«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 22 de octubre de 2009

Antonio Garrido, escritor: “Sueños los tenemos todos, pero lo fundamental es perseguirlos”



Antonio Garrido, Linares (Jaén), 1963, es ingeniero, diseñador de automóviles y profesor de postgrado universitario. Después de muchos años de trabajo, ocho más o menos, ha conseguido convertir su sueño en realidad: publicar ‘La escriba’, una novela que ya ha aparecido en varios países europeos y ahora llega aquí. El asunto promete y amenaza en convertirse en uno de los libros más vendidos – y ojalá leídos – de 2008, porque además sus derechos cinematográficos ya están vendidos. Curiosamente, ‘La escriba’ pudo ser terminada por su autor "gracias" a un atropello, "que aceleró el proceso de escritura que llevaba camino de eternizarse. Lo que en principio parecía una desgracia, al final fue una solución porque me permitió darle el empujón definitivo al texto". Acompañados o mejor, ambientados, con la presencia del cráneo de un oso y de una ballesta medieval, Antonio Garrido que, en su día, disfrutó leyendo ‘El nombre de la rosa’ de Umberto Eco, "un thriller erudito", ‘Los pilares de la Tierra’ de Ken Follet, "un libro para quitarse el sombrero", o ‘El médico’ de Noah Gordon, "una historia repleta de personajes de carne y hueso y diálogos creíbles", nos habla de Historia, de su novela, de la Edad Media y de la ilusión de su vida: vivir de la escritura.

¿Dónde llevaba escondida su vocación literaria un diseñador de automóviles?
Mi caso no es único, antes hubo personas que se dedicaron a la Literatura teniendo una profesión distinta: Ian Fleming, que era espía, sin ir más lejos. En mi caso, siempre soñé con escribir, no surgió de repente. Cuando era niño, gané un concurso de redacción y el premio, curiosamente, era un coche pequeño. Y me gustó tanto que me hice diseñador de coches, pero nunca dejé de soñar con la escritura. Sueños los tenemos todos, pero lo fundamental es perseguirlos. Tal vez así consigamos hacerlos realidad.

¿Qué buscas en la Literatura: una terapia, la oportunidad de vivir otras vidas, de imaginar otros mundos...?
En realidad no buscaba nada, yo disfrutaba imaginando. De pequeños todos tenemos una imaginación desbordante, una capacidad que perdemos con la adolescencia. La madurez la reservamos para educar a nuestros hijos o pagar facturas. Pero si conservamos la imaginación, quizá podamos plasmarla en una novela. Si además con nuestra escritura conseguimos trasladarla a otras personas y les reactivamos la suya, experimentamos una sensación maravillosa, que no tiene precio.

¿Qué lecturas alimentaban tu imaginario particular?
Al ser muy delgado era siempre el último que elegían para jugar al fútbol. Como veía que no servía para ello, estimulé la imaginación que me permitía viajar por el tiempo, alimentándola con Walter Scott, Jack London, Salgari, Enid Blyton ... la verdad es que hay un montón de literatura juvenil que te fortalece y te hace mejor persona.

¿El género histórico te escogió a ti o tú a él?
Creo que fue un encuentro mutuo. De pequeño mis padres nos llevaban a muchos sitios y una vez visitamos un castillo, de aspecto sobrecogedor. Pasear entre sus murallas, sus sillares de piedra, respirar la humedad que acumulaba, ver las armaduras bruñidas sobre un caballo forrado de hierro, las espadas o las lanzas sabía de un modo especial. Aquello no tenía nada que ver con las películas de vaqueros, era algo maravilloso, fascinante, misterioso...

