«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 21 de junio de 2014

Eva García Sáenz, escritora: “Ahora un lector no espera doscientas páginas para recibir el impacto del primer giro en la narración, hay que atraparlo cuanto antes”.


En 1890, Bastián y Hugo Fortuny parten a Tahití en busca de una oportunidad tras perder su trabajo como copladores de vidrio en su Mallorca natal. Durante la travesía conocen a Laia Kane, hija de un cónsul inglés corrupto en Menorca al que han desterrado a la isla de la Polinesia. Este encuentro marcará la vida de los hermanos Fortuny y de Laia para siempre. En 1930, Denis Fortuny, el heredero del imperio de las perlas de lujo en Manacor, decide viajar a Tahití para averiguar el misterio que se oculta tras sus primeros años de vida. 'Pasaje a Tahití', la novela de Eva García Sáenz, editada por Espasa, es una historia épica de amor, superación, lazos familiares y secretos con el telón de fondo del Tahití colonial y el fascinante origen de las perlas cultivadas. Sobre ella, salpicadas nuestras palabras, preguntas y respuestas, por la barahúnda que nos llegaba desde la convención de una afamada marca de cosméticos, que tenía lugar muy cerca de nosotros, pude conversar con la escritora vitoriana.

Eva, tú tenías la vida resuelta con tu trabajo en la Universidad de Alicante, ¿cómo surgió la idea de iniciarte en la escritura?
Eso ocurrió en el año 2009. Como has dicho yo trabajaba en la Universidad de Alicante y como siempre he sido muy lectora, para mí no ha habido nunca mucha diferencia entre leer y escribir. Había asistido a cursos de literatura, había escrito muchos cuentos y había ganado unos cuantos premios. Precisamente me di cuenta de que uno de estos cuentos crecía, que daba para más y empecé a revisarlo. De este modo fue como nació ‘La Saga de los longevos’. Para escribirla invertí un año en documentarme, porque tuve que estudiar la Historia Universal entera y viajar a Santander para visitar museos y cuevas. Como creía que no iba a publicarla porque estaba difícil y también, por qué no decirlo, porque me daba una cierta pereza, surgió la posibilidad de la autoedición y de colgarla en Amazon. Me subí a ese tsunami y han transcurrido ya cinco años y todavía no me he bajado. Dos meses después, la Esfera de los Libros se puso en contacto conmigo y se publicó la novela.
¿Te resultó gratificante la experiencia de la autoedición?
A nivel literario, la autoedición me produjo una enorme satisfacción porque en esta circunstancia tú eres la responsable de todo y si aciertas o te equivocas eres tú la que lo hace. Me gusta mucho tomar mis propias decisiones sobre lo que escribo, mucho más que lo haga alguien que no ha escrito el libro.
Como has dicho antes, ‘Paisaje a Tahití’ ha seguido los procesos habituales de la publicación, ¿has notado mucha diferencia entre una y otra a nivel de promoción?
Claro, cuando estás en una editorial grande los procesos de edición son completamente distintos, vives a otro nivel, eso es incuestionable, un nivel que no puedes alcanzar por ti misma. Estoy muy satisfecha también de esta experiencia.
Llama la atención la naturalidad con que asumes el paso de lectora a escritora.
Sí, es que para mí resultó algo inevitable, porque en mi caso lo normal era escribir desde siempre. Me pasaba la vida entre libros, por lo tanto, lo natural era hacerlo.
Eres madre de dos niños y profesora universitaria, ¿de dónde robas tiempo para escribir? ¿No duermes?
Escribo por las noches y me quito muchas horas de sueño. Durante la escritura de ‘La Saga de los longevos’ escribía cuatro horas diarias después de acostar a los niños. Pero para ‘Pasaje a Tahití’, pedí una excedencia y la escribí en tan solo un año, trabajando desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Esas rutinas de ocho horas diarias escribiendo dan para mucho. Ahora he vuelto a pedir excedencia, porque en caso contrario no habría podido llevar a cabo la promoción de la novela.
Además de por el asunto de la autopublicación, tienes una presencia importante en Internet. Tus lectores te conocieron a través de la Red, ¿supone mucho trabajo para ti?
Sí, ser un community manager supone estar veinticuatro horas al día pendiente de los lectores que quieren contactar con su autor favorito. Es una obligación muy grande, excesiva, porque la cifra de seguidores se incrementa progresivamente. Primero has de considerarlos amigos, luego te cuentan sus problemas, quieren conocerte y tomarse un café contigo y eso es imposible. Pero no me puedo quejar de ellos porque les debo mucho. En 2013 tuve que aflojar un poco el pistón, porque estaba escribiendo la novela y ya advertí que no podría subir tantos contenidos a la web. Si no hubiera actuado así, no habría podido terminarla.
¿Cuál fue la primera imagen que pasó por tu mente para escribir ‘Paisaje a Tahití’?
