«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 27 de julio de 2021

Men Marías: «Cuando llegaron los norteamericanos, Rota tenía cuatro calles cubiertas de charcos cuando llovía, era un sitio muy pequeño»

Men Marías (Fotografía: Luis Rodríguez)
Nº 627.- Los termómetros han subido. Otra jornada bochornosa. A través del teléfono móvil, me cuenta la escritora Men Marías que en su Granada natal «de un momento a otro comenzará a salir fuego del suelo». Discurre el miércoles 21 de julio. Mediodía. En València, además, la humedad pegajosa dicta su ley. Así que esta entrevista parte con dos puntos en común: la literatura y el calor. Men acaba de publicar ‘La última paloma’, editada por Planeta, un thriller con una estupenda aceptación por parte de la crítica y de los lectores. La acción se centra en el horroroso asesinato perpetrado en la persona de Diana Buffet, una joven cuyo cuerpo aparece salvajemente mutilado y con unas enormes alas cosidas a su espalda. El suceso acaece en la población gaditana de Rota, frente a la base naval norteamericana, un territorio singularmente opaco. Pronto entrarán en escena Patria Santiago y Sacha Santos, los dos guardiaciviles encargados de esclarecer este crimen, que huele a psicópata omnibus lateribus. Antes de que la grabadora se derrita, pulso el rec, se ilumina el piloto rojo y comenzamos a conversar.

Men, suelo empezar mis entrevistas con la misma pregunta: ¿por qué escribe un escritor? Sin embargo, tu caso es distinto, porque en la Nota de la Autora del final de ‘La última paloma’ podemos leer: «Escribir es una cuestión de crueldad para con uno mismo y la crueldad, como cualquier forma de dolor, no es necesariamente mala. La rechazamos de manera instintiva porque no la entendemos…»

La verdad es que escribir es exactamente eso. Yo no creo en el tópico de escribir para uno mismo, algo que me parece un acto de ego a los que se presta cualquier actividad artística. Pienso que se escribe para los demás, igual que trabajan un cirujano o un abogado. En este sentido, lo que hay que ofrecer al público es algo muy honesto y para que el texto sea honesto uno ha de esforzarse mucho, detectar qué heridas le están sangrando y escribir desde ahí. Por eso, para mí se trata de un acto de crueldad, porque va dirigido hacia esa parte tuya en la que no quieres estar.

Tu verdadero nombre no es Men Marías, ¿por qué utilizas seudónimo para escribir?

Por nada especial. Yo no me escondo detrás de un seudónimo, aparezco en fotos y vídeos sin ningún problema. Lo he hecho simplemente porque me sentía más cómoda dentro de ese nombre. Al final, igual que uno se cambia de ropa, ¿por qué no se ha de cambiar de nombre?

¿Cómo surge la idea que dio pie a esta historia?

Tenía muy claro que quería escribir una novela con un contenido más bien turbio y que aconteciera en la parte sur de Andalucía. Fue de esta manera como di con Rota.

‘La última paloma’ es un thriller bastante claro, ¿por qué te interesa este género?

Me interesa porque es un lugar perfecto para analizar el comportamiento humano. El thriller es el género que más se presta a buscar las motivaciones que tienen los personajes para cometer ciertos actos, catalogados como criminales. Trato de observar las causas por las que las personas son como son o si, por el contrario, es que ya nacieron así.

¿Al comenzar a escribirla conocías ya el desenlace de la historia o te has dejado llevar por la propia inercia del proceso creativo?

Soy una escritora-mapa. Soy muy maniática y hasta que no sé qué es lo que va a suceder en cada escena no escribo ni una sola palabra.  

¿La novela está basada en hechos reales?

Sí. Estamos ante una historia de ficción basada en el pasado de Rota, del que no hay nada de documentación. Todo lo que he podido encontrar me ha llegado a través de información oral. El gran choque cultural, que supuso la llegada de los norteamericanos al pueblo, me lo han contado los vecinos de la zona y el asunto de la desaparición de mujeres es real, lo que ocurre es que nunca se ha investigado.

Supongo que la falta de información a la que aludes se debe precisamente a la presencia de la base.

Sin lugar a duda. Todo lo que tenga que ver con los norteamericanos es de difícil acceso.

¿Hubo muchas desapariciones de mujeres como la que sucede en ‘La última paloma’?

