices, miedo, detenciones y fusilamientos. El escritor aragonés pasó por València cuando las Fallas, omnipresentes, comenzaban ya a adueñarse de las calles de la capital del Túria. Fue el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. En el Coffee of Day, junto a la antigua Estación del Trenet, edificio emblemático actualmente destinado a usos policiales, pude hablar con Martínez de Pisón, acompañados por un café y una Coca-Cola. El piloto rojo de la grabadora se iluminó algo después del mediodía. Y la conversación empezó a desgranarse. Fluida. Reveladora. Veraz. Al fondo, lo consustancial: algarabía de platos y vasos, tazas, cucharillas y palabras a media voz.

Ignacio, cuando un escritor termina una obra de casi 700 páginas, ¿cómo se encuentra? ¿Hay sensación de vacío?

Me quedo un poco triste por abandonar a mis personajes. Pero al mismo tiempo tengo la sensación de que he creado varias vidas, una sociedad entera de personas que se relacionan entre sí, un mundo coherente y orgánico. Es una percepción muy bonita para un escritor.

martes, 7 de marzo de 2023

Eider Rodríguez: «De no haber escrito esta novela sobre mi padre, creo que no habría podido avanzar en la escritura»

Nº 653.- La segunda mascletà de 2023 recién ha finalizado. Se percibe hambre de Fallas. Los asistentes, numerosos, se diluyen por las calles y callejas que envuelven la Plaça de l’Ajuntament. Como ramales de un río. Caudalosos. El aire huele a pólvora. A Eider Rodríguez le ha encantado. «Es la primera vez que veo una mascletà. Mañana volvería a por otra», dice. Nos sentamos a una mesa del Federal Café. Lleno. Barullo de platos, cubiertos y voces. Como si no hubiera crisis.  Esto de la crisis va por barrios. En unos momentos se deja ver. En otros muestra su ausencia. Pero está ahí. Latente. Eider tiene un nuevo título en las librerías, ‘Material de construcción’ (Random House). Una novela con veranos, cigarrillos, piscinas, hospitales, caballos, azulejos, cartas, fuego, vacaciones, amores, mentiras, verdades, vergüenza y también alcohol, que impregna cada página. El protagonista, su padre, es alcohólico. En consecuencia, ella es hija de un alcohólico. Convivencia familiar difícil. Sobresaltada. Sobre este ejercicio de auto ficción, atrevido y sincero, valiente aunque ella diga que no, comenzamos a hablar. La grabadora, convidada no de piedra, dio fe de la conversación.  

Eider, hasta ahora habías escrito en territorio cuento, ahora has pasado a la novela, ¿por qué este cambio?

Es verdad que he trabajado diferentes géneros, pero yo me considero cuentista. El relato me encanta como escritora y como lectora. Y hasta ahora, todas las historias que había escrito siempre habían cabido en este formato. De hecho, había terminado un cuento y me disponía a comenzar otro nuevo, pero algo me ocurría. Mientras consultaba mis notas, me di cuenta de que no sentía el impulso, el pálpito o la pulsión, no sé bien como llamarlo, necesario para arrancar. El cuerpo me pedía escribir sobre mi padre. Sin embargo, era algo que ni siquiera consideraba, porque yo, aunque haya escrito algún ensayo, no hago no ficción. Un día, hablando con mi editora, me preguntó sobre lo que llevaba entre manos. Le respondí que había terminado un relato y que no encontraba la manera de iniciar otro. Le conté que me apetecía escribir sobre mi padre y fue ella quién me dijo que lo hiciera. Y me puse a ello.

miércoles, 1 de marzo de 2023

Juan Ramón Biedma: «Al lector no hay que acercarse solo con afán pedagógico, hay que presentarle una historia que pueda apasionarle»

Nº 652.- En octubre de 1936 Sevilla es una ciudad en guerra que no vive la guerra. La capital hispalense se encuentra en la retaguardia de la zona rebelde. No hay bombardeos, pero sí represión. Detenciones, fusilamientos, delación, miedo… Queipo de Llano controla el escenario. En esa situación, un tríptico del siglo XV, obra del flamenco Jan Van Eyck, ha desaparecido. Crisanta, la protagonista, recibe un encargo peligroso: localizar la tabla a cambio de un pasaje para un avión que la conducirá fuera de España. Junto a Crisanta se mueven los miembros de la Sociedad Mediúmnica de Sevilla, el capitán Mayordomo, el padre Serrador, excapellán legionario, y algunos otros personajes, todos iluminados por la magia creadora de Juan Ramón Biedma. A grandes rasgos esta es la trama de ‘Crisanta’ (Alianza editorial), la nueva novela de este singular escritor sevillano, del que la crítica ha dicho que «recuerda a James Ellroy» y que «es el mejor Caravaggio de la literatura negra española contemporánea». Víspera del Miércoles de Ceniza, bien pasado el mediodía, a través de zoom, pude conversar con él acerca de su novela. La grabadora, sin tenebrismo alguno, registró nuestra conversación.

Juan Ramón, ¿necesitas tenerlo todo bien atado antes de sentarte a escribir?

Yo planifico hasta la obsesión. Procuro que las tramas, los personajes e incluso algunos fragmentos de diálogo estén bien perfilados. Soy incapaz de ponerme a trabajar en algo que no tenga un título, aunque no sea el definitivo. Y este es el método que enseño a mis alumnos. Es la mejor manera de no encontrarse nunca con el problema, tan traído y llevado, de la página en blanco. Una vez con la escaleta terminada, comienza la labor de ingeniería para armarlo todo y llega el momento de pelearse con la voz, con la palabra.  

¿Hay alguna imagen que diera pie a la escritura de ‘Crisanta’?

Tenía una idea y un escenario. Albergaba la vieja pretensión de escribir sobre lo que fue la retaguardia durante la Guerra Civil en Sevilla. Además de lo que sabía sobre ella, intuía que había mucho más de lo que habíamos aprendido en los manuales de Historia, que casi siempre se quedan en la superficie. Ese era mi punto de partida. Lo que ocurre es que, una vez que comienzas a ahondar y a trabajar los personajes, has de tener bien claro que, ante todo, debe primar el hecho novelesco. Al lector no debes acercarte únicamente con un afán pedagógico, sino que has de presentarle una historia que pueda apasionarle y en la que pueda sumergirse, porque no podemos olvidar que hablamos de una novela y todo lo demás debe quedar supeditado a eso.