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que lleva por título ‘Cárcel de tinieblas’ (Espasa). Resulta complicado referirse a esta obra como un libro único ─aunque de eso se trata, porque así fue concebida por su autor─, dividido en dos volúmenes por necesidades editoriales, derivadas de la magna extensión de la novela. En esta cárcel tenebrosa volvemos a encontrarnos con los personajes que conocimos en ‘La ciudad sin luz’, encerrados en el París de la ocupación alemana, entretenidos en sus afanes y devaneos, sus trapacerías y trapisondas, sus amoríos, celos y ambiciones. Y en ese mundo de tinieblas merodean María Casares, César González-Ruano, Gregorio Marañón, Pablo Picasso o Victoria Kent, entre otros muchos. Y también Fernando Navales, claro. Que sigue en su oficio de narrador y evoluciona, o lo intenta, hacia el camino de su redención moral. «¿Tú crees que se puede dejar de ser malo, si uno se lo propone?», se preguntará él mismo, a bote pronto, en la primera frase del libro. En 1942, año en que se inicia –mejor continúa– la narración, el telón de fondo ha cambiado. La acción camina hacia su recta final. Los alemanes, que empiezan a beber las amarguras de la derrota, derivan hacia la senda de los perdedores. Y todo lo leemos con la inconfundible pluma barroca del escritor nacido en Barakaldo. A nuestra cita del Hotel Vincci Lys de València, Juan Manuel llegó muy puntual, como siempre. Es marca de la casa. Conecté la grabadora, piloto rojo ya en alerta, e iniciamos la conversación. Luego se sumaría a nuestro encuentro una botellín de agua y un descafeinado con leche.
Juan Manuel, dicen que Dickens fue el primer escritor que inició este asunto de la promoción de sus libros, tú cómo lo llevas?
No me gusta, lo que pasa es que soy una persona responsable y considero que hay que hacer ese esfuerzo. Aunque yo le diría al editor lo mismo que Jesús dijo en Getsemaní: «Si es posible, aparta de mí este cáliz». [Sonrisa] Pero, bueno, «que no se haga mi voluntad sino la tuya». O sea, que, al final, uno lo tiene que hacer, tal vez porque forma parte del compromiso de un autor con su obra en un mundo como el que vivimos. A mí me gustaría que esto fuese como una botella lanzada al mar y ya está y que, en todo caso, fuese la propia editorial quien se encargase de la promoción. Desgraciadamente, no vivimos en la Arcadia y hay que hacerlo. Unas veces lo sobrellevas con más gallardía y otras con más pesadumbre. Depende. Lo que es indudable es que, a medida que te vas haciendo viejo, a nadie le gusta viajar de un sitio a otro repitiendo siempre las mismas cosas, porque te vas erosionando. Es inevitable.