«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 25 de mayo de 2015

Mercedes de Vega, escritora: ”La novela es un género muy vicioso”

En los albores de la Segunda República, Lucía Oriol es una joven esposa aristócrata en una sociedad en plena transformación, cuya vida da un vuelco al conocer a Francisco Anglada, viudo empresario de origen judío, que compra una residencia a la familia Oriol en la calle Pintor Rosales de Madrid. Lo que arranca como una tórrida aventura amorosa, se enreda cuando Jimena, hija de Francisco, se cruza en su camino. La relación entre ambas mujeres, la doble vida de Lucía y el pasado oculto de los Anglada destaparán un torbellino de celos, venganza y traición de los que nadie saldrá indemne. Esta es la sinopsis argumental de la nueva novela de Mercedes de Vega, titulada ‘Cuando estábamos vivos’, editada por Plaza&Janés. La escritora madrileña se acercó por Valencia hace unos días y tuve la oportunidad de conversar con ella durante unos minutos en la cafetería del Hotel Astoria, acompañados por un té, un café del tiempo y el murmullo sobresaltado de un puñado de actores, que, justo en la mesa vecina, desfilaban ante un tipo de acento italiano, que comprobaba nombres en una suerte de listado.

¿QUÉ SIGNIFICA ESCRIBIR? CUENTOS Y NOVELAS

Para Mercedes de Vega “escribir es la vida misma, es el aliento fundamental para continuar existiendo. Practico un tipo de escritura terapéutica, como una reconciliación conmigo misma. Yo no nací escritora, me hice. Creo que es uno de los grandes regalos que me ha dado la vida. Aunque empezase tarde, la literatura significa una paz enorme para mí”. Cualquier instante parece bueno para que alguien comience una aventura literaria. “Creo que un escritor ha de tener un cierto bagaje vital, porque los escritores hablamos de lo que hemos vivido y lo ficcionamos”. La escritora madrileña es una habitual del género corto, del cuento. Ahora se introduce en la novela aunque no es la primera vez que lo hace. “Siempre utilizo el mismo método de trabajo, no tengo otro. Parto de la escritura personal, casi sin proyecto previo, aunque sé qué quiero contar y qué necesito decir. A partir de ahí construyo la historia, sin diferenciar si se trata de un cuento o de una novela”. Por su estructura, un cuento se antoja algo completamente distinto a  una novela, sobre todo por lo que tiene de chispazo, de fugaz, de explosivo. “A mí los cuentos me llevan tiempo, al menos necesito una semana para escribirlos. No es un vómito, ni una escritura mental, es una escritura que, aunque nace espontánea, precisa de un proceso de estructuración y reelaboración”.



LA DOCUMENTACIÓN

En ‘Cuando estábamos vivos’ Mercedes habla de su familia y bucea en el pasado a través de unos pocos datos. “Bueno, esto es como meterte en un túnel, en un pasadizo secreto que no sabes a dónde conduce. Y eso es muy excitante, porque ignoras qué vas a encontrar al final. Durante todo ese camino, construyo la ficción y domino el túnel, lo que ocurres es que las narraciones tienen vida propia y en ocasiones tiran por lugares que no son los que tú pensabas transitar”. Para escribir sobre sus antepasados, parece razonable que un autor tome algún distanciamiento, que establezca barreras para no contaminarse por la emoción. “Soy una escritora profesional y la propia profesión te proporciona las herramientas para distanciarte y por eso termino dominando la ficción, al  tiempo que también me dejo llevar por ella. A fin de cuentas, esta novela está escrita para forjar genealogía y memoria”. La primera sorpresa que se lleva el lector surge pronto, en la dedicatoria, cuando descubre que la novela está dedicada a uno de los personajes: Jimena Anglada. “Eso es apuntar con artillería pesada. Esta historia va dirigida a Jimena Anglada, que es el alter ego de mi abuela. Cuando comencé a escribirla solo disponía de dos datos: la muerte de mi abuela, en el hospital provincial de Madrid, y la vida de mi padre en un orfanato como niño de guerra. Para contar estas historias he puesto en marcha a toda una ciudad y a toda una época. Mi padre tuvo futuro gracias a una aristócrata madrileña, que se dedicaba a recoger niños de la guerra para llevarlos a un hospicio regentado por monjas”. A la hora de mantener despierta la atención del lector y asegurar su fidelidad a lo largo del libro, parece recomendable seguir alguna estrategia. “El secreto está en dosificar. Existe un ritmo narrativo, porque hay una serie de cosas que quieres contar, pero has de saber cómo hacerlo y donde ubicarlas para conseguir el efecto apetecido. En este libro me ha gustado el juego de los dos narradores, uno de ellos es Lucía Oriol, que tiene noventa años y cuenta su historia de adulterio, una confesión de su vida, de sus últimos años en Madrid desde 1928 a 1936. La novela empieza y acaba en un mismo punto, cerrada. “‘Cuando estábamos vivos’ es una novela circular, con saltos en el tiempo, que atraviesa los años de la II República, un territorio riquísimo, convertido en otro protagonista de la novela. Ya en el primer capítulo encontramos un resumen de todo lo que nos ofrecerá el libro”.