Sí, efectivamente, hubo casos de desaparición de mujeres en Rota. Muchos. Y nunca se investigaron. Los vecinos del pueblo me contaban que todos los días desaparecía alguna mujer y jamás se hizo nada al respecto. Fue una época de impunidad absoluta.

La protagonista de ‘La última paloma’ es Patria Santiago, sargento de la Guardia Civil, un nombre que se presta a juegos de vocabulario.

Lo cierto es que el nombre de Patria lo había escuchado como sustantivo común, pero una señora mayor me enseñó una orla de su facultad donde figuraba una compañera que se llamaba así. Me llamó mucho la atención especialmente al adjudicárselo a un personaje como ella, que se siente un ser tan desarraigado. Además guarda relación con el emblema de la Guardia Civil: «Todo por la patria».

sábado, 17 de julio de 2021

David Pascual: «’Gordo de Porcelana’ es la novela más dura y delirante que he escrito nunca»

Nº 626.- Es el último miércoles del mes de junio. València. Por la calle Calixto III motocicletas y coches entablan un duelo ruidoso. ¡A ver quién ruge más fuerte! Después la grabadora registrará las palabras salpicadas por estos sonidos. Preocupado por encontrar el número de la calle que busco, he llegado al lugar de la cita un poco de rebote, a pesar de que mi infancia discurrió muy cerca de donde me espera David Pascual, el autor de ‘Gordo de Porcelana’, editado por Temas de hoy, un libro que pesa 355 gramos y contiene 47.705 palabras, aunque en un principio debió tener muchas más. ‘Gordo de Porcelana’ es una novela de aventuras – contraportada dixit –, la historia de la peor familia del mundo y del peor recuerdo de una amistad entre dos adolescentes sin futuro. La protagonista es Dolo, una mujer rota, crecida en un ambiente difícil, que alternó los psiquiátricos con las prisiones y que dibuja un anime, que da título al libro y se ha vendido en Japón con notable éxito. Además de eso, entre las páginas de la novela se cuelan personajes de la Transición (Felipe González), de la farándula (Lola Flores), así como relevantes momentos sociales (las privatizaciones o la herencia de los GAL). Stricto sensu, no me atrevería yo a calificar ‘Gordo de Porcelana’ como novela, pero sí como un artilugio literario, cocido a fuego lento en una olla en la que cabe casi todo. El piloto rojo encendido de la grabadora, nos indica que podemos empezar a conversar. Y eso hacemos, mientras coches y motocicletas perseveran en su petardeo.

David, ¿qué significa para ti escribir?

Aunque no llevo muchos años en esto, de pequeño dibujaba cómics. Llegué a publicar en la revista Camacuc, porque mi idea era ser dibujante. Pero al entrar en la facultad dejé de dibujar y empecé con las perfomances, unas perfomances en las que la parte textual y narrativa estaban siempre muy presentes. Siempre he leído mucho y abrí un blog donde colgaba relatos cortos. Viví un tiempo en Buenos Aires y allí conocí a una editora, a la que le gustó lo que hacía y decidió publicarme. Desde ese momento, la literatura se convirtió en la principal de mis actividades y aunque haga otras cosas, tengo claro que lo mío es contar historias.

En los créditos del libro aparece un corrector de estilo. Para alguien con una forma de escribir tan definida como la tuya, ¿es necesario su trabajo?

En realidad, ‘Gordo de Porcelana’ no ha sufrido muchas correcciones. Pero sí es cierto que el libro era muy expansivo y llegó a tener muchas más páginas que en la versión definitiva. En este sentido trabajé bastante con los editores para eliminar alguna parte. Podríamos decir que ha sido más una colaboración en la toma de decisiones que de corrección de estilo.

¿Cómo te tropiezas tú con esta historia, porque la similitud con el caso Alcàsser, que he escuchado en algunos medios, parece muy leve?

