«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 2 de mayo de 2023

Luis García Jambrina: «No nos interesa profundizar demasiado en los hechos históricos, nos quedamos en la superficie»

El escritor salmantino acaba de publicar ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’, donde, con mirada femenina, narra la retirada del ejército inglés durante la Guerra de la Independencia.

copywright: hermezo23
Nº 662.- Invierno de 1808 y 1809. El ejército británico, comandado por sir John Moore,
emprende la retirada. Había acudido a la Península Ibérica para combatir en la llamada Guerra de la Independencia. Las cosas no han funcionado como se esperaba y el repliegue hacia la ciudad de A Coruña es la única opción posible. Pero la marcha inglesa, a través de las tierras de Salamanca, Zamora, León y Galicia, se convierte en tragedia. La esposa de un soldado de infantería, Catherine Gallagher, que viaja con las tropas de la
Union Jack, asiste a la trágica marcha y deja constancia de sus vivencias y de las de otras mujeres que la acompañan en un relato escrito. Sobre este lamentable episodio bélico, Luis García Jambrina acaba de publicar ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’, editada por Espasa, su nueva novela. Un sábado por la mañana del mes de abril, en la cafetería del Hotel Silken Puerta de València de la capital del Túria, pude conversar un buen rato con el escritor salmantino, enamorado del género histórico, a propósito de su trabajo. Con la grabadora encendida, a buen ritmo pero sin prisas, comenzamos nuestra charla. Como fondo, algún ruido de platillos y cucharas. Por los altavoces de ambiente, la voz de un saxofón versionea tradicionales temas de jazz.

Luis, observo que tu devoción por el género de la historia novelada es grande. Incluso tus relatos policiales protagonizados por Fernando de Rojas tienen un trasfondo histórico.

Llegué a la novela histórica casi por casualidad. Iba a escribir sobre Fernando de Rojas y, en su caso, tanto el componente histórico como su época eran importantes. Pero es verdad que parece que no puedo salir de ahí, excepto para cambiar de coordenadas temporales. El motor de mis novelas siempre es una historia concreta o un personaje. A partir de ahí viene todo lo demás. En ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ hablo de un acontecimiento muy interesante y que no es suficientemente conocido.  

A propósito de lo que dices, ¿no tienes la sensación de que los escritores reveláis hechos históricos que frecuentemente han pasado desapercibidos para el personal?

Sí, la Historia no interesa demasiado. Es verdad que hay un boom de la novela histórica, pero es que en este género se mete todo tipo de cosas, algunas de las cuales no tienen nada que ver con él. Después, a causa de los prejuicios existentes, debido a que asociamos épocas de gloria y esplendor con el franquismo, que las explotó y publicitó, sentimos un rechazo hacia ellas. No nos interesa profundizar demasiado en los hechos históricos, nos quedamos en la superficie. Sin embargo, la Historia enseña muchas cosas, entre ellas que todo se repite una y otra vez. Para entender el presente hay que conocer el pasado. Después, si te interesas un poco sobre un acontecimiento determinado, aprendes sobre el presente, sobre el pasado y también sobre la condición humana.

El origen de esta novela surgió un poco de rebote, gracias a los comentarios que te hizo un historiador gallego.   

Sí, no tenía noticia de este hecho. Me estaba documentando para escribir ‘El manuscrito de barro’ y, por casualidad, descubrí que existía una ruta alternativa al Camino Francés hacia Santiago, justo a la entrada de Galicia. Entonces, me encontré también con que, a finales del siglo XV, un monje alemán había escrito una especie de guía de viajes, que sería el primer libro de este tipo que aparecía en Occidente. Durante la búsqueda del monje, tropecé con un historiador  que trabajaba para unos concellos gallegos, interesados en recuperar ese otro camino. Trabamos una cierta amistad y en un viaje para inspeccionar el terreno, me contó dónde había tenido lugar la retirada de John Moore y sus tropas. Me proporcionó detalles, documentación y testimonios de oficiales y soldados que habían participado en esa marcha, en los que se hablaba de las penalidades que sufrían las mujeres que les acompañaban. Me interesé por esta peculiaridad del ejército británico y me di cuenta de que debía focalizar la narración de la novela sobre estas mujeres.

Una de ellas es Catherine Gallagher, la narradora. ¿Es la primera vez que te introduces en la mente de una mujer para escribir?

No, no es la primera vez. Ya lo hice en ‘La corte de los engaños’, mi primera novela, en la que tres mujeres, Beatriz Galindo «La Latina», Catalina de Dalt, una dama perteneciente a la nobleza díscola catalana, y Sara Dertosa, una joven judía, van entrelazando una misma historia, centrada en los acontecimientos acaecidos en 1492, incluido el atentado, bastante desconocido, que sufrió Fernando el Católico y en el que estuvo a punto de morir. En ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ las emociones están mucho más presentes, ya que he volcado muchas de mis experiencias personales en ella. Precisamente creo que la clave del libro radica en esa voz femenina.   

