«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 19 de diciembre de 2015

Marta Sanz, ganadora del Premio Herralde de Novela 2015: «Mis novelas surgen de la observación de la realidad y del regreso a temas anteriores»

El sábado 12 de diciembre de 2015, el crítico del suplemento cultural ‘Babelia’ del diario ‘El País’, José-Carlos Mainer, definía ‘Farándula’, la nueva novela de la escritora Marta Sanz, como «un carrusel desasosegante e impiadoso». Y desde luego, por estructura y contenido, bastante tiene de ambos epítetos. Resulta también llamativo su título. Según el ‘Diccionario del uso del español’ de María Moliner, ‘Farándula’ posee  tres acepciones. La primera, «Arte, trabajo, profesión o mundo de los cómicos. Carátula, farsa, teatro»  y la segunda, «Nombre específico aplicado en el siglo XVII a una de las compañías ambulantes de cómicos, constituida por siete o más hombres y tres mujeres», resultan bastante comunes, aunque no deja de llamar la atención eso de «constituida por siete o más hombres y tres mujeres». La tercera y última desconcierta un poco más: «Charla embrollada encaminada a desorientar o engañar. Trapacería». Y quizá algo de eso, igual que el «carrusel desasosegante e impiadoso» que citaba Mainer, tenga también esta ‘Farándula’ que, para uno de sus personajes principales, Ana Urrutia, es un vocablo que sintetiza otros dos: faralaes y tarántula, justamente los títulos de dos de las tres partes en las que se divide la obra.

La acción de ‘Farándula’ se sitúa en Madrid, eso queda claro desde la primera página, «cruzaba a buen paso la Puerta del Sol». Valeria Falcón es una actriz de cierta notoriedad, que cada jueves visita a una vieja gloria del teatro, Ana Urrutia, que padece el síndrome de Diógenes y no tiene donde caerse muerta. Su ocaso se solapa con la eclosión de una nueva actriz, Natalia de Miguel, joven aspirante que enamora al cínico Lorenzo Lucas, álter ego de Addison DeWitt. Nadie tendrá derecho a destrozar la felicidad de Natalia, una mujer muy delgada, pero que en la pantalla resulta gordita. Por otro lado, el ganador de la copa Volpi, Daniel Valls, confronta su éxito, su dinero y su glamour con la posibilidad de su compromiso político. Charlotte Saint-Clair, su esposa, lo cuida como una geisha y odia a Valeria, gran amiga de Daniel. Un ictus, el montaje teatral de ‘Eva al desnudo’ y la firma de un manifiesto descubrirán al lector una historia sobre el miedo a perder el sitio, sobre el significado actual de la palabra  reaccionario, sobre la devaluación de la imagen pública del artista, su precariedad y la contradicción entre el glamour y el compromiso.



Marta Sanz anduvo por Valencia el pasado miércoles 16 de diciembre. Acudió a presentar su novela, en compañía del poeta José Luis Falcó, a la librería Ramon Llull. Minutos antes del inicio del acto, tuvo la amabilidad de conversar conmigo sobre algunos pormenores de ‘Farándula’ y un poco también de la literatura en general. No olviden, mis invisibles, que ‘Farándula’ fue galardonada con el Premio Herralde de Novela 2015.

