«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 25 de marzo de 2018

Patricio Pron: «Vivimos un momento importante en cuanto a la reivindicación del cuento como género literario»


Nº 541.- Después de mucho tiempo sin entrevistar a nadie por andar metido en otras escrituras, concerté el encuentro con Patricio Pron (Rosario, *osario según su preferencia, Argentina, 1975) con innegable interés no exento de curiosidad. Si uno se adentra en la lectura de ‘Lo que está y no se usa nos fulminará’, su nueva colección de cuentos, llega un punto, página 145, en el que ha de enfrentarse al relato ‘Este es el futuro que tanto temías en el pasado’, donde el escritor rosarino, ¿tal vez *osarino?, habla de sí mismo, en una suerte de autorretrato sin óleos pero con tinta. Cargado de humor, saturado de presentaciones, entrevistas y conferencias, cuenta que llegó un momento en que decidió contratar los servicios de un actor, o una actriz, o de ambos a la vez, de edades diferentes a la suya, incluso superiores, para que le suplantasen en esos eventos que tanto le agobian, o cansan, o aburren, o de todo un poco. Así que quien se preparaba para conectar la grabadora, el mismo que llevaba mucho tiempo sin entrevistar a nadie, anduvo unos días cuestionándose si vendría Pron u otro ser vivo, asalariado por supuesto, con el necesario discurso para atender sus preguntas.
Por tanto, el primer tema a tratar resultaba obvio: ¿estaba Patricio Pron en València o había enviado a uno de sus contratados para representarle? ¿Era Patricio Pron quien protocolariamente intercambiaba frases de cortesía conmigo o era otro individuo?
Es una magnífica pregunta que no estoy autorizado a responder, así que me temo  que vamos a dejar la incertidumbre abierta durante un tiempo.
¿Qué significa la literatura, la escritura para Patricio Pron?
Para muchos de nosotros [Pron bebe agua], hay algo específico que constituye nuestra identidad y es la relación que existe entre las palabras y el mundo. No somos capaces de comprender nuestro lugar en el mundo si no es a través de nuestra relación con las palabras y el efecto que éstas surten. En mi caso, la producción de literatura lo es todo, no sólo una forma de expresión sino también de posición política, el deseo de contribuir a una discusión amplia sobre lo que somos y lo que deseamos ser. Con mis textos trato de involucrar al lector, de convertirlo en participante activo de una conversación y de que la escritura no sólo sea beneficiosa para mí sino también para quienes me leen.

sábado, 10 de marzo de 2018

‘El enemigo interior’ de Seumas Milne (Alianza Editorial). Reconstrucción de un conflicto de estado en la Inglaterra del siglo XX.


Con mano de hierro, de ahí su apodo político, Margaret Thatcher  (Lincolnshire, 13 de octubre de 1925-Londres8 de abril de 2013), gobernó Inglaterra como primera ministra desde 1979 a 1990. No cabe duda que durante su mandato debió enfrentar retos difíciles, como el episodio de la Guerra de las Malvinas o las huelgas de hambre de los prisioneros del I.R.A., pero la líder conservadora, convencida de que los sindicatos debilitaban el poder democrático del estado a través de sus protestas e interminables paros, se había autoimpuesto la reducción del poder sindical como uno de sus principales puntos de acción gubernamental. Dentro de esta estrategia se ubican los duros enfrentamientos entre los mineros británicos y la Dama de Hierro del bienio 1984-1985, de los que se ocupa Seumas Milne (Inglaterra, 1958) en su libro ‘El enemigo interior. La guerra secreta contra los mineros’, editado por Alianza Editorial. Milne, director de Estrategia y Comunicación del Partido Laborista inglés, estudió economía y política en Oxford y Londres y trabajó como periodista en Economist y como columnista en el Guardian.

La política industrial y económica de Margaret Thatcher pasaba por la privatización de varios servicios públicos, así como por el cierre de numerosos pozos mineros. De hecho, a finales de los años ochenta su número descendió de ciento ochenta y un mil pozos abiertos a tan sólo sesenta y cinco mil, con el elevado número de despidos y onerosas indemnizaciones que estos cierres llevaron consigo. Evidentemente, la postura sindical no podía ser otra que luchar por la defensa de los puestos de trabajo e impedir el cierre de los pozos, por lo que el conflicto de intereses y expectativas sociales parecía servido.