«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 3 de agosto de 2015

José Antonio Zarzalejos, periodista y escritor: «Cuando dejamos a la conciencia de los políticos la capacidad de juzgar si lo que ellos hacen es bueno o malo, el sistema falla por su base»

Editada por Planeta y situada desde hace varias semanas en la lista de libros de no ficción más vendidos, ‘Mañana será tarde’ es la nueva obra del periodista y escritor José Antonio Zarzalejos en la que analiza, pormenorizadamente, el momento actual que vive España. El título es significativo: la situación actual es crítica, pero aún hay tiempo. La democracia española, España misma, ha entrado en una crisis sistémica. Carcomido por años de malas prácticas, también por algunos errores fundacionales, el sistema constitucional del 78 no da más de sí. La gran crisis económica, con sus secuelas de empobrecimiento y furia, puede haberle dado la puntilla. La palabrería que antes seducía y ahora no resulta insoportable, la corrupción que ayer se toleraba y ahora se ve como la peor de las lacras. Y todas las instituciones han sido alcanzadas: los partidos, los sindicatos, la justicia, los medios de comunicación, el sistema financiero, la misma Corona. Zarzalejos propone conjurar este peligro real con cambios de discurso y paradigmas con una reforma constitucional, cada vez más inevitable.
José Antonio, la portada del libro, dice que ‘Mañana será tarde’ es «un diagnóstico valiente para un país imputado», ¿estás de acuerdo con ese subtítulo?
Yo soy muy pudoroso y nunca hubiera incluido esa frase en la portada, eso es cosa de la editorial. Pienso que el libro está escrito con una gran autonomía de criterio y con una cierta dureza crítica. Sin estos dos elementos tenía claro que no merecía la pena hacerlo, porque ya hay otras obras más convencionales publicadas sobre estos mismos asuntos y yo no hubiera podido aportar mucho más. Escribir este libro me ha llevado a planificar mi trabajo de una manera como no lo había hecho nunca: realizar 38 entrevistas a gente importante, bajo la premisa de la máxima confidencialidad, fichar más de 100 libros y leer decenas de artículos de opinión.
Cuando uno lee ‘Mañana será tarde’ llega a la conclusión de que es una obra que oscila entre lo mejor del periodismo y del ensayo.
Aciertas totalmente porque en todos los capítulos hay una anécdota, un hecho que se relata y que podría ser una crónica periodística, todo ello referido a distintos temas: la abdicación de la corona, los medios de comunicación… Es un ensayo-relato, que posee una parte de crónica política.



