«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 29 de enero de 2019

Orquesta Ferroviaria de Cámara de València: una breve aproximación a su historia

La O.F.C.V. en una visita a Teruel

1.- ORÍGENES

En el mes de enero del año 1950 el maestro Daniel Albir Gordillo con el apoyo del R.P. Salvador de Rafelbunyol, Consiliario de la Hermandad Católico-Ferroviaria, fundó en la capital del Turia la Orquesta Ferroviaria de Cámara de València. La orquesta estaba compuesta por un grupo de profesores, unos profesionales, otros no, que acudieron al nuevo elenco con un espíritu puramente amateur, es decir, sin percibir etribución alguna por el ejercicio de sus funciones artísticas. Este ideario fue recogido en un pequeño folleto, editado por la propia Orquesta en el mes de marzo de 1958, donde se explicaba lo siguiente: “La característica más destacada de esta Orquesta – formada por treinta instrumentistas de arco – por la que es acogida siempre con el mayor agrado, es la de que sus componentes, sin dedicarse profesionalmente a la música, la cultivan en su especialidad de cámara, con generoso desinterés material y gran visión sobrenatural, como expansión artística de su ordinaria labor profesional, haciendo de la música  - el arte que más eleva a Dios – un instrumento de apostolado”. Al principio, fueron un pequeño grupo de amantes de la música clásica que, progresivamente, se convirtió, con sus altibajos, en una nutrida formación que consolidó un interesante y extenso repertorio, algunas de cuyas piezas llegaron a interpretar “de memoria”.

Diez años después, ese mismo espíritu continuaba vivo, tal y como se hace constar, en palabras de Salvador Grech, en otro pequeño folleto, también editado por la propia Orquesta, con motivo del décimo aniversario de su fundación: “Únicamente los Técnicos y Profesionales del Arte Musical saben las dificultades que es necesario vencer a lo largo de diez años para mantener vivo el entusiasmo de ese conjunto de verdaderos profesores que desinteresadamente, sin ánimo de lucro, dedican muchas de sus horas libres a ensayas y preparar nuevas obras con las que aumentar su repertorio y deleitarnos con sus maravillosos Conciertos”. [i]

Ángel Zapata: «Mi escritura ha ido decantándose por sí misma hacia formas más breves cada vez y ha desembocado en géneros como el microrrelato o el poema en prosa»


Foto Elena Martín Barce
559.- Ángel Zapata (Madrid, 1961), profesor de la Escuela de Escritores, es autor de ‘La práctica del relato’ ‘Las buenas intenciones y otros cuentos’, ‘El vacío y el centro’, ‘Tres lecturas en torno al cuento breve’, ‘La vida ausente’ y ‘Materia oscura’. Tuvo a su cargo la edición de ‘Escritura y verdad (Cuentos completos de Medardo Fraile) en la editorial Páginas de Espuma. Es autor, también, de la traducción de ‘André Breton y los datos fundamentales del surrealismo’ de Michel Carrouges. Sus cuentos han sido incluidos en varias antologías y desde el año 2008 es miembro del Grupo Surrealista de Madrid. En el último trimestre de 2018 y editado también por Páginas de Espuma, ha publicado su último volumen de relatos, ‘Luz de tormenta’, donde una vez más se muestra que la escritura de Zapata es una de las apuestas más singulares e innovadoras dentro del cuento español de hoy. Como reza la contraportada del libro, «Fiel a la tradición surrealista, ‘Luz de tormenta’ tiene la cualidad de arrancarnos a la opacidad de lo cotidiano, es un desafío a la inercia fúnebre de las significaciones impuestas, y una brecha en la inmovilidad reinante a través de la cual llega a nosotros el estremecimiento de un mañana jugador. El próximo día 9 de febrero, todos aquellos que lo deseen podrán asistir al taller que el escritor madrileño impartirá en la librería Bibliocafé (Sede Wayco), sita en la calle Gobernador Viejo, 29, de València. Todo esto parece bagaje y motivo suficientes, para entrevistar a Ángel Zapata y a ello me apliqué hace unos días. La entrevista tuvo lugar a distancia: él en el centro de la península; yo, a la orilla del Mediterráneo.
Cuando entrevisto a un escritor por primera vez, siempre comienzo por la misma pregunta: ¿qué significa para Ángel Zapata escribir?
Escribir es un modo de entrar en contacto con eso que en mí no tiene palabra. Y es un modo de compartir con otros esta experiencia sensible, que podría tener cierta capacidad transformadora en su manera de ser sujetos, como algunos autores y autoras la han tenido en mí.
A menudo se habla del terror a escribir, del temor a la página en blanco, para Ángel Zapata ¿una página por estrenar es una superficie que produce vértigo o todo un desafío para descubrir qué aventura inexplorada se esconde debajo de su blancura?
En mi experiencia, una página en blanco es la condición para que se renueve ese pequeño milagro de ver cómo surge algo de la nada, cómo las palabras se agitan hasta formar por su propio impulso constelaciones de sentido inéditas.
Como escritor surrealista, a la hora de sentarse a escribir los relatos ¿cuál es el punto de partida de cada una de estas historias? ¿De dónde arrancan: de un sueño, de un deseo, de una imagen, de una pulsión…?
La enumeración es bastante completa. Mis textos nacen algunas veces de un sueño, otras de un sentimiento o de un deseo que aún no tienen una forma definida, de un recuerdo, de la voluntad de expresar mi cólera por esto o aquello… Los estímulos pueden ser extremadamente variados.

