«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 1 de noviembre de 2011

Nativel Preciado, periodista y escritora: “Marcelino Camacho fue un personaje incómodo porque no se adaptaba a los tiempos que le tocó vivir”

Nativel Preciado comenzó como periodista en el diario Madrid. A lo largo de las tres últimas décadas ha trabajado en múltiples medios de prensa, radio y televisión. Durante la Transición desempeñó el papel de cronista parlamentaria y algunos de sus trabajos fueron publicados en ‘Memoria de la Transición’ y en ‘Los cronistas de la Constitución’. Actualmente participa en numerosos seminarios y conferencias sobre periodismo y literatura, es columnista del diario ‘Público’ y del semanario ‘Tiempo’ y colaboradora de ‘Los Desayunos de TVE’. Nativel es autora de numerosos ensayos, ‘Fuera de campo’, ‘El sentir de las mujeres’, ‘Amigos íntimos’, ‘Extrañas parejas’, ‘Ser mujer’, ‘La era del bien y del mal’ y ‘Hablemos de la vida’, este último con José Antonio Marina, así como de las novelas ‘El Egoísta’ (finalista del premio Planeta, 1999), ‘Camino de Hierro’ (premio Primavera de Novela, 2007) y ‘Llegó el tiempo de las cerezas’. Como periodista ha sido galardonada con los premios Francisco Cerecedo (1986), el Víctor de la Serna (1989) y la Pluma de Plata (2000). Forma parte del Consejo Asesor de Intermón Oxfam y del patronato de la Fundación Diario Madrid.

Hubo muchos españoles que nunca se doblegaron, ni se acobardaron, ni se sometieron al poder de un hombre que impuso su propia ley por la fuerza. Cuando en España llovían piedras, aguantaron la tormenta, soportaron palizas, golpes físicos, morales y políticos, pero siempre se mantuvieron de pie. ‘Nadie pudo con ellos. Toda una vida luchando por los derechos y la libertad’, última obra de Nativel Preciado, editada por Espasa, relata uno de los periodos más turbulentos de la historia de España, a través del recuerdo de una mujer muy especial, Josefina Samper, viuda del líder sindical Marcelino Camacho. Sus testimonios sobre la resistencia reflejan la dureza de la vida clandestina, los esfuerzos de quienes lucharon contra la dictadura, los acontecimientos que la censura trató de ocultar y los sueños que se perdieron por el camino. Este libro del que tuve la oportunidad de hablar hace unos días con su autora en el restaurante Blue Canalla de Valencia, nace de la curiosidad que despiertan esos seres humildes y extraordinarios que se juegan la vida por los demás, que no se abandonan a la desesperanza, a la amargura o al cansancio, hechos de una pasta especial, que les permite elevarse por encima de un destino atroz.