De unos años a esta parte, la novela histórica ha cobrado mucho auge, ¿qué busca el ser humano en la Edad Media, qué misterios ocultos nos empujan hacia ella?
Es un reconocimiento al tiempo pasado. A veces nos limitamos a nuestro mundo y pensamos que es el único que existe. Conocer la Historia nos ayuda a ser mejores personas, a enmendar errores, a descubrir de dónde venimos y a dónde vamos. Creo también que hay una deuda con los libros de Historia que nos obligaban a memorizar datos y fechas y nos aburrían. La novela histórica nos reconcilia con ese periodo y nos hace asombrarnos con él.

¿Antes de ‘La escriba’ no habías escrito nunca nada?
He de confesar que escribí unas cartas de amor, que fueron exitosas (risas), y que también he publicado numerosos artículos divulgativos, propios de mi profesión.

Asombrosamente, la propaganda habla que ‘La escriba’ es un libro de diseño, ¿se puede diseñar una novela histórica?
Yo creo que no. Si se pudiera hacer ya lo estarían haciendo los americanos. Esto no es una fórmula química sino alquímica, que es distinto, una amalgama de distintas esencias y componentes, cuya proporción exacta se desconoce, pero que llega un momento en que de manera casi casual se mezcla de la forma adecuada y surge la magia que buscabas. Con la química sabes que una serie de componentes en una determinada proporción dan un resultado concreto. Con la alquimia no. La novela, además, conlleva una dosis importante de entusiasmo que la hace explotar.

Escribir con unas coordenadas temporales que hay que respetar inexcusablemente, ¿condiciona la espontaneidad de una narración o permite maniobrar?
El género histórico te deja resquicios para que el relato sea ameno y entretenido, que es lo que consigue que un lector se enganche a la obra y no la suelte hasta el final. Hay cierta capacidad de maniobra siempre y cuando no te saltes ciertos límites. Si tú estás en una época histórica has de respetarla, igual que has de respetar también a los personajes: una prostituta, un caballero o un monje deben observar comportamientos y discursos coherentes con lo que representan. Los personajes tienen muchos matices, no son buenos o malos absolutos y actúan conforme a las circunstancias que les rodean. Si hay asesinatos deben producirse como una consecuencia del relato, porque no hay más remedio que sucedan.

En ‘La escriba’, la protagonista es Teresa. ¿Qué concepción tenía la sociedad medieval de la mujer?
La mujer estaba infravalorada, era poco más que un objeto. Si matabas a un hombre, pagabas una multa cuyo importe era el doble de lo que pagabas si matabas a una mujer. Si, además, la mujer era menopáusica, la multa era aún menor. Cuando una mujer embarazada sufría un golpe y abortaba, el que provocaba el accidente pagaba una multa doble si era niño y la mitad si era niña. Cuando elegí a una mujer como protagonista, no sólo estaba escogiendo el género femenino sino también a todos los débiles y oprimidos, que no se resignaban, que luchaban por sus ideales y por alcanzar su verdadera ilusión. Teresa, la escriba, es un personaje completamente creíble porque vivió un momento floreciente, en el que Carlomagno fundó su Escuela Palatina donde fomentaba la presencia de mujeres. De hecho, Alcuino de York, consultó para sus estudios con Gisele y Rotruda, dos mujeres, y tuvo en cuenta su opinión.

Por lo que veo, los escribas no se circunscribían sólo a los monasterios, también existían en la vida "civil".
Sí, aunque no era lo habitual. Se ocupaban de los temas de la Corte, podríamos decir que eran funcionarios. La escritura era el medio de transmitir la cultura que, entonces, era la religión. El padre de la protagonista, Gorgias, es bizantino, proviene de un lugar donde había una burocracia y una biblioteca impresionantes y su trabajo era diverso. En aquella época, una mujer que hubiese querido ser escriba sólo hubiera tenido un camino: ingresar en una abadía. Pero Teresa, que hereda el conocimiento y ansia de saber paternos, se ve abocada a una serie de aventuras, mientras su padre está trabajando en un manuscrito, un manuscrito que realmente existió y del que dependía el futuro de la cristiandad.