domingo, 20 de enero de 2019

Daniel Fopiani: «Utilizo un estilo dinámico de escritura para animar a la gente joven a leer»


Nº 558.- En el año 2017, Daniel Fopiani (Cádiz, 1990) ganó el Premio Valencia Nova con su obra ‘La Carcoma’. Según cuenta el escritor gaditano, este premio le ha cambiado la vida desde el punto de vista literario. Fopiani, cuya profesión es sargento de Infantería de Marina, presenta ahora ‘La melodía de la oscuridad’ (Espasa, 2019), novela en la que Adriano, un antiguo sargento de la Guardia Civil, invidente a consecuencia de la explosión de una bomba durante su estancia en Euskadi, se enfrenta a los brutales crímenes perpetrados por un psicópata, que asesina al ritmo de la leyenda de los Doce Trabajos de Hércules. Cuando comienzo a transcribir la entrevista, en la grabadora sólo se escucha el tintineo de las cucharillas, ocupadas en remover el azúcar de dos cafés con leche, descafeinados para no extraviar el sueño nocturno, y las palabras de Fopiani, que parece vivir ahora los sueños literarios tejidos en su juventud. Tras los cristales de la cafetería del Hotel Meliá Plaza, la noche ya paseaba por las calles de València.
Daniel, eres militar, ¿por qué escogiste la milicia como modo para ganarte la vida?
Si te soy sincero por la crisis. Entré en el Ejército porque es un trabajo fijo y estable. Tenía dieciocho años cuando aprobé las pruebas para Infantería. Lo mío no es vocacional, sería un hipócrita si te dijera lo contrario, y creo que, excepto aquellas personas que proceden de familias con tradición militar, nadie la tiene. De hecho, a mí la vocación me vino después, cuando desarrollé mi primera operación en la que conseguimos salvar ocho pateras llenas de vidas en el Mediterráneo.
Además de militar, también eres escritor, ¿qué significa para ti la escritura?
Si escribo es porque he leído. Desde que tengo uso de razón, siempre tuve un libro en mis manos. Fue un hábito que me inculcaron mis padres y que yo he ido arrastrando hasta hoy. En un momento determinado, no recuerdo cuándo, me picó el gusanillo y escribí relatos que guardaba en el cajón de mi armario, junto a los calcetines y los calzoncillos. Cuando comencé a trabajar, ya me tomé el asunto con mayor intensidad y, desde que en el año dos mil diecisiete me otorgaron el Premio València Nova de narrativa, todo cambió. El Premio me hizo ganar confianza en mí mismo y propició que me leyera gente de toda España, mientras que antes sólo lo hacían los amigos.
Qué importante que tus padres te inculcaran el hábito de la lectura, ¿no?
Ya lo creo. Todavía conservo algunos ejemplares de las novelas de Julio Verne y de Agatha Christie, adaptadas para niños, que leía cuando era pequeño. Esos libros fueron los que me impulsaron a escribir y a leer. Fue la época de mi vida en la que más he disfrutado leyendo, porque ahora también leo, pero lo hago desde otra perspectiva distinta.
¿Se compatibiliza bien la vida militar con la del escritor?
No, no, qué va. Me gustaría que escribir se considerase un oficio, pero la verdad es que la mayoría de escritores han de trabajar en otras cosas para subsistir. Yo escribo todos los días, en mis ratos libres, pero quisiera pasar más tiempo delante del papel. Terminar una novela como ésta me cuesta unos veinte meses,  más o menos.
Veinte meses de promedio no está mal, ¿no crees?
Ya, pero creo que yo podría escribir una novela al año.