¿La parte de ensayo resultaba indispensable para conseguir que el libro perdure?
Claro, al escribirlo, lo que más vértigo me producía era justamente eso, porque yo no quería hacer un instant book, un libro exprés de consumo rápido sino de digestión lenta. Por tanto, he intentado realizar un planteamiento estructural de todos los problemas que abordaba, pensando que son asuntos que van a permanecer un tiempo en la realidad política. Yo diría que el libro es accesible para el público generalista y que nace con vocación de permanencia.
¿’Mañana será tarde’ es un libro que podía haber escrito un político, pero que lo escribe un periodista porque los políticos no tienen tiempo para reflexionar?
Es curioso que el memorialismo de los políticos en España, que podría ser muy valioso y aportar muchos materiales para el debate, sin embargo es pobre: o caen en lo banal o en lo abstracto. Creo que los periodistas estamos particularmente dotados para efectuar este tipo de análisis, siempre que, como ya he dicho antes, tengamos autonomía de criterio y capacidad crítica. Yo me he inspirado en algunos colegas anglosajones, que escriben este tipo de obras, y pienso que el resultado se aproxima bastante a lo que esperaba.
Ya que no escriben, ¿los políticos, al menos, resultan accesibles a la hora de facilitar información?
Dejando aparte dos o tres negativas, alguna de ellas importante, en mi caso, sí. Pero muchas personas, todas pertenecientes a la primera línea de la política, la judicatura y el mundo universitario, han sido accesibles, siempre que les garantizase la confidencialidad. Este libro no puede escribirlo una persona de treinta años, pero sí una de sesenta como yo, que ya tengo una cierta trayectoria y soy bastante conocido.
A la hora de sentarte a escribir, ¿qué te ha preocupado más: la vertiente literaria o su contenido?
Es curioso que los colegas me pregunten poco sobre el aspecto literario del libro y es algo que sí que he echado en falta, porque he puesto un gran empeño en ello. No concibo una buena labor de investigación y de ensayo si no la acompaña una buena prosa. He dedicado mucho tiempo a la redacción del libro y he cuidado la utilización de verbos y adjetivos y, especialmente, la utilización de subordinadas, que es una tendencia mía que he tratado de mejorar lo máximo posible.
¿Los periodistas que escribían durante la Transición tenían claro que estaban asistiendo a un momento histórico?
Yo, seguro que no. Cuando murió Franco, había cumplido 21 años y sí que tenía el sentido de que ocurrían cosas importantes, pero visto todo 40 años después, te das cuenta de que aquello fue algo histórico y esa percepción procede de la perspectiva que te da el tiempo. Aquel presente, que ahora es pasado, fue realmente importante, pero eso lo descubrimos ahora.
¿Los jóvenes de hoy ven en Cataluña y Euskadi los mismos peligros de secesión que la gente mayor?
Creo que en las generaciones digamos jóvenes, los que tienen entre 20 y 35 años, la cuestión catalana entra dentro de sus preocupaciones de un modo muy limitado, porque lo que les preocupa es que su vida ha dejado de tener perspectivas desde su punto de vista personal y profesional y están preocupados por problemas más inmediatos. Ellos se consideran ciudadanos más globales, las distancias se han acortado, viajan y lo que les agobia es verse frustrados en sus proyectos. Eso les lleva a emigrar o a engrosar la bolsa de personas indignadas, ciudadanos molestos con lo que ocurre en el sistema democrático.
El libro está dividido en cinco bloques. El primero de ellos aborda la corrupción y la pregunta surge sola: los propios políticos se definen como personas con vocación de servicio a los demás, ¿por qué se corrompen con tanta facilidad?
Sin duda porque existen factores endógenos del sistema que ayudan a que esto suceda. Ahora menos, pero en los años de bonanza corromperse era hacer lo mismo que hacían otros, sin tener sentido de impunidad: no me va a pasar nada porque esto también lo hace aquel, el otro y el de más allá. De ahí procede la teoría de la banalidad del mal: si uno roba, practica nepotismo o utiliza una tarjeta opaca y no le pasa nada, no debe ser muy grave. Yo puedo obrar igual y tampoco me ocurrirá nada. Ha faltado reproche social y auto percepción de recta conciencia moral.
A causa de la corrupción, cuando nace una nueva hornada de políticos todo el mundo desconfía sistemáticamente. Eso es muy grave a mi entender.
Es muy grave, por supuesto, pero hay motivos para explicar ese fenómeno. Un ejemplo: los políticos pueden viajar donde quieran, sin control y a costa del erario público. Ese es un factor potente de corrupción, porque el sistema le está diciendo que viaje cuantas veces desee ya que nadie le va a pedir explicaciones y solo puede reprenderle su propia conciencia. Y cuando dejamos a la conciencia de los políticos la capacidad de juzgar si lo que ellos hacen es bueno o malo, el sistema falla por su base.
Otro de los bloques de ‘Mañana será tarde’ trata del terrorismo. Si hablamos de ETA, ¿el papel desempeñado por la Iglesia en su nacimiento ha sido suficientemente analizado?
Analizado sí lo ha sido. En el libro hablo de la complicidad directa e indirecta de la Iglesia con la aparición de ETA y, en todo caso, la lenidad y toda suerte de paliativas con los que el clero ha tratado este asunto. Pero el problema más acuciante es que la Iglesia Vasca aún no ha pedido perdón, cosa que sí hizo el lehendakari. Hace falta que la jerarquía eclesiástica, igual que ha pedido perdón por otras cosas, lo pida por amparo y acogimiento al terrorismo. Mientras no lo haga, la Iglesia Vasca soporta encima un baldón impresionante.
Pasamos al nacionalismo, otro aspecto que aborda el libro: ¿los nacionalismos vascos, catalán y español, se necesitan, se retroalimentan mutuamente?
Los nacionalismos vasco y catalán son distintos. Sus inicios y coyuntura actual son completamente diferentes. El nacionalismo español, si existe, debe ser muy débil porque yo apenas lo percibo. Creo que es una creación efímera de los nacionalismos vasco y catalán que necesitan proclamar que existe un nacionalismo español. Pero, ¿cómo va a existir si cuando suena el himno nacional en el Camp Nou se escucha una pitada tremenda y después no ocurre nada?  En Francia, en tiempos de Chirac, sucedió lo mismo en un partido en el que abuchearon La Marsellesa y donde jugaba un equipo corso. El presidente francés entonces abandonó el campo. A pesar de la crisis que hemos padecido, en España no existe representación parlamentaria para un partido similar a la Liga Norte italiana o al partido de Le Pen en Francia. Me parece que el nacionalismo español es una arquitectura creada por los nacionalismos periféricos.
¿El nacionalismo, como concepto político, ha de ser de derechas siempre?
No sé si el nacionalismo es de derechas, aunque se aproxima bastante a serlo. Tengo claro que es un movimiento fundamentalmente burgués, porque los elementos identitarios son burgueses y de clase social media, una clase controladora de sus entornos territoriales.
Pasemos ahora a la Monarquía. ¿El rey Juan Carlos I ha reinado durante demasiado tiempo?
Sí, sin duda, ha reinado sobre todo de una manera desregulada, sin un estatuto de la corona que le pautase su propio comportamiento. Yo dividiría sus 40 años de reinados en dos periodos de 20 años y en los segundos 20, el rey se desreguló desde el punto de vista personal, familiar e institucional. El deterioro fue notable y la corona cayó en picado a partir del conocimiento de algunas prácticas y comportamientos del monarca, que ya se venían barruntando en la sociedad española.
¿Costó mucho trabajo convencerle para que abdicara?
Sí, al rey le costó muchísimo abdicar. En el libro aparece una expresión del Jefe de la Casa Real que es paradigmática: «Al rey hay que hacerle un trabajo psicológico». La posibilidad de abdicación se le planteó a principios de 2013 y él no estaba convencido de que no pudiera remontar sus propios hándicaps y respondió que no. Dio su brazo a torcer cuando se dio cuenta de su propio desmoronamiento y se convenció de que no podía remontar. Eso ocurrió en la Pascual Militar de 2014. En ese momento vio que, efectivamente, su única salida era la opción abdicatoria.
La última por hoy: ¿queda esperanza para los españoles de superar todo lo que nos viene ocurriendo?
Sí, sin duda. El título de ‘Mañana será tarde’ no es más que un aviso. Puse ese título inspirándome en un pecio de Rafael Sánchez Ferlosio, quien afirma que, cuando se dice que el tiempo lo cura todo, en realidad estamos diciendo que el tiempo todo lo traiciona. De ahí deduje que, si aplazamos y no plantamos cara a los problemas, puede ser tarde y entonces surgió esa frase redonda del mañana puede ser tarde, que enlazaba perfectamente con la de Sánchez Ferlosio.