LAS LECTURAS DE UNA ESCRITORA Y EL TIEMPO DE ‘CUANDO ESTÁBAMOS VIVOS’

Cuando alguien se adentra en la prosa de Mercedes de Vega descubre que le deja un poso. Sin duda, detrás de su mano viven, agazapadas, lecturas importantes, con substancia, que han dejado impronta en su estilo. “Todo escritor precisa alimento y tiene autores fetiche. A mí me fascina Modiano, necesito leerle continuamente. Me resulta muy inspirador. Él utiliza París del mismo modo que yo me he servido de Madrid, mi territorio mítico y sentimental, una ciudad que cambia en función de la mirada con la que se le enfoca en cada momento”. El hecho de que la acción se desarrolle fundamentalmente durante la II República no es producto de una elección caprichosa. Mercedes no tenía opción a la hora de elegir. “La novela es una historia de amor inscrita en la época en la que ocurrió. No he elegido a mis personajes y los he puesto donde me apetecía, no, las coordenadas espaciotemporales me venían ya marcadas. El final de la Dictadura de Primo de Rivera, la huida de Alfonso XIII en abril de 1931 y el nacimiento de la República son un escenario fundamental para conocer de dónde venimos. Además se trata de un periodo de tiempo próximo, porque fue el momento histórico que vivieron nuestros abuelos. Y Lucía Oriol es una mujer de su época, una época marcada por el sufragio femenino, por la aprobación de la Ley del Divorcio y por el renacer del arte y de la literatura con la llamada Generación del 27”. La novela en principio parece centrarse en estratos sociales altos, adinerados, con la vida resuelta. “Bueno, aunque pueda parecerlo no hablo solo de la aristocracia, también lo hago de la burguesía y de los desheredados. Precisamente el último capítulo, titulado ‘La mujer de los pechos vacíos’, narra la muerte de Lucía Oriol a través de los ojos y de la visión del mundo de una mujer que vive en condiciones precarias”.

La sociedad y los personajes que desfilan por las páginas de ‘Cuando estábamos vivos’ escuchan y bailan música española, sin despreciar temas de Cole Porter o tangos de Gardel. “Durante el periodo en que discurre la acción se escuchaba muchísima música española, especialmente de Manuel de Falla, que se inscribe dentro de los movimientos modernistas. Esta novela está llena de registros muy españoles”. Resulta también inevitable buscar parecidos entre la situación de entonces y la de ahora. “He encontrado un cierto paralelismo con la crisis monárquica que atravesamos hace un tiempo y la de entonces, pero parece que el nuevo rey ha reconducido la situación y la monarquía no corre peligro. De todos modos, vivimos un momento raro, con partidos emergentes, aunque creo que la sociedad española actual es más culta y muy diferente a la de entonces, mucho más ignorante. Creo que ni siquiera nos parecemos tampoco a los españoles de hace veinte años”.

EL FUTURO

Aunque esta no es la opera prima de Mercedes de Vega, que es donde dicen que se encuentran los detalles más autobiográficos de un autor, siempre resulta interesante detectar la presencia de la escritora en el texto. “¿Dónde estoy en la novela? No estoy en ninguna parte. En mi anterior libro ‘El profesor de inglés’ sí que había una parte biográfica diluida en algún personaje, sin embargo, en esta he querido mantenerme al margen y me he comportado como un espectador, como una cámara. He sido la mano negra que mueve los hilos y me he limitado a mostrarle al lector un camino por el que puede seguir”. Solo queda pendiente una última cuestión: por dónde moverá sus próximos pasos la autora madrileña. “El territorio de los cuentos, de la narración breve, no lo dejo nunca, no puedo, es una especie de enfermedad. Pero es muy cierto que en una novela puedes contarlo todo, porque hay mucho que explorar. Cuando terminas un cuento estás segura de haberlo acabado, sin embargo, al finalizar una novela hay sensación de vacío y de insatisfacción, crees que no está concluida y quieres sentarte a escribir otra historia enseguida. La novela, ciertamente, es un género muy vicioso”.


SOBRE MERCEDES DE VEGA

Mercedes de Vega es socióloga y escritora (Madrid, 1960). Ha residido y trabajado en Nueva York y Barcelona. Cursó estudios de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y ha participado en numerosos talleres de escritura creativa. Colabora en las revistas literarias ‘Resonancias’ y ‘Los papeles de Iria Flavia’. Ha publicado la novela ‘El profesor de inglés’; el libro de relatos ‘Cuentos del sismógrafo’; artículos y publicaciones; y diversos relatos en antologías colectivas. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren “Antonio Machado” de relato corto.


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