«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 5 de febrero de 2011

José Ángel Mañas, escritor: “En 'Sospecha’ he buscado un clima de desasosiego a lo Highsmith”.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 11/02/2011
La dependienta de una farmacia de un pueblo de la Comunidad de Madrid ha sido violada y asesinada. Los policías Pacheco y Duarte, que seguían la pista de un psicópata excarcelado recientemente y que merodeaba por la zona, debían vigilarla. Pero pronto las cosas dan un cambio radical cuando es el propio Duarte el que aparece como principal sospechoso. Estas son las líneas principales del pentagrama que el escritor José Ángel Mañas (Madrid, 1971) ha trazado para atrapar al lector con su nueva (y ya décima) entrega, que luce por título ‘Sospecha’, más de cuatrocientas páginas impregnadas de angustia, miserias humanas y propósitos criminales. Sobre ella mantuvimos una conversación hace pocos días, justo en el epicentro de la última ola de frío que ha invadido el pentágono peninsular. Estas fueron sus respuestas y mis preguntas en una tarde de invierno mediterráneo, valenciano por más señas.

Diez novelas a las espaldas, cuándo José Ángel Mañas mira hacia atrás hoy, en 2011, ¿qué ve?
Veo una carrera incipiente. Sigo siendo un escritor joven (tengo cuarenta años) y considero que lo mejor está todavía por llegar. El de la novela es un arte extremadamente complejo y la escritura es una herramienta que se tarda muchos años en pulir.


Me comentaste una vez que te interesaban mucho la primera página y la primera frase. Tenían que ser muy curradas. La de ‘Sospecha’ (“No te puedo hablar ahora mismo”) engancha rápido, ¿te costó mucho encontrarla?

Veo que tienes buena memoria, je, je. Esa página fue lo último que escribí. En este caso tardé bastante en encontrar la escena adecuada y, en concreto, el diálogo de la chica que va a ser asesinada (“No te puedo hablar ahora mismo. Me está siguiendo un tipo. Luego te explico...”) era, por su capacidad de sugerencia y la tensión que transmitía, la frase adecuada para arrancar.

Abundando en el tema, ¿cuál fue la imagen o el flash que te impulsó a escribir ‘Sospecha’?
Esta vez no hubo imagen. En realidad lo que quería era lograr una atmósfera literaria especial, un clima psicológico vagamente desasosegante. Tenía en mente las novelas de Simenon, en ese sentido. Aunque no pase nada, siempre hay una tensión laten
te que hace que uno esté interesado. Era lo que quería lograr. El concepto clave era la incertidumbre . El plasmar cómo la sospecha de que el compañero haya podido estar involucrado en un hecho tan bestial como una violación con asesinato va poco a poco corroyendo la confianza que Pacheco le tiene a Duarte.

¿Por qué utilizar el género negro? ¿Qué ventajas te aporta a la hora de narrar?
Quería conseguir un clima. Creo que lo que caracteriza a la novela negra es una atmósfera psicológica de anormalidad, de decadencia, de corrupción. El estar siempre cerca de mentes criminales, con unos protagonistas que suelen ser detectives alcohólicos, policías corruptos, los propios delincuentes, en sociedades enfermas. Eso es lo que siempre he ha atraído del género. Luego, por supuestos, también hay códigos narrativos que son útiles a la hora de captar la atención del lector.

‘Sospecha’ es una novela negra muy seria, completamente alejada de la visión policial más esperpéntica de ‘El Quatuor de Matadero’.
Sí. El ‘Quatuor’ era cachondeo hispánico. Tenía una estética muy cercana a la del cómic. Ibáñez, Superlópez, Torrrente. En esa línea. En ‘Sospecha’ buscaba más un clima de desasosiego a lo Highsmith. Los objetivos son distintos.

Matadero y ahora Sagrario, dos poblaciones ficticias, ¿por qué ese interés por trabajar con núcleos urbanos inexistentes?
Te da mayor libertad a la hora de ficcionalizar. No tienes que rendirle cuentas a nadie. La gente no te viene con que “esa fuente no está donde dices” o “el alcalde no tiene ningún primo sordo”, esas cosas.

Pero te has ido al otro extremo y en todo el libro ni siquiera hay una pincelada de humor, ¿por qué?
Algunos diálogos entre Pacheco y Duarte sí que son graciosos, me parece a mí. En todo caso, no te puedo contestar al por qué. Cada novela se impone en un momento determinado. Supongo que responde a lo que me pide el cuerpo en esos meses o en ese año, o ese par de años, que no es siempre lo mismo.

