«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 10 de junio de 2013

María Angeles López de Celis, escritora: “Vivir en la Moncloa no es fácil. Hay que pensar que los presidentes eligen esa vida pero sus familias no”


¿Quiénes fueron las esposas de los presidentes de gobierno? ¿Cómo enfocaron su vida mientras sus maridos dirigieron los destinos de España? ¿Cuáles fueron sus funciones? ¿Qué papel jugaron en el devenir político de nuestro país? A todas estas preguntas responde María Ángeles López de Celis en su nueva obra, ‘Las Damas de la Moncloa’, editada por Espasa, basándose en el conocimiento directo de la sede del poder ejecutivo, de sus estructuras y sus inquilinos, para los que trabajó durante más de tres décadas.

María Ángeles, ¿qué problemas esconden los muros del Palacio de la Moncloa al que los aspirantes a presidente ansían llegar para luego abandonarlo poco menos que despavoridos?
El palacio de la Moncloa es un lugar no muy adecuado para vivir, es un sitio oficial, vestido con muebles del patrimonio nacional, lámparas de araña y cuadros del estado. Solo es un sitio de paso. Todos los que van allí lo hacen sabiendo que antes estuvieron otros y que a su vez, cuando se marchen, alguien les reemplazará a ellos.
¿Dormir en la misma cama que tu rival político debe ser una sensación rara, no?   
Sí que debe serlo. Quiero que quien lea el libro se dé cuenta de que hay una serie de sensaciones personales que no tienen nada que ver con la ideología ni con la política. Dormir en la cama, donde antes pernoctó tu rival político durante muchos años, presenta una connotación diferente. No es como estar en un hotel, donde nunca sabes quién estuvo allí antes que tú.

García Márquez definió el Palacio de la Moncloa como el escenario de un teatro para una obra de Benavente, la comparación parece muy acertada, ¿no? 
Sí, cuando encontré la frase me pareció muy adecuada. Es justo eso, como un escenario de una obra de Benavente. Desde luego no es el apartamento friki que contratas para pasar un mes durante el verano, sino un lugar en el que sabes que vas a permanecer unos años. Vivir allí no es fácil y hay que pensar que, de algún modo, los presidentes eligen esa vida pero sus familias no. Es un centro de trabajo y al acabar la jornada se convierte en un sitio solitario en el que durante los fines de semana no hay nadie y estás constantemente vigilado por cámara de televisión.

Desde tu puesto de trabajo, ¿qué relación mantienes con las primeras damas?
Salvo los típicos temas que podemos tener en común, como por ejemplo la organización de un acto oficial, mi relación es poco directa con ellas, pero Moncloa es como un pueblo y todos sabemos lo que ocurre allí. Pasamos juntos mucho tiempo y los demás compañeros te proporcionan el perfil de la primera dama de turno y te formas una idea. Después, poco a poco, observas  y te das cuenta de cómo se comportan.
 
Si alguna vez tuviéramos una mujer presidente, ¿cómo se tomarían sus consortes masculinos la vida en la Moncloa?
Bueno, eso tendremos que comprobarlo en un futuro que espero que sea próximo. Hay mujeres absolutamente preparadas para desempeñar ese cometido y el país también está listo para asumirlo. Luego ya veremos qué ocurre. En Europa, solo tenemos el ejemplo de Alemania, con Ángela Merkel y su marido, pero es un modelo poco representativo porque Joaquín Sauer no estuvo presente ni siquiera el día que la nombraron canciller.

Y ¿no crees que ya sería hora de elaborar un protocolo de comportamientos y atribuciones?
Ahora mismo existe un vacío legal al respecto. La Constitución no cita a estas personas, que carecen de atribuciones y de dotación presupuestaria. Cada una interpreta el papel a su manera, dependiendo de la filosofía conyugal del matrimonio en cuestión. Cada pareja decide cómo va a afrontar esa etapa de su vida en común. Quizá cuando haya un primer caballero y no sepa muy bien cómo comportarse, será el momento de pedir que se regule esta figura.

¿Ninguna de las esposas de los presidentes ha intentado “intrigar”?
No, creo que todas han adoptado un papel muy típico en una esposa, el de estar ahí apoyando a su marido como se espera de ellas. De lo que sí estoy segura es que los presidentes les han consultado muchas cosas porque, en ciertos momentos de la vida, para un marido la opinión de su mujer es muy valiosa.

Supongo que todas ellas han dispuesto mucho tiempo libre, ¿a ninguna le dio por ponerse a escribir?
Ana Botella sí que escribió sus ocho años en la Moncloa, unas memorias muy particulares en las que narró sus experiencias y sensaciones. Por cierto, que en muchas ocasiones lo que cuenta no tiene nada que ver con lo que apreciábamos los que estábamos fuera.