Esto es como un españoles en el mundo del siglo XIX. Me gusta leer muchas biografías y me di cuenta de que en el siglo XIX hubo muchos emprendedores que labraron su destino por sí mismos, gente que llegó con lo puesto a otras tierras, dotada de un gran instinto empresarial. He querido demostrar que hace ciento treinta años en España hubo una generación que se fue al paro, víctima de una gran crisis, que tuvo que emigrar y que fue capaz de crear emporios. En Mallorca esto se dio también y muchas personas emigraron a Argentina o Chile.
Atrévete a calificar tu novela: ¿folletín, thriller, género histórico, híbrido…?
Yo la encuadraría dentro de la ficción histórica, al menos esa era mi idea al escribirla. Obviamente contiene elementos familiares, románticos, de superación y otros, pero es ficción histórica.
Sin conflictos la literatura no existe, en ‘Pasaje a Tahití’ lo introduces pronto, en el primer capítulo, ¿tu objetivo es captar enseguida la atención del lector?
Hoy en día todos tenemos excesos de contenidos para disfrutar. Los libros combaten contra las series televisivas, la Play  o el Ipod, algo que no pasaba antes cuando la oferta era mucho más reducida. También los lectores más ávidos leemos más rápido y queremos que la historia nos enganche antes porque en caso contrario la dejamos pronto. Ahora un lector no espera doscientas  páginas para recibir el impacto del primer giro en la narración y por eso hay que atraparlo cuanto antes.
Bueno, también has de competir con otros escritores, ¿no?
No, no compites con otras novelas porque desconoces lo que están escribiendo los demás. Lo que sí que tienes presente mientras trabajas es lo competitivo que es el mercado actual. Eso lo tienes muy claro.
Has escrito la novela  en dos planos temporales distintos, ¿qué relación guardan entre ellos?
Una historia es consecuencia de la otra, dicho de otro modo, Denis vive en un plano paralelo las consecuencias de lo que hicieron sus padres muchos años antes.
La narración alterna la primera persona con la tercera, ¿por qué esa diferenciación?
Me gusta mucho escribir en primera persona, porque empatizas más con el personaje y al lector le resulta más fácil introducirse en él. Pero incluir tres primeras personas en la novela hubiera sido poco menos que volverme loca, de ahí que escogiese la tercera persona para Denis. De este modo, además, el lector percibe que hay otra forma diferente de narrar.
Una peculiaridad de tu estilo es que los pensamientos de los personajes los escribes en letra cursiva, seguidos de punto y aparte.
Sí, aunque a la editorial no le gustaba la idea, yo lo prefiero así, es mi estilo y mis lectores ya están acostumbrados.
Veo que cuidas los detalles, pero ¿qué te interesa más: la historia o el modo de contarla?
Sin duda la peripecia, es lo que dice Stephen King: “que no se pare la pelota”. Me planteo cada capítulo para ver cómo lo voy a narrar, pero lo importante es que acabe el día y lo haya hecho. Después, en las sucesivas revisiones, ya lo haré bonito. Como decía Hemingway “tu primer deber como escritor es ser un narrador, después ya embellecerás”.
Por estas páginas aparece Tahití y desfila Paul Gauguin, un pintor que pasó media vida en la isla, ¿qué tiene aquella tierra que la hace tan atractiva para los occidentales?
A Gauguin le perdió la promesa de que Tahití era un paraíso incorrupto. Marchó allí de una manera muy idílica, pero se dio cuenta de lo mismo que se dan cuenta todos los viajeros que buscan el paraíso: que uno no puede dejar atrás su propio infierno porque lo lleva consigo. Por eso acabó como lo hizo: abandonado por sus esposas, arruinado, deprimido. A los que viajaron  también les atraía la sensualidad de aquellas tierras, porque la propaganda prometía mujeres sumisas y obedientes. Era un poco como el turismo sexual actual.
Entre otras muchas cosas, en la novela se habla de un cónsul corrupto de nacionalidad inglesa, ¿nada nuevo bajo el sol?
Sí, desde los tiempos de Grecia y Roma siempre que se ostenta un poder, la corrupción es la primera disyuntiva que aparece: ¿me venderé o no me venderé? ¿Cederé o no cederé?
La última por hoy: aunque ‘Pasaje a Tahití’ está todavía fresco, ¿tienes ya en mente un nuevo proyecto?
Sí, mi próximo proyecto será la segunda parte de ‘La Saga de los longevos’, no albergo dudas. Se la debo a mis lectores que llevan esperándola mucho tiempo.


SOBRE EVA GARCÍA SÁENZ

Eva García Sáenz de Urturi (Vitoria, 1972) vive en Alicante desde los quince años. Diplomada en Óptica y Optometría, ocupóvarios puestos de dirección en el sector óptico durante diez años. En la actualidad trabaja en la Universidad de Alicante e imparte ponencias y cursos de redes sociales. Casada y madre de dos niños pequeños, durante tres años se dedicó a documentarse para escribir su ópera prima: 'La saga de los longevos'. Ante el complicado panorama literario actual, decidió autopublicarla en Amazón para lo que diseñó su propia página web donde fue recibiendo el feedback de los lectores. La novela pronto alcanzó un enorme éxito de ventas, convirtiéndose en un auténtico best seller.