Aprovecho que has hablado de ellos, si los comparamos con los investigadores de otros autores, Duarte y Pacheco, los protagonistas de ‘Sospecha’, no parecen policías demasiado corrientes, ¿cómo son estos dos policías?
Pacheco es un tipo complicado, con problemas de estabilidad emocional. Es un antiguo cocainómano. Noctámbulo. Hosco. Bastante maleducado. Alguien más bien desagradable que lo contrario. Por alguna razón, le tengo mucho afecto. A su vez Duarte es el seductor, el simpático de la pareja. El más sociable de los dos. Su talón de Aquiles son las mujeres. El que esté casado no le impide ser un mujeriego y un putero empedernido. Tiene problemas para retener ciertos impulsos y eso es lo que hace que, a medida que van saliendo a la luz algunos aspectos turbios de su personalidad y ciertas circunstancias de su vida, la sospecha de que realmente pueda haber estado involucrado en la violación adquiera cada vez más consistencia. Reconozco que me cae peor que Pacheco.

Cada capítulo empieza con una cita de textos de otros autores, ¿qué significan para ti esos fragmentos? ¿Qué valor le añaden a la novela?
Son ventanitas abiertas a los universos de esos autores, afines a mí o no, que, por lo que sea, me han interesado. Contienen una idea que es la que subraya el capítulo que vamos a leer. Es una idea que puede iluminar el capítulo de cierta manera, enriqueciendo la lectura del mismo.


¿’Sospecha’ está basada en un hecho real?
No. Está todo inventado. Desde el principio hasta el final. Por contra, la geografía, el escenario de la acción, es profundamente realista. Eso ayuda a conseguir verosimilitud.

¿Has tenido que “bajar a los infiernos” para documentarte?
Hombre, tampoco es para tanto pero sí. Procuro haber visitado cada ambiente que retrato. Eso ayuda mucho a la hora de escribir. Y el lector lo siente. Se palpa si el escritor controla un ambiente o no.

‘Sospecha’ muestra una realidad española distinta, otra realidad, un submundo que obviamos habitualmente porque no nos gusta. En este sentido, ¿tu novela intenta mostrar esa “otra realidad”?
No me parece que sea un submundo. Me parece que es la realidad en la que estamos viviendo. El efecto que busco es el de un “dejà-vu”; que quien haya estado paseando por los escenarios de la novela u otros parecidos tenga la sensación de que eso lo ha visto antes, de que lo conoce.

El final de la novela, al estilo de los grandes maestros del género, encorajina un poco: nada queda resuelto del todo, cabe una cierta interpretación. ¿Es esa una manera de involucrar más al lector, de romper distancias entre el texto y su lectura?
Quería un final abierto y extraño, poco predecible. Se me ocurrió que quedaba bonita la confrontación con el padre, y que la trama tenía que ser, en el fondo, un mac guffin, una excusa para poner en juego a los dos policías y su relación, que es lo que realmente me interesa.

Utilizas las pronunciación de vocablos ingleses en castellano, ¿qué efecto estético persigues con ello?
Es un barbarismo bonito. Soy un feísta convencido. Siempre me ha gustado el ruido y la suciedad en el arte. No soporto lo que es demasiado limpio.

En ‘Sospecha’ encontramos otro guiño tuyo al mundo del fútbol, ¿el deporte del balón ocupa una parte importante en tu vida?
En realidad soy más futbolista que futbolero. Lo que me gusta ese jugar con mi equipo de veteranos, más que ver a los profesionales. Pero, vamos, que tampoco le hago ascos a un buen partido televisado. La afición tenía que salir por alguna parte, ¿no?

Hablábamos al principio sobre tu pasado, ahora, para concluir, me voy al lado opuesto y te pregunto ¿cómo ves el futuro? Dicho en otras palabras: ¿qué estás escribiendo ahora?
Una novela apocalíptica. Guerras entre autonomías. Campos de exterminio racial. Un llevar hasta el extremo las tensiones que estamos viviendo en estos últimos tiempos. Me encantaría hacerlo con humor, un humor muy negro, pero no sé si será posible. En todo caso, va a ser una novela –una vez más- muy diferente de todas las anteriores.