«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 19 de febrero de 2016

Recuperando El Kiosco de Dolan: 'Jonah Hex’, de Landsale, Truman y Glanzman.

La reseña sobre Jonah Hex fue publicada también en el Diario SIGLO XXI el día 1 de noviembre de 2010.

‘Jonah Hex’, de Landsale, Truman y Glanzman, dispara de nuevo

A pesar de mis reticencias a esa costumbre, tan instalada en el mundo del cómic, de que los personajes y las series se eternicen ya que pasan de un lápiz a otro sin sucesión de continuidad, hay algún aspecto positivo en ella. Por ejemplo, que cada uno de los guionistas y dibujantes que las trabajan a lo largo del tiempo aporta una versión y una visión diferentes del personaje, sin que por ello pierda su esencia primigenia. Eso es lo que ocurre con la serie Jonah Hex, editada por Planeta en su colección Vértigo Visions, cuyo último volumen ha variado notablemente con respecto a la anterior entrega y, por supuesto, con relación a los primeros dibujos.


Este álbum, que lleva el título genérico del nombre del famoso pistolero Jonah Hex, se divide en dos partes: ‘Two-Gun Mojo’ y ‘Shadows West’, que, a su vez están sudivididas en cinco y tres capítulos, respectivamente. Y en ellas se observa una mayor unidad temática ya que siguiendo los capítulos podemos conformar una aventura completa. El dibujante, Timothy Truman, ayudado por el entintador, Sam Glanzman, y el coloreador, Sam Parsons, aporta a la serie una barroquización del dibujo, cargado ahora con multitud de diminutas rayas para dar sensación de relieve, algo que en el anterior álbum publicado – ‘El rostro de la violencia’ con dibujos de Tony Dezuñiga y Luke Ross – producía sin duda el trabajo de un ordenador mediante Photoshop o cualquier otro programa similar. En este sentido, esta versión de Hex, el pistolero de la cicatriz hiriente, se aproxima un poco más a la visión que del género western tenía A.H. Palacios en sus famosos cómics de la serie McCoy.

Los dibujos de Truman son magníficos y las opciones y puntos de vista con que se afrontan las distintas viñetas resultan muy originales. El margen ha desaparecido pero es que además cualquier tipo de orden en las viñetas ha saltado por los aires, todo a favor de un mayor dinamismo y una menor monotonía visual. Lo anteriormente comentado es de aplicación a la primera parte, ‘Two-Gun Mojo’, ya que la segunda, ‘Shadows West’, nos ofrece bajo la misma mano ilustradora un dibujo mucho más sencillo, primigenio incluso, con márgenes generalmente respetados. Algo así como si ‘Shadows West’ perteneciera a una época de los inicios como dibujante de Truman, un momento en el que el ilustrador todavía está perfilando su diseño definitivo del pistolero "héroe para algunos, villano para otros".

El guión, obra de Joe R. Lansdale, también se ha modificado. Insistiendo en la estrategia de la continua irrupción de problemas en la vida de este "justiciero" tan singular, que le proporcionan una gran desazón, puesto que aún no ha salido de un embrollo cuando ya ha entrado en otro, ¡Jesús, qué estrés!, ahora las historias se prolongan un poco más, a pesar de que siguen manteniendo estructura de capítulos cortos y así el argumento íntegro, como señalaba al principio, se prolonga en varias de estas historietas, convirtiéndose en el hilo narrador, en el nexo común que las une, salpicándolas a cada una de ellas con detalles, personajes y situaciones colaterales. En ‘Shadow West’ hay como un cambio también en el lenguaje utilizado, que parece más propio de novelas policiacas de los bajos fondos – género negro – que de un western.

La panoplia de personajes secundarios crece en este álbum con la aparición de ese misterioso doctor, repelente Doctor Cross Williams, acompañado de una bailarina gorda, un indio espigado y repulsivo y un no menos repulsivo Wild Bill Hickock, transformado en un espectacular zombi de mirada muerta, gracias a un proceso químico ideado por el doctor. Son personajes que, al introducir una variante del típico prototipo del sacamuelas o vendedor de elixires curalotodo, tan caros en el lejano Oeste, enriquecen bastante la serie. Además su aspecto asqueroso (ojos rojos, uñas largas, suciedad innegable – el olor lo puede apreciar hasta el propio lector - ) añade un plus de intensidad y ambiente al tebeo.

En resumen, un álbum interesante, sobre todo en su primera parte, especialmente dedicado a los lectores de género del Oeste, un género que parece no morir nunca, afortunadamente. En fin, a ver si de una vez alguien – alguno de los autores o dibujantes de Jonah Hex – se decide por completar una aventura de mayor longitud y con un solo tema, rompiendo la habitual estructura de cuento/historieta corta de la serie. Como experimento, resultaría interesante.

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Jonah Hex de Joe R. Landsdale, Timothy Truman y Sam Glanzman. Ed. Planeta DeAgostini. Colcción Vértigo Visions, octubre 2010; 232 págs., color. Precio: 22 euros.