¿Qué significa escribir para Marta Sanz?
Para mí, la escritura es fundamentalmente una forma de comunicación con los demás, una vía para que tus deseos, ideología, inquietudes, visión del mundo, emociones e insatisfacciones puedan ser verbalizados y compartidos con una comunidad en la que, en cierta manera, pretendes influir para transformar algo que va mal.
Con ‘Farándula has conquistado el Premio Herralde, entre los muchos miles de libros que se publican cada año en España, actualmente ¿ganar un premio es la única forma que tiene una escritora de hacerse visible ante los lectores?
Es una de las pocas, desde luego. En mi caso es clarísimo. Cuando quedé finalista en el Nadal de 2006 y semifinalista en el Herralde de 2010, percibí un cambio sustancial en mis posibilidades como escritora. Comenzaron a llamarme de muchos a sitios y a gozar de más oportunidades. Creo que los premios son una legítima — o ilegítima, no lo sé cierto —, estrategia de marketing de las editoriales, que a los autores nos viene muy bien.
¿Cuál fue la imagen o cómo surgió la idea inicial para escribir ‘Farándula’?
Creo que hay dos momentos importantes que desencadenaron la escritura de la novela. El primero es una cuenta pendiente que yo tenía con ‘Daniela Astor y la caja negra’, una novela en la que se dice que la cultura es importante, que no es intrascendente, porque sirve para que nosotros acuñemos nuestros valores y nuestra sentimentalidad. Y el segundo es un icono personal, una persona, María Asquerino, cuya vida me impresionó aunque todavía lo hizo mucho más su muerte, en soledad, rodeada de miseria, en una casa que se venía abajo. Probablemente esa biografía ejemplar, especialmente con sus momentos más malos, actuó como desencadenante de ‘Farándula’.
Por tanto, para comprender ‘Farándula’ ¿resulta indispensable leer antes ‘Daniela Astor y la caja negra’?
No, no, para nada, aunque es cierto que mis novelas surgen de hilos que me quedan pendientes de obras anteriores. Siempre trato temas principales de los que surgen ramas tangenciales, colaterales, y me quedo con ganas de escarbar y profundizar más en ellos. Me pasó con ‘Susana y los viejos’, donde traté el tema del desnudo femenino que luego recogí en ‘La lección de anatomía’, en la que hablo de cómo se relaciona la realidad con sus representaciones y que se convirtió en el asunto principal de ‘Daniela Astor y la caja negra’, que recogía el mundo de las actrices, que ahora abordo en ‘Farándula’. Todas mis novelas surgen de la observación de la realidad, por un lado, y del regreso a temas anteriores, por otro.
Inicias la narración con un incidente que sufre Valeria Falcón en plena calle. Como si se tratase de una máquina de fotografiar, que dispara a ráfagas, asistimos a una sucesión muy veloz de imágenes, un modo efectivo de captar la atención del lector, pero ¿cómo consigues mantener su fidelidad a lo largo de la novela?
Por una parte, sigo utilizando el recurso de la fotografía a ráfagas en diversos capítulos en los que juego con la idea de estar fotografiando cosas. Como es una novela satírica, utilizo mucho las enumeraciones, que forman parte de una visión exagerada de la literatura, que creo que cuadra muy bien con el código de la sátira. Esto  es un recurso, si quieres estilístico, como lo es también utilizar la risa como deformación y denuncia de la realidad. El interés se mantiene mediante el entrelazado de las tramas: el ictus de Ana Urrutia, la firma de un manifiesto político por parte de un actor y la adaptación teatral de una película titulada ‘Eva al desnudo’. A partir de estos caminos principales, creo que los personajes van encontrando su lugar en la narración.
‘Farándula’ es una novela coral no polifónica, es decir, hablan muchos personajes pero la voz narrativa es la misma todo el tiempo.
Efectivamente, se trata de una novela coral no polifónica. La aparente polifonía del principio es falsa, porque al final solo hay un personaje que lleva la voz cantante. Y eso es coherente con el tono dramático de la novela, porque a fin de cuentas lo que hacen los actores es impostar diferentes voces, ejecutar un ejercicio de ventriloquia, esquizofreneizarse, si se puede utilizar esta palabra, y en eso creo que los actores con sus máscaras se parecen mucho a los escritores con las nuestras. Por eso para mí, ‘Farándula’ es una novela que trata del mundo del teatro, pero que al mismo tiempo habla del mundo de la literatura.
Y, ¿por qué las has ubicado en el mundo de los actores, cuando podrías haberla desarrollado con mayor facilidad dentro del universo de los escritores?
Podía haberme servido, pero no quería hacerlo para no tener que hablar de la escritura desde dentro de la escritura misma. Prefería utilizar una metáfora, un recurso literario para tomar distancia. Además al ser el mundo de los actores más visible, más glamuroso e icónico, me servía mejor para explicar este gran teatro del mundo, esta España o esta realidad envuelta en una crisis en la que todo brilla por fuera, pero que está bastante podrida por dentro.
Aunque ya has comentado que en ‘Farándula’ solo hay una referencia concreta a una actriz real,  ¿algún otro actor o actriz puede reconocerse en alguno de tus personajes?
