«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 28 de mayo de 2020

Karmele Jaio: «Me cuesta mucho irme por las ramas, me interesa lo esencial, lo relevante»


Fotografía: Jon Hernáez
Fotografía: Jon Hernáez
Nº 602.- Escrita en euskera y acogida con gran éxito entre los lectores, La casa del padre (Aitaren etxea), publicada ahora en castellano por Destino, es la nueva entrega de Karmele Jaio (Vitoria-Gasteiz, 1970). Suyas son también las novelas Las manos de mi madre y Música en el aire, así como los libros de relatos Heridas crónicas, Zu bezain ahul y Ez naiz ni, y el poemario Orain hilak ditugu. En La casa del padre nos tropezamos con tres personajes principales sobre los que se articula la trama: Ismael, un escritor bloqueado; Jasone, su esposa, correctora de todas las novelas de su marido; y Libe, hermana de Ismael y amiga de Jasone, que vive en Berlín con Kristin, su pareja. Por detrás, Jauregui, editor de Ismael y amigo de Jasone desde la universidad cuando ella escribía, sobrevuela buena parte de la trama. Les unen unas interesantes reflexiones sobre la literatura, el miedo, los roles sociales y el complejo de culpa. La conversación con Karmele discurrió por teléfono. De momento aún no es posible entrevistar in praesentia. El covid-19 brujulea por la calle a sus anchas. Cinco minutos antes de comenzar, el contacto está a punto de malograrse. Quien esto escribe no localizaba el número del móvil de la escritora vasca. Todo preparado para arrancar: ordenador,  grabadora, bolígrafo, unas cuantas preguntas, algunas notas… Y los nueve dígitos sin aparecer. Al final los encuentro, escondidos, confundidos entre palabras, saludos y despedidas, en uno de los correos intercambiados días atrás para preparar la entrevista. Así que la conversación entre Vitoria-Gasteiz y València comenzó a hacerse realidad poco antes de las once de la mañana. Afortunadamente.

Egun on, Karmele.
Egun on, Herme.
Aitaren etxea, tu novela escrita en euskera, y ahora traducida al castellano como La casa del padre, ha sido galardonada con el Premio de la 111 Akademia correspondiente al año 2019, ¿qué significa para ti este premio?
La verdad es que me hizo mucha ilusión, porque es un premio especial ya que lo otorga gente que lee. Esta Akademia está formada por lectores de todo el País Vasco, personas muy cualificadas, que se comprometen a leer la mayor cantidad posible de libros en euskera a lo largo del año para luego valorarlos. El premio, además, ha llegado justo ahora, cuando parece que todo empieza a reactivarse después de estos últimos meses en los que se han cancelado un montón de actividades, ferias y presentaciones y se han cerrado algunas librerías.
Preferentemente escribes en euskera, ¿te resulta fácil publicar en tu lengua?
Todos mis libros los he escrito en euskera y algunos los he traducido al castellano. Lógicamente, su difusión no es la misma, pero no he tenido nunca problemas a la hora de publicar.

miércoles, 13 de mayo de 2020

'La deshonra de Sarah Ikker' de Yasmina Khadra. Otra cultura, otra corrupción, otra policía


Tras haber publicado una obra extensa, entre cuyos títulos podemos citar ‘Lo que el día le debe a la noche’, ‘El atentado’, ‘Las golondrinas de Kabul’, ‘Las sirenas de Bagdad’, ‘Lo que sueñan los lobos’, ‘El escritor’, ‘Los corderos del señor’, ‘La última noche del Rhais’ o ‘Khalil’, Yasmina Khadra (Argelia, 1955), un exmilitar del ejército argelino, cuyo verdadero nombre es Mohammed Moulessehoul, termina de sacar al mercado una nueva novela, que lleva por título ‘La deshonra de Sarah Ikker’, editada por Alianza Literaturas, primera de una trilogía, cuyo escenario es la ciudad de Tánger. En ella nos presenta como protagonista al teniente Driss Ikker, un policía que se encuentra en el mejor momento de su carrera y quizá también de su vida. Goza de un feliz matrimonio con Sarah, hija de un alto cargo de la policía marroquí, y le han dado un destino cómodo, sin complicaciones, en la citada ciudad. Sin embargo, todo eso va a cambiar y ese destino idílico, ese mundo perfecto se vendrá abajo una noche, la noche en que encuentra a Sarah en la cama, desnuda y maniatada. Al ir a ayudarla, Driss recibe un fuerte golpe que le deja inconsciente. Cuando recupere la consciencia,  comprenderá que su mujer ha sido violada. A partir de ahí, el teniente sentirá desprecio por sí mismo a causa de lo ocurrido y su única obsesión será averiguar quién cometió tan salvaje agresión. El recuerdo de lo ocurrido le persigue día y noche, le roba el sueño y rompe su existencia. Para ello no le importará llevar a cabo sus propias pesquisas, al margen de los conductos policiales habituales, a pesar de que, como policía, Driss Ikker se revela como un tipo sólido, incorrupto, bien considerado por sus propios compañeros y superiores, entre los que también tiene enemigos. La policía marroquí, la de Tánger en este caso, se conduce en el procedimiento como lo haría cualquier departamento de crímenes y homicidios de una policía occidental, corruptelas de poder incluidas. Pero la cultura de las pesquisas, del operativo y de la investigación y, sobre todo los tiempos, son otros. Podríamos decir que el ambiente social sobre el que trabajan y se mueven estos agentes también son otros.