viernes, 11 de enero de 2019

Valeria Correa Fiz: «Ser escritor es una forma de estar en la vida, algo que viaja instalado en el interior de tu cabeza»

Nº 557.- Esta es una entrevista distinta a todas las demás. Los parámetros habituales no se dieron. Fueron otros. Hubo testigos presenciales, público, cosa no demasiado frecuente en mi quehacer como entrevistador para el Diario Siglo XXI. Tampoco el marco era el acostumbrado, una cafetería del centro urbano, sino una sala de un antiguo convento, ahora remozado, rebautizado como Centre del Carme Cultura Contemporània y destinado a otros menesteres. Sucedió todo el pasado 8 de diciembre de 2018, dentro de la I edición del Golem Festival, celebrado en València y organizado por Susana Alfonso, Juan Miguel Aguilera y José Luis Rodríguez-Núñez. Allí tuve la enorme suerte de conversar con la escritora argentina Valeria Correa Fiz. El propósito de nuestro encuentro era presentar ‘La condición animal’, su primer libro de relatos, publicado por la editorial Páginas de Espuma.
¿Qué es lo que nos hace diferente como especie, en qué consiste la  condición humana? ¿Sabernos frágiles, expuestos, mortales? ¿Cómo seríamos si no temiésemos el mal ajeno?... Estas son algunas – hay más – de las preguntas que intentan responder los cuentos que integran el libro de la escritora argentina. Nuestra conversación, distorsionada por la reverberación de la megafonía sobre los muros del convento, dio comienzo pasadas las cinco de la tarde. Tras la presentación ritual, llegaron preguntas y respuestas.
Valeria, naciste en Rosario y la primera cuestión, doble, es casi obligatoria: ¿eres seguidora de Rosario Central o de Newell’s Old Boys o, quizá no te interesa el fútbol?
Sí, sí me gusta el fútbol, pero soy de River [risas].
Siempre que entrevisto a una escritora por primera vez, formulo la misma pregunta: ¿qué significa para ti escribir?
Bueno, escribir para mí es una manera de dialogar conmigo misma. De profesión soy abogada, lo digo siempre, y no hubiera escrito si no me hubiera marchado de mi país. De alguna manera, escribir fue como encontrar un hilo conductor para contar cosas sin implicarme. Cuando te vas fuera, necesitas hablar y, para hacerlo, has de explicar tu contexto, de dónde eres, cómo eres, a qué te dedicas… Escribir te permite obviar ese trámite y contar lo que te preocupa. Italo Calvino venía a decir que «usted escribe como algunos animales hacen guaridas» y esa idea de refugio, de cuidarse con las palabras me gusta mucho.
En la charla que participaste ayer dentro del Golem Fest, definiste al escritor como «un arqueólogo de sí mismo», ¿puedes desarrollar un poco más este concepto?
La idea es que de alguna manera escribo ficción. No hago biografías del yo, un género respetable pero que no practico. Nada de lo que hay en ‘La condición animal’ me pasó a mí, pero sí narro a través de los personajes desde mi experiencia. En ese sentido, digo que el escritor es un arqueólogo porque trabaja armando la ficción, pero desde sus sentimientos, desde sus recuerdos. Yo no creo en la fantasía ni en la imaginación sino en la mala memoria. Uno vive cosas, las ve, las olvida, luego asocia esos fragmentos de memoria y eso es lo que llamamos imaginación, es decir, por un lado escribo ficción, pero no lo es tanto. Hay una pequeña contradicción en ello.