Herme Cerezo

SOBRE JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

José Antonio Zarzalejos (Bilbao, 1954) es licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y periodista. Fue letrado de la Diputación Foral de Vizcaya de 1978 a 1989, cargo que compaginó con el ejercicio del periodismo de opinión en El Correo Español-El Pueblo Vasco, del que posteriormente fue director adjunto y director. En 1998, fue nombrado director editorial del Grupo Correo y ejerció como director de Abc desde 1999 a 2004, cuando pasó a ocupar la secretaría general de la compañía para regresar a la dirección de Abc desde 2005 a 2008. Tras abandonar el diario, desempeñó la dirección general de España de la consultoría de comunicación Llorente&Cuenca, S.L... En la actualidad colabora con los periódicos La Vanguardia, El Confidencial.com y la Cadena Ser. Ha sido galardonado con el Premio de la Federación de Asociaciones de Prensa de España, el Godó de periodismo, el Luca de Tena, el Mariano de Cavia, el Rodríguez Santamaría y el Francisco Cerecedo, entre otros. En 2004 fue condecorado por el gobierno francés con la Orden de la Legión de Honor. Hasta el día de hoy ha publicado cuatro libros: ‘País Vasco, crónicas de un analista político’, ‘Contra la secesión vasca’, ‘La destitución. Historia de un periodismo imposible’ y ‘La sonrisa de Julia Roberts. Zapatero y su época’.

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