Ya conocemos que las guerras sacan a la superficie lo mejor y lo peor de cada ser humano. La retirada inglesa no fue una excepción: robos, rapiña, violaciones, ejecuciones… Pero aún queda espacio para el amor. ¿’Así en la GUERRA como en la PAZ’ también es una historia de amor?

Sí, yo la veo así. Siempre digo que es una historia de amor en primer plano y en tiempos de guerra. Aquí no es la paz la que se opone a la guerra. Lo dice Catherine Gallagher cuando afirma que “en la paz también está la guerra” para algunas clases sociales, siempre inmersas en una continua lucha por su supervivencia. En esto me he inspirado un poco en la novela de Unamuno ‘Paz en la guerra’. En el texto se contrapone todo lo que de destrucción e ira tiene la guerra con el amor en un sentido, si quieres, amplio, como motor que guía a la protagonista a acompañar a su marido y lo que le anima a escribir esta obra.

Catherine Gallagher es una mujer irlandesa, que sabe leer y escribir, algo poco frecuente en aquella época y que, además, no sentaba demasiado bien entre los hombres.

Sí, sentaba mal a los hombres y, en general, al mundo en el que ella vivió. Existía recelo hacia alguien que supiera leer y escribir, algo inconcebible para una mujer. Cuando elegí su procedencia irlandesa, me hizo gracia descubrir que había un castillo donde se guarda un objeto llamado la Piedra de la Elocuencia. Me divertía porque yo quería construir el personaje de una mujer que no solo supiera leer y escribir, sino que tomase mayor conciencia y curiosidad por las cosas a través de la lectura. Esos rasgos son fundamentales en su personalidad.  

Ella lleva un libro consigo, ‘El monje’ de Matthew G. Lewis, que al final intercambiará por otro, bien distinto del suyo, con una monja del convento donde pernocta durante un tiempo.

Sí, resultaba interesante que ella leyera una novela, considerada iniciática dentro del género gótico y claramente contrapuesta con el libro sobre Santa Teresa que le regala la religiosa. Una monja, un monje, el mundo gótico de la perversión y la maldad y el de Santa Teresa, todo mística, entrega y búsqueda de Dios... Me gustó jugar con el simbolismo que tienen ambas obras, al que he añadido un cierto toque de romanticismo, en esos momentos de pasiones desatadas que hay entre sus páginas.

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El ejército británico precisaba de una gran infraestructura: soldados, oficiales, médicos, 
escribanos, abogados, carreteros, pastores… Algunas de las mujeres que les acompañaban volvían a casarse si sus maridos morían en la batalla.

Algunas no, todas. Eso produjo un cierto escándalo al principio, pero sucedió así. Si no había párroco, las casaban los coroneles. Si no se casaban, las expulsaban del campamento y, si tenían hijos, se iban con ellas. Algunas llegaron a casarse varias veces. El personaje famoso de Madre Coraje también es una acompañante de campamento, que llegó a hacerlo en siete ocasiones. Era una situación tan aceptada que, incluso los propios maridos, en algún momento sacaban el tema y aconsejaban a sus esposas con quién deberían casarse si ellos fallecían.

A pesar de que los ingleses llegaron para expulsar a Napoleón de España y Portugal, sin embargo, la población no los acogió con agrado y se produjeron frecuentes enfrentamientos. ¿A qué se debía esta inquina?

Bueno, hay que tener en cuenta que, hasta casi dos días antes, el Reino Unido y España habían sido rivales tradicionales y, sin embargo, parcialmente aliados de Francia, lo que constituye una paradoja tremenda. Sin embargo, serán los británicos quienes les saquen las castañas del fuego a los españoles, cuando estos les pidan ayuda. Este ambiente propició una situación de mucho recelo por parte de la población, donde hubo conflictos y prejuicios derivados de la religión. Esto se agravó cuando los británicos emprendieron la retirada. La gente se preguntaba para qué habían venido. Si a todo ello le añadimos que los ingleses cometieron todo tipo de tropelías en su huida, sembrando destrucción a su paso, por su frustración por no combatir, comprobamos que la situación era bien complicada. En su fuga atravesaron un territorio difícil, sin posibilidad de avituallamiento, porque los campesinos ni siquiera disponían de alimentos para su propia subsistencia. Es de destacar que, cuando los franceses llegaban a esos mismos territorios, eran recibidos como libertadores.

Por eso que señalas, no sé qué es más duro de asimilar en una guerra: si la propia lucha o la táctica de arrasamiento y de tierra quemada.

Sí, y fíjate que estamos hablando de John Moore, un militar que tenía fama de ser piadoso, tanto con sus hombres como con los vecinos. Pero fue así, tremendo, y está muy presente porque ocurrió en numerosas ocasiones. Además, como la destrucción se hacía a destiempo, ocurría que a medida que iban llegando tropas rezagadas, hambrientas, sin calzado y sin municiones, se encontraban con que lo que necesitaban para su propio suministro había sido incendiado. Pero con todo, lo más bestia es lo de los puentes, esa obsesión que tenían de volarlos, algo que al final no impedía la persecución, sino que simplemente la dilataba. Imagínate lo que era para una población que le dinamitasen los puentes de acceso a sus ciudades, que les cortasen el camino que facilitaba el comercio. Afortunadamente, los ingenieros a menudo fallaban en sus voladuras y el daño  causado no fue tan grande.  