¿Nativel, ‘Nadie pudo con ellos’ parte, a priori, desde una posición partidista?
No, este un libro admirativo hacia ciertos valores del personaje de Marcelino Camacho. No es un libro partidista, ni sectario, pero es imposible obviar la historia política que hay en sus páginas, porque condiciona todo lo que en ellas se cuenta. Yo he pretendido escribir una crónica de los valores humanos de la gente que resistió en una época histórica en la que era muy difícil resistir, en la que no todo el mundo fue capaz de comportarse con la misma fortaleza y dignidad frente al poder omnímodo de una dictadura.
¿El libro va dirigido a la gente mayor o a las generaciones jóvenes?
Sobre esto he tenido recientemente una experiencia interesante. Cuando presentamos el libro en Madrid, a la editorial se le ocurrió hacer una visita por las zonas que habitó Camacho: Carabanchel, la Puerta del Sol, la calle de Atocha, etcétera. Para cubrir la información acudió mucho periodista joven y me impresionó lo que les interesaba que Josefina Samper, su hermana y sus hijos les contasen en primera persona lo que sentían en cada lugar que nos deteníamos. Creo que a las juventud le gusta mucho escuchar las cosas esenciales de aquellos años. 
Por tu devenir profesional has tenido la oportunidad de conocer a Santiago Carrillo y a Marcelino Camacho, dos personas hechas de una pasta especial, ¿qué nexo tienen en común, además de su ideología, claro?
Santiago Carrillo es otra historia porque fue un dirigente importante que estuvo en el exilio. Tenía una posición dura, porque el exilio siempre lo es, pero menos difícil que la que soportó la gente que vivía en España. De hecho algunos de los que luchaban en el interior, como por ejemplo Julián Grimau, perdieron la vida. Ellos hacían una lucha ni violenta ni heroica y trataban de mantener derechos elementales como los laborales o los de reunión y asociación. Luchaban por derechos tangibles y de la vida cotidiana, por la libertad en suma. Hay mucha diferencia entre ambos personajes.
Sin embargo, la gente de dentro siempre tuvo menos caché, por llamarlo así, que los luchadores de fuera.
Por supuesto que tenía menos caché, por eso los reivindico. Resistir desde dentro fue mucho más difícil como ya te he dicho.  Josefina Samper, la mujer de Camacho, escogió el barrio de Carabanchel como lugar para vivir porque sabía que, por su manera de luchar, su marido acabaría o muerto o en la cárcel y ella quería estar muy cerca para ayudarle.  Fue gente muy heroica, que jamás tuvo medallas ni monumentos conmemorativos. Y cuando digo gente me refiero a los curas obreros, a los corresponsales extranjeros que ocultaban personas en sus casas, a los abogados laboralistas… Han sido y son anónimos, de hecho a todos los que aparecen en el índice final del libro nadie los conoce.
Vuelvo por un momento a Carrillo y Camacho. Camacho regresa a España un 18 de julio y Carrillo se detiene a fumar un pitillo en la frontera, apoyándose en un camión que decía ‘Transportes Carrillo’, ¿tenían mala pata los comunistas para estos detalles?
No lo sé – risas  –,  es el azar que es curioso. Habría que realizar mucho trabajo para saber por qué se producen estas casualidades en la vida. Y la verdad es que tiene gracia, pero no creo que fuese mala pata, porque ambos fueron capaces de superarlo – más risas –, a pesar de que a Marcelino Camacho regresar en semejante fecha le supuso algunos contratiempos.
 ¿Has elegido como portada ‘El abrazo’ del pintor Genovés porque es un símbolo de lo que contiene el libro?
Pues sí y además he tenido la suerte de que la editorial respetase mi decisión, porque yo quería un icono muy simbólico de la libertad, el cartel de una época, porque ‘El abrazo’ de Genovés es el abrazo de toda aquella gente reprimida que había sufrido en la cárcel, justo en el momento de salir a la calle. La portada es como un resumen del libro tanto por la imagen como por el título.
Siguiendo con las imágenes, en el interior del libro aparece la portada del número 6 de la revista ‘Interviu’, del 24 de junio de 1976, con la fotografía de Marcelino Camacho.
Sí, cuando salió ‘Interviu’, Marcelino Camacho era un personaje popular y reconocido, y su jersey se hizo muy famoso. La idea inicial de la que partió la revista era dividirla en dos partes: por un lado, fotografías con mujeres desnudas, y por otro, artículos con un fuerte contenido político que, a veces, resultaron muy comprometidos. Probablemente, la de Marcelino Camacho – risas – fue la única portada de ‘Interviu’ en la que apareció un hombre vestido.
Marcelino Camacho durante su juventud militó en el sindicato socialista UGT, sin embargo, a su regreso fundó un nuevo sindicato, ¿por qué lo hizo?
Al volver a España Camacho no pertenecía a ningún sindicato porque UGT no estaba muy activa, ya que les habían machacado mucho. Entonces creó unas comisiones obreras que no existían, porque se constituían para realizar un determinado trabajo y luego, una vez desarrollado su cometido, se disolvían. Esa estructura era mucho mejor, ya que resultaba igualmente eficaz que un sindicato organizado y dejaba menos pistas para su posible captura por la policía. El origen de Comisiones Obreras como sindicato permanece difuso. Algunos hablan de que se formó tras unas huelgas en las minas de Asturias, pero no se conoce exactamente el día de su fundación.
Josefina Samper, la mujer de Camacho, habla de su escasa formación y de lo que le costaba leer, pero siempre estuvo a la altura de las circunstancias, ¿eso era algo innato en ella?
Sin duda. Creo que la vida te pone en circunstancias en las que tienes que colocarte a la altura que corresponde. Ella empezó a militar muy pequeña, a los 13 años, y se comprometió tan pronto porque percibía la injusticia en su propia carne y quería terminar con ella. Josefina y su familia eran “exiliados económicos” en Orán, como ella misma decía, una ciudad en la que los emigrantes eran los más desfavorecidos, porque los primeros derechos los copaban los franceses y lo que quedaba, el residuo, era para ellos. Josefina quería defender sus derechos y no ser tratada de manera tan denigrante. Y resulta curioso que alguien reaccione contra la injusticia de un modo tan radical y a la vez tan pacífico.
¿Quedarían hoy muchas mujeres como Josefina Samper que esperarían a su marido tantos años?
Siempre habrá mujeres y hombres así. La mayoría de las personas nos ponemos a la altura de los retos que nos caen en suerte y, si en aquella época los hombres y mujeres parecían más esforzados, es porque las condiciones del momento eran más duras. Pero Josefina no sólo esperaba a su marido, algo que a ella le molesta mucho que le digan, sino que se encerraba en iglesias, le llevaba la comida a la cárcel, se enfrentaba al jefe de la policía política… Josefina Samper también era una luchadora.
¿La bibliografía que incluyes en el final de ‘Nadie pudo con ellos’ sirve para ampliar los conocimientos del lector interesado?
La bibliografía del libro está ahí porque me ha resultado de enorme utilidad. Por mi profesión de periodista he vivido en primera fila muchos acontecimientos históricos como la matanza de los abogados de Atocha o el Proceso 1001. Sin embargo, al recuperar la crónica de esos años me faltaban detalles que desconocía y los he suplido o completado con el contenido de esos libros. Los periodistas vivimos precipitadamente y no tenemos tiempo a veces de conocer el fondo de las historias. Espero que al lector también le resulten útiles.
Finalizamos en la contraportada del libro, donde leemos: “Hoy, muchos jóvenes han tomado las calles para provocar una insurrección pacífica contra ciertas injusticias. En tiempos más difíciles, los protagonistas de esta historia tuvieron un enemigo peor y resistieron. A pesar de los pronósticos más fatalistas, la actual generación no está perdida. Como en el verso de Rilke, ¿Quién habla de victorias? Resistir es todo”. Nativel, ¿resistir es también vencer?
No, hay que resistir para ti mismo, para defender tu dignidad. Una característica de todos los personajes que aparecen en mi libro es que no lucharon para conseguir algo a corto plazo. Ellos hicieron cosas pensando que, si no les tocaba a ellos, que lo disfrutasen los que vinieran detrás. Precisamente lo que llama la atención, más allá de su ideología política, es que su dignidad estaba por encima de todo. Marcelino Camacho fue un personaje incómodo porque no se adaptaba a los tiempos que le tocaba vivir. Hoy hemos perdido un poco el norte. Resistir no es vencer, resistir es todo.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 02/11/2011