«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 3 de agosto de 2011

Javier Lorenzo, escritor: “Me gustan las frases contundentes, que lleguen al alma y al estómago del lector”

Javier Lorenzo nació en Madrid en 1960. Estudió periodismo. Se inició en la radio, en la cadena SER, aunque se decantó por la prensa escrita, donde sigue colaborando actualmente. También ha trabajado como guionista de televisión.

Con el cambio de siglo, comenzó su carrera literaria, que hasta ahora ha dado como resultado dos novelas históricas: ‘El último soldurio’, que tuvo una gran acogida entre los lectores (más de 50.000 ejemplares vendidos), y su continuación, ‘Las guardianas del tabú’. Su última obra es ‘El error azul’, publicada por Planeta.





"Ninguna mujer es culpable de que la amen dos hombres a la vez”. Esta es la frase que encabeza ‘El error azul’, la última entrega del escritor Javier Lorenzo, que gira en torno a la vida de Amelia, una mujer hermosa y rebelde de la que están enamorados los dos protagonistas masculinos: Martín, un idealista y librepensador, vencido en la contienda bélica, y Alberto, el temido Alférez Repellejo, vencedor en la Guerra, un mal espíritu enamorado de Amelia  que, a su vez, está dotado por una extraña sensibilidad hacia lo bello. ‘El Error Azul’ es una novela del antes, del durante y del después de la Guerra Civil Española, es un texto de costumbres, de crueldades y heroísmos. Sobre todo ello andúveme hablando hace unos días con su autor, en la ya consuetudinaria cafetería del Hotel Astoria, de cuyo atrezo, al final de los tiempos y con permiso de la autoridad competente, terminaré formando parte.

Javier, ¿incluir la palabra azul en el título, supone una toma de postura previa?

Es una buena pregunta, pero lamento decepcionarte. Sí, tiene algo de simbólico, porque la fuerza azul fue la que se impuso al gobierno legítimo de la República. Pero yo huyo de maniqueísmos y los datos que manejo en el libro pertenecen a uno y otro bandos. Como novelista me importa el ser humano, que es una categoría que está por encima de cualquier ideología. Mis personajes son personas que se desenvuelven en circunstancias muy duras y en la novela vemos cómo responden cada uno de ellos, especialmente los que sufren el castigo de los vencedores.

Respecto a la Guerra Civil, da la impresión que los escritores más recientes son menos maniqueístas que los que les precedieron. ¿Estoy en lo cierto o es sólo una impresión mía?

Depende. Si leemos ‘La Colmena’, también podemos hacer una buena lectura política, pero no creo que nadie pueda decir que se escribió con una determinada intencionalidad. Lo que importa es la literatura, la imaginación del autor, los personajes y cómo se desarrolla la trama. Por otro lado, no sé si el resto de escritores de ahora tocan este tema con intención ideológica o únicamente artística.

¿Como te tropezaste con esta historia?

No sabría decirlo con exactitud.  Tal vez fue cuando, de repente, se me ocurrió fijarme en la situación de un topo con una mujer falangista. Leí el libro de Manuel Leguineche y Jesús Torbado sobre este tema y me pareció brutal. Atrajo mucho mi atención el hecho de que tenían que estar permanentemente atentos a cualquier ruido, pendientes de no dejar ni una sola pista que pudiera delatarles. Vivir así pensé que sería terrible. A partir de ahí surgió la primera frase, que es la que define la trama sentimental: “Ninguna mujer es culpable de que la amen dos hombres a la vez”. Todo fue evolucionando poco a poco, hasta que me topé con el Error Azul, un sello que se convirtió en el elemento que amalgamó las dos tramas en las que está construida la novela.

En la situación de los topos desempeña un papel importante la persona que le ayuda.

Sí, el suyo también es todo un papelón. En la novela, la mujer se siente culpable porque él se encuentra escondido a petición suya, ya que ella no puede abandonar su tierra por el vínculo tan fuerte que le une a sus raíces y que le impide hacerlo. Como cuenta el dicho, si una mujer pide que te tires por el balcón, reza por vivir en el primer piso [risas].

Martin, Amelia y Alberto, son los personajes principales, como también lo es la Guerra Civil, ¿’El Error Azul’ es una novela coral?