En la novela enfrentas a dos militares que tuvieron trayectorias personales bastante parecidas. De un lado, John Moore, y de otro, el francés Jean de Dieu Soult.

Sí, ambos fueron militares muy controvertidos, con gran experiencia y formación, que gozaron igualmente de una notable dimensión política en sus respectivos países. Por eso quise sacarlos en la novela y procuré que la protagonista, en circunstancias muy diferentes, pudiera conocerlos a los dos.

Salamanca es tu ciudad. Siempre regresas a ella en la vida real y en tus novelas. Catherine Gallagher la describe en su diario, ¿cómo era la Salamanca de principios del siglo XIX según la narradora irlandesa?

En la voz de Catherine hay una mirada extranjera y católica que me interesaba. Todos los datos sobre la ciudad proceden de cartas que enviaban británicos y franceses y hablan, por un lado, de sus grandes monumentos y, por otro, de un lugar sucio, con muchas calles sin empedrar, sin saneamientos, sin vida pública de relumbre, sin teatros, etcétera. Esta descripción no es un ajuste de cuentas por mi parte. Curiosamente, un siglo después todavía se hablaba igual de la ciudad y en este caso no por parte de extranjeros, sino de nacionales, a los que les llamaba mucho la atención lo sucia que estaba Salamanca y lo mal que olía. Era belleza rodeada de basura. Un  viajero dijo que era como una «señora noble a la que le olían los pies». A los británicos les llamaba la atención la apatía de los salmantinos. Parecía que no estuvieran en guerra. Alucinaban porque cuando llegaban los franceses los dejaban pasar sin más y se planteaban preguntas tales como qué hago yo aquí, contra quién he de luchar y con qué ayuda.

De la lectura de ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ me queda la impresión de que, durante la contienda, cada uno iba por su cuenta. No parecía que hubiera acciones militares coordinadas por un organismo central. ¿En realidad fue así?

Absolutamente. Eso es lo que le llamaba la atención a Moore. Se pasaba todo el día enviando cartas y esperando respuestas. Desde las juntas o desde el mismo representante de Gran Bretaña en España le urgían a combatir, incluso le insinuaron qué marchara hacia Madrid. Entonces, él preguntaba con qué ejército, porque las tropas españolas, que esperaba, no habían llegado y no se las veía venir. Sobre este asunto ya se han pronunciado los historiadores, pero los datos que manejo en la novela proceden de esas cartas de Moore que he citado. Fue otro detalle que consideré muy relevante para incluirlo en la novela, ya que producen una cierta incredulidad y asombro.  

Es decir, que esa leyenda de triunfo obtenido por la capacidad de lucha, sacrificio y patriotismo de los españoles, se cae por su propio peso.

Sí, por eso necesitaba que fuera una mirada extranjera la que lo dijera. No soy yo quien habla, ni tampoco es el relato de un enemigo, es lo que pensaban los propios británicos sobre lo que estaba ocurriendo. Y efectivamente, el Ejército Español estaba desarbolado. Había conseguido algún triunfo, pero sin continuidad. Como tal solo existía el Ejército del Norte. Curiosamente, después de que los franceses entren en A Coruña en pos de los británicos, es cuando se produce una respuesta y comienzan a expulsar a los franceses de Galicia. Regresan los británicos y los acontecimientos adquieren otro rumbo. Pero hasta ese momento todo era un puro caos.

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Entre el amor, la lucha y las tropelías, has abierto un hueco para incluir alguna reflexión sobre la escritura: «Escribir es vivir dos veces. Una para sufrir y otra para sanar».

La escritura es muchas cosas y quizá esta novela fue sanadora para mí. La empecé a escribir cuando mi pareja era una mujer gallega. Tenía varias opciones para elegir y opté por esta. Quizá lo hice como homenaje a estas tierras y a esa mujer. Galicia posee algo de mágico para vivir experiencias, buenas o malas. Como te he dicho al principio, mi primer contacto con ‘Así en la GUERRA como en la PAZ’ ocurrió in situ, en las mismas tierras gallegas.

La última por hoy: ¿Qué es de Fernando de Rojas? ¿Volveremos pronto a tener noticias suyas? 

Tengo pensado un nuevo manuscrito, su punto de partida y ubicación. Incluso dispongo ya de la documentación necesaria. Sin embargo, entre manos, llevo otro proyecto y no sé cuál de los dos saldrá adelante. De vez en cuando viene bien saltar de época, airearse un poco y cambiar registros.

Herme Cerezo, Diario SIGLO XXI/03/05/2023