«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 5 de junio de 2010

Begoña Aranguren, escritora, premio Azorín 2010: “Alfonso XIII fue un hombre que sufría mucho, con mala salud y fortísimas depresiones”

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 05/06/2010

Begoña Aranguren (Bilbao) acaba de adornar su carrera periodística y literaria con la consecución del Premio Azorín 2010. El pasado mes de marzo, en Alicante, como cada año, la escritora bilbaína obtuvo este preciado galardón gracias a su novela ‘El amor del rey’ (Ed. Planeta), que trata de la relación amorosa entablada por el rey Alfonso XIII con Soledad Quiñones, con la que tuvo un hijo y vivió una auténtica historia de amor hasta el final de sus días.

Begoña, ¿cómo se te ocurrió presentar ‘El amor del rey’ al Premio Azorín?
No pensaba para nada presentarla y, de repente, mientras viajaba en el tren hacia San Sebastián, mi representante me llamó por teléfono para animarme a hacerlo. Como no tenía nada que perder y, antes de arrepentirme, le dije que sí. Le di el primer seudónimo que me vino a la cabeza, Esther Williams, que me traía recuerdos de la infancia, y él la envió a toda prisa porque el plazo se agotaba.

¿Podemos considerar ’El amor del rey’ como una novela histórica?
A mí las novelas históricas, a no ser que haya una profunda introspección psicológica de los personajes, no me van, se me caen de las manos. Ésta es una novela fundamentalmente de amor, en la que yo reivindico la palabra amante, porque no creo que haya nada más sublime que ser dador de amor. El ligue, la amiga, la querida, son términos que carecen de entidad. Creo que, hablando de sentimientos, lo que más importa es el amor, que también acarrea sufrimiento y por eso hay mucha gente que no se atreve a dar el paso de amar.

Aunque, según tus palabras, no sea una novela histórica, sí es un retrato del fin de una época, ¿no?
Desde luego, porque aparece la II República y el franquismo. A Alfonso XIII no le salió nada bien. Él pensaba que todo el mundo iba a pedir su regreso y no fue así. No le reclamó nadie y él quedó en el exilio, derrotado. Como decía la filósofa María Zambrano, a los hombres se les nota la derrota por la espalda. Y en las fotos del rey he ido viendo cómo se cargaba de espaldas. Tenía una melancolía que era muy superior a él.

¿Cómo era Alfonso XIII?
Era un hombre muy inquieto, curioso, al que le gustaba saber qué opinaban de los españoles fuera de nuestras fronteras. ‘El amor del rey’ es una historia de amor y de una persona. Y cuando digo persona no quiero decir personaje. Como monarca, Alfonso XIII fue malísimo, pero mientras escribía la novela, me he encontrado con un hombre que sufría mucho, que tenía mala salud y fortísimas depresiones y al que no le resultó nada fácil reinar. Desde los quince años estuvo bajo la tutela de su madre, que era una pesada, y luego tuvo que sobrellevar el problema de su esposa, una mujer que tampoco debió de pasarlo nada bien en España.

Alfonso XIII tuvo varios amores, pero esta amante ha permanecido muy escondida hasta hoy.
Sí y es muy raro que no se haya conocido hasta ahora la existencia de esta mujer, de Soledad Quiñones. Los círculos más próximos al monarca guardaban el secreto y todos pensaban que su única amante era la Ruiz Moragas, con la que tuvo dos hijos. Pero no fue así, porque ella acabó con un torero mexicano, mientras que Soledad permaneció con Alfonso XIII hasta sus últimos días. Precisamente, creo que el rey consiguió redimirse gracias a que fue capaz de llevar su historia de amor hasta el final.