Yo no puedo definir mi novela porque creo que es difícil de explicar. Puedo hablar de la primera frase, del Error Azul, de la vertiente filatélica y de la trama, que desemboca en una tragedia. Pero no soy capaz de determinar si se trata de una novela coral o no, porque cada personaje lo he escrito de modo distinto, con su propia voz, en primera o en tercera personas. Puede ser coral en el sentido de que a mí me gusta que la trama cuaje de forma espontánea, sin recurrir a nada extravagante. Todo está muy estudiado y, a la vez, mezclado con mi intuición de escritor. Siempre intento que mis novelas sean redondas, otra cosa es que lo consiga.

En la solapa del libro se puede leer que hasta ahora habías escrito novela histórica, pero que te has pasado a la vertiente “estrictamente literaria”. Tiene gracia el comentario, ¿no?

Sí, la tiene, totalmente de acuerdo contigo. Es lo malo que tienen los clichés ya que implican la negación de todo lo demás. Cuando escribo novela histórica utilizo los mismos referentes que en este libro, porque el escritor es el mismo y yo no he cambiado. Como decía, lo que a mí me importa es el ser humano, que tampoco ha variado mucho desde los tiempos de los egipcios hasta hoy.

Lo que sí se observa en ‘El Error Azul’ es el uso de un lenguaje muy cuidado.

Sí, eso es verdad. Mis otras novelas, al ser puramente históricas, no requerían esa evolución literaria. Pero ésta, al haber tanto sentimiento por medio, sí permitía ese juego y esa mayor profundización en el lenguaje. Además a mí me gusta que, en cada capítulo, haya frases contundentes que lleguen al alma y al estómago del lector y que lo asalten. No concibo las páginas de relleno.

El libro también profundiza en otro tipo de lenguaje: el de los gestos, el de los signos, el del silencio. Por ejemplo, la escena de la verbena es un ejemplo del cortejo sin palabras, ¿sigue eso en vigor hoy en día?

Sí, totalmente. Si participas en una romería en Asturias o en algunos pueblos por ejemplo de la provincia de Teruel, verás cómo todo lo que cuento se lleva a la práctica. Es un método para ligar muy efectivo, el único consentido si tenemos en cuenta la presión social que existía en la época en que discurre la acción.

Alberto, el personaje “malo”, es muy malo.

Ésa es una apreciación que agradezco mucho. Mis personajes llamemos “normales” tienen momentos de debilidad y con el “malo” ocurre igual. Por eso he introducido en sus características un elemento que implica devoción por la belleza y gusto por las cosas bien hechas. Al unirlo todo con su alma podrida, creo que he conseguido convertir a Alberto en uno de los “malos” más malos que se han descrito últimamente. Espero que se convierta en inolvidable y que al lector le entren ganas de estrangularle o de pegarle una patada en el estómago.

¿Los caracteres de Amelia, la protagonista femenina, pertenecen a algún personaje real?

No, no, son absolutamente ficticios. En todas mis novelas me salen caracteres femeninos muy poderosos. Y no entiendo por qué. Quizá sea porque les atribuyo atributos masculinos. Y en realidad ese carácter tan fuerte es el que mejor les viene para contrastar con sus antagonistas masculinos.

Si tuvieras que ser un personaje de la novela, ¿cuál escogerías?

Discúlpame la inmodestia, pero creo que ‘El Error Azul’ es una novela de grandes secundarios. Pienso que son los que le imprimen carácter al texto. La abuela Generosa es un personaje tremendo, pero yo me quedaría con el tío Nicolás, que  defiende que en España hay seis vocales y que es un luchador contra el fanatismo y la intolerancia en todos los sentidos.

Terminamos. En el apartado de documentación del libro, aparece un personaje  real que podría protagonizar una novela: Esperati, falsificador de sellos.

Es cierto, Jean de Esperati es un personaje increíble. Ahora que lo pienso, probablemente ahí fue donde empezó esta historia. Y lo descubrí gracias a mi padre que es aficionado a la filatelia. Fue entonces cuando me planteé la posibilidad de escribir sobre un sello, el Error Azul, del que yo no había oído hablar nunca. Esperati es tan importante y su vida tan apasionante que, sin él, probablemente  no hubiera publicado esta novela.