«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 23 de febrero de 2012

Belén Gopegui, escritora: “A mí me inquieta que nos comunicamos a través de unas redes que no son nuestras, y deberían serlo”.

Pasó Belén Gopegui por Valencia. Lo hizo casi con sigilo, muy discretamente. Sin armar ruido. Lo mismo ocurre con su última novela, ‘Acceso no autorizado’, publicada por Random House Mondadori, una fábula contra el conformismo fatalista en clave de acción política e informática que entra suave, de puntillas, piano piano. ‘Acceso no autorizado’ cuenta la historia de una insólita confianza entre desconocidos que pone al descubierto la soledad y la violencia del poder, la red que tejen el azar, las condiciones objetivas y el factor humano. Sin embargo y aun siendo todo esto importante, al entrevistador que suscribe le fascinó el apartado de la informática, el de la intromisión en la vida del ser humano a través de esas pantallas que casi todos tenemos en casa y que, aparentemente, sirven para desarrollar la creatividad, comunicarse y relacionarse.


Belén, ¿qué es para Vd. escribir: desahogo, terapia, denuncia, creación, reto…?
Construir una historia con sentido, y en el acto de hacerlo, también desahogo, reto, calma, intensidad.
¿Escribe con guión, que respeta hasta el final del libro, o se deja llevar por lo que pueda suceder en el proceso creativo?
En cada novela cambia, en algunas empiezo con un plan que luego va cambiando, en otras empiezo a escribir directamente.
Interrumpió la escritura de ‘Acceso no autorizado’ para escribir ‘Deseo de ser punk’, una novela que alcanzó mucho éxito. ¿Cuándo retomó su escritura, cómo consiguió recuperar el mismo tono, la misma voz narrativa, el mismo ritmo?
Me interrumpí también porque tenía, precisamente, una dificultad con el tono y la estructura. Parar me sirvió para al retomarla la historia, encontrar el tono que buscaba.
En su nueva novela, intercala en la narración en tercera persona, pequeñas frases o no tan pequeñas pero desde luego no muy largas, en primera, ¿qué riqueza le aporta esta técnica a su escritura?
Es una manera de entrar directamente en lo que piensa en personaje sin pasar por la convención del "pensó", "se imaginó" o "se le ocurrió".
Además del trasfondo político, ‘Acceso no autorizado’ navega en el mundo de la informática, un lugar muy específico en el que los escritores suelen moverse habitualmente a niveles de usuario, ¿ha tenido que documentarse mucho para escribir sobre la red, los hackers y todo lo que les rodea? ¿Le interesa la informática?
Me interesa la informática, en la medida en que gran parte de nuestra vida pasa por el ordenador, quiero saber al menos un poco como funciona. Para escribir la novela acudí a algún hacker, a la comunidad de software libre, y también ensayé algunas de las cosas que contaba.

‘Deseo de ser punk’ - regresamos por un momento a su anterior obra - tenía la música pop como eje narrativo, en ‘Acceso no autorizado’ casi podemos percibir el silencio que envuelve a los personajes, ¿no tiene banda sonora esta novela?
La mayoría de los personajes tienen su música, Mary Gauthier, Hedningarna, Statu Quo, Danzig, incluso Enrique Urquijo. Pero no está tan presente como en ‘Deseo de ser punk”.
La intemporalidad de la novela – no sabemos exactamente de qué fecha hablamos, sólo conocemos los meses – le confiere un cierto tono de Ciencia Ficción a ‘Acceso no autorizado’, ¿pertenece a este género su novela?
No, no es una novela de ciencia ficción, es una novela, y por lo tanto lo que cuenta es ficción, pero no en un tiempo lejano sino próximo.
‘La Guía del pirata informático’, que se editó en España si no recuerdo mal a principios de los noventa, partía de una máxima que venía a decir que “algo que haya sido protegido por un ser humano puede ser desprotegido por otro”, ¿se ha convertido esta frase en moneda de uso corriente en el año 2012?
La cuestión que ahora frente a los hackers individuales de los noventa, nos enfrentamos a los grandes corporaciones que compran nuestra privacidad o se la apropian, y también a las mafias organizadas para la desprotección. La afirmación es cierta, pero las estrategias hoy no deberían pasar sólo por acciones individuales.
Internet parece una ventana por la que asomarse al mundo, pero en realidad también es una puerta por la que el mundo puede asomarse a nuestra vida, a nuestra casa, a nuestro hogar, ¿no?
Sí.
¿Podemos estar permanentemente observados por otro/otros sin saberlo?
Sí, y también sabiéndolo, la mayoría de las veces, sabiéndolo.

La sensación de inseguridad que ese pensamiento produce, el de la observación anónima permanente, es angustiosa, ¿o no le produce a Vd. esa sensación?
No, la observación anónima a un individuo particular se produce pero entra más dentro de los casos excepcionales, como también se sigue a alguien por la calle y se le atraca. A mi me inquieta que nos comunicamos a través de unas redes que no son nuestras, y deberían serlo.
El domingo pasado, un conocido suplemento dominical publicaba un artículo que hablaba de que los estados nos controlan vía Google, Messenguer, Twitter, Facebook, etc. ¿Sin darnos cuentas nos hemos metido en la boca del lobo o, dicho de otro modo, la Red es una nueva herramienta de control social como en su día lo fue la TV?
Sí, aunque también podría ser lo contrario, una herramienta de construcción de un futuro diferente.
En la novela, pág. 158, leemos: “Qué absurdo, tener que dar al botón de inicio para apagar”. ¿Realmente es esa la única tecla que nos queda para preservar nuestra intimidad?
Esa era una broma con windows xp, donde el apagado pasa por el botón de inicio, en una de las tantas cosas absurdas de la configuración de windows. No creo que haya que apagar para preservar la intimidad, sí hay que ser conscientes de que por internet viajan postales y no sobres cerrados.
Y  la última, ¿está escribiendo algo nuevo ya?
Estoy dándole vueltas a una historia.

Belén Gopegui (Madrid, 1963) pertenece a lo que se dio en llamar en su día la ‘Generación Kronen’, formada por un grupo de escritores (José Ángel Mañas, Ray Loriga, Lucía Etxebarria, Pedro Maestre, entre otros) que residían en la capital de España y cuyas inquietudes literarias coincidieron en el tiempo y en temáticas similares. El nombre del grupo procede de la novela ‘Historias del Kronen’ de José A. Mañas. Licenciada en Derecho, novelista y guionista, Belén Gopegui obtuvo con su ópera prima, ‘La escala de los mapas’ los premios Tigre Juan y el Iberoamericano Santiago del Nuevo Extremo para autores noveles. En su ya larga carrera literaria podemos citar ‘Tocarnos la cara’, ‘Cualladó: puntos de vista’, ‘En desierta playa’, ‘La conquista del aire’, ‘Lo real’ (Finalista del Premio de la Crítica 2001), ‘El lado frío de la almohada’, ‘La suerte dormida’, ‘El principio de Arquímedes’, ‘El padre de Blancanieves’, ‘Deseo de ser punk’ y ‘Acceso no autorizado’.