Estos escribas deberían ser personas muy cultas.
No, no, a veces no sabían lo que escribían, sino que conocían meramente un símbolo y tenían la capacidad de copiarlo, de repetirlo exactamente igual. Eran fotocopiadoras humanas, dibujantes. Podían copiar un texto del griego al griego sin saber lo que hacían, porque ellos sólo conocían el latín.

En toda novela histórica, describir el entorno es fundamental, ¿de qué fuentes ha bebido Antonio Garrido para ambientar ‘La escriba’?
Principalmente viajando al lugar donde transcurren los acontecimientos. He estado varias veces en Würzburg y en Fulda, he visitado sus castillos, mazmorras, parajes, abadías y he respirado y rememorado cómo vivían aquellas personas. Aparte de esto, reuní toda la documentación que cayó en mis manos referida a aquella época, que no es mucha y toda ella referida a asuntos religiosos. Tuve verdaderas dificultades hasta para saber lo que valía el pan o un cerdo, porque en aquella zona se funcionaba por trueque. Hube de conocer los precios que se manejaban al final del Imperio Romano, del Imperio Bizantino y del Pre-Renacimiento, épocas de las cuales sí existen datos fiables y elaborar una tabla de equivalencias.

"El dia de Todos los Santos, en Würzburg no amaneció". ‘La escriba’ empieza con esta frase cinematográfica y, sobre todo, contundente. Que un día no amanezca es algo bastante grave, supongo que es algo premeditado, ¿no?
Sí, claro. Somos hijos de lo visual, estamos acostumbrados a las imágenes impactantes y en la escritura tenemos que proporcionarle al lector las herramientas para que perciba la escena de un modo vívido. El lector es el verdadero protagonista, no el escritor, que se limita a dejar allí su poso. La imagen, al ser casi cinematográfica, ayuda a ponerse en situación y a creer que está en la Edad Media. A partir de ese momento ya no hay ambientación, hay un lugar en el que el lector está dentro, ya no hay personajes, hay personas, es la magia de la escritura.

¿Por qué se ha publicado ‘La escriba’ en el extranjero antes que en España?
Es verdad que ha aparecido en diez países antes que aquí y estamos en negociaciones para que aparezca en otros quince más. Es un caso único y yo soy el primer sorprendido por esta circunstancia, porque si ya es difícil publicar una novela para un escritor novel, imagínate hacerlo en tantos lugares sin haber demostrado nada previamente. Repito, estoy sorprendido, emocionado y embargado por un sentido de responsabilidad muy grande.

Quizá el hecho de que la acción se desarrolle en Centroeuropa y que el escritor es español, aportando un punto de vista distinto, pueda ayudar un poco a esta difusión tan grande.
Ese factor, desde luego, que ha contribuido en el éxito. Pensé cuál era el argumento que podía ser más interesante y vi que sobre los albores de la Edad Media habían pocas novelas. Encontré esta historia, que me pareció interesante y original. Por eso la ubiqué en Alemania e introduje personajes de varios países para hacerla multicultural. Pero una novela no entiende de países ni de culturas, un libro bien escrito funciona en todas partes. Al final sólo importa la historia y cómo te atrapa.

‘La escriba’ huele a producto bien acabado, cuidado, mimado.
‘La Escriba’ se ha sometido a un montón de controles exhaustivos. Fue revisada por historiadores alemanes rigurosamente, porque un alemán no perdonaría jamás errores en un libro que hable de su país. Es un texto muy cribado por los correctores.

Después del éxito que está obteniendo tu novela, ¿piensas continuar con la docencia?
No, vistos los resultados, que son asombrosos, creo que tengo el privilegio de poder hacer lo que realmente me gusta y sería estúpido por mi parte desperdiciar una ocasión como la que ahora se me presenta.

¿Andas inmerso en otro proyecto literario?
Sí, ya tengo toda la documentación y la trama, pero no puedo hablar de ello. Es histórica aunque no tiene nada que ver con ésta.