He querido que los personajes tuvieran su propia entidad y que Natalia de Miguel, Valeria Falcón o Lorenzo Lucas funcionaran como tales. Como tú dices, la única referencia explícita es Ana Urrutia, referida a la actriz María Asquerino, algo que ha de entenderse como una forma de homenaje. En ‘Farándula’ hay un gran amor por los actores de este país, por lo que significan y por su profesión. Y en ese «frankenstein» que son cada uno de ellos he pretendido que fueran autónomos, pero para eso han de tener aspectos reconocibles de su profesión, como el hecho de que pertenezcan a una saga, que atraviesen épocas buenas y malas o que el lector descubra cómo funcionan hoy las compañías de teatro. Por supuesto que poseen rasgos reales, pero no he querido hacer un calco absolutamente mimético de algunos actores, que pudieran resultar fácilmente reconocibles.
En la página 108 de la novela, tropezamos con esta frase: «La dignidad solo se pierde cuando no se cobra». ¿En verdad la profesión de actor está tan por los suelos como se dice?
Sí, efectivamente, está muy mal. No sé si ahora están remontando o no, pero me consta que durante mucho tiempo no han cobrado por los ensayos y su sueldo dependía de un porcentaje de la taquilla. En este país creo que hay una especie de amor al arte excesivo, que tiene que ver con las profesiones artísticas, vocacionales o creativas que están muy poco reconocidas. Se supone que si haces algo que te gusta no has de cobrar por ello. A ti te resulta gratificante y punto. Y eso es una gran mentira. En los momentos más agudos de la crisis y en palabras de Emilio Gutiérrez Caba, los actores han sufrido un porcentaje de paro del noventa por ciento, que no es ninguna broma, y eso no solo no ha sido remediado desde el punto de vista institucional sino que, encima, se ha grabado con un veintiuno por ciento el precio de las localidades, como si la cultura fuera un artículo de lujo y no de primera necesidad.
Los actores han mantenido una actitud contestataria contra el gobierno por la política cultural que padecen, pero ¿esa postura ha sido un planteamiento generalizado o también esconde una dosis de una cierta pose?
No lo sé, no te lo puedo decir de primera mano, porque carezco de un contacto directo con ese mundo. Lo que sí sé es que en esta posición de protesta se revela una contradicción que nos afecta a todos. Por una parte, la gente castiga mucho a los actores que protestan, porque ven que son personas socialmente muy reconocidas y no entienden su postura ante un sistema que les premia y recompensa, a veces, desde un punto de vista económico. Y esa es una visión falsa, porque los actores tienen mucho que reivindicar de su profesión. Son personas y como tales ciudadanos, que poseen el mismo derecho que los demás a decir lo que sea fuera de su trabajo. Se les penaliza porque existe un enorme resentimiento social, justificado por la tremenda crisis que soportamos, un resentimiento orquestado por las instancias del poder que busca desprestigiar la cultura, porque sabe que puede hacerle mucho daño.
Tradicionalmente los actores, los cómicos, siempre han plantado cara al poder.
Efectivamente, pero ahora solo guardamos su imagen glamurosa y nos olvidamos del actor de verdad, del cómico de la legua, que sigue existiendo y que retrató Fernando Fernán Gómez en ‘El viaje a ninguna parte’, un tipo que pone copas los sábados por la noche y que para sacar adelante a su familia ha de conformarse con trabajar en pequeños papeles teatrales.
En ‘Farándula’ en lugar de números, los capítulos llevan título.
Esto ya lo hice en ‘Lección de anatomía’ y me gustó. No hay más motivo. Cada título sintetiza lo que hay en cada uno de los capítulos, que en ocasiones pueden funcionar como una historieta autónoma.
Cuando hablamos del compromiso del escritor parece que siempre nos referimos al contenido de su obra, pero ¿existe también un compromiso estético con respecto al lector?
Esa pregunta es absolutamente fundamental y creo que has sintetizado muy bien lo que significa el verdadero concepto de literatura comprometida e incluso política. Para mí, este tipo de literatura es el que habla de las cosas que nos preocupan desde el punto de vista social, político o humano, y que al mismo tiempo es consciente de que la forma de representar y contar esas historias es ideológica. Se trata de una literatura que se exige desde el punto de vista estilístico para no incurrir en repeticiones y generar preguntas en el receptor, no solo desde el punto de vista de lo que se cuenta, sino también de cómo se hace. Eso creo que forma parte de nuestro oficio de escritores.
Por lo tanto, para ti el equilibrio entre contenido y estilo es esencial.
Por supuesto, ese equilibrio es fundamental. El estilo y el contenido son inseparables.
Sin embargo, hay escritores que dicen que les importa cómo escriben y no lo que cuentan.
Quien piense así creo que debería reflexionar un poco mejor esa respuesta, porque en la literatura y en el cine el estilo es la manera de representar la realidad, una forma de tomar postura frente a ella. Si yo elijo una sátira o una larga enumeración para narrar, no es una elección sin más. Estoy tratando de significar algo más profundo.
Concluimos la entrevista, ¿tienes ya la cabeza ocupada en algún nuevo proyecto literario?
Tengo la cabeza ocupada con nuevas ideas y también tengo muchas ganas de sentarme para desocuparla, pero hasta ahora no he dispuesto de tiempo para hacerlo.

Herme Cerezo

SOBRE MARTA SANZ

Marta Sanz (Madrid, 1967) es doctora en Filología. Ha publicado las novelas ‘El frío’, ‘Lenguas muertas’, ‘Los mejores tiempos’ (Premio Ojo Crítico 2001), ‘Animales domésticos’, ‘Susana y los viejos’ (finalista del Premio Nadal en 2006), ‘La lección de anatomía’, ‘Black, black, black’, ‘Un buen detective no se casa jamás’ y ‘Daniela Astor y la caja negra’. En 2007 recibió el Premio Mario Vargas Llosa NH de Relatos. Es autora de tres poemarios, ‘Perra mentirosa’, ‘Hardcore’ y ‘Vintage’.

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