jueves, 10 de enero de 2019

‘Frankenstein resuturado’. Un proyecto literario muy atractivo.


Ocurrió durante la I edición del Golem Fest celebrado en Valencia a comienzos del pasado mes de diciembre. Por uno de tantos azares de la existencia, cayó en mi poder un libro especial, atractivo, de bello formato y mejor maquetación, distinto, ilustrado además. Su título era, es, Frankenstein resuturado’, editado por Alrevés.

‘Frankenstein resuturado’ es el resultado del proyecto imaginado y diseñado por el inquieto escritor e inventor de conceptos culturales Fernando Marías quien, al cumplirse en el año 2018 el II centenario de la publicación por vez primera de la célebre novela ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ de la escritora británica Mary Shelley (Somers Town, 1797 – Chester Square 1851) tuvo la ocurrencia, feliz ocurrencia, de trabajar en un libro que conmemorara esta epifanía. Concibió la idea tras tropezarse con «un viejo solitario acodado en la barra de un bar del centro de Madrid», que tenía unas manazas rojas y un activo lagrimal y que, por algún motivo, le llevó a imaginar que si la criatura creada por Frankenstein viviese hoy «tendría el aspecto de este viejo» y que estaría bien conocer cómo habría sido su existencia si su vida se hubiera prolongado durante veinte décadas.
Además de una introducción, escrita por el propio Marías y en la que explica la génesis del proyecto, el volumen contiene una nueva traducción de la novela de Shelley, encargada al escritor Lorenzo Luengo, «sólido novelista y meticuloso traductor», en palabras del diseñador del proyecto, que cuenta en su currículum, entre otros galardones y títulos publicados, con el Premio Ateneo de Sevilla 2013 por su novela ‘La cuestión Dante’. Antes de la traducción propiamente dicha, Luengo elabora un estudio donde explica la azarosa publicación del texto original y razona los parámetros por los que se ha regido para elaborar su traducción.

Concierto del 1 de enero de 2019 desde Viena


Como siempre, el nuevo año se inició con el concierto de polkas, galopes, valses y marchas. Desde la Musikverein vienesa, los filarmónicos austríacos felicitaron el dos mil diecinueve con su habitual y tradicional buen hacer. 

En esta ocasión el encargado de manejar la batuta fue el alemán Christian Thielemann, que anduvo correcto, con sonrisa oficial para la efeméride, poco más. 

El programa elegido por el teutón contenía piezas enormemente dinámicas, rápidas e incluyó la célebre Marcha Egipcia de Johann Strauss, una partitura que aparece y desaparece del concierto y que a quien dirige este blog agrada especialmente. Les dejo algunas imágenes para ilustrar estas breves palabras conmemorativas del concierto que, cada año, resulta más balsámico para los excesos de la noche inmediatamente anterior. 

La realización, como acostumbra, fue magnífica, incluido el vídeo del intermedio. Los comentarios de la retransmisión efectuada por RTVE corrieron a cargado de Martín Llade por segundo año consecutivo. A Llade parece que se le ha encomendado la misión de hacernos olvidar al añorado, e irrepetible, José Luis Pérez de Arteaga, una tarea verdaderamente muy difícil de lograr.