Sí, bueno, a este libro le di muchas vueltas. Es el que más me ha costado escribir de todos. De hecho mi anterior novela, ‘Transirak’, constituye el primer bloque de lo que iba a ser esta. Sobre el caso Alcàsser leí bastante, puesto que me propusieron participar en un proyecto que luego no se llevó a cabo. Vi el documental de Netflix sobre este tema y hubo dos cosas que me llamaron mucho la atención: una, que por primera vez se ponía el foco en la actitud mantenida por los medios de comunicación en el caso; y dos, que también por primera vez se entraba en el tema familiar de los Anglés. Creo que en su momento no se efectuó un análisis real y serio de lo ocurrido. En el documental observé la imagen de la hermana de Anglés, llegando al juzgado, vestida con una peluca mientras la gente la abucheaba. Yo flipé con eso, porque nadie se planteó que había que proteger a las mujeres que habían vivido con la persona considerada como el monstruo más grande de la España negra de entonces. Antes al contrario, se las había criminalizado. Fue ahí donde vi que había una historia que merecía ser contada. Como personaje, la hermana del monstruo era un personaje muy atractivo y, sin investigar nada, empecé a desarrollar la historia para ver cómo había conseguido sobrevivir en aquella situación.

Si tuvieras que catalogar ‘Gordo de Porcelana’ en una librería para su venta, ¿en qué género la incluirías?

Para mí es una novela de personajes dentro de la narrativa contemporánea. Es verdad que esto es la historia de un crimen, pero no es una novela negra. El crimen tiene un peso muy importante en la narración, pero no se aborda por sí mismo, ya que se narra la metralla que circula a su alrededor. He evitado casi por completo los hechos luctuosos y he cambiado también los personajes.

lunes, 5 de julio de 2021

Victoria Prego: «Todos los políticos de la Transición cumplieron sus compromisos e hicieron honor a su palabra»

Victoria Prego (Fotografía Ignacio Encabo El Independiente)
Nº 625.- Recuerdo la Transición como un tiempo incierto. Acababa de entrar en la Universidad. 
Franco recién había muerto y decretaron una semana de luto oficial. Cada viernes la plaza de San Agustín de València era tomada por los autobuses, furgonetas y jeeps de la Dirección General de Seguridad. Por las esquinas patrullaban los temidos grises, calados los cascos y con las porras dormidas en el cinto. Aguardaban la hora de su intervención. Cada viernes las proclamas de «Llibertad, Amnistia y Estatut d’Autonomia» eran coreadas por los manifestantes en los cuatro rincones de la plaza y por las calles aledañas. Cada viernes la cosa terminaba igual: porrazos, cargas, carreras, heridos y detenidos. Fueron días oscuros, llenos de nubarrones, pero también de esperanza, en los que los de mi generación trazábamos nuestros proyectos de vida. O eso intentábamos. ¿Podríamos convertirlo en realidad? En ese tiempo sucedieron muchas cosas: se elaboró una Ley para la Reforma Política, se convocaron las primeras elecciones democráticas desde la II República, se legalizó a los partidos de izquierda, incluido el Partido Comunista, y a las organizaciones sindicales, se aprobó una constitución y comenzó a funcionar un régimen democrático en una España que no terminaba de escaparse de la Dictadura. En aquellos años una periodista, la madrileña Victoria Prego, informaba en la televisión de lo que acontecía en la calle y en los cenáculos políticos. Su voz sonaba fresca y novedosa. Luego se marchó al extranjero y regresó para contar en documentales todo aquello. En 1995 publicó su libro ‘Así se hizo la Transición’ y ahora, más de veinticinco años después regresa a las librerías con la ‘Pequeña historia de la Transición’, editado por Espasa, un texto de apenas doscientas cincuenta páginas, ilustrado por Peridis, en el que ofrece un resumen muy detallado, ameno y de fácil lectura, de todo lo que aconteció en aquel periodo tan trascendental para la vida de nuestro país. Fue el último viernes de junio, antes del mediodía, cuando tras pulsar el
rec de la grabadora comencé a conversar con Victoria Prego sobre su libro y la memoria de aquellos tiempos, una memoria que hoy parece estar más viva que nunca.

Victoria, ¿qué ha significado o qué significa el periodismo en tu vida?

Empecé en el periodismo por casualidad. Mi padre, que me llamaba «meteorito» era periodista y yo estudiaba Ciencias Políticas. Como disponía de las tardes libres y tenía la Escuela de Periodismo muy cercana a la Facultad de Políticas, decidí matricularme y estudiar la carrera. Y la acabé. De hecho, la que no terminé fue la de Ciencias Políticas. Encontré trabajo en seguida, porque entonces salíamos treinta y cinco titulados y ahora salen miles. Con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que acerté, porque yo solo habría podido ser periodista.