Afirmas en ‘Las Damas de la Moncloa’ que la que peor lo llevó fue Amparo Illana, la esposa de Suárez, porque ella no tuvo ninguna referencia previa en la que apoyarse.
Sí, fue la primera y lo llevó fatal porque además el palacio entonces no era todavía un hogar, no estaba preparado para funcionar como la vivienda de una familia. Ella contaba cómo cuando ponía la lavadora no podía planchar. Además Amparo Illana era especialmente depresiva y le perturbaba la falta de intimidad familiar. Realmente, la política la sobrepasaba.
 
¿Y la que mejor se desenvolvió fue Ana Botella?
Sin duda, Ana Botella lo llevo estupendamente. Desde el primer día tomó las riendas del palacio con todas las consecuencias. Dejó claro que estaba encantada con que su marido fuera presidente del gobierno y le acompañó a todos los viajes de estado. Además abrió la Moncloa a gente que jamás había estado allí. Su agenda estaba tan sobrecargada como la de su esposo.

¿Qué tal lo llevaron las hijas de Rodríguez Zapatero y Sonsoles?
El de los niños es un capítulo muy complicado porque ellos no eligen esa vida. Cuando son pequeños no hay problema, porque solo quieren estar con sus padres. En la Moncloa, además, hay piscina y jardines para jugar, pero al llegar la adolescencia surgen los problemas. La falta de libertad, de intimidad, la sensación de estar siempre vigilados para chavales de esa edad es muy complicado. Las hijas de José Luis Rodríguez Zapatero eran muy dóciles y lo llevaron bastante bien durante los primeros años, pero en el último desarrollaron una rebelión extrema y la mayor se marchó a vivir a Sevilla.

Sonsoles formó parte del Coro del Teatro Real.
Para Sonsoles, aunque estudió Derecho, la música era su vida. No quería saber absolutamente nada de la presidencia del gobierno. Al llegar a Madrid cantó en el Coro de Radio Televisión Española y fue contratada como soprano suplente del Coro del Teatro Real, con el que participó en muchas óperas.

¿Ensayaba en la Moncloa?
Sí, sí, era su casa y desarrollaba en ella toda clase de actividades, en este caso relacionadas con la música. Recibía clases y practicaba el buceo que es muy bueno para el canto, porque incrementa la capacidad pulmonar. Cuando llegaba el verano, los ujieres, vestidos con su uniforme, lo pasaban mal porque como el aire acondicionado podía perjudicarle la garganta no dejaba que se conectase.

¿El matrimonio de Felipe González y Carmen Romero es un caso aparte?
Sí, especialmente porque era un planteamiento de familia muy diferente. Desde el principio no fueron una pareja al uso sino un matrimonio basado en la lealtad, en el respeto y en el compromiso político con su partido, que ambos tenían asumido. Vivieron en la Moncloa catorce años, que no es poco, y cumplieron perfectamente con su papel. Lo que vino después son circunstancias de la vida.

¿Ana Botella y José maría Aznar solo podían enamorarse en “el Partenon, noche de luna llena”, como cuentas en el libro?
Pues sí, visto así parece toda una parafernalia, pero es verdad que se conocieron en un viaje de fin de carrera, durante el vuelo de Estambul a Atenas y de este modo dio comienzo una historia de amor que todavía perdura.

La última: ¿alguna de las personas que desfilan por el libro ha opinado sobre él?
No sé si están contentas o no porque nadie ha dicho nada. La única persona que ha colaborado conmigo fue Pilar Ibáñez, la esposa de Leopoldo Calvo Sotelo. Desde la editorial se les envió una carta a todas las protagonistas para que supervisasen un poco mi labor, pero ninguna contestó. Yo he tenido que trabajar sola. Pilar está encantada con el libro, porque dice que por fin alguien saca a la luz pública la vida de estas mujeres que siempre permanecieron a la sombra de sus maridos.

SOBRE Mª ÁNGELES LÓPEZ DE CELIS
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid (1979) y funcionaria de carrera, Mª Ángeles López de Celis ha formado parte, durante treinta y dos años, de la Secretaría de los cinco presidentes del Gobierno de la democracia. En el año 2010 se asomó a la dimensión más íntima de todos ellos, en su libro ‘Los presidentes en zapatillas’. Un año más tarde publicó ‘El síndrome de Alí Babá’, centrado en el tema de la corrupción. Está en posesión de la Cruz de la Orden del Mérito Civil (2006).