¿De qué fuentes has bebido para documentar la novela? En aquellos años, ¿existía alguna revista, algo parecido a ‘¡Hola!’, que se ocupase de estos temas?
Que yo sepa en aquellos años no existía ninguna revista de ese estilo. Mi principal fuente de información ha sido la gente mayor, que a mí me interesa mucho. A los mayores antes se les veneraba y ahora los dejamos en la Seguridad Social mientras nos marchamos de vacaciones. Creo que ellos son los que más saben. Son la verdadera memoria histórica de un país y yo he utilizado esta información oral para escribir mi libro. He tenido la suerte, además, de tratar con personas que convivieron con el propio Alfonso XIII y he podido conocer muchos detalles sobre su persona.

Un uso antiguo: en un capítulo, la protagonista utiliza un carnet de baile, ¿de dónde procede esa costumbre? Hoy en día, ¿su equivalente sería una pedeá?
Ignoro de dónde procede esa costumbre. Yo no lo he llegado a conocer pero en Bilbao, bailando el rigodón, mi abuela hablaba del carnet con una naturalidad pasmosa. Como tú bien dices, hoy su equivalente fácilmente podría ser una pedeá o el móvil [risas]

‘El amor del rey’ retrata también a la sociedad del momento.
Claro, aquélla era una sociedad hipócrita que sostenía que se podía hacer cualquier cosa siempre que no se supiese. Pero, ¡ojo!, no es una situación tan distinta de la de hoy, porque ahora seguimos igual que entonces. Lo que ocurre es que, como vivimos una época de exhibicionismo, todo se sabe.

Y a la aristocracia.
A la aristocracia la Historia les ha pasado y les pasará factura. Salvo honrosas excepciones, esta clase social ha sido una rémora para España, un desastre, gente impresentable. Tenían en su mano la posibilidad de cultivarse, de asesorar bien al rey, de entrar y salir al extranjero para ver y aprender cosas. Sin embargo, fueron desleales y no hicieron nada. En un país que se moría de hambre, sólo les preocupaba incrementar sus prebendas y posesiones. Y hoy aún siguen ahí, disfrazados de otra cosa, comiéndose las uñas porque no hay vida de corte. Eliminar la corte es lo mejor que han hecho los Reyes en España.

¿Begoña Aranguren es monárquica?
Yo no soy monárquica, soy juancarlista. Me gustaría que todo siguiera igual, porque funciona bien, que fuera como Lourdes, que no se moviera. Con la enfermedad del rey, a mí me temblaban las piernas al pensar la clase política que quedaba para gobernarnos. Lo que ocurre es que veo también que la monarquía es algo anacrónico, surrealista. Y no hablo sólo de la española sino de la de toda Europa. Por el hecho de que una señora se vaya a la cama con su padre no puede legarle a ninguna persona el derecho a reinar. Además, ya nadie se acuerda de los matrimonios de estado. Ahora los príncipes se quieren casar por amor y todos sabemos que eso es mentira, porque un matrimonio son dos años de pasión y luego tienes que soportar a una señora pelma para toda la vida.

Última pregunta: en esta historia y en otras de amores ocultos, qué actitud tomaba la Iglesia: ¿miraba hacia otro lado?
No sé lo que hacía, tal vez el rey esperaba a que el sacerdote que le confesaba le dijese que dejase en paz a las coristas, con las que se iba porque tenía angustia y buscaba sofocarla con ellas. A mí me parece mucho más sorprendente la conversión al catolicismo de la reina Victoria Eugenia en el palacio de Miramar de San Sebastián, porque todo lo que es a machamartillo es mucho más peligroso.

A Begoña Aranguren le esperaba el tren. Se fue sonriente, como había permanecido durante toda la entrevista. Últimas palabras "of the record", unas fotos y un hasta la próxima. Como despedida y para hacer boca sólo queda añadir unas líneas del prólogo de su novela. Dice así: "No he sido una buena hija hasta que mi propia madurez me dejó entrever la desolación que siempre trae consigo el declive. No he sido nunca una buena esposa y tuvo que transcurrir mucho tiempo para convertirme en una buena madre. Como reza el bolero: "Una vez nada más amé en la vida...". He despreciado a los débiles a perpetuidad aunque me encontré con un débil al que